Un joven indio (parapetado de una mochila-estudio) revela a su país y al mundo la diversidad de la música tradicional de la India rural

Un joven indio (parapetado de una mochila-estudio) revela a su país y al mundo la diversidad de la música tradicional de la India rural

Abhinav Agrawal (centre) sits with folk musicians as he sets up his mobile studio in Jaisalmer, Rajasthan, India.

(Anahad Foundation)

En 2011, cuando Abhinav Agrawal estudiaba arquitectura en Bhopal (en el centro de India), se subía todos los fines de semana a algún tren para explorar una zona diferente del país. Siempre bajaba en ciudades superpobladas o en pueblos aislados y rurales para descubrir la música tradicional de cada región, inspirado por su pasión por la gran diversidad de estilos, ritmos e instrumentos y por su formación como vocalista tradicional e intérprete de tabla.

Equipado únicamente con un ordenador portátil, una tarjeta de sonido y un micrófono, recopilaba la música de los artistas que se encontraba por el camino y les grababa varios CD sin cobrarles una sola rupia. “Los músicos empezaron a llamarme para pedir más CD, porque la gente ya les había comprado todos los que les había dado”, explica Agrawal. “Reconocí una especie de dinámica: en lugar de depender de la bondad de los desconocidos en la calle, ahora los músicos podían ganar dinero gracias a su arte”.

Para Agrawal, la motivación para invertir tanto tiempo y dinero consistía en intentar “preservar” sus “recuerdos de la infancia”. Agrawal creció en Bulandshahr, una pequeña población al norte del país, donde aprendió música clásica india mediante las tradiciones musicales locales del chaiti y el kajari. Sin embargo, a medida que el desarrollo urbano fue ganando terreno y que empezaron a desaparecer los espacios naturales, también lo hizo la música tradicional asociada a los mismos. Las letras de dichos estilos musicales se cantan en las poblaciones y aldeas de los estados de Uttar Pradesh y Bihar y están profundamente vinculadas a las celebraciones de las estaciones del año y al paisaje natural de la región. El chaiti, por ejemplo, se suele escuchar durante el mes sagrado hindú de chaith, que cae entre marzo y abril, e incluye canciones que celebran el nacimiento y la gloria del dios Rama. En cambio, las letras del kajari describen la nostalgia que sienten las esposas durante la época del monzón, cuando sus maridos están lejos, trabajando en las ciudades.

Tras cuatro años de grabaciones informales, en 2016 Agrawal decidió crear la Fundación Anahad –una ONG con sede en Nueva Delhi que empodera a las comunidades de músicos tradicionales de las zonas rurales de India llevándoles la tecnología de producción hasta su propia puerta, grabándoles sus canciones, rodando videoclips y generándoles presencia en los medios digitales– todo ello gratis.

Actualmente su página web incluye a más de 1.000 artistas y grupos de los estados indios de Himachal Pradesh, Jharkhand, Karnataka, Punyab y Rajastán que los internautas pueden buscar por región, comunidad (etnia), instrumento o estilo.

Durante generaciones, los músicos tradicionales de India han sufrido una vida precaria viajando de pueblo en pueblo y de ciudad a ciudad para tocar en bodas y otras celebraciones. Agrawal explica a Equal Times que grabar una sola canción en un estudio profesional cuesta más de 25.000 rupias indias (340 dólares estadounidenses, 277 euros), sin contar los gastos de logística relacionados con el viaje a la ciudad más cercana. La mayoría de los músicos tradicionales no pueden costearse los gastos, pero en el mundo actual tampoco pueden ganarse la vida dignamente sin grabar su música ni tener una presencia en internet. Según los datos publicados en la página web de Anahad, el 70% de los músicos indios están incluidos en la categoría de ‘música folclórica o tradicional’, pero tan solo obtienen el 2% de las ganancias del sector debido al carácter informal de su trabajo.

La pandemia de la covid-19 ha afectado negativamente a su vida, ya de por sí precaria, y las oportunidades de conseguir conciertos en vivo cada vez son más escasas mientras India lucha por reducir una de las tasas de muertos por coronavirus más altas del mundo. Los artistas han tenido dificultades para conseguir alimentos y algunos incluso se han visto obligados a recurrir a trabajos mal remunerados para poder llegar a fin de mes. Por tanto, la labor de la Fundación Anahad es ahora más vital que nunca.

Un estudio en la mochila

Anahad elige a los músicos tradicionales teniendo en cuenta quiénes se beneficiarán más de su ayuda (debido a su desventaja social o económica) y también a los que, en su opinión, aportarán más al mundo (porque tocan un instrumento poco común o pertenecen a una de las etnias minoritarias de India). Aunque en un principio Agrawal contactaba él mismo con los músicos, a medida que aumentó la reputación y la comunidad de la organización, los artistas han ido tomando la iniciativa para ponerse en contacto con él.

Anahad graba cuatro canciones y dos vídeos de alta calidad y resolución para cada grupo, y les monta una pequeña página web con información sobre cómo los interesados pueden contactar directamente con ellos, con fotografías profesionales y biografías de cada artista. Asimismo, ofrece cursos a los músicos sobre cómo ganar dinero con su música mediante la distribución y los derechos de autor, mientras que forma a los jóvenes líderes del ámbito de la música tradicional, duchos en asuntos tecnológicos, en los entresijos de la representación artística: cómo comercializar eficazmente a los músicos, organizar las canciones para los conciertos en vivo, montar las estructuras de los honorarios y negociar los pagos con los clientes. Sin embargo, la herramienta más potente que permite a Anahad llevar la producción musical hasta las aldeas más remotas de toda India es el ‘estudio en la mochila’: un estudio portátil excepcional diseñado por el ingeniero de sonido Gael Hedding, ganador de un premio Grammy Latino. Esta grabadora inalámbrica de alta calidad con 12 micrófonos puede grabar durante tres días sin cargar las baterías –algo imprescindible para las aldeas indias, donde la electricidad es escasa y esporádica–.

Uno de los aspectos más llamativos del trabajo de la fundación es que no cobra a los músicos por ninguno de sus servicios –ni paga directamente a ninguno de ellos–.

Tras cursar un máster sobre el Sector Mundial del Entretenimiento y el Mercado Musical en la escuela de Berklee (Valencia, España), Agrawal ha creado una iniciativa social en la que el dinero que gana un grupo se utiliza directamente para financiar a otro. La monetización de las grabaciones de Anahad suele darse a través de las regalías que ganan cuando sus canciones se reproducen en servicios de streaming como YouTube y Spotify o cuando la música tiene licencia de uso para publicidad, películas y documentales. “No pagamos a los artistas por grabar, porque entonces darían por sentado la creación del portafolio digital gratuito”, explica Agrawal. “Queremos que vean esto como una inversión de tiempo. De lograrse regalías, estas se orientan a ayudar a otros artistas y a crear nuevos portafolios”.

Según Kasam Khan, un músico tradicional de 42 años originario de Phaloudi en Rajastán, grabar las canciones de su banda de siete miembros en 2017 con Anahad le ayudó a desarrollar su propia carrera musical. “La calidad de los vídeos de Anahad es muy buena”, nos cuenta Khan, un veterano vocalista e intérprete de armonio que lleva los últimos 16 años cantando profesionalmente. “Consigo mucho trabajo gracias a los vídeos”. Khan atribuye la contratación de varios de sus espectáculos en Bombay y Delhi a que numerosos comisarios de eventos vieron su trabajo en línea. También nos informa de que acaba de grabar una canción con el famoso compositor y cantante indio Ankur Tiwari y de que está negociando con productores para trabajar en una película de Bollywood el año que viene. “Una buena voz es un gran tesoro”, asegura Khan. “Pero debe grabarse para que se conozca”.

Retos y planes futuros

A lo largo de los años, la fundación se ha enfrentado a numerosos retos. “El 90% de los artistas tradicionales que hemos conocido nunca han grabado nada”, afirma Agrawal. “No conocen las ventajas de grabar y cuesta mucho convencerles”. Shuchi Roy, directora general de Anahad y abogada especializada en propiedad intelectual, destaca que los artistas tradicionales suelen ponerse nerviosos cuando les explica los entresijos jurídicos relacionados con los derechos de autor de su música. “Hasta la fecha no me he encontrado con ningún artista tradicional que sepa lo que son los derechos de autor ni que haya solicitado su aplicación”, asegura Roy. “La música tradicional es del dominio público, por lo que en realidad nadie es su dueño. Las grandes figuras de la industria musical [india] suelen utilizar la música tradicional de forma gratuita”.

Roy también enseña a los artistas tradicionales a gestionar los contratos –por ejemplo, a usar notas de voz como documentación cuando los músicos no saben escribir ni teclear– . “En los últimos años he recibido muchos contratos de artistas asociados con Anahad”, afirma Roy. “Quieren que los revise antes de firmarlos o que les ayude a renegociar las condiciones de pago. No es frecuente que los artistas tradicionales hagan este tipo de cosas”.

Obtener financiación para desarrollar el concepto de Anahad no ha sido fácil. Como se trata de una organización benéfica, no han podido utilizar los modelos de actividad empresarial con ánimo de lucro.

Y como históricamente el gobierno indio tiene unos niveles ínfimos de inversión en arte y cultura, Anahad depende en gran medida de los presupuestos de la responsabilidad social corporativa y de la financiación particular y filantrópica. Agrawal explica que la mayor parte de las empresas prefieren invertir en iniciativas relacionadas con la educación, el saneamiento y la reducción de la pobreza. “Incluso las empresas que apoyan la cultura suelen preferir la conservación de algo tangible, como los monumentos”, concluye. “La música tradicional es intangible”.

A pesar de dichos obstáculos, Anahad ha recaudado más de 400.000 dólares (326.000 euros) gracias a inversores como el Grupo Infosys, Google y la Fundación Harish y Bina Shah, de modo que la ONG ha podido invertir en miles de artistas, muchos de los cuales han actuado por todo el planeta tras haber logrado más visibilidad. Debido a la pandemia se han suspendido las grabaciones de Anahad durante los últimos ocho meses. Y aun así Agrawal opina que la importancia de su labor ha aumentado. “Los artistas que ya han grabado con nosotros dependen de nuestro portafolio digital para trabajar”, asegura. “Además, los músicos tradicionales están contactando con nosotros de manera más activa que antes para que les grabemos y rediseñemos su música”.

Actualmente, Agrawal trabaja en dos proyectos con Anahad. El primero es un taller de desarrollo de capacidades, que espera logre imprimir un nuevo dinamismo a la música tradicional. En estas sesiones, un compositor reconocido de la industria musical enseñará al grupo tradicional a escribir nuevas composiciones en su propio estilo. La otra iniciativa es una aplicación para móviles que permitirá a los artistas tradicionales analizar cómo han funcionado sus canciones en el dominio público y cobrar los derechos de autor. Según Agrawal, la aplicación, cuyo lanzamiento está programado para abril de 2021, satisface una carencia crucial en el mercado: la falta de soluciones para comercializar y distribuir música tradicional en el mercado convencional. “Ninguna empresa de música está dispuesta a contratar a artistas tradicionales, pues creen que su música es tradicional y que, por tanto, no tiene mucho valor intelectual”, denuncia. “Por eso nosotros [Anahad] estamos creando nuestro propio canal de distribución a través de la aplicación”.

Sin embargo, Agrawal advierte que la fundación no puede mantener viva la música tradicional india por sí sola. Espera que las instituciones gubernamentales y otras organizaciones puedan desarrollar soluciones innovadoras para ayudar a estos artistas a ganarse la vida de manera sostenible, por ejemplo, mediante museos y festivales de música tradicional. Hasta entonces, está muy satisfecho porque sabe que su fundación está desempeñando un papel muy importante para mantener vivas las ricas tradiciones folclóricas de India. “Todos los maestros con los que aprendí música tradicional tenían un sueño: que sus canciones se grabaran algún día en un estudio”, nos cuenta. “Creían que si tenían sus propios discos obtendrían más respeto y se volverían inmortales gracias a su música”. Hoy en día está ayudando a numerosos talentos musicales a lograr dicha inmortalidad. “Cada vez que grabamos a un grupo de música tradicional y el vocalista escucha la grabación de su voz empieza a llorar”, concluye Agrawal. “El cantante casi nunca puede creer que su voz suene tan bien”.