Cómo Túnez experimenta la transición hacia empleos y empresas más sostenibles

Cómo Túnez experimenta la transición hacia empleos y empresas más sostenibles

Former machine operator Mohamed Ali, 37, next to a machine used to make embroidery at the Sobref factory.

(Matthias Raynal)

Mohamed Ali deambula entre las máquinas, agarra un par de tijeras y corta un largo trozo de tela que luego sumerge en un recipiente lleno de agua. ¡Abracadabra! La magia de la química actúa al instante. El trozo de tela se convierte en una pasta translúcida y pegajosa que, al secarse, se endurece y se transforma en plástico. “Es fiselina”, señala Mohamed Ali, muy orgulloso de su demostración. Fabricado a base de fibras sintéticas, este material se utiliza para reforzar los bordados. “Antes, los residuos de la producción se arrojaban al exterior. A partir de ahora, vamos a recuperar los sobrantes para reciclarlos y reutilizarlos”.

Hasta 2016, en Sobref, una fábrica textil situada en Mahdia, en la región centro-oriental de Túnez, decenas de trabajadores faenaban día y noche en las grandes máquinas de precisión que hoy permanecen paradas en medio de un silencio exasperante. A la espera de que se reanude la actividad, Mohamed Ali duerme aquí, en el piso de arriba, en un simple sofá. Quiere evitar los robos, pero, sobre todo, quiere proteger con sus propios ojos esta empresa que le pertenece, a él y a los cerca de 40 exempleados que han decidido comprar la fábrica.

¿Convertirse en su propio jefe? La idea fue propuesta por la central sindical Union Générale des Travailleurs Tunisiens (UGTT), que ha estado varios meses supervisando este proyecto con la ayuda de una ONG española, la Asamblea de Cooperación por la Paz. La UGTT también ha aportado una ayuda financiera que se ha sumado a los 250.000 euros proporcionados por la Comunidad Autónoma Valenciana (España).

En total se han conseguido movilizar 300.000 euros. La UGTT también brindó asesoramiento jurídico a los trabajadores, gracias a lo cual pudieron obtener indemnizaciones por parte del propietario que decidió cerrar la empresa de manera ilegal de la noche a la mañana. Los trabajadores optaron por invertir esta suma en la adquisición de su herramienta de trabajo, creando una cooperativa en la que todos son accionistas mayoritarios. “Para no tener que sufrir otra injusticia”, afirma Afifa Najjar. Una injusticia vinculada a la contaminación, al daño ambiental, por ejemplo.

La industria del bordado, y del textil en general, provoca considerables daños ecológicos. Y los trabajadores no salen indemnes, asegura esta madre de 48 años que ha trabajado más de la mitad de su vida en Sobref: “Sufrimos las consecuencias directas. Los olores insoportables. (…) Antes quemaban los residuos no muy lejos de nuestras casas”. Los restos de fiselina se eliminaban de manera anárquica. Pero esto no volverá a producirse después de la reapertura de la planta, prevista para antes de final de año, explica Karim Chebbi, consultor de la UGTT.

Una empresa eco-responsable

Karim Chebbi conoce bien los temas relacionados con el medio ambiente, y por eso fue elegido coordinador del proyecto de Sobref. “Hay un importante interés ecológico, pero también económico, para la cooperativa. Porque parte de los residuos puede revenderse en el marco de un circuito de colaboración y solidaridad con otras plantas de reciclaje y generar pequeños ingresos”. El futuro emplazamiento industrial también podrá garantizar el 30% de su consumo eléctrico por medio de paneles fotovoltaicos. “Queremos que la empresa sea parcialmente autónoma y reducir su dependencia de los combustibles fósiles”, sostiene Karim Chebbi.

En la gran sala de la sede local de la UGTT, las mesas se han colocado en forma de “U” para celebrar una reunión bastante especial este viernes 11 de septiembre. Los trabajadores de la fábrica Sobref vuelven a sus puestos de trabajo. Es la primera reunión organizada desde la interrupción provocada por el coronavirus. Para esta ocasión, Karim Chebbi ha invitado a un profesor universitario que dirige el primer máster en “Gestión, tratamiento y recuperación de residuos” en Túnez.

El profesor Lotfi Soussia, del Institut Supérieur des Sciences Appliquées et des Technologie (ISSAT) de Mahdia, se encargó de impartir 20 horas de formación, teórica y práctica. “El respeto por la naturaleza es ante todo una cultura. Es el futuro de nuestros hijos”, declara el académico ante un público muy atento.

Las expresiones “transición ecológica”, “economía verde” o “gases de efecto invernadero” no se pronuncian. El personal de la planta no está familiarizado con todos estos conceptos. Pero no importa. Todo el mundo aquí sabe que se está haciendo “algo positivo”, como dice Afifa Najjar.

Todos se han comprometido con la dimensión eco-responsable del proyecto, como Hedi Ben Hamza, que tiene 50 años y lleva 22 en la empresa: “Es algo nuevo, pero ahora todas las empresas tienen que ser respetuosas del medioambiente. Antes era imposible. ¿Por qué? Porque solo había un propietario que no pensaba más que en acumular ganancias. Al haberla transformado en cooperativa, pensaremos primero en nosotros y en la naturaleza”.

Los trabajadores de la fábrica actúan sin saber, porque, aunque desconocen los principios de la transición justa, en realidad los están aplicando. La descarbonización de la economía, atenuando al mismo tiempo los efectos en el empleo y en los recursos de los trabajadores de las industrias vulnerables, tampoco es una idea que la UGTT esté promoviendo. En realidad se ha tenido que pasar por un concepto intermedio para llegar a este punto. Para el sindicato la prioridad sigue siendo mejorar las condiciones de trabajo.

“El enfoque de la UGTT respecto a la cuestión del medio ambiente, aunque no se haya integrado, siempre ha estado presente”, considera Karim Chebbi. “Porque forma parte del ‘trabajo decente’. A través del ‘trabajo decente’ se llega a la ecología”.

Nuevas ideas

Sin embargo, en el seno de la UGTT hay personas que militan para promover una reflexión sobre las cuestiones ambientales. Mansour Cherni es uno de ellos y también uno de los precursores. Es el coordinador nacional de las organizaciones afiliadas a la Internacional de Servicios Públicos (ISP) en Túnez, así como el número 2 de la “sección clima” del Departamento de Relaciones Árabes e Internacionales y Migraciones de la UGTT. Se ha preocupado por el tema desde el principio de la década de 2000 y “sobre todo a partir de 2007, gracias al ex secretario general de la UGTT, que estaba interesado por el cambio climático”, explica.

“Houcine Abassi, premio nobel de la paz, fue quien me empujó, me animó a seguir adelante. Y empezamos a abordar el problema del medio ambiente. (...) Formamos un pequeño grupo que se concienció mucho sobre este tema”. Ya ha pasado un año desde que se creó la sección de “cambio climático”.

“Es para concienciar a los responsables de la toma de decisiones en el seno de la UGTT, para decirles ‘cuidado, esto es muy serio’. La sección está compuesta por cinco personas, pero no disponemos de los medios necesarios para poder ejercer una influencia importante”, lamenta Mansour Cherni.

Desde 2014, Mansour Cherni ha estado acudiendo todos los años a las conferencias sobre cambio climático (COP), cubriendo sus propios gastos. Y, casi todos los años, él es el único sindicalista de la UGTT presente. “Es para comprender mejor. En las COP, el nivel del discurso es muy alto, pero eso en realidad no sirve para nada. En cambio, si te fijas en la sociedad civil, ahí es donde está el trabajo, ahí es donde están los debates, las presiones. Lo constaté cuando se firmó el Acuerdo de París sobre el cambio climático. La sociedad civil y los sindicatos son básicamente los que han actuado”.

Mansour Cherni es consciente del papel que deben desempeñar las organizaciones de trabajadores, pero también es consciente del retraso que acusa la UGTT. Naïma Hammami fue la primera mujer que se incorporó a la junta directiva de la central en 2017, y también es precursora de la defensa de la transición ecológica en su sindicato. En su calidad de secretaria general adjunta y encargada de las Relaciones Árabes e Internacionales y las Migraciones, ha contribuido a la creación de la sección de “cambio climático” en el seno de su departamento. “Estamos motivados para promover esta cuestión que tiene un impacto significativo en los trabajadores”, pero “la UGTT está debutando en esta área”.

Mansour Cherni espera con impaciencia el día en que la central se ocupe realmente de esta problemática. “Eso espero... eso espero, pero hasta ahora se ha mostrado tímida”, declara este hombre de casi 70 años. “No le damos todavía importancia”. Según él, el sindicato sigue obsesionado con las luchas de la vida cotidiana, en lugar de pensar en una estrategia para “salvar los puestos de trabajo amenazados por el cambio climático”. “Es mucho más importante a largo plazo. Mis hijos son los que van a pagarlo muy caro”.

Es difícil invertir el orden de prioridades en un país que continúa sumido en una interminable crisis social y económica. Mansour Cherni quiere conseguir que su sindicato se vuelva más sensible a estos conceptos, que él maneja con destreza. Con el apoyo de la Internacional de Servicios Públicos (ISP), que le ayudó a buscar fondos, ha podido contribuir a la organización de cuatro seminarios. “Cerca de 120 personas” siguieron estos módulos, uno de los cuales estuvo dedicado a los gases de efecto invernadero producidos por las centrales que funcionan con combustibles fósiles.

Electricidad verde

El sector de la energía va a ser precisamente uno de los más afectados por la transición a una sociedad con bajas emisiones de carbono. La electricidad verde sigue teniendo dificultades para desarrollarse en Túnez. No obstante, las autoridades se han fijado el ambicioso objetivo de aumentar la proporción de electricidad verde dentro de la oferta energética, del 4% actual a un 30% de aquí a 2030. Pero el país está acumulando retrasos, pese a que en los últimos meses se han anunciado numerosos proyectos. Las autoridades están haciendo hincapié en la creación de empleo y en las ventajas que este tipo de energía representa para la independencia energética del país.

Sin embargo, la UGTT no baja la guardia. La central sindical considera la energía como un bien público y, por consiguiente, defiende con uñas y dientes la situación de cuasi monopolio de la empresa pública STEG (Société tunisienne de l’électricité et du gaz), que domina la producción y controla el transporte, la distribución y la comercialización de la electricidad en Túnez. La Fédération générale de l’électricité et du gaz (FGEG), la sección STEG del sindicato, denuncia con regularidad los intentos de privatización del sector y de “mercantilización de la electricidad”.

Este verano, la UGTT mantuvo un pulso con el Gobierno, negándose a conectar la central de energía solar de Tataouine a la red, un proyecto derivado de una asociación entre la empresa pública de actividades petroleras, Entreprise Tunisienne d’Activités Pétrolières, y el gigante italiano de los hidrocarburos, Eni.

En un post publicado en Facebook en julio, el entonces ministro de Energía, Mongi Marzouk, llamó al “sabotaje” e incendió el sindicato: “La FGEG, en lugar de estar del lado de las energías limpias, (...) está tratando de paralizar los primeros logros en violación de la ley, partiendo de una concepción limitada e incorrecta del interés del sector eléctrico y del papel de las energías renovables (...)”.

Abdelkader Jelassi, secretario general de la FGEG, a quien, por motivos personales, no fue posible contactar durante esta investigación, insistió en responder a través de Mansour Cherni. “No estamos en contra de las energías renovables”, contestó, “sino en contra de las personas que durante 60 años no han dejado de aprovecharse del Estado. Toman sin dar nada a cambio. Si el sector privado quiere utilizar la red, tendrá que pagar”.

La UGTT puede parecer un obstáculo para el desarrollo de este sector en Túnez o, por el contrario, el último baluarte que todavía protege a los trabajadores del sector público y a los consumidores. La apertura al sector privado podría tener consecuencias muy nefastas, provocando la destrucción de puestos de trabajo e incrementos de los aranceles. La UGTT aplica, una vez más sin saberlo, los principios de la transición justa. Es difícil predecir cómo se gestionará en el futuro el caso de la central de Tataouine.

Desde las elecciones legislativas de octubre de 2019, Túnez ya ha tenido tres gobiernos y otros tantos ministros de Medio Ambiente. Cada vez tenemos que empezar de cero y volver a explicar todos los casos. “Eso nos hace perder varios meses”, se lamenta Mansour Cherni, que cree en la transición justa como un factor de estabilización política. Puede ser, señala, una oportunidad para Túnez, al poner en marcha un círculo virtuoso, crear empleo y traer una nueva prosperidad.

Se trata de un proceso en el que la UGTT jugará un papel esencial. El sindicato tiene mucho peso en la vida política tunecina. La actuación de la central ha sido decisiva, sobre todo en los primeros años de transición democrática, por lo cual fue galardonada, junto a otras tres organizaciones tunecinas, con el Premio Nobel de la Paz en 2015. La transición justa en Túnez no se producirá sin la UGTT. Para que esta idea del siglo XXI se materialice, deberá ser impulsada por este sindicato del siglo XX. En Sobref ya ha empezado a tomar medidas. Ahora tiene que reflexionar seriamente en una estrategia ambiental para poder reproducir la innovadora experiencia de Mahdia.

This article has been translated from French.