Por qué ya es hora de pararle los pies a Amazon

Por qué ya es hora de pararle los pies a Amazon

A worker blows a whistle during strike action outside an Amazon distribution centre in Bad Hersfeld, Germany on 22 September 2014.

(Reuters/Alamy/Kai Pfaffenbach)

Amazon, como cuenta la muy simplificada historia sobre el origen de esta empresa tecnológica situada en Seattle, fue fundada por Jeff Bezos en un garaje de alquiler en 1994. Hoy día es una de las empresas multinacionales más grandes del mundo. En enero se convirtió en la quinta empresa en la historia que alcanza una capitalización de mercado de 1 billón de dólares USD (0,85 billones de euros), y Bezos es actualmente el hombre más rico del mundo, con una fortuna personal estimada en 183.600 millones de dólares (157.000 millones de euros). Aun cuando su crecimiento inicial se centró en la venta detallista en línea, actualmente Amazon domina no solo el comercio electrónico, sino también la logística, la inteligencia artificial, los servicios en la nube y la transmisión en vivo. Si se navega, se transmite o se compra productos en línea es cada vez más imposible evitar Amazon.

Sin embargo, detrás del aumento de los precios de sus acciones, existe una realidad mucho más oscura. El éxito de la empresa se ha basado en la explotación de los trabajadores, la competencia desleal, el incumplimiento de la responsabilidad medioambiental, la violación de la privacidad de los usuarios y la evasión fiscal “agresiva”. Las consecuencias de la pandemia de la covid-19 han provocado el cierre masivo de empresas y negocios en todo el mundo y el confinamiento generalizado en muchos países no han hecho sino amplificar el crecimiento y los beneficios de este gigante estadounidense de la tecnología. A finales de octubre, la empresa señaló un aumento récord del 37% en las ventas trimestrales interanuales, acumulando 96.100 millones de dólares (82.000 millones de euros) de ingresos a medida que los clientes confinados en casa recurrían a los diversos servicios en línea ofrecidos por Amazon.

Entre tanto, la pandemia representó para los trabajadores de Amazon una enorme presión. Al comienzo del brote de coronavirus, cuando el número adicional de trabajadores en los almacenes hizo imposible respetar el distanciamiento social, el personal tuvo que trabajar un mayor número de horas para satisfacer la creciente demanda sin contar con un mínimo equipo de protección personal, tales como mascarillas.

“Amazon es un empleador notoriamente malo”, afirma Ron Knox, investigador principal del Instituto de Autosuficiencia Local (Institute for Local Self-Reliance), un grupo de defensa en Estados Unidos. “Tiene un historial de malos tratos para con sus trabajadores... y [existen] pruebas inquietantes de que Amazon ignora e incumple los protocolos de seguridad durante la pandemia”.

Solo en Estados Unidos, se estima que 19.000 trabajadores de Amazon han contraído la covid-19 y que han fallecido por lo menos ocho, lo que provocó huelgas salvajes en varios almacenes estadounidenses. En Filipinas, los trabajadores del centro de llamadas Ring de Amazon fueron obligados a presentarse en la oficina a pesar de los problemas de seguridad en relación con la pandemia. Los trabajadores de los almacenes en Francia, Alemania, Italia, Polonia y España se han puesto en huelga en varios centros desde marzo para exigir mejores medidas de salud y seguridad para que se les proteja contra el virus.

Actualmente Amazon está siendo sometida a un creciente escrutinio público. A escala mundial, los sindicatos, la sociedad civil y los responsables políticos piden a voz en coro que la empresa ha de disgregarse debido al dominio cada vez más fuerte que ejerce sobre el mercado. En Estados Unidos (donde Amazon es ahora el segundo empleador privado más grande después de Walmart) y en Europa, los trabajadores de Amazon, tanto autoorganizados como con la asistencia de sindicatos establecidos, han comenzado a luchar contra la explotación, ganando pequeñas pero significativas victorias. Sin embargo, para someter realmente el poder sin control de este conglomerado en expansión, es vital contar con la acción gubernamental coordinada. “No creemos que haya una alternativa real a las medidas antimonopolio”, constata Knox. “Necesitamos una fragmentación estructural, disgregar Amazon en sus diversos negocios”.

De empresa incipiente a monopolio virtual

Amazon dio sus primeros pasos como librería en línea, debilitando a los libreros independientes y sacando del mercado a muchos de ellos. A medida que la empresa crecía, incluso las cadenas establecidas de venta de libros como Borders descubrieron que no podían competir con Amazon. Sin embargo, también desde el principio, Amazon contaba con una ventaja injusta. Como empresa de comercio electrónico, estuvo exenta del impuesto sobre las ventas en muchos países hasta 2018, a lo que se sumó el hecho de contar con almacenes distantes y una mano de obra remunerada con el salario mínimo, lo que le permitió mantener a raya sus gastos generales.

De los libros, Amazon se expandió a todos los sectores minoristas, utilizando el mismo modelo de negocio asimétrico debilitando así a los minoristas independientes establecidos. En 2000, lanzó Amazon Marketplace, destinada a ayudar a los minoristas independientes a llegar a los clientes a través de la plataforma Amazon, la misma que ha sido tachada de “dictadura” debido a sus elevadas tarifas y a la deficiencia de sus mecanismos de comunicación y quejas. La expansión internacional de la empresa comenzó ese mismo año con actividades en Francia y Japón. Desde entonces, se ha expandido a docenas de países en todos los continentes, con 175 “centros de distribución” (como se denominan los almacenes de Amazon) y más de un millón de empleados (de los que 100.000 fueron contratados al iniciarse la pandemia). Amazon controla ahora el 49,1% de las ventas de comercio electrónico de Estados Unidos y el 22% en Europa, mucho más que sus predecesores de la tradicional venta en tiendas, Wal-Mart y Carrefour.

“Es una especie de poder de intermediación sin precedentes en la historia del capitalismo estadounidense”, señala Knox. “Ninguna empresa ha tenido nunca el poder que detenta Amazon para dictar las reglas del mercado a tantas otras empresas”.

Las filiales de Amazon incluyen marcas tan diversas como Ring, una empresa de domótica, la plataforma de servicios en la nube Amazon Web Services, la de servicios de streaming en vivo Twitch, Annapurna Labs, centrada en la microelectrónica, la recién lanzada Amazon Pharmacy y decenas de otras empresas más. Sin embargo, lo que más preocupa de Amazon es su obsesión por los datos.

“Si se piensa en Amazon como gigante del comercio electrónico, en realidad este no es su objetivo central. Lo suyo es esencialmente el capitalismo de vigilancia”, afirma Christy Hoffman, secretaria general de UNI Global Union, que representa a más de 20 millones de trabajadores a nivel internacional. “Amazon posee y recopila un enorme volumen de datos, no solamente datos sobre sus clientes, sino también sobre sus empleados, sobre sus competidores, sobre todas las empresas que venden en su plataforma. No debe permitirse que las empresas tengan tanto poder”.

Sindicatos, robots, impuestos e impacto medioambiental

El crecimiento de Amazon ha costado muy caro a sus trabajadores. Siempre ha contado con trabajadores de bajos salarios en sus almacenes y para su logística, y muchos de ellos son trabajadores temporales, a tiempo parcial o estacionales. Según un informe elaborado tras el primer simposio mundial sobre el poder desmesurado de Amazon, organizado por UNI Global Union y la Confederación Sindical Internacional en diciembre de 2019, “la oposición de Amazon a los sindicatos significa, virtualmente, que no hay ningún convenio colectivo integral en ninguna parte del mundo” para sus trabajadores de primera línea. Por ejemplo, ninguna de las actividades de almacén o logística de Amazon en los Estados Unidos está sindicalizada, y la empresa ha mostrado un antagonismo activo hacia cualquier intento de organización, además del uso de tecnología para vigilar y controlar cualquier tipo de esfuerzo en esta dirección. “Estamos alarmados ante las pruebas que se acumulan para demostrar que Amazon no respeta, e incluso socava, los derechos de los trabajadores a organizarse”, señala Joe Westby, investigador sobre empresas y derechos humanos en Amnistía Internacional.

También se observan violaciones generalizadas de la seguridad y la salud en los centros de distribución, que van desde lesiones físicas graves hasta estrés de los trabajadores relacionado con los objetivos de producción. En 2019, Reveal publicó una minuciosa investigación sobre el historial de Amazon en materia de seguridad y reveló que la tasa de lesiones en los almacenes de Amazon era dos veces superior a la media de la industria nacional. Los investigadores también concluyeron que las lesiones aumentaban alrededor de las fechas de eventos especiales como el Prime Day o el Black Friday, debido al aumento de la presión de la demanda sobre los trabajadores, incluyendo turnos obligatorios de 12 horas. La tecnología, específicamente el uso de cientos de miles de vehículos robóticos que trabajan entre las personas en los centros de distribución, no ha hecho sino empeorar la situación.

“La introducción de robots ha incrementado mucho la peligrosidad del trabajo. Los robots aceleran el ritmo en grado sumo y se realiza un gran número de movimientos repetitivos. La tasa de enfermedades y la siniestralidad se han disparado”, comenta Hoffman.

“La tecnología obliga a no disponer ni siquiera de cinco segundos entre los paquetes. Es implacable, y se debe a la capacidad de la tecnología para reducir al nanosegundo todo movimiento”.

Además de las violaciones de los derechos laborales, otra amenaza grave que representa el modelo de negocio de Amazon es la de los impuestos. Parte de la razón del crecimiento intensivo de Amazon, y de la inmensa fortuna personal de Bezos, es la evasión fiscal. En Estados Unidos, Amazon no pagó ningún impuesto federal en 2017 y 2018, a pesar de recibir cientos de millones de dólares en créditos fiscales. La situación no cambió mucho el año pasado, cuando la empresa pagó un miserable 1,2% de impuestos sobre sus enormes ganancias. En Europa, se estima que Amazon ha eludido 250 millones de euros de impuestos sobre la renta entre 2006 y 2014.

Un estudio publicado por Fair Tax Mark, un grupo a favor de una tributación justa, designó a Amazon como la peor de las grandes empresas tecnológicas evasoras de impuestos. En el contexto de la pingüe escalada de beneficios relacionados con la pandemia, y con las arcas de los gobiernos de todo el mundo agotadas por la creciente demanda de servicios públicos esenciales por la misma razón, nunca ha sido más clara la necesidad de una reforma fiscal urgente. “Amazon ha experimentado un aumento exponencial de sus beneficios durante la pandemia”, constata David Archer, responsable de participación y servicios públicos de ActionAid, que actualmente está haciendo campaña a favor de un impuesto mundial estándar sobre todas las grandes empresas. “Cualquier reforma fiscal mundial debería garantizar que Amazon y todas las demás multinacionales paguen impuestos justos en los países donde ejercen actividades”.

Otra de las preocupaciones es el impacto medioambiental de Amazon. Incluso en comparación con otras empresas tecnológicas, Amazon se ha quedado rezagada en lo que se refiere a la crisis climática y la sostenibilidad. Llevaba años sin haber elaborado nunca un informe anual de sostenibilidad corporativa y se negó a divulgar el más mínimo dato en materia de emisiones. Cuando finalmente lo hizo el año pasado, Amazon reveló que en 2018 emitió 44,4 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, el equivalente a las emisiones anuales de Noruega. Sus centros de datos consumen ingentes cantidades de energía, según el informe del simposio de UNI Global y de la CSI, un nuevo centro de datos de Amazon en Irlanda podría utilizar hasta el 4% del total del suministro de electricidad del país. Y su servicio de entrega Prime ha producido millones de cajas de cartón y envases de plástico adicionales, que en gran parte no se reciclan.

“Amazon nunca se había encontrado bajo tanta presión”

Por ahora, el dominio de Amazon se concentra en unos pocos mercados clave. En 2019, más de dos tercios de sus ingresos provinieron de Estados Unidos y su otro mercado más grande, Alemania, ocupa un distante segundo lugar. No obstante, el crecimiento internacional de Amazon ha sido muy importante en los últimos años, y entre sus planes está repetir en las economías emergentes el éxito experimentado en Norteamérica. “A medida que Amazon se expande a un mayor número de países, es fundamental que estos se aseguren de contar con una legislación sólida en consonancia con los derechos humanos y las normas del trabajo reconocidos internacionalmente”, advierte Westby.

En este sentido, se observa una evolución positiva, ya que algunos países están aprobando leyes y regulaciones que podrían limitar el impacto de Amazon en las economías locales. Por ejemplo, India ha restringido la capacidad de Amazon para operar en un mercado y vender bienes directamente, lo que ha hecho mella en sus planes de expansión. “Parece que el mundo se ha dado cuenta rápidamente de la forma en que Amazon hace negocios, sus prácticas depredadoras y el daño que la empresa puede causar a una economía y al mercado de las pequeñas empresas”, interpreta Knox.

En los últimos años también se han observado mayores esfuerzos tanto de los sindicatos como de los trabajadores para plantarle cara a Amazon.

En Europa, gracias a la fuerza de sus sindicatos y a su compromiso con la negociación colectiva, “los sindicatos han ejercido presión sobre Amazon a favor de mejores condiciones, y han podido ganar algunas mejoras para sus miembros”, señala Hoffman. Entre estos logros se encuentra el de los trabajadores italianos que hicieron huelga para obtener breves pausas de descanso; y el de los sindicatos que han obligado a los tribunales franceses a limitar las ventas durante la pandemia a los productos esenciales.

La legislación laboral en Estados Unidos ha dificultado los esfuerzos realizados por los sindicatos, pero incluso allí, las comunidades y agrupaciones de trabajadores están desempeñando un papel importante. Athena es una coalición de 50 agrupaciones locales y nacionales que reúne a trabajadores y comunidades afectados negativamente por Amazon. Un grupo informal que se hace llamar Amazonians United for PTO, fue fundamental para que la empresa anunciara en marzo que concedería tiempo libre remunerado a todos los trabajadores estadounidenses. Por su parte, Amazon Workers International es una red informal y transnacional de trabajadores empleados sobre todo en los almacenes situados en Estados Unidos y la Unión Europea.

“Todo tipo de comunidades están despertando y se dan cuenta de que si Amazon llega es para explotarlas hasta la médula”, afirma Hoffman. “Los sindicatos, además de muchas otras organizaciones de trabajadores y comunidades, han colocado todos estos aspectos en primer plano. Amazon nunca ha sido objeto de tanta presión como ahora, a nivel nacional y mundial”.

Llamamiento a una acción antimonopolio

Este panorama ha llevado a Amazon a tomar medidas que habrían sido impensables hace unos años, como la implementación de un salario por hora de 15 dólares (13 euros) para todos los trabajadores estadounidenses. Sin embargo, en lo que se refiere a cuestiones fundamentales, como la representación sindical y los derechos de negociación colectiva para sus trabajadores, Amazon se mantiene inmutable. Por el contrario, la mayor parte de la riqueza que produce Amazon sigue fluyendo a los bolsillos de una sola persona (Bezos posee una participación del 11,2% en la empresa), a un grado cada vez más absurdo. “La fortuna personal de Bezos aumentó [tanto este año] que hubiera podido pagar a todos sus 875.000 trabajadores un monto de 105.000 dólares (90.000 euros) a cada uno, y todavía conservaría la misma fortuna que tenía antes de la pandemia”, calcula Hoffman.

El poder sin precedentes de Amazon y su falta de responsabilidad en lo que se refiere a los derechos de los trabajadores, la igualdad salarial, la sostenibilidad y la seguridad, ha llevado a muchos a concluir que la solución definitiva está en manos de los gobiernos, los que deben regular los sectores del comercio electrónico y la tecnología para evitar la competencia desleal.

Incluso en el mercado del país sede de Amazon existen posibilidades de que se apliquen medidas antimonopolio. A principios de octubre, la subcomisión judicial antimonopolio de la Cámara de Representantes de Estados Unidos publicó un informe como parte de una investigación de 15 meses sobre la industria tecnológica, y recomendó la división de Amazon y someterla a otras medidas antimonopolio.

“El informe de la subcomisión no podía haber sido más claro cuando describe los daños que Amazon ha causado a las empresas rivales, a los consumidores, a los trabajadores y a toda la economía en su conjunto”, afirma Knox. “El hecho de que este informe se haya mostrado tan radical me da esperanzas de que el nuevo Congreso retome sus conclusiones y apruebe una legislación que implemente muchas de sus recomendaciones y sea un acicate para que los organismos antimonopolio se decidan a tomar medidas más agresivas con respecto a Amazon y otras empresas tecnológicas”.

Si estas medidas gubernamentales no procedieran de EEUU, podrían provenir de otras jurisdicciones. La Oficina de Competencia de Canadá ha abierto una investigación, al igual que la Comisión Europea, esta última podría dar lugar a multas de hasta el 10% de los beneficios mundiales de Amazon. Algunos países ya se han puesto manos a la obra, en septiembre, la Comisión de Comercio Justo de Japón obligó a Amazon a aceptar sanciones por violar la legislación antimonopolio nacional. Debido a la pandemia de coronavirus, 2020 podría considerarse el año en que Amazon “arrasó en Internet”, pero si los gobiernos se comprometen a tomar medidas decisivas, 2021 podría ser el año en que los trabajadores, los consumidores y las comunidades recuperen el poder que les ha arrebatado una gigantesca empresa tecnológica.