La producción del anacardo y cómo el líder mundial (África) puede relocalizar el valor añadido

La producción del anacardo y cómo el líder mundial (África) puede relocalizar el valor añadido

Côte d’Ivoire, one of the world’s top cashew producing countries, has begun promoting domestic cashew processing in order to gain a greater share of value added. Pictured here, Ivorian workers shell nuts at a factory in Bouaké, in May 2018.

(AFP/Issouf Sanogo)

En la ciudad de Bondoukou (noreste de Costa de Marfil), a poca distancia de la frontera con Ghana, en la región de Zanzan, las chozas tradicionales con techo de paja han dado paso a las casas de cemento cubiertas con planchas de metal. La venta de motocicletas se ha disparado y los campesinos se conectan e intercambian mensajes a través de sus móviles inteligentes.

“Las condiciones de vida han mejorado enormemente. El anacardo ha cambiado la vida de la gente. Gracias a los ingresos derivados de la producción de este fruto seco, las familias de agricultores pueden pagar sus gastos médicos y cotidianos y enviar a los niños a la escuela primaria y a los más mayores al instituto”, afirma satisfecho Fonibé Sekongo, director desde hace más de 15 años de la cooperativa Copabo, que agrupa a cerca de 900 pequeños productores de anacardos de la región de Bondoukou.

En 20 años, este hijo de exalgodoneros ha sido testigo de la metamorfosis de la región gracias al cultivo del anacardo, y de la duplicación o incluso triplicación de los ingresos de los productores. Los miembros de Copabo cultivan pequeñas parcelas de 0,5 a 5 hectáreas, con un rendimiento medio anual de 400 kilos de anacardos crudos por hectárea. La cooperativa cosecha el anacardo y, este año, lo está pagando a 305 francos CFA (0,47 euros) el kilo al principio de la cosecha. Esto supone unos ingresos medios anuales de 940 euros por 5 hectáreas.

“Este año el precio ha bajado un poco porque la calidad del producto es inferior. Los precios varían una media de entre 300 y 400 francos CFA por kilo. El Gobierno marfileño intenta regularizar cada año la producción fijando al plantador un precio de compra proporcional a la calidad del producto y a su valor a escala mundial”, explica el director de Copabo.

Algo más de la mitad de los frutos secos cosechados por la cooperativa se vende al gigante agroindustrial singapurense Olam para su procesamiento y exportación a la India, así como a la empresa canadiense Ivoirienne de Noix de Cajou (INCajou). Copabo también procesa 400 toneladas que acaban de obtener este año el certificado “orgánico”. Hasta ahora, la producción de anacardos en Costa de Marfil no utiliza prácticamente ningún tipo de pesticida ni fertilizante. “Las nueces se pelan in situ, principalmente a mano, y los granos se empaquetan y se envían a los mercados europeo, suizo y americano”, se congratula Fonibé Sekongo, puesto que eso no sucede con la gran mayoría de los frutos secos que se producen en el continente.

De hecho, África –con Costa de Marfil a la cabeza– garantiza el 90% de la producción mundial de anacardos crudos del mundo, pero procesa menos del 15% a escala local –cifra que en Costa de Marfil se reduce al 6%–. La mayor parte de la producción se exporta a Asia, donde las fábricas locales de procesamiento funcionan a pleno rendimiento, y cuyos granos tostados y salados, incorporados a aperitivos, inundan posteriormente los mercados europeos y americanos. Mediante la relocalización del procesamiento, los países africanos podrían encontrar en el anacardo nuevas fuentes de ingresos.

Beneficios económicos, sociales y ambientales

En la región de Bondoukou, el anacardo se introdujo con fines de reforestación, pero después la población se dio cuenta de que el cultivo del anacardo es mucho menos exigente que el del cacao, requiere poco mantenimiento en la parcela y puede venderse a un precio más interesante que el del cacao o el algodón, cuyos precios estaban bajando.

En dos décadas, el anacardo se ha convertido en el nuevo cultivo estrella de Costa de Marfil y su éxito es innegable. La producción se ha multiplicado por diez hasta alcanzar las 848.700 toneladas en la temporada 2020, según las últimas estadísticas del Consejo del Algodón y el Anacardo (ACA, por sus siglas en inglés). Esta actividad está dando de comer en estos momentos a más de 410.000 familias. Costa de Marfil es actualmente el segundo productor mundial, por detrás de la India y por delante de Vietnam, y va camino de convertirse en el tercer procesador de anacardos del mundo, con uno de los rendimientos más altos.

François Ruf, investigador del Centro de Cooperación Internacional de Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD, por sus siglas en francés), con sede en Costa de Marfil, opina que la producción de anacardos en el país responde, en parte, a una transición ecológica para adaptarse al cambio climático y al agotamiento de los recursos forestales.

“Como consecuencia del cambio climático, resulta más difícil plantar cacaotales en el norte. Los agricultores han redescubierto el anacardo, un árbol robusto, resistente a la sequía y que, por el momento, no requiere el uso de productos químicos, puesto que no hay insectos ni enfermedades particulares que lo exijan, a diferencia de lo que sucede con el algodón o el cacao”, subraya el investigador del CIRAD.

El anacardo también ha contribuido a restablecer la cobertura forestal en zonas de la sabana donde el recurso a la madera para cocinar y calentarse era excesivo.

“El desarrollo inicial del cultivo del anacardo fue totalmente libre y espontáneo, impulsado únicamente por la oferta y la demanda. La India tenía escasez de materias primas; los compradores llegaron a África en la década de 1980 y empezaron a comprar frutos secos. Al principio no había ningún programa de apoyo por parte del Estado marfileño ni de ONG. El apoyo llegó después, cuando se plantaron los árboles. Y para los productores del Norte, que solo disponían del algodón como cultivo comercial, la industria del anacardo les ha permitido diversificar su producción, lo cual ha tenido un enorme impacto social”, explica Pierre Ricau, economista agrícola de Nitidae, una asociación que apoya el desarrollo agrícola y la conservación del medio ambiente en África.

Apoyo al sector

El Gobierno marfileño fija ahora los precios “en la explotación” (el que se paga al productor), y, desde 2016, viene gravando las exportaciones de anacardo crudo para conservar materia prima y fomentar el procesamiento local. Por el momento, la mayor parte del valor añadido procedente de los anacardos cosechados en Costa de Marfil y otros países africanos se obtiene en la India y Vietnam, y, en menor medida, en Brasil, tras un primer procesado (secado, descascarillado, desollado de la segunda piel pegada al fruto, etc.), y, posteriormente, en Europa y América del Norte, donde el 60% del fruto seco comercializado se tuesta, sala, envasa y se consume en barritas de cereales, como aperitivo o incorporado a una bebida.

En 2018, por ejemplo, el precio de exportación del anacardo de la India a la Unión Europea fue unas 3,5 veces superior al que se pagó a los productores marfileños, según indica un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), Commodities at a glance, special issue on cashew nuts, publicado en abril de 2021. Tras una segunda etapa de procesado en Europa, el precio del anacardo volvió a multiplicarse por 2,5 veces respecto al precio de exportación desde la India. Esto supone un precio final 8,5 veces superior al precio fijado a la salida de la finca en Costa de Marfil, concluye el informe.

También demuestra las posibilidades de ingresos y de alivio de la pobreza para los 3 millones de pequeños productores de anacardos de África. La UNCTAD considera que el problema radica en la falta de industrias locales de procesado. Los anacardos crecen en los climas tropicales de 20 países de África Occidental y Oriental que producen la mayor parte de los anacardos crudos que se comercializan en el mercado mundial. Junto con Costa de Marfil, los principales productores africanos son Tanzania, Nigeria, Benín, Burkina Faso, Guinea-Bissau, Mozambique y Ghana. Incluso Senegal está interesado.

Según El Hadji Abdourahmane Ndione, director general de la Association sénégalaise de normalisation (ASN):

“La industria del anacardo en Senegal tiene un gran potencial que podría desarrollarse mediante el establecimiento de indicadores geográficos, ecoetiquetas o certificaciones, con destino Europa, pero también para los mercados africanos miembros de la nueva Zona de Libre Comercio Continental Africana, un mercado de 1.300 millones de consumidores”.

Los consumidores, más informados y comprometidos, quieren ahora seguridad, tanto sobre la práctica del pelado, que resulta corrosivo cuando se hace de forma manual (porque la cáscara del fruto seco contiene una resina ácida), como sobre el respeto de los derechos de los trabajadores y del medio ambiente, para evitar los abusos constatados en otros sectores, como los del cacao, el aceite de palma, etc.

Para sacar el máximo partido del boom económico del anacardo, Costa de Marfil se ha propuesto alcanzar una tasa de procesamiento local del 40%. Desde hace varios años, las inversiones se suceden y los centros de procesamiento se están extendiendo por Bondoukou, Korhogo, Bouaké, Yamoussoukro y Abidjan. Los inversores son la empresa singapurense líder del mercado Olam, la china SG Agro, la canadiense Ivoirienne de noix de cajou (INCajou), la francesa Ciwa, la israelí DekelOil y las marfileñas Novarea e Ivory Cashew Nut (ICN).

“Actualmente se están construyendo una quincena de fábricas de procesamiento que se sumarán a otras quince existentes. Hace cinco años solo había tres plantas, una de las cuales ha cerrado (...). Costa de Marfil procesó en 2016 cerca de 10.000 toneladas de anacardos crudos, y pronto llegará a las 100.000 toneladas, una cantidad ingente que se ha traducido en la creación de 6.000 puestos de trabajo”, indica Pierre Ricau, de la asociación Nitidae.

Hasta ahora, Costa de Marfil es el único país que ha puesto en marcha una política de apoyo a la industria del anacardo, fijando los precios para los productores, gravando las exportaciones brutas y fomentando el establecimiento de fábricas. “Otros países se están dando cuenta de lo que está pasando y han empezado a seguir su ejemplo, como es el caso de Burkina Faso, Benín y Ghana”, añade el economista.

En Bondoukou, Fonibé Sekongo, que tiene cinco hijos, sueña con que uno de ellos se haga cargo de la gestión de una plantación de anacardos y de una explotación ganadera que está creando. “El desarrollo nos ha alcanzado. Aquí, ahora hay de todo para ser moderno y esto ya no se diferencia mucho de una gran ciudad. Los jóvenes pueden dedicarse a la agricultura, sobre todo porque ahora están mejor equipados que sus padres para asimilar y desarrollar las técnicas de la misma”.

“Siempre que los precios se mantengan estables”, concluye.

This article has been translated from French by Guiomar Pérez-Rendón