La nueva generación de artistas en Kinsasa busca reconocimiento y apoyo

La nueva generación de artistas en Kinsasa busca reconocimiento y apoyo

Locals take a photo of Bonaza Bolamba as Tin Can Man, a work and creation by Eddy Ekete, in the streets of Kinshasa, on 1 July 2020.

(Nicola Hiexe)

“Si los expatriados abandonaran mañana el país, el arte moriría”, declara Junior Moka, un fotógrafo profesional, antes de sentarse con aire resignado. Esta afirmación puede parecer exagerada, sobre todo en Kinsasa, la vibrante capital de la República Democrática del Congo (RDC), donde el arte está presente en todas partes. En Kinsasa, no es necesario contar con pinceles sofisticados para pintar ni con un escenario oficial para dar rienda suelta a la inspiración: la calle está ahí y el caos que reina en ella es fuente de inspiración, así como de los objetos utilizados para crear.

En ocasiones, en función de las actuaciones, el cuerpo se convierte incluso en un lienzo o en un medio de comunicación. Un ejemplo de ello es este “hombre de latas” que deambula de vez en cuando por las calles polvorientas, atrayendo a su paso a habitantes de la ciudad intrigados por su presencia. El disfraz y la actuación, creados con latas recogidas en la calle, son una de las obras de Eddy Ekete. “El hombre de latas es un superhéroe, pero también es una forma de empujar a la población a tomar conciencia del medio ambiente y de la falta de limpieza. Está hecho de basura, es ruidoso y su presencia se impone a todos”, explica el artista a Equal Times.

Este congoleño de 42 años vive actualmente en París, pero dejó su vestuario en la cooperativa de artistas que creó en Kinsasa, Ndaku Ya la vie est belle, donde otros artistas le dan vida. Junior Moka forma parte de este colectivo. Y se encarga de promocionar a los artistas.

“Tenemos muchísimas personas con talento en la RDC, pero desgraciadamente las artes visuales todavía no forman parte de las costumbres del país. Para la mayor parte de los congoleños, el arte es la música y el baile”.

Sin embargo, no hace mucho tiempo, ser artista en el Congo era garantía de respetabilidad. En la década de los setenta, el líder autócrata Mobutu puso en marcha un movimiento de “zairización” del país cuyo objetivo era volver a una autenticidad africana y eliminar los rastros de la dominación colonial occidental del país. Este proceso también consistió en promocionar el arte. Mobutu creó el Fondo de promoción cultural (FPC), que subvencionaba los proyectos culturales gravando con impuestos la publicidad; y el Fondo Mobutu Sese, que concedía una prestación a los artistas zaireños viejos y enfermos. El arte se desarrolló y los artistas como Cheri Cherin, Moke o Cheri Samba se convirtieron en verdaderas estrellas tanto en el Congo como en el extranjero.

Sin embargo, Mobutu ya no está en el poder y la RDC es un país exangüe. En diciembre de 2019, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lo situaba entre los 10 países con los índices de desarrollo humano más bajos, lo que lo convierte en uno de los más pobres del mundo.

Los fondos de ayuda ya no existen y el arte no genera tantos ingresos ni se tiene tanto en consideración. Además, las prioridades han cambiado. Los jóvenes congoleños prefieren sectores más lucrativos como el derecho o el comercio. “Aquí, para los padres, tener un hijo artista es como sembrar en el desierto: no genera nada”, confirma Malafi, artista y fundador del festival Finsokin - Salon des bruits de Kinsasa.

Falta de oportunidades

En este territorio, 80 veces más grande que Bélgica, solo hay dos museos nacionales. Al pasear por el Museo Nacional de Kinsasa, se observa que no se exponen obras de artistas contemporáneos, sino artefactos de otra era. Es difícil sensibilizar a la población sobre las artes visuales actuales en estas condiciones. “No se nos valora en nuestro país, mientras que gozamos de reconocimiento a nivel internacional”, se lamenta Eddy Ekete. “Los habitantes de la ciudad no nos conocen”.

Para llevar el arte a las calles muchos artistas hacen actuaciones. “Las actuaciones tienen por objeto hacer reaccionar al público que está delante, pero también provocar, a fin de lograr una reflexión”. Se trata de actuaciones por las que los artistas ganan algo de dinero pasando la gorra o a veces ni siquiera obtienen nada. Además, para vivir de sus obras, los artistas se dirigen a otro público. “Creamos para todo el mundo, pero suelen ser los expatriados, y no los congoleños, los que tienen los medios para comprarnos obras”, declara Junior Moka.

Los institutos internacionales como el Instituto Francés o el Centro Valonia-Bruselas desempeñan un papel destacado en la escena cultural de Kinsasa. A lo que se añade que, grandes centros culturales creados por congoleños, como Kin ArtStudio o Ndaku Ya la vie est belle, reciben fondos de la Unión Europea.

“En Kinsasa, incluso aquellos que han estudiado bellas artes, no saben cómo conseguir financiación. Somos artistas, sabemos expresarnos a través del arte. Desconocemos los trámites administrativos que nos pueden permitir ganarnos la vida gracias a subvenciones”, cuenta Eddy Ekete.

Estas instituciones internacionales proponen fondos, convocatorias de proyecto, pero también residencias en el extranjero. Las residencias permiten a los artistas vender sus obras y darse a conocer en el ámbito internacional, pero eso no es todo: “Cuando me fui a Francia, me di cuenta de que en realidad muchas de nuestras obras se encuentran allí. Conoces a otros artistas y esto te abre una ventana de inspiración importante”.

Además, cabe mencionar que las obras congoleñas dan la vuelta al mundo y se exponen en grandes museos en París, Bruselas o Nueva York. También es una oportunidad para que el país muestre otra imagen que no sea la de una zona de guerra.

Vivir de su arte

Una vez que exponen sus obras, los artistas pueden venderlas y comenzar a vivir de su arte. Sin embargo, muchos de ellos viven en la miseria mientras tanto. “Muy a menudo, los artistas trabajan en el sector informal, no cotizan y por tanto no tienen una red de seguridad, por ejemplo, cuando enferman”, explica Shaka Kongo, coordinador principal de la asociación Artiste en danger.

Porque en Kinsasa la atención médica cuesta cara. “En mi centro de salud [que no se encuentra en un barrio exclusivo de la capital], para acceder a la consulta hay que pagar la tarjeta de salud, que cuesta cinco dólares estadounidenses. Si después te tienen que hacer exámenes como una radiografía o un escáner, la cuenta aumenta rápidamente. Hace poco me operaron de insuficiencia venosa. Cada pierna me costó 1.500 dólares, sin contar los gastos de hospitalización. No todo el mundo puede permitírselo”, explica a Equal Times.

Según el Banco Mundial, en 2018, los congoleños vivían en promedio con menos de dos dólares al día. La situación no ha mejorado desde entonces, y todavía menos con la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. Además, muchos congoleños se niegan a recibir tratamiento.

La situación puede convertirse en un drama. “El mes pasado me dijeron que uno de los artistas de los que me ocupo estaba en muy mal estado. Cuando llegué para llevarlo al hospital ya estaba muerto en el suelo, en la calle. Tuvimos que trasportarlo nosotros mismos a la morgue en una carreta”, cuenta Shaka Kongo. “Sabía que estaba enfermo. Cuando lo vi cuatro días antes tenía fiebre y temblaba”.

No sabe qué enfermedad acabó como la vida de su protegido, pero para él la fiebre no es la única responsable. “El Estado congoleño es cómplice del empobrecimiento de los artistas congoleños. Se mueren en la calle, y eso no es normal”.

El presupuesto gubernamental se ha reducido a la mitad

Es una frustración que comprende Jean-Marie Lukundji, ministro congoleño de Cultura y Arte. “Mientras que el Gobierno congoleño no invierta en la cultura, es difícil estimular a nuestros compatriotas artistas”, reconoce. “Si viajan a otros lugares encontrarán obras de artistas como como Freddy Tsimba, mientras que en nuestro propio museo no encontrarán ninguna… es la paradoja. No es normal y es nuestra responsabilidad corregir esta situación”.

Sin embargo, en el discurso programático del Gobierno, dirigido a la población en septiembre de 2019, el primer ministro Ilunga Ilunkamba afirmó que la promoción de la cultura sería su decimoquinto pilar. “Encomendaré a los ministros pertinentes que adopten todas las medidas necesarias para consolidar esta cultura a todos los niveles (…) este Gobierno desea que la cultura y las artes se conviertan realmente en uno de los medios de diversificación de la economía”, afirmó entonces.

Para el ministro de Cultura, esta ambición no va acompañada de los medios financieros necesarios para que se materialice. “Se consagra el 0,16% del presupuesto general a la cultura, ¿qué podemos hacer con esto?”, se sincera Jean-Marie Lukundji. Todo esto sin tener en cuenta los problemas presupuestarios que atraviesa el país.

Aunque es un país donde abundan los diamantes y los minerales preciosos, la RDC, tuvo que reducir a la mitad el presupuesto del Gobierno en febrero.

Es un duro golpe al que siguió la pandemia de covid-19, que está hundiendo la economía mundial “en la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial”. Jean-Marie Lukundji ha sufrido las consecuencias en el ministerio de Cultura. “La tasa de ejecución del presupuesto no supera ni el 30%, por lo que en realidad ni siquiera tenemos acceso a ese 0,16%”.

No obstante, los artistas no se dan por vencidos. “Tratamos de formar al mayor número posible de personas para preparar solicitudes de financiación, para que dentro de poco no solo nos financien las empresas extranjeras, sino también las congoleñas”, explica Eddy Ekete. También es una forma de que las empresas asocien su marca a artistas reconocidos. En Bracongo, la fábrica de cerveza local, la idea ha logrado abrirse camino. Desde 2015, ofrece una beca y una residencia a artistas visuales a través de un concurso. Y esto es solo el principio.

Sin embargo, el coronavirus llegó a Kinsasa, lo que ha provocado que se anulen los concursos y las residencias internacionales, y se agraven los problemas estructurales y económicos del país. Para la escena artística, esto puede servir de estímulo para la creatividad, pero también plantea la cuestión de la supervivencia.

This article has been translated from French.