¿Qué futuro depara a los jóvenes graduados en 2020 en Zimbabue?

¿Qué futuro depara a los jóvenes graduados en 2020 en Zimbabue?

Every year Zimbabwe churns out thousands of high school and university graduates into an economy where more than 95 per cent of the population is under- or unemployed, and industrial capacity utilisation, estimated at 48.2 per cent in 2019, is expected to fall to 27 per cent this year.

(KB Mpofu)

Tanya Chakaora, una estudiante de 18 años que cursa su último año en Dzivarasekwa High, en Harare, empezó este año con muchas esperanzas e ilusiones. “Gracias a los esfuerzos que había dedicado a mis estudios, iba por buen camino para hacer los exámenes finales avanzados de bachillerato [en noviembre] y estaba segura de que obtendría unas notas lo suficientemente altas como para poder cumplir mi sueño de convertirme en geóloga”, cuenta a Equal Times.

Pero llegó el coronavirus y el mundo literalmente se cerró. Aunque Zimbabue solo ha registrado 26 fallecimientos por COVID-19 y actualmente tiene 1.713 casos confirmados, el país lleva confinado desde el 30 de marzo y las restricciones impuestas solo se relajaron a mediados de junio.

Las escuelas comienzan a reabrir paulatinamente, pero los cerca de 4,5 millones de estudiantes de Zimbabue han perdido dos meses y medio de aprendizaje. El plan de reapertura progresiva del Gobierno prevé que los alumnos de último curso de secundaria reanuden las clases a finales de julio, mientras que el Consejo Examinador de Zimbabue ha confirmado que tanto los exámenes ordinarios como los avanzados se harán en noviembre, como estaba programado.

Tanya está preocupada. Dice que ha resultado “muy difícil” tratar de terminar la escuela secundaria en este período nefasto: “He perdido mucho tiempo valioso de aprendizaje. Cada día que pasaba en casa era otro día que me quedaba atrás en lo que concierne a mi trabajo escolar”, se lamenta.

“He tenido que complementar mi aprendizaje con clases privadas, que son muy caras y se cobran en dólares estadounidenses. Mis padres han tenido dificultades para reunir el dinero necesario”.

Sin embargo, las clases perdidas debido al confinamiento por el coronavirus están lejos de ser el único problema al que se enfrenta la promoción de 2020. La economía de Zimbabue se encuentra en caída libre desde hace años, pero es probable que la recesión mundial provocada por el coronavirus contraiga su economía un 10%. La inflación alcanzó en junio el 765,57%; el único país con una tasa superior de hiperinflación es Venezuela, donde la tasa ascendía a 3.684% a principios de junio. Como consecuencia, el precio de los productos básicos ha aumentado en Zimbabue, donde los ciudadanos corrientes no pueden permitirse comprar muchos artículos.

Además, miles de estudiantes de secundaria y universitarios terminan sus estudios cada año y se incorporan a una economía en la que más del 95% de la población está subempleada o desempleada y, según la Confederación de Industrias de Zimbabue, se prevé que la tasa de utilización de la capacidad industrial, estimada en un 48,2% en 2019, disminuirá previsiblemente a un 27% este año. Los jóvenes que terminan sus estudios en Zimbabue también deben enfrentarse a la escasez crónica de agua y electricidad, el cierre de empresas, la disminución de las reservas de divisas, el aumento de la inseguridad alimentaria, el cierre de las fronteras y un espacio democrático cada vez más exiguo.

Escuelas con recursos insuficientes, docentes mal remunerados y pobreza digital

Sifiso Ndlovu, director ejecutivo de la Asociación de Docentes de Zimbabue (ZIMTA, por sus siglas en inglés), advierte de que la reapertura de las escuelas en julio plantea una serie de problemas: “El Gobierno debe prepararse para impartir sesiones dobles a los estudiantes [para que puedan recuperar las clases perdidas], pero para ello se necesitarán más docentes”, dice. Sin embargo, cumplir las directrices en materia de distanciamiento social requerirá reducir el número de alumnos por clase e introducir medidas sanitarias estrictas, sobre todo porque muchas escuelas se utilizaron como centros para realizar pruebas y poner a enfermos en cuarentena. Con una proporción estudiante-profesor media oficial de 1:40 –aunque los sindicatos sostienen que la ratio real es más bien 1:70 o incluso 1:100–, es imposible garantizar la seguridad de los docentes y estudiantes.

El distanciamiento social también es imposible en el transporte público, no hay un suministro suficiente de mascarillas y geles hidroalcohólicos para las manos y algunas escuelas rurales carecen de acceso a agua potable. Según Godfrey Sengurai, profesor de inglés de Best End Christian College, en Harare, todo esto dificultará que los estudiantes y los profesores regresen de forma segura a las aulas: “Para una sola asignatura para la que antes se requerían ocho docentes para todos los cursos, ahora se necesitan unos 24. Esto representa un problema porque es muy poco probable que el Gobierno contrate a más docentes, lo que aumentará la carga de trabajo de los docentes existentes”.

A principios de año, la aprobación de la ley enmendada sobre educación garantizó la educación básica pública, pero el coste de los derechos de matrícula de las escuelas públicas (que van desde 30 hasta 700 dólares USD –26,5 a 620 euros– al año) sigue siendo muy elevado para muchas familias. En las últimas décadas, el sistema educativo ha experimentado una infrafinanciación paralizante: según el informe de 2018 sobre el presupuesto para educación primaria y secundaria de UNICEF, la inversión pública global en educación ascendía al 15,8% del presupuesto nacional de 2018, es decir, seis puntos porcentuales menos que el parámetro regional de 22% establecido por la Comunidad de África Meridional para el Desarrollo (SADC). Casi todo el dinero se destina al pago de salarios (los gastos en material didáctico e infraestructura educativa representan un nimio 6,3% del presupuesto para educación). Esto da lugar a clases de gran tamaño –en particular en las zonas rurales–, un déficit de 3.000 escuelas de primaria y secundaria en el país y aproximadamente 15.000 vacantes de docentes.

El coronavirus también ha revelado las enormes diferencias en el sistema educativo de Zimbabue, principalmente entre los ricos, que estudian en instituciones privadas, y los pobres, que asisten a escuelas públicas.

Si bien muchas escuelas privadas que cuentan con una financiación adecuada han implantado sistemas de educación en línea durante la pandemia, Tanya –como la gran mayoría de los estudiantes de Zimbabue– no tiene acceso a la infraestructura de banda ancha o a equipos como ordenadores portátiles o tabletas. Además, en promedio, 1 GB de datos de Internet en Zimbabue cuesta aproximadamente el 10% de los ingresos medios, mientras que en la India asciende a 0,45% y en China a 0,71%. La situación es todavía peor en las zonas rurales. Millones de zimbabuenses en todo el país han quedado excluidos del aprendizaje en línea.

“Da igual lo duro que trabaje, me enfrento a muchas dificultades: la falta de instalaciones académicas, la falta de libros y otros recursos. Algunos ni siquiera hemos tenido el privilegio de seguir las clases en línea. Creo que todo esto ha representado un verdadero obstáculo para mi progreso”, dice Tanya.
Para asegurarse de no quedarse totalmente atrás, Tanya ha creado un grupo de estudio con otros estudiantes en situación similar en el que estudian juntos y comparten libros. “Pero no es suficiente. Solo somos estudiantes y necesitamos un profesor que nos ayude a completar el temario”, dice.

El estigma al que se enfrenta la promoción de 2020

Desde hace años, los estudiantes de Zimbabue experimentan trastornos importantes en su aprendizaje, ya que los docentes han ido a la huelga para exigir mejores salarios y condiciones de trabajo y que les paguen sus salarios en dólares estadounidenses, ya que el valor del dólar de Zimbabue se ha desplomado. Un profesor ordinario en Zimbabue gana el equivalente a 40 dólares USD (35 euros) al mes, una cantidad muy por debajo del umbral de la pobreza, que ahora se estima en 600 dólares USD (532euros), según el Congreso de Sindicatos de Zimbabue. Por otra parte, una hogaza de pan cuesta 1 dólar USD y una bolsa de maíz cuesta entre 5 y 7 dólares USD (88 céntimos de euro; 4,4 y 6,2 euros, respectivamente). En febrero de este año, los docentes organizaron una huelga nacional para exigir mejores salarios. La huelga se suspendió el 11 de febrero y las escuelas cerraron a finales de marzo después de que el presidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, anunciara el inicio del confinamiento.

Como consecuencia, Tanya dice que le preocupa que haya un estigma asociado a los estudiantes que se han graduado del instituto o la universidad este año: “Creo que tal vez a las facultades, las universidades y los empleadores les resulte difícil confiar en la promoción de 2020 porque consideran que los examinadores se han mostrado más indulgentes con nosotros por las dificultades que hemos experimentado”.

Sengurai comparte las preocupaciones de Tanya. “Solo hemos cubierto alrededor de un tercio del temario y será difícil cubrir el resto en los meses que quedan antes de que los estudiantes hagan los exámenes”, dice. Le preocupa que los futuros empleadores o las secretarías de acceso a la universidad consideren que los graduados de bachillerato de este año están formados a medias.

Sin embargo, David Coltart, un antiguo ministro de Educación en el Gobierno de inclusión de Zimbabue (entre 2009 y 2013), cree que el Gobierno tomó la decisión acertada al mantener los exámenes de último año en las fechas previstas porque se puntúa a los estudiantes por el trabajo realizado a lo largo de su educación secundaria, no solo el último año. “Siempre que los criterios de evaluación sigan siendo los mismos, las universidades y facultades pueden seguir confiando en las aptitudes de los estudiantes individuales, pero está claro que la tasa de aprobados disminuirá enormemente”, dice.

El director de ZIMTA, Ndlovu, piensa que el trastorno ocasionado por la pandemia brinda una buena oportunidad para replantearse la forma en la que se evalúa a los estudiantes. En lugar de decidir el rumbo de la vida de un joven en función de los resultados de un examen de dos horas, “la educación debería ofrecer las competencias y los canales para desarrollar aptitudes para que todo el mundo pueda tener éxito en la vida. Este es el enfoque que debería adoptarse en el plan de estudios actualizado de Zimbabue”, dice.

Educación: un terreno disputado que es preciso reformar

Takavafira Zhou, educador y presidente del Sindicato Progresista de Docente de Zimbabue (PTUZ, por sus siglas en inglés), coincide en que ha llegado el momento de reformar el sistema educativo de Zimbabue, que en su momento se consideró uno de los mejores de África. “Zimbabue ha pasado en los últimos años de [un sistema educativo] que hace hincapié en la combinación de teoría y competencias esenciales prácticas, en particular competencias industriales y agrícolas que garantizan la seguridad alimentaria, el desarrollo industrial y la mejora de los medios de vida de la población –propuesto brevemente de 1980 a 1985– a un sistema educativo restringido y estrecho de miras concebido para generar partidarios del sistema político actual”, dice.

Según Zhou, el Gobierno debería invertir en la mejora de la infraestructura educativa y en escuelas y facultades especializadas para crear un entorno propicio para el aprendizaje teórico y práctico. “Necesitamos laboratorios científicos bien equipados y aulas específicas para agricultura, geografía, historia y arte, así como construir más escuelas técnicas y de formación profesional, por no mencionar las escuelas para huérfanos y niños vulnerables, así como escuelas que se centran en las TIC”, dice.
Sin embargo, para Zhou, el mayor reto al que se enfrenta el sistema educativo de Zimbabue es el hecho de que se ha convertido en un terreno en disputa entre los políticos y los educadores, ya que los políticos quieren utilizar la educación para afianzar su poder hegemónico e introducir reformas para reforzar esta trayectoria.

“Hemos experimentado cambios en el plan de estudios impuestos por conveniencia política, con un nivel mínimo de compromiso profesional y apoyo presupuestario” dice.

Se pueden ver ejemplos de ello en el nuevo plan de estudios de Zimbabue, en el que en 2017 se incorporaron una promesa de lealtad nacional obligatoria y nuevas asignaturas, como estudios sobre el patrimonio, que abarca la Constitución, el patriotismo y la identidad nacional de Zimbabue. Los estudiantes también deben participar en puestas en escena masivas, que el Gobierno describe como “representaciones artísticas espectaculares, que muestran los valores estéticos del sonido, los artefactos, el movimiento y la postura” en un intento por “promover un sentido de la belleza, la armonía, la disciplina, el liderazgo, la colaboración, el trabajo en equipo, la integración social y la tolerancia”; sin embargo, los críticos han condenado la naturaleza militarista de los ejercicios y los han comparado con los que se realizan en Corea del Norte.

Zhou señala que ha llegado el momento de establecer un plan de estudios amplio que garantice que la educación desempeña una función esencial en el desarrollo de las personas y las comunidades, apoyado por las inversiones necesarias en una educación pública de calidad con el fin de que todos los jóvenes de Zimbabue tengan acceso a oportunidades y a un futuro mejor. “La educación debe regirse por orientaciones profesionales en lugar de la conveniencia política” advierte.

La realización de este reportaje ha sido posible gracias a la financiación de Union to Union, una iniciativa de las uniones sindicales suecas LO, TCO y Saco.