¿Podría ayudar el humanismo a hacer avanzar los derechos humanos en África?

¿Podría ayudar el humanismo a hacer avanzar los derechos humanos en África?

Belief in one of the major world religions is commonplace throughout Africa but a small but growing number of people are turning to humanism, defined by the Collins Concise Dictionary as the “rejection of religion in favour of the advancement of humanity by its own efforts”.

(AP/Ben Curtis, file)

Abejas “arrestan” a presuntos ladrones en Busia, clamaba el titular de la noticia publicada en marzo de 2021 por un periódico ugandés, el Daily Monitor. El artículo, que causó no poco revuelo, fue objeto de numerosas burlas en las redes sociales. Su autor contaba la historia de dos ladrones que parecían haber sido capturados por un enjambre de abejas después de que el dueño de la casa asaltada decidiera hacer justicia a través de un curandero en lugar de acudir a la policía.

Estos titulares no son inusuales en un país donde se cree firmemente en lo sobrenatural. “Algunos curanderos tradicionales se aprovechan de la ignorancia de la población”, dice Kato Mukasa, abogado de derechos humanos y presidente de la Asociación humanista de Uganda (UHASSO, por sus siglas en inglés). “Algunos dicen tener poderes de sanación espiritual y crean mucho caos”.

Aunque la creencia en la brujería es común en todo el continente, África también se considera una de las partes más religiosas del mundo. Según una investigación de 2017 del Pew Center, en 2060, el 42% de los cristianos y el 27% de los musulmanes vivirán en el África subsahariana. En octubre, openDemocracy señaló que más de 20 grupos cristianos estadounidenses que se oponen a los derechos LGBTI, el acceso seguro al aborto y la educación sexual han incrementado su gasto a al menos 54 millones de dólares estadounidenses en África durante los últimos 13 años.

A pesar de ello, el humanismo –una filosofía y modo de vida que hace hincapié en la razón y el libre pensamiento y se opone al teísmo y las perspectivas basadas en lo sobrenatural, entre otras características– se abre camino en el continente.

“En muchos países africanos, los grupos y personas humanistas trabajan para que el público en general redescubra su propia tradición humanista africana, el concepto de ubuntu [una palabra zulú y filosofía panafricana cuyo significado aproximado es ‘soy porque nosotros somos’], un marco laico y humanista orientado hacia la compasión, la reciprocidad, la dignidad, la harmonía y la humanidad para construir y sostener una comunidad basada en la justicia y la preocupación por el prójimo”, dice Giovanni Gaetani, responsable de participación de los miembros de Humanists International (HI), el organismo mundial del movimiento humanista.

Cuando Humanists International se fundó en 1952, solo había cinco organizaciones miembros; ahora hay más de 170 de 75 países, incluidas diez asociaciones de África. HI celebra una asamblea general cada año y su congreso humanista mundial normalmente tiene lugar cada tres años. En el plano local, las organizaciones humanistas celebran reuniones presenciales y (cada vez más desde el inicio de la pandemia) virtuales para que los participantes aprendan e intercambien ideas, para que personas de ideas afines puedan reunirse y para realizar trabajo voluntario.

“En todo el continente africano están surgiendo organizaciones humanistas nuevas y emergentes, como Humanistas Liberia, Humanistas Malaui y Humanistas Laicos Mauricio”, dice Gaetani. Además del humanismo, se observa la presencia del laicismo. Gaetani menciona Sudán, donde se adoptó una Constitución laica en septiembre de 2020 tras décadas en las que el Islam había sido la religión del Estado. Por otra parte, el Gobierno de Zimbabue “ha dado pasos para promover el laicismo a pesar de la ausencia de una sociedad laica organizada”, según indica Takudzwa Mazwienduna, humanista nacido en Zimbabue y autor del libro A Vehicle for Progress (Un vehículo para el progreso), de próxima publicación, en el que se examina el humanismo en África meridional y se señala la decisión gubernamental de 2016 de prohibir la oración en las escuelas y restringir la religión únicamente a los espacios privados.

Reacción violenta contra el ateísmo y promoción de los derechos

Aunque el movimiento humanista ha crecido en cierto grado en África, también ha habido una reacción violenta al mismo en algunos lugares, algo que no es sorprendente dada la estigmatización que acompaña al ateísmo. “En Uganda y África [en general], cuando nace un niño se le inicia automáticamente en la religión”, dice Frank Mugisha, quien, pese a ser un activista LGBTI, ha sido católico “toda su vida”. “El ateísmo es inusual y está muy mal visto en la sociedad en general”, comenta. “Para integrarse, todo el mundo tiene que pertenecer a una religión”.

Según Gaetani, Nigeria –un país laico, según lo dispuesto en su Constitución, donde el 49,3% de sus ciudadanos son cristianos y el 48,8% son musulmanes– se ha convertido en el “epicentro de nuevas represalias contra el ateísmo”, en particular en el norte del país. Este 28 de abril hace un año que Mubarak Bala, el ateo más famoso del país y presidente de la Asociación Humanista de Nigeria, está en la cárcel.

Bala fue arrestado en su domicilio, en el estado noroccidental de Kaduna, predominantemente musulmán, antes de ser detenido en el estado vecino de Kano por una publicación en Facebook que, según las autoridades, violaba la ley sobre ciberdelitos de Nigeria al insultar al profeta Mahoma y “provocar y enojar a los musulmanes”. Bala es hijo de un prominente estudioso del Islam cuya familia lo internó a la fuerza en una institución de salud mental cuando renunció al Islam y se declaró ateo en 2014.

A pesar de estar detenido, todavía no se le ha imputado ningún delito. Su caso se había aplazado hasta el 20 de abril, pero la vista no se celebró debido a una huelga. James Ibor, que dirige el equipo jurídico de Bala, dice que están “agotando todas las vías legales”, pero piden a las Naciones Unidas que impongan sanciones al gobernador del estado de Kano y a los miembros de su gabinete. “También estamos presionando a las embajadas del Reino Unido y de los Estados Unidos y a la delegación de la Unión Europea en Nigeria para que se pongan en contacto con el Gobierno y ejerzan presión en torno a este asunto”, dice Leo Igwe, presidente del consejo de administración de la Asociación humanista de Nigeria y amigo íntimo de Bala.

Unas de las pocas victorias de la población no creyente de Nigeria –que, según Igwe, ronda de las 50.000 a 100.000 personas, si bien solo un minúsculo porcentaje declara abiertamente sus creencias– fueron la celebración de la primera conferencia humanista de África en 2001 y la reciente puesta en marcha de la organización sin ánimo de lucro Defensa de presuntos hechiceros (AfAW, por sus siglas en inglés), que utiliza la filosofía del humanismo como medio para salvar las vidas de personas víctimas de las supersticiones.

Los humanistas del país más poblado de África se aferran a sus creencias a pesar de los peligros. Igwe ha recibido amenazas de muerte por apoyar a Bala e incluso tuvo que huir temporalmente de su apartamento. Femi (nombre ficticio) vive en la ciudad de Ibadan, en el suroeste del país, y es humanista desde hace nueve años, pero dice que aún no se siente cómodo revelando sus creencias. “Es difícil. En muchas ocasiones, nuestras parejas sentimentales nos abandonan por ser humanistas”, dice; añade que su madre, que es cristiana, estaría “desconsolada” si llegara a descubrirlo, aunque “es mejor que en el norte [de Nigeria], donde un familiar puede envenenarte por ser ateo”.

Igwe dice que, aunque teme que se produzca un aumento de las acusaciones de brujería a raíz de la crisis de salud pública mundial provocada por la covid-19, la pandemia ha demostrado que el humanismo es más necesario que nunca para fortalecer los derechos y promover la ciencia. “La covid-19 ha dejado claro una vez más que la superstición, las creencias paranormales y los discursos basados en la fe no nos ayudan a crecer ni progresar frente a las enfermedades”, cuenta Igwe a Equal Times.

Para Amina Ahmed –esposa de Mubarak Bala y también humanista– el humanismo “puede ayudar a las mujeres a defender sus derechos” y hacer avanzar la causa de la igualdad de género en Nigeria, ya que “se está enjaulando [metafóricamente] a la mayoría de las mujeres por creencias religiosas”. Para Roslyn Mould, antigua presidenta de la Asociación humanista de Ghana y primera mujer africana en ser elegida miembro de la junta de Humanists International, el humanismo podría ser una herramienta fundamental para una mayor emancipación sexual y de género en todo el continente. “Como africana, creo que el humanismo nos enseña a liberar nuestras mentes de pensamientos culturales y religiosos dogmáticos que crean divisiones entre los géneros y sexualidades diversas y obstaculizan nuestro desarrollo como pueblo. Es importante que fomentemos la igualdad entre los hombres y las mujeres en nuestro continente, teniendo en cuenta la equidad”.

Un movimiento que florece en Uganda a pesar de las dificultades

En el este del continente, los humanistas hacen un seguimiento diario del caso de Bala. Las raíces humanistas de África están firmemente asentadas en Uganda. Fue el primer país en el que se registró una asociación humanista (UHASSO) a mediados de la década de los noventa y es uno de los pocos países africanos que tienen una organización humanista en cada región. Aun así, según diferentes fuentes, menos del 1% de la población ugandesa –Estado laico– se define “sin religión”, en un país predominantemente cristiano.

La tristemente célebre ley para ilegalizar la homosexualidad, impulsada por evangélicos extranjeros y locales, fue promulgada en 2014, antes de ser revocada. Sin embargo, la religión continúa teniendo poder en Uganda. Organismos como el Consejo interreligioso de Uganda siguen involucrándose en la política y antes de la pandemia no era inusual que profetas extravagantes reclutaran a partidarios en megaiglesias abarrotadas.

Sin embargo, un número creciente de ateos reivindica su presencia en el espacio público. Se puede ver a menudo a Mukasa en la televisión, mientras que Robert Bwambale es famoso por financiar la escuela humanista Kasese, en la región occidental del país, donde los docentes enseñan sobre los derechos de las mujeres y LGBTI, el cambio climático y la democracia.

A pesar de sufrir represalias –el coche de Mukasa fue incendiado y su lugar de trabajo vandalizado, mientras que Bwambale fue víctima de una campaña comunitaria de desprestigio– los humanistas de Uganda no piensan permanecer en silencio.

Alrededor de 31 grupos del país, dirigidos por la Red africana de celebrantes humanistas (–AHCN, por sus siglas en inglés–, una organización sin ánimo de lucro recién establecida que forma a celebrantes humanistas –personas que ofician bodas, funerales u otras ceremonias no religiosas– en toda África), están pidiendo al Parlamento ugandés que modifique el proyecto de ley sobre el matrimonio y el divorcio del país para permitir la celebración de ceremonias humanistas. Salvo en Sudáfrica, las ceremonias humanistas están prohibidas en todo el continente, pero los humanistas de Uganda reivindican que la Constitución nacional contiene protecciones contra la discriminación de los no creyentes y sostiene que las ceremonias “nos ofrecen una plataforma para mostrar al mundo que no hay nada de malo en vivir tu vida sin Dios”.

Como era de esperar, ha habido oposición. El obispo Jacinto Kibuuka, que encabeza el Consejo ecuménico cristiano de Uganda, prometió en diciembre redactar una petición de oposición, aunque todavía no ha sucedido nada. “Esas mismas voces que afirmaban que las relaciones entre personas del mismo sexo eran una guerra cultural de Occidente contra África y la Iglesia volverán a aparecer y proyectarán los matrimonios humanistas como el punto de entrada para los matrimonios entre personas del mismo sexo, precisamente porque son aconfesionales y promueven la libertad de elección y la individualidad”, dice Angelo Izama, un analista ugandés.

No obstante, Mukasa dice que, pase lo que pase, los humanistas del país han llegado para quedarse. “Cuando registramos nuestra primera organización había muy pocas personas que dijeran ‘soy ateo’. Pero ahora, si sigues nuestra página web, te sorprendería ver el número de personas que dicen ‘que se vaya al infierno la religión’”, señala el activista. “La estamos desgastando [la religión], la estamos debilitando; cuando [sus seguidores] logran avanzar, nosotros también”.