José Mujica: “La civilización digital está generando una verdadera enfermedad en la democracia representativa, que no sé cómo se va a paliar”

José Mujica: “La civilización digital está generando una verdadera enfermedad en la democracia representativa, que no sé cómo se va a paliar”

José Mujica speaks with Equal Times from his country house in Montevideo, on 13 February 2021.

(Rody Olivera/APU)

Desde que empezó la pandemia, José Mujica, presidente de Uruguay de 2010-2015, está literalmente encerrado en su chacra de Rincón del Cerro (a 11 kilómetros del centro de la ciudad de Montevideo). Por una enfermedad inmunológica de larga data, no puede recibir vacunas y para enfrentar al coronavirus sólo le resta extremar los cuidados y la prevención.

De todos modos, accedió a una larga charla con Equal Times en la que pudimos repasar varios temas de interés internacional. Entre otros, nos dio su opinión sobre el fenómeno de las redes sociales, los beneficios y los peligros que genera la civilización digital y la irrupción de fenómenos políticos como Donald Trump (en EEUU) o Jair Bolsonaro (en Brasil) y de las masas que los siguen.

Mujica dice que esta pandemia ha mostrado la peor cara de la humanidad, ya que ha acentuado el egoísmo de los países ricos y ha dejado en claro que en el mundo en el que nos toca vivir no existe la tan mentada solidaridad entre los seres humanos. Dice también que las clases medias padecen el síndrome del ‘gallo enano’: quieren más, pero no pueden. Sostiene que la discusión sobre la vacuna contra el coronavirus se ha politizado de manera increíble y atribuye al presidente de Rusia, Vladimir Putin, parte central de esa responsabilidad por identificar con el nombre de ’Sputnik V’ a la vacuna que se produjo en su país.

¿Cómo ve este creciente fenómeno de las redes sociales y de la autorrepresentación de la sociedad? ¿Tiene impacto sobre la democracia?

La civilización digital, que tiene una cantidad de cosas maravillosas porque cualquier botija avivado anda con una universidad en el bolsillo, a su vez le ha dado voz y presencia a cuanta estupidez anda por ahí. Lo que no sería lo peor. A esto hay que agregarle la enorme cuota de mala fe y la más afinada tecnología que permite individualizar los mensajes de acuerdo con los perfiles de la gente. La inteligencia artificial permite enviar mensajes segmentados y dirigidos a la medida de cada individuo en la sociedad.

La peor dictadura del mundo nunca pudo siquiera soñar con tener un mecanismo que le permitiera meterse en el subconsciente de la gente. Y eso hoy está incluso en manos de empresas privadas, que venden sus servicios. Todo esto está generando una verdadera enfermedad en la democracia representativa que no sé cómo se va a paliar. En materia de información son tantas las fuentes y mecanismos que funcionan que existe una hiperinformación que termina enredando y tapando todo lo fundamental.

Este tema de la hiperinformación y la autorrepresentación de la sociedad, ¿le parece que es el germen de la aparición de fenómenos políticos como Donald Trump en Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil?

Obviamente todo esto colabora para la aparición de los Trump y los Bolsonaro, pero además tiende a generar colectivamente el descrédito de la función política, una especie de nihilismo negativo en la opinión pública que considera que todo es lo mismo, que todo es despreciable. Y el ser humano pierde o hipoteca una de las condiciones fundamentales y naturales que tiene, porque el sapiens antropológicamente es un animal gregario, es un animal social. No puede vivir sin sociedad. No es un felino que se junta para aparearse y después se disuelve. Ha vivido durante 150.000 años en grupos y para enfrentar la vida el individuo depende del grupo humano. Por supuesto que esto genera conflictos y el papel de la política es justamente tratar de buscarle la mejor solución posible a estos conflictos para asegurar la vida en sociedad.

Pero estas cosas son justamente las que están en crisis, porque lo que se pregona ahora es que cada cual tiene que enfrentarse solo al mundo. El concepto es ‘si no me arreglo yo, nadie me va a arreglar’, y eso multiplica en forma exponencial la cuota de egoísmo que llevamos adentro. Yo concuerdo con la vieja afirmación aristotélica de que el hombre es un animal político. Necesita de la comunidad, de la sociedad, pero cuando se retrae, cuando desconfía, cuando no cree en nada, también asume una posición política, venenosa para toda la sociedad. Yo puedo tener muchos amigos y compañeros, pero si tengo un ataque cardíaco necesito un cardiólogo, si se me rompe el auto necesito un mecánico, si se me rompe el techo, necesito un albañil. ¿Y quién me da esas cosas? Me las da la sociedad. ¡Interdependemos! Eso tiene un valor formidable y no nos damos cuenta.

¿Alguna vez pensó en ver un presidente de EEUU cuasi atrincherado en la Casa Blanca, en medio de una asonada y una especie de golpe de Estado?

Hay que ver la psicología del personaje, ¿no? De todos modos, el problema dramático no es Trump. El problema dramático es la gente que lo sigue. Es increíble cómo se embandera la gente detrás de un mensaje francamente negativo desde todo punto de vista. Es terrible todo eso. Y lo increíble es que hemos tenido lecciones históricas de las que como sociedad no aprendemos, porque a Hitler lo eligieron las masas y a Mussolini también.

Aquello de que los pueblos no se equivocan es muy relativo. No se equivocan, livianito, porque cuando se equivocan pasan estas cosas. De ahí la importancia de las organizaciones sociales, porque son capitales que resguardan la convivencia y cuando éstas no tienen peso, las sociedades naturalmente buscan otros colectivos en los que expresarse. Cuando no las tienen las sustituyen con el Barcelona o con el Real Madrid [clubes de fútbol] porque precisan, aunque no lo sepan, algo que los junte. Por eso es fundamental tener organizaciones sociales potentes, sindicatos, etc., en los que la gente se exprese libremente, lo que ayuda a mitigar nuestras pobrezas individuales en las que todos estamos expuestos a caer.

¿Qué reflexión le merece en este contexto la aparición, especialmente en América Latina de empresarios poderosos metidos a la política que terminan siendo presidentes de sus países?

La política tiene su lenguaje. No es tan malo que un empresario poderoso se dedique a la política. Lo malo es que va a tender a juzgar la realidad en función de la visión que conoce y la sociedad es mucho más compleja que eso. La política en el fondo no es una profesión. La política es una pasión, una entrega, o no es. Aquellos que ambicionan poder, que tienen como norte de su felicidad la acumulación y la riqueza, son un peligro en la política. No es que sean despreciables, porque hay gente con una enorme capacidad, pero esa capacidad está puesta para acumular recursos y riquezas. Cuando se entreveran las barajas, se debilita la democracia. La concentración de poder político y poder económico en la misma fuente es un peligro para la democracia.

¿Cómo ve lo que está ocurriendo en el mundo con la distribución de las vacunas contra la covid-19 y el fenómeno de politización que se ha generado?

[Vladimir] Putin no tuvo goyete en ponerle Sputnik a la vacuna [aunque no tuviese sentido hacerlo]. Politizó todo, al pedo [innecesariamente]. Y lo que está pasando es que los pueblos más pobres, van a vacunar al final. En ese sentido es triste el papel de América Latina. Hasta los africanos nos están dando una lección, porque la Unión Africana compró 230 millones de vacunas. Cincuenta y cuatro países, con lenguas que ni se entienden entre ellos, se pusieron de acuerdo todos y los latinoamericanos que hablamos todos el mismo idioma no pudimos juntarnos para tener un cierto peso en la compra de vacunas. ¡Es lamentable!

Con esta pandemia las sociedades humanas se han visto reflejadas en el espejo de la historia, demostrando lo que somos. La solidaridad, los derechos humanos y todo eso está muy lindo, pero cuando las papas queman cada uno piensa en su rancho.

¿Tiene solución la enorme desigualdad social que existe en el mundo?

Entre 1985 y 1990 aumentó el nivel de concentración de la riqueza de manera formidable. En América Latina, aún en pandemia, cada dos o tres días hay un nuevo ‘mil-millonario’ y a los bancos nunca les va mal. Vivimos en un mundo en el que han aumentado mucho los recursos, pero mucho más proporcionalmente aumentó la concentración de la riqueza. Y ese es un problema grave para la política, porque la excesiva concentración de la riqueza es también una excesiva concentración del poder. El mundo está viviendo un período como el que se vivió entre 1890 y 1914. Ahí hubo un proceso de concentración de la riqueza que fue brutal y en estos años se está dando el mismo fenómeno.

La progresividad fiscal es un buen elemento para incidir positivamente sobre la redistribución de la riqueza. Que pague más el que tiene más. En Europa la recaudación fiscal de las décadas de 1960 y 1970 era proporcionalmente muy superior a la que tienen ahora. Ahí hubo una fuerte retracción y sobre estas cosas la gente no está informada. Hubo una verdadera revolución conservadora en las políticas fiscales y proporcionalmente tiende a pagar menos el que tiene más. En la medida en que el impuesto más importante que cobra un Estado es el IVA (Impuesto al Valor Agregado) todos sabemos quién lo paga: los hogares menos pudientes que dedican la mayor parte de sus ingresos a comprar alimentos, en los que es imposible descontar ese impuesto. Esta cuestión de la fiscalidad a la larga le va a poner el tono al reparto en la sociedad.

El Estado de bienestar se basó en el desarrollo de bienes públicos, como la enseñanza, la salud, etc. Eso se tiene que cubrir con recursos genuinos, porque no es una dádiva del espíritu santo. Se dice que el país más equitativo que hubo en la historia moderna fue Suecia en 1980, pero tenía una política fiscal durísima que le permitió al Estado sueco construir una cantidad muy importante de bienes públicos. ¿Y a quién favorece la existencia de bienes públicos? A los sectores más carenciados de la sociedad. Sin embargo, la prédica predominante ahora es: hay que bajar el costo del Estado.

¿Qué papel tiene la clase media en este contexto?

Hay un fenómeno que afecta a las clases medias y que podríamos llamar el ‘síndrome del gallo enano’: quiere más, pero no puede, porque los pesos de la economía se están concentrando en una plutocracia minoritaria pavorosa. Esos son los que llevaron a Trump a la presidencia. La clase media frustrada, que está congelada y que no puede crecer, es la que terminó poniendo a Trump en la Casa Blanca. Un dirigente sindical de Detroit decía hace un tiempo: estoy ganando lo mismo que ganaba mi abuelo hace 30 años, en términos de valor, no de plata.

Todo eso genera una presión social brutal. La gente tiende a votar en contra de lo que hay, con una actitud de desprecio a lo que existe, y no sabe muy bien a favor de qué vota, pero vota en contra de lo que hay. Eso se expresó en EEUU y se expresó en Francia, con [Emmanuel] Macron, que salió como de atrás de un palo y arrasó con los partidos políticos más viejos, pero al poco tiempo tenía a los chalecos amarillos prendiendo fuego en la calle. ¿Vos crees que México se transformó de izquierda porque puso al veterano este de presidente [Andrés Manuel López Obrador]? ¡Noooo! La gente votó contra el PRI [Partido Revolucionario Institucional que gobernó México durante más de 70 años], lo mismo que pasó en Brasil con Bolsonaro. Una reacción de inconformismo porque esa acentuación de la concentración de la riqueza que vive el mundo está frustrando a las clases medias y eso es muy peligroso.

Finalmente, Sr. Mujica, hay un debate planteado en Uruguay y en el mundo que refiere a cómo los Estados van a financiar los crecientes gastos en seguridad social como consecuencia de que cada vez hay una mayor expectativa de vida. Durante su presidencia indicó la necesidad de comenzar a discutir esta cuestión y la pregunta es: ¿Tiene solución este tema?

En el contexto de América Latina, Uruguay ha tratado bastante bien a sus viejos y ha sacrificado a mucha gente muy joven. Pero la pregunta que surge es: ¿se va a mantener eso? El problema que tenemos es que hay que entender que la seguridad social por sus recursos propios no puede mantener la realidad de los viejos. No dan las cuentas. Y lo que aportamos jamás cubre lo que recibimos. Quiere decir que hay que sacar de otro lado para bancar a los viejos. El problema es que ningún gobierno quiere asumir esa realidad, básicamente porque está el famoso ‘costo país’. No podemos tener un país con justicia social, que atienda a sus viejos, que no se encarezca. Uruguay es un país caro, porque tiene una cantidad de bienes públicos que si los sacrificamos ya sabemos que se va a joder la inmensa mayoría de la gente. Pero parece que no se puede decir la verdad, hay miedo a decir la verdad.

Es un enorme desafío el que está por delante y en esto las opciones siempre son políticas, no técnicas. Hay además un problema cultural muy importante porque estamos inmersos en una época que ejerce una fuerte presión que nos lleva a pensar que la felicidad es comprar cosas nuevas permanentemente, lo cual nos transforma en pagadores de cuentas. Todo esto nos lleva a perder el sentido de lo que es realmente importante y lo que es accesorio. El marketing es la ciencia, llena de arte, para tener a la gente ensartada, persiguiendo la felicidad, comprando cosas nuevas que las paga con el tiempo de vida que utiliza para trabajar. Lo que estoy diciendo no es crítica, hablo de la brutal dominación subjetiva que impone esa cultura marketinera que nos rodea.

This article has been translated from Spanish.