Violencia de género en Nepal: el largo camino hacia el remedio

Violencia de género en Nepal: el largo camino hacia el remedio
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La pandemia en la sombra. Así es como Naciones Unidas denomina el aumento de la violencia contra las mujeres y las niñas que comenzó con los primeros confinamientos impuestos a escala mundial para frenar la covid-19. En Nepal, sin embargo, esa sombra está muy presente. Antes de marzo de 2020, la violencia de género era un problema considerable en la sociedad nepalí. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, el 48% de las mujeres nepalíes afirma haber sufrido algún tipo de violencia en algún momento de su vida, y el 15% señala haber sufrido violencia sexual.

Obtener datos precisos sobre la violencia de género es un gran reto en un país como Nepal, puesto que el estigma asociado al hecho de ser víctima tiende a disuadir a las mujeres de denunciar las agresiones o buscar ayuda. Sin embargo, la violencia de género se manifiesta de muchas formas, que van desde la violencia doméstica, la violencia relacionada con la dote y el matrimonio infantil, hasta la trata de personas, el infanticidio femenino, los denominados “asesinatos de honor” y el “chaupadi”(una tradición actualmente prohibida, pero todavía frecuente, por la cual las mujeres y adolescentes son expulsadas de su casa durante los días de su menstruación).

Durante la pandemia de coronavirus, el desvío de recursos vitales de los servicios de atención a la mujer complica todavía más la posibilidad de conseguir ayuda, pero varias ONG han seguido prestando una ayuda inestimable. Una de ellas es Apeiron, una organización con sede en Katmandú que tiene por objetivo abordar la violencia, los prejuicios y la exclusión social a los que se enfrentan las mujeres de Nepal, ofreciéndoles educación, formación profesional y apoyo para el establecimiento de microempresas. A través de su centro de acogida Casa Nepal, esta ONG ofrece asimismo apoyo psicosocial a las supervivientes de la violencia de género. Allí pueden aprender a sentirse de nuevo seguras y emprender el largo camino hacia el remedio físico y mental.

Entre 2017 y 2020, el fotógrafo italiano Giacomo d’Orlando trabajó con Apeiron y plasmó su trabajo en un proyecto titulado Maheela Samsāra. “El título proviene de dos términos: maheela, que significa “mujer” en nepalí, y samsāra, el concepto de renacimiento y la naturaleza cíclica de toda forma de vida según la religión hindú”, explica d’Orlando. “El término samsāra alude al renacimiento de estas mujeres, que, tras una etapa de su vida vivida como una pesadilla debido a la violencia que sufrieron, tienen ahora la oportunidad de empezar una nueva vida”. D’Orlando describe el proyecto como el resultado de su “profunda implicación” con Nepal y su gente, que se vio consolidada tras un año de voluntariado en Apeiron en 2016. “Al principio no tenía ni idea de lo arraigada que estaba la lacra social de la violencia de género en Nepal. Me impactó la cantidad de mujeres que sufrían en silencio, así que decidí tratar de generar conciencia sobre el tema”. D’Orlando señala que se sintió inspirado por “el coraje y la resiliencia” de las mujeres que conoció, y espera que su proyecto “infunda esperanza a aquellas mujeres que tienen miedo a dar un paso adelante, haciéndoles saber que no están solas en esta batalla porque hay personas dispuestas a apoyarlas”.

 

A mural, painted on a wall in front of the Jamal bus station in Kathmandu, Nepal, says: ‘Stop violence against women’. Photographed on 21 November 2017.

Photo: Giacomo d’Orlando

Durante la pandemia de covid-19, se ha producido un repunte de la violencia contra las mujeres en todo el mundo. Pero ya antes de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud informaba de que casi una de cada tres mujeres (cerca de 852 millones de mujeres en todo el mundo) se ha visto expuesta a la violencia a lo largo de su vida.

Las iniciativas mundiales –como la Convención de las Naciones Unidas sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la Mujer (CEDAW), de la cual Nepal es signatario, y la histórica adopción del C190 por parte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un nuevo convenio y recomendación para ayudar a combatir la violencia y el acoso en el mundo del trabajo– son herramientas importantes, pero que solo tienen sentido si se ratifican y se aplican efectivamente a escala nacional. De momento cinco países han adoptado el C190; Nepal no es todavía uno de ellos.

 

A woman sells cabbages on an empty street in Bhaktapur, Nepal on 28 April 2020.

Photo: Giacomo d’Orlando

Los jornaleros han sufrido las peores consecuencias económicas de la pandemia de coronavirus en Nepal. Según la OIT, aproximadamente 5,7 millones (el 80,8%) de los trabajadores de Nepal se desempeñan en el sector de la economía informal. Estos trabajadores no tienen ninguna cobertura de protección social, por lo que, si dejan de trabajar, dejan de tener ingresos.

Por otra parte, las medidas de confinamiento han hecho que los trabajadores del sector de la economía informal, como la vendedora de verduras que aparece en la foto, experimenten una drástica reducción de sus ingresos. Privadas de su único medio de subsistencia, muchas mujeres se han vuelto aún más dependientes de sus maridos en el plano económico. Además de los factores culturales, la dependencia económica dificulta sobremanera el abandono por parte de la mujer de un matrimonio marcado por la violencia física, psicológica y sexual.

 

A young woman exchanges glances with a police officer who is patrolling the street during Nepal’s first lockdown in May 2020.

Photo: Giacomo d’Orlando

Durante el primer confinamiento del país, del 24 de marzo al 21 de julio de 2020, se produjo un cambio drástico en la vida cotidiana de los nepalíes. Todo, salvo los comercios esenciales, tuvo que cerrar y las normalmente bulliciosas calles de Nepal se quedaron totalmente desiertas, ya que las autoridades intentaron frenar la propagación del virus mediante un estricto confinamiento.

 

In this October 2017 photo, female police officers working with the Nepal Police Women, Children and Senior Citizens Service Centre in Kathmandu discuss a case.

Photo: Giacomo d’Orlando

Durante la pandemia, el trabajo del departamento policial especializado en violencia de género se ha incrementado radicalmente debido a que, en tales circunstancias, las mujeres y las niñas corren más riesgo de sufrir diversas formas de violencia doméstica. La policía colabora estrechamente con los servicios sociales y las ONG para prestar apoyo a las víctimas y facilitarles acceso a la justicia.

 

Sanchita (in the red top and blue scarf) is helped by workers from Casa Nepal as they remove her from her home in Udaypur in Parsa District so that she can get help at their mental health facility five hours away in Kathmandu. Photograph taken in November 2017.

Photo: Giacomo d’Orlando

Después de haber recibido una llamada de auxilio de varios vecinos preocupados de Udaypur, Sanchita, de 44 años, que desarrolló problemas mentales tras haber sufrido repetidos episodios de violencia a manos de un habitante del pueblo, es rescatada por el personal de asistencia psicológica de Casa Nepal. “La policía nos llamó y nos notificó sobre dos mujeres maltratadas que habían desarrollado problemas mentales”, explica d’Orlando, que en aquel momento estaba trabajando con la ONG. “La policía no quería venir al pueblo porque no había ningún problema policial, pero nos dimos cuenta de que las mujeres necesitaban ayuda. Estuvimos un par de días hablando con ellas y las convencimos de que podíamos ayudarlas”. Sanchita acabó pasando un año en Casa Nepal, hasta que se sintió capaz de volver a casa.

 

In this November 2017 photograph, Pramila cries as she recounts her experience of domestic violence at the hands of her husband and his family to a psychologist at Casa Nepal.

Photo: Giacomo d’Orlando

Mientras escucha y consuela a Pramila, la psicóloga rellena un formulario del Sistema de Gestión de la Información sobre Violencia de Género, que permite a los profesionales registrar los detalles de cada incidente y recopilar datos valiosos que, a su vez, sirven para mejorar los servicios y el apoyo que se ofrecen a las supervivientes. Durante su estancia en Casa Nepal, las mujeres se someten a terapia, reciben apoyo psicofarmacológico, clases educativas, apoyo de otras compañeras y clases sobre técnicas de relajación para ayudarlas en el proceso de rehabilitación. El objetivo es que recuperen la confianza en sí mismas así como la sensación de control y de identidad personal.

 

Samiska, photographed on 15 November 2017, holds her damaged hand.

Photo: Giacomo d’Orlando

A raíz de la violencia sufrida, Samiska ya no puede utilizar correctamente la mano izquierda. Víctima de la violencia doméstica, cada vez que la golpeaban ella cerraba el puño con fuerza, casi como por reflejo. Ahora que está a salvo, sufre fuertes calambres y no puede abrir la mano.

Además de vivir con las secuelas físicas, las supervivientes de la violencia de género también tienen que lidiar con el miedo de volver a sufrir violencia, con trastornos de estrés postraumático, con el estigma social y con la pérdida de ingresos o de seguridad cuando se ven obligadas a abandonar su casa o su trabajo para escapar de la violencia.

 

Laxmi makes her bed at Casa Nepal in November 2017.

Photo: Giacomo d’Orlando

Laxmi es una huérfana de la localidad de Ramechhap, situada a unos 150 kilómetros de Katmandú. Empezó a beneficiarse de los servicios proporcionados por Apeiron siendo muy joven, y fue llevada a Casa Nepal, donde siguió varios programas de alfabetización así como clases de cocina en un entorno seguro. Tras un año en el centro de rehabilitación, regresó a su comunidad local, donde actualmente trabaja como cocinera en un hotel local.

*Los nombres de todas las mujeres que aparecen en las fotografías se han modificado expresamente para preservar su identidad.