Envejecer en el Líbano sin servicios sociales ni pensión

Envejecer en el Líbano sin servicios sociales ni pensión

Eighty-three-year-old Saijun Inqiyan at Heaven’s Joy (Bonheur Du Ciel) soup kitchen at Father Majdi Allawi’s church.

(Ethel Bonet)

Saijun Inqiyan, de 83 años, está sentado, dejando que pase el tiempo, como el que aguarda su turno en la sala de espera del dentista. El comedor aún no está listo. Las dos cocineras voluntarias llevan bandejas con arroz, ensalada y verdura hasta el “altar” que pronto bendecirá el padre Allawi para dar de comer a los que más lo necesitan. Una voz llama a los comensales. Inqiyan se levanta con dificultad, sus movimientos son torpes y necesita de un bastón para poder andar. Lento, pero con decisión, el anciano avanza por el pasillo hasta llegar al comedor y escoge su sitio en una mesa que compartirá con otras personas mayores.

Concentrados en la tarea, no hablan entre ellos hasta que se acaban el plato. Después se retiran y entra un nuevo grupo de comensales. Para todos ellos, la del padre Allawi es la única ayuda que reciben y el centro Heaven’s Joy les proporciona el único plato caliente del día.

“Estoy solo. No tengo pensión ni recibo asistencia de los servicios sociales. No sé qué sería de mí sin la caridad del padre Allawi”, exclama Inqiyan, que se deshace en elogios hacia el párroco. El anciano vive en una vivienda alquilada, de renta antigua, de cuyo alquiler se encarga de pagar la iglesia del padre Allawi.

Lamentablemente, casos como el de Inqiyan son más comunes que excepcionales en el Líbano.

Desde hace una década el país está lidiando con la crisis de los refugiados sirios, y en los últimos años con una crisis económica sin precedentes y la pandemia de covid-19, a lo que hay que añadir la mega explosión del puerto de Beirut en agosto de 2020. Como consecuencia se han agudizado aún más las necesidades sociosanitarias y alimentarias de la población, tanto refugiada como libanesa. Actualmente, más de la mitad de la población del Líbano, concretamente un 55% —de un total de 6,8 millones de habitantes, que incluye 1,5 millones de refugiados—, vive bajo el umbral de la pobreza, y el 23% en extrema pobreza, según datos del Banco Mundial.

Las grandes dificultades que enfrenta el país golpean directamente a la población mayor dependiente, que se siente desamparada por el Estado y debe recurrir a las asociaciones caritativas locales para subsistir. Pero, ya antes de las múltiples crisis, el Líbano contaba con un sistema de salud pública deficiente y unos débiles servicios sociales, con una casi inexistente atención a la tercera edad.

Misma falta de planificación estatal. Cada vez más dependientes mayores

Como advierte la Organización Mundial de la Salud, el envejecimiento de la población nunca ha sido “un área prioritaria en el Líbano”. Esto se refleja en la escasez de salas de geriatría en los hospitales públicos y privados, en la carencia en los planes de estudios de Medicina o de Enfermería de la especialidad de geriatría y la falta por completo de trabajadores sociales especializados en gerontología.

Hay 36 residencias de mayores, con un total de 6.000 camas, pero la mayoría de ellas “carecen de personal especializado y los servicios que ofrecen son muy limitados”, es decir que no incluyen servicios de rehabilitación, preventivos y curativos, explica a Equal Times Nour Najem, directora ejecutiva de la organización Lebanon Needs (Necesidades del Líbano).

“No podemos esperar que sean las asociaciones caritativas las que suplan las carencias de la asistencia sociosanitaria del gobierno, ya que estas cuentan con escasos recursos y el personal voluntario que trabaja con ellas no está especializado para el cuidado ni asistencia sanitaria para las personas mayores. Hay muchas fundaciones y asociaciones religiosas que quieren ayudar a las comunidades vulnerables, pero, a veces, sus buenas acciones más que ayudar empeoran la situación de los mayores”, advierte Najem.

Por ejemplo, “las personas mayores necesitan controlar su dieta, y muchas veces les dan zumos azucarados o alimentos con grasas saturadas que no beneficia en nada a su salud”, señala.

A su juicio, muchos de los problemas de salud en los mayores “podrían prevenirse con un cuidado adecuado y un seguimiento de su estado de salud, lo que ayudaría a controlar que los hospitales no se saturen” en momentos cruciales como el actual de pandemia por coronavirus.

Durante los meses del confinamiento por la pandemia, “muchos ancianos que viven solos se han visto totalmente aislados sin cuidados ni asistencia regular, lo que ha hecho empeorar su salud”, lamenta Najem.

“Esta situación nos ha hecho ver la necesidad de capacitar a voluntarios, trabajadores sociales y empleados municipales en salud, prevención y control de la covid y primeros auxilios comunitarios para el cuidado de los mayores en el hogar”, sostiene la responsable de Necesidades del Líbano.

El envejecimiento de la población mundial es otro factor a tener en cuenta. En el caso del Líbano, para el año 2025, se espera que los adultos mayores constituyan el 10,2%, de la población, reemplazando a la población más joven como los principales dependientes económicos de las familias, según proyecciones de la OMS.

“Culturalmente, la familia se sigue viendo como el principal proveedor de la atención financiera y social de los mayores libaneses, pero cada vez es más reducido el grupo familiar que comparte las responsabilidades de cuidar a sus ancianos”, explica a Equal Times el economista libanés, Rami Mourad.

La tasa de fecundidad del Líbano se ha reducido gradualmente de 4,8 nacimientos por mujer en 1971 a 2,1 en 2020, y, en paralelo, la tasa de emigración de jóvenes cualificados a otros países por la crisis económica ha crecido en los últimos años: un 89% en 2019 en comparación a 2018, y en torno a un 47% en 2020 con respecto al año anterior.

“Como consecuencia de los bajos niveles de fecundidad, el incremento de la esperanza de vida y la emigración, los mayores ya no pueden garantizar más una seguridad económica [para sí mismos], que recae en gran medida en sus hijos por la carencia de pensiones de vejez”, advierte Mourad.

El sistema de pensiones en el Líbano está contemplado solo para los funcionarios públicos y para los militares, que reciben una pensión de jubilación regular y servicios sociales cuando se retiran. Por su parte, los empleados del sector privado están suscritos al programa de indemnización de fin de servicio (IFS), por lo que cuando llega el momento de su jubilación reciben una paga única equivalente a un mes por año trabajado, y dejan de recibir cobertura sanitaria gratuita. Dado que los empleados del gobierno representan en términos generales menos del 20% de la fuerza laboral en Líbano —una fuerza que en 2020 la componían 2,32 millones de personas, según el Banco Mundial—, el porcentaje de personas desamparadas (por desempeñarse en el sector privado, o en la economía informal) impacta potencialmente al 80% restante.

Además, si se tiene en cuenta que con la devastadora crisis económica actual, la libra libanesa ha perdido más del 90% de su valor frente al dólar, el finiquito por jubilación se convierte en una cantidad insignificante.

En el momento de la vida que más lo necesitan, los mayores se encuentran desprovistos de servicios sociales y dependiendo económicamente de sus hijos, por lo que se convierten en una carga familiar.

La sensación de vulnerabilidad en la tercera edad aumenta en las mujeres quienes, por lo general, nunca han tenido un trabajo remunerado (hasta un 94%) y dependen de sus esposos.

Cuando Hartum Meridian, de 67 años, perdió a su marido hace tres años, se quedó sin recursos económicos y tuvo que irse a vivir a casa de su hija mayor, casada y con dos hijos. Su yerno trabajaba en el puerto de Beirut en una empresa de metalurgia que se la llevó por delante la tremenda explosión del 4 de agosto. Desde entonces no ha vuelto a trabajar y como su empleador se declaró en quiebra no ha recibido ninguna compensación económica.

“Antes vivíamos bien. Nunca tuve que pedir dinero a nadie ni mendigar. Mi marido murió y me quedé sin recursos y ahora la familia de mi hija tampoco puede hacerse cargo de mí. De la noche a la mañana me he encontrado viviendo de la caridad”, lamenta Meridian, mientras espera su desayuno en la cola de un horno de pan que reparte manoushe (una especie de pizza al estilo libanés) gratuitos a los miembros más desfavorecidos de la comunidad de Burj Hamud.

Panorama más desolador para los mayores refugiados

Las necesidades socioeconómicas y en salud se multiplican entre la población mayor refugiada. “La mayoría de los ancianos refugiados dependen de la asistencia humanitaria para sus necesidades básicas porque no tienen forma de ganarse la vida”, explica Ali Khedr, jefe de comunicación de la ONG Syrian Eyes.

Según la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), los mayores de 60 años representan alrededor de un 2,5% de los 885.000 refugiados sirios registrados actualmente.

Sin embargo, no todos los mayores refugiados han podido inscribirse en las oficinas de ACNUR y por lo tanto “no pueden beneficiarse de la ayuda humanitaria internacional ni han podido inscribirse en el plan nacional de vacunación contra la covid-19”, subraya Khedr.

“La situación en la que viven los refugiados es catastrófica”, exclama, en relación al hecho de que la curva del hambre entre la población refugiada ha crecido hasta un 89% desde 2020.

Ante la falta de recursos económicos muchas familias sirias acaban pidiendo prestamos informales porque “no pueden cubrir los costes de sus necesidades básicas y medicinas solo con las cartillas de racionamiento del Programa Mundial de Alimentos (PMA)”, advierte.

Por lo general, las personas mayores son las que más problemas de salud y enfermedades tienen dentro de la población refugiada, y necesitan medicarse regularmente, pero “ACNUR no cubre los gastos de medicación ni el tratamiento de enfermedades crónicas, y las ONG contamos con recursos limitados y no podemos llegar a todos los mayores refugiados que necesitan medicinas”, lamenta.

“Es la pescadilla que se muerde la cola: cada día más pobres y más endeudados”, critica Khedr.

This article has been translated from Spanish.