El “mensaje correcto” para frenar la pandemia vía iglesias y mezquitas de Nigeria, uno de los países más religiosos del mundo

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Un domingo por la mañana del mes de abril, el sol naciente proyecta sombras sobre la iglesia católica de St Dominic en Yaba, un barrio animado de la ciudad más grande del país africano con mayor población. Hay una tranquilidad inusual en la calle que lleva a esta iglesia de la parte continental de Lagos. Hace poco más de un mes, hubiera estado llena de mesas de vendedores de objetos sacramentales, con sus rostros agachados de manera devota, como rezando, con rosarios enredados entre sus dedos.

Hoy, sin embargo, la iglesia –a la que habitualmente acuden hasta 10.000 feligreses cada domingo– está vacía. La congregación reza ahora en casa y sigue el servicio por Internet o por la radio.

En un intento por limitar la propagación del coronavirus, en Lagos, el estado vecino de Ogun y la capital, Abuya, se impuso el 30 de marzo un confinamiento de cinco semanas, durante el cual quedaban prohibidas todas las concentraciones –incluidas las religiosas– con más de 20 asistentes. Las iglesias y las mezquitas se tuvieron que adaptar rápidamente y los creyentes musulmanes de Nigeria fueron los primeros en responder al cerrar las puertas de la mezquita nacional de Abuya el 19 de marzo. Por primera vez en la historia, la mezquita estaba en silencio y vacía durante el Ramadán, que terminó el 23 de mayo. El silencio llama particularmente la atención los viernes, día en que los alrededores de la mezquita estarían repletos de fieles haciendo cola para llenar el área para la oración, con aforo para 25.000 personas, en las horas de salat al-jumu’ah (oraciones del viernes).

No es sorprendente que en Nigeria, uno de los países más religiosos del mundo, según el Centro de Investigación Pew, se haya reclutado a los líderes de las dos religiones más predominantes en el país (hay casi el mismo número de cristianos y musulmanes entre los 200 millones de habitantes de Nigeria) para ayudar al Gobierno en la lucha contra la pandemia de COVID-19.

En Nigeria, donde el petróleo crudo representa aproximadamente el 95% de los ingresos por exportación y alrededor del 80% de los ingresos públicos, el coronavirus ha creado una crisis económica que solo se ha visto agravada por la guerra de precios que libran los gigantes mundiales del petróleo, Rusia y Arabia Saudí. Con los recortes significativos que se prevé realizar en el presupuesto nacional para adecuarse a la reducción de los precios del petróleo, el Gobierno nigeriano ha podido prestar muy poca asistencia a las decenas de millones de personas fuertemente afectadas por las consecuencias económicas. Se repartió un paquete inicial de incentivos por un valor de 50.000 millones de naira (128 millones de dólares USD, 120 millones de euros) entre los 3,6 millones de habitantes y hogares más desfavorecidos, lo que equivale a unos 14.000 naira (alrededor de 36 dólares, 34 euros) cada uno. Además, las autoridades del estado de Lagos dicen que han entregado alimentos y han dado ayudas en efectivo a unos 500.000 hogares en situación vulnerable.

No obstante, en un país donde el 50% de la población vive en extrema pobreza (con menos de 1,90 dólares al día, 1,75 euros) y la mayoría de las personas está empleada en el sector informal, esta ayuda dista mucho de ser suficiente. El 95% de la población sobrevive sin un seguro de enfermedad y solo hay 26 hospitales generales en la capital comercial, Lagos, que deben atender a una población de 23 millones de personas. Sin prácticamente una red de seguridad social, el país corría el riesgo de verse rápidamente abrumado por un virus que se ha cobrado la vida de casi 300.000 personas en todo el mundo desde enero.

Difundir el mensaje correcto

En este contexto, las iglesias y las mezquitas de Nigeria se han convertido en elementos clave de los esfuerzos nacionales para detener el virus, el cual, al 27 de mayo de 2020, ha matado a casi 249 personas en Nigeria y ha infectado a cerca de 8.344, de las cuales 2.385 se han recuperado. Los grupos y líderes religiosos han prestado asistencia a los miembros de sus congregaciones y las comunidades locales, desde transferencias de efectivo, medicamentos y asistencia sanitaria gratuita hasta consejos sobre cómo cumplir las órdenes del Gobierno.

“Al aceptar el reto de cuidar de las personas más vulnerables de sus comunidades, los grupos religiosos han ofrecido una última esperanza a muchas familias, ya que no recibían nada [significativo] del gobierno”, dice Emmanuel Nlenanya Chinwokwu, profesor de religión de la Universidad de Nigeria, Nsukka.

La experiencia previa de Nigeria con la crisis del ébola en 2014 también contribuyó a que, cuando se anunció el primer caso de coronavirus en febrero, muchos líderes religiosos comprendieran inmediatamente que sus iglesias y mezquitas llenas de gente pronto se convertirían en entornos favorables para la propagación del virus si no suspendían sus servicios. Aunque algunos creyentes de ambas religiones, e incluso líderes religiosos, vieron la pandemia como una señal de la ira de Dios o una prueba del diablo, en general se han cumplido las normas dictadas por el Gobierno. Actualmente las concentraciones religiosas se celebran en línea o por la radio, ya que las concentraciones presenciales están prohibidas hasta nuevo aviso.

Era necesario que los líderes religiosos hicieran llegar rápidamente el mensaje apropiado. Antes del Ramadán, el Consejo Supremo de Asuntos Islámicos de Nigeria (NSCIA, por sus siglas en inglés) fue un ejemplo al cerrar la mezquita nacional de Abuya una semana antes de que el Gobierno impusiera este tipo de medidas y recomendó a todos los musulmanes que “observaran estrictamente todas las directrices y normativas de salud pública proporcionadas por los organismos autorizados competentes”.

El NSCIA también advirtió de los peligros de “difundir rumores e información falsa y engañosa”, un mensaje importante en un momento en el que abundaban los rumores que vinculaban el coronavirus con la 5G.

“La confianza y la elección del momento oportuno son clave en la comunicación sobre cuestiones de salud”, dice Chidiebere Nwachukwu, profesor de comunicación de la Universidad de Nigeria, Nsukka. “Somos una sociedad en la que las personas normalmente no confían en el Gobierno. Algunos llegaron a pensar que el Gobierno se había inventado la historia del coronavirus para robar dinero. Sin embargo, cuando los líderes religiosos empezaron a ofrecer su voz para la causa, el cambio fue enorme en el país. Transmitir el mensaje correcto en la fase inicial salvó a Nigeria”, dice Nwachukwu.

Cientos de líderes musulmanes y cristianos pertenecientes al Consejo Interreligioso de Nigeria se reunieron con funcionarios gubernamentales del estado de Lagos el 3 de marzo para estudiar modalidades de colaboración en la lucha contra la pandemia de COVID-19. Para separar los hechos de la información errónea sobre el virus que se difundía descontroladamente en las redes sociales, los grupos religiosos asumieron un papel activo para informar al público sobre la enfermedad en la radio, la televisión, Internet, la prensa y en persona. Casi todas las oraciones y enseñanzas en línea han ido acompañadas de anuncios en los que se insistía en la necesidad de seguir las advertencias de salud pública del Gobierno. Los líderes religiosos también alientan a sus fieles a observar las medidas de distanciamientos social, a lavarse las manos frecuentemente y a cubrirse la cara con mascarillas.

Movilizarse por los más vulnerables

Aunque algunas de las megaiglesias de Nigeria se han hecho famosas por sus sacerdotes súper ricos y ostentosos y sus imperios empresariales de miles de millones de dólares, las mayores iglesias del país pasaron de inmediato a la acción una vez que resultó evidente la escala de la amenaza del coronavirus. Por ejemplo, el pastor Enoch Adeboye de la Redeemed Christian Church of God (RCCG), una de las mayores iglesias pentecostales de Nigeria, donó cientos de miles de artículos para equipos de protección personal y 11 camas de UCI totalmente equipadas con respiradores a las autoridades de distintos estados, entre otras donaciones, mientras que la iglesia católica de Nigeria ofreció sus 425 hospitales y clínicas para que se adaptaran y utilizaran como centros de aislamiento y tratamiento.

Según Yusuf Nwoha, director de administración del NSCIA, a pesar de las limitaciones impuestas por la pandemia, las mezquitas en toda Nigeria han estado trabajando duro para brindar apoyo a las personas vulnerables en sus comunidades inmediatas. Realizar numerosas obras de caridad es normalmente un aspecto importante del Ramadán y, a pesar de la pandemia, este año no ha sido diferente: “Hemos movilizado a los musulmanes en todo el país para que ayuden a las personas pobres cerca de ellos. Nos ponemos en contacto con los miembros más ricos de diferentes comunidades y también hemos movilizado recursos [de la mezquita nacional] y los hemos enviado a las comunidades rurales”, dice.

Como el confinamiento y las restricciones continúan en la mayor parte de Nigeria, el Gobierno ha emprendido una carrera contrarreloj para prevenir las crecientes dificultades provocadas por la COVID-19. “La mayor crisis a la que se enfrenta la población ahora mismo es el hambre”, dice Muzzammil Adeola, director de relaciones públicas de la fundación Rafeeqee, una ONG musulmana que ha entregado alimentos a comunidades vulnerables en toda Nigeria.

El Gobierno ha creado varios organismos para distribuir material de socorro. Ahora las iglesias y las mezquitas ayudan con la distribución después de que se descubriera que algunos políticos y jefes tradicionales desviaban la ayuda que se debía destinar a los miembros más desfavorecidos de sus comunidades. Como las restricciones físicas impuestas por la respuesta gubernamental a la pandemia afectaron a sus medios tradicionales para recaudar fondos (en las mezquitas), Rafeeqee recurrió a la financiación colectiva (crowdfunding) para recaudar 20.000 dólares (18.400 euros) que se han destinado a ayudar a 5.000 hogares en Nigeria.

Adeola dice que las comunidades religiosas continuarán desempeñando un papel importante para ayudar a las personas a recuperarse una vez que haya pasado la peor parte de la pandemia. “Los grupos religiosos deberían centrarse en cómo ayudar a las personas que han perdido todo a reconstruir sus vidas. Es posible que las familias necesiten ayuda para que sus hijos vuelvan a la escuela. Tal vez muchas empresas dependan de ayudas económicas para levantarse. Ese debería ser el objetivo de la próxima fase de intervenciones”.