Periodistas palestinos: cuando los recortes a la libertad de prensa y de derechos son el pan de cada día

Periodistas palestinos: cuando los recortes a la libertad de prensa y de derechos son el pan de cada día

On 28 June 2021, Palestinian journalists in Ramallah denounce the attacks suffered by their colleagues during coverage of the recent political demonstrations in the West Bank.

(AFP/Abbas Momani)
News

“Era sábado, la calle estaba llena de manifestantes. Los periodistas estábamos en un rincón, filmando todo lo que ocurría”, relata Shatha Hammad, una periodista palestina de 28 años. “Uno de los hombres me arrebató el teléfono mientras grababa y lo hizo pedazos. Quince minutos más tarde, un policía lanzó una granada cerca de mí y explotó entre mis pies, causándome una herida debajo del ojo de dos centímetros. A pesar de ello, el domingo volví a cubrir las manifestaciones, esta vez ataviada, como el resto de mis colegas, con una chaqueta azul que decía ‘prensa’; pero nos atacaron igualmente. Me golpearon y varios de mis compañeros tuvieron que huir”.

Shatha Hammad cubría las manifestaciones del 27 de junio contra la muerte del activista político palestino Nizar Banat, ocurrida el 24 de junio durante su detención. Las agresiones físicas a manifestantes y periodistas conmocionaron a la opinión pública palestina, especialmente cuando cinco mujeres periodistas, entre ellas Shatha Hammad, hicieron públicos sus testimonios en una rueda de prensa convocada por la organización palestina de derechos humanos, Al-Haq.

Una de las periodistas, Saja Al-Alami, describió cómo se escondió en el baño de un restaurante mientras las fuerzas de seguridad palestinas la buscaban para detenerla. Durante su testimonio, Shatha Hammad no pudo contener las lágrimas: “Nos siguen llegando amenazas. Tenemos miedo porque no tenemos protección alguna”. Más tarde, Shatha declaró a Equal Times que su “familia ha estado recibiendo llamadas en las que la amenazan con atacarla de nuevo. Es una humillación para mi familia y para mí, como periodista y como mujer”.

El complicado contexto del periodismo en los territorios palestinos es conocido sobre todo por las violaciones de derechos ligadas a la ocupación militar israelí. Según el Comité de Apoyo a los Periodistas Palestinos, las fuerzas de ocupación violaron en 476 ocasiones los derechos de periodistas palestinos en 2020 –detenciones, agresiones físicas, redadas en redacciones o confiscaciones de material profesional–. Según este mismo comité, el pasado mes de mayo el Ejército israelí violó en 255 ocasiones los derechos humanos de los periodistas. Entre ellas el bombardeo, el 15 de mayo, de un edificio en Gaza donde se encontraban las oficinas de varios medios de comunicación y la muerte del periodista Yousef Abu Hassan en el bombardeo de su casa el bombardeo por parte de la aviación israelí, el 19 de mayo. Pero en el interior de la propia sociedad palestina también está disminuyendo el espacio de libertad del que disfrutan los periodistas, así como de sus derechos.

Esta disminución de los derechos y libertades periodísticas va más allá de las agresiones físicas. Incluye una rampante pérdida de protección de los derechos laborales.

“Había terminado la primera semana de enero de 2021 y yo seguía sin recibir llamada alguna de la dirección de la emisora”, relata Lina Abu Halawah, periodista palestina de 27 años. “Acabaron las vacaciones de Año Nuevo y nadie me había contactado aún. Más tarde me enteré de que otros compañeros sí habían vuelto al trabajo. Así fue como supe que me habían despedido”.

Lina Abu Halawah es una de los veinte periodistas y empleados despedidos por la emisora de radio palestina Ajyal a principios de 2021. Su popularidad como presentadora de programas de esta emisora de radio, ubicada en Ramala, llevó la noticia de su despido a ocupar algunos titulares en internet, al igual que el de su colega, Firas Al Tawil –otra figura conocida del programa matutino de Ajyal–. “Crecí profesionalmente como periodista en Ajyal. Allí trabajé durante trece años, desde que comencé mi carrera”, recuerda Firas Al Tawil. “En aquella época Ajyal daba también sus primeros pasos. La emisora creció conmigo”.

El despido de los periodistas de Ajyal se produjo dos meses después de una oleada de despidos en la emisora de radio Al Najah, con sede en Naplusa, que provocó un acalorado debate en la prensa digital del país sobre las condiciones laborales de los periodistas palestinos.

Siete años trabajando sin contrato

“Cuando empezó la pandemia en Palestina, en marzo de 2020, la dirección de Ajyal nos convocó a los empleados para anunciarnos cambios”, explica Firas Al Tawil. “Nos dijeron que recibiríamos la mitad de nuestro sueldo durante unos meses y que la otra mitad la pagarían más tarde, y aceptamos”. Lina Abu Halawah dice: “Es cierto que nos pagaron la mitad de nuestro salario de marzo, abril y mayo de 2020, pero después la dirección nos dijo que pasábamos a trabajar a media jornada, con medio sueldo”.

Mientras tanto, la audiencia seguía ajena a lo que ocurría dentro de Ajyal y las condiciones de trabajo en la emisora de noticias independiente más escuchada de los territorios palestinos y uno de los medios de comunicación más prestigiosos del país. “La relación entre nosotros, los empleados, y la dirección se basaba en la confianza personal y no en una relación profesional formal”, explica Lina Abu Halawah. “Durante los siete años que trabajé allí, por ejemplo, jamás firmé un contrato de trabajo”.

Hussam Ezzedine, miembro de la dirección del Sindicato de Periodistas Palestinos, afirma que “cada vez hay menos oportunidades de trabajar como periodista en Palestina. Por eso muchos periodistas aceptan trabajar sin contrato y en condiciones precarias”.

Una precariedad agravada por las limitaciones cada vez más severas a la libertad de prensa, como señala Munir Zaarour, director de programas para Oriente Medio de la Federación Internacional de Periodistas (FIP): “En Palestina, hay medios de comunicación vinculados a fuerzas políticas, luego están los medios de comunicación privados que se esfuerzan por sobrevivir en un contexto económico complicado –en el que las redes sociales se están convirtiendo en espacios más atractivos para la publicidad– y también están los medios de comunicación extranjeros con oficina en Palestina”.

“La Autoridad Palestina suele desconfiar” de estos medios de comunicación con sede en el extranjero, afirma Naïla Khalil, jefe de redacción del periódico árabe con sede en Londres The New Arab. En noviembre de 2015, The New Arab publicó un artículo de opinión en uno de sus suplementos exponiendo los casos de corrupción y las detenciones políticas de la Autoridad Palestina. El Ministerio de Información palestino pidió a la Fiscalía que ordenara el cierre de la oficina local de este periódico radicado en Londres.

El director del Ministerio, Mahmoud Khalifa, declaró a Reuters que la decisión se debía a que la oficina carecía de licencia. Pero “la verdadera razón fue el artículo”, insiste Khalil. “Al Jazeera publicó una copia del mensaje que en su momento envió el Ministerio de Información a la Fiscalía, pidiéndole el cierre de nuestra oficina e indicando el artículo en cuestión como motivo de su petición”.

Bloqueados por la ley

El caso del Ministerio del Interior palestino contra The New Arab sigue abierto en los tribunales palestinos. El periódico reclama la reapertura de su oficina en Ramala, mientras que el Ministerio sigue argumentando que la oficina carece de licencia. Paralelamente, las restricciones a la libertad de prensa no han hacen más que aumentar.

En 2017, el Gobierno palestino aprobó un decreto ley para combatir los “delitos electrónicos”, que otorga a la Fiscalía General el poder de detener a personas y de cerrar instituciones mediáticas. Esta ley se ha utilizado para bloquear decenas de webs de medios de comunicación digitales, como la red de noticias palestina Quds, el sitio Ultra Palestina y el periódico palestino Arab48, entre otros sitios vinculados a fuerzas políticas de la oposición. La ley también se ha esgrimido para detener a muchos periodistas. “Desde que entró en vigor, los periodistas tienen que tener más cuidado con lo que escriben en sus redes sociales, en cuanto que periodistas y a título personal”, afirma Naila Khalil.

Organizaciones de derechos humanos de Palestina, como Al-Haq, y organizaciones internacionales, como Amnistía Internacional, han denunciado y criticado esta ley. El Gobierno palestino cedió a las presiones y, tras largas discusiones con las organizaciones civiles, modificó la ley en 2018 y eliminó los artículos que vulneraban directamente la libertad de expresión. Sin embargo, mantuvo los que permiten a la Fiscalía ordenar el bloqueo de sitios web en 24 horas, por lo que las webs que estaban bloqueadas antes de la modificación de la ley, permanecen bloqueadas.

Dependencias políticas

Munir Zaarour afirma que “uno de los límites a la libertad editorial en el mundo árabe es la falta de independencia de los medios de comunicación respecto a las fuerzas políticas”. Naïla Khalil considera que en Palestina sucede esto mismo: “La mayoría de los grandes medios de comunicación de Palestina están vinculados a políticos que los utilizan a su favor”.

Esta utilización fue lo que provocó el despido de Ayat Abdallah y de muchos de sus colegas de la emisora de radio Al Najah. “En 2018, la dirección nos pidió que usáramos nuestras cuentas personales de Facebook y Twitter para apoyar a un poderoso político que acababa de sufrir una agresión física”, cuenta. “Algunos nos negamos. Primero nos amenazaron con el despido y luego, nos despidieron”.

El caso de Ayat Abdallah y de sus colegas de Al Najah suscitó polémica durante varias semanas y el sindicato de periodistas se involucró. “Al Najah presentó una denuncia por difamación contra Ayat”, dice Hussam Ezzedine, “por lo que el sindicato le asignó un abogado y la emisora acabó retirando su denuncia”. Pero el sindicato conoce sus propias limitaciones.

“El sindicato trabaja en condiciones muy complicadas”, subraya Hussam Ezzedine. “La ejecutiva también está formada por grupos con afiliaciones políticas y esto limita nuestra capacidad de actuación”.

Esta incapacidad de actuar ha provocado la indignación de los periodistas palestinos, tras las agresiones sufridas por varios de ellos a finales de junio. El sindicato condenó públicamente los atentados e incluso llamó a los periodistas a boicotear los comunicados y declaraciones del Gobierno palestino en señal de protesta. No obstante, “el sindicato no me ayudó a presentar una denuncia contra quienes me agredieron”, señala Shatha Hammad. “Ni siquiera aceptaron registrar mi caso, y por eso yo y mis compañeros acudimos a organizaciones de derechos humanos”.

En los días siguientes a las agresiones contra los periodistas como Shatha Hammad, varios periodistas palestinos compartieron en sus redes sociales fotos de sus carnés de prensa después de haberlos roto, en protesta por la falta de protección.

Falta de organización

Las limitaciones de la organización sindical son también palpables en el ámbito laboral, como ilustra el caso de los periodistas de Ajyal. “Hacia finales de año, la dirección nos pidió que dimitiéramos, para empezar el Año Nuevo con nuevos acuerdos, al tiempo que nos aclaraba que algunos no serían recontratados”, explica Firas Al Tawil, “así que empezamos a negociar nuestros derechos por terminación de servicio”.

Tras varias reuniones de negociación, “los directivos de la emisora decidieron que ya no discutirían con nosotros como grupo, sino individualmente”, explica Lina Abu Halawah. “Nos dijeron que ya no toleran grupos dentro de la institución”.

Este modelo de negociaciones individuales es frecuente en Palestina. Las opciones a las que conducen suelen ser idénticas. “En diciembre, la dirección me ofreció tres opciones”, dice Firas Al Tawil: “aceptar sólo el 90% de mis derechos por terminación del servicio de forma inmediata, recibir la totalidad de mis derechos en forma de cheques a lo largo de 48 meses o acudir a los tribunales”. A Lina Abu Halawah le ofrecieron la misma fórmula: “Me recordaron que ir a los tribunales puede demorarse años y puede costar mucho dinero”, dice. Firas Al Tawil concluye: “Nos obligaron a elegir, sin tener realmente elección”.

A pesar de estas condiciones, “la situación de los periodistas palestinos, a excepción de las violaciones de la ocupación israelí, sigue siendo una de las más favorables de Oriente Medio”, afirma Zaarour; y añade que el sindicato de periodistas palestinos “es uno de los más independientes del mundo árabe”.

Sin embargo, Naïla Khalil insiste en que “los periodistas palestinos carecen de seguridad laboral, de libertad editorial y de protección social”. Pero de lo que más faltos están, según Naïla, “es de solidaridad profesional. Carecemos de un organismo colectivo, que dependa sólo de nosotros, donde discutir nuestras condiciones y encontrar soluciones”.

Hussam Ezzedine considera que el sindicato debe ser ese espacio de solidaridad, de la que deben hacerse eco los periodistas: “Es cierto que las condiciones del sindicato no son las ideales, pero no cambiarán si todo el mundo se abstiene”, dice, “necesitamos más solidaridad y más implicación también”.

This article has been translated from French by Eva López Cabello