Una coalición de mujeres hace campaña por una nueva ley contra los talleres de miseria en California

Una coalición de mujeres hace campaña por una nueva ley contra los talleres de miseria en California

A worker in front of her sewing machine at the Nana Atelier factory in Boyle Heights, Los Angeles, 14 June 2021.

(Noémie Taylor-Rosner)

Tres centavos por coser una etiqueta, cinco por añadir un adorno a una prenda. Frente a su máquina de coser, María, de 58 años, pese a que cose una pieza tras otra con toda rapidez, nunca logra ganar más de 6 dólares la hora. Esta costurera sin documentación oficial lleva 30 años trabajando en el distrito de la moda de Los Ángeles, el mayor centro de la industria textil estadounidense, que emplea a más de 40.000 personas, en su gran mayoría inmigrantes. “Desde que hago este trabajo, siempre me han pagado por pieza y no por hora, y la tarifa no ha aumentado nunca”, explica.

Para ganar unos 250 dólares a la semana, María tiene que trabajar hasta 12 horas al día de lunes a viernes y de las siete de la mañana a la una de la tarde los sábados y a veces incluso los domingos. Sus condiciones de trabajo no están muy lejos de las que existen en algunos talleres de miseria de Asia, ya que a pesar del calor que reina gran parte del año en Los Ángeles, la mayoría de las fábricas carecen de aire acondicionado y ni siquiera están ventiladas. Los descansos son raros, aparte de unos veinte minutos a la hora del almuerzo. “Muchos trabajadores incluso evitan beber agua para no perder tiempo yendo al baño. Los compañeros suelen desarrollar problemas renales debido a esta práctica”, asegura María.

Hace unos meses, esta costurera experimentada se incorporó a una coalición liderada principalmente por mujeres activistas a favor de la ley de protección de los trabajadores de la confección (también conocida como SB62): un proyecto de ley que se encuentra actualmente en debate ante el congreso californiano y que está destinado a poner fin a una serie de prácticas de explotación dentro de la industria de la confección.

“La SB62 tiene como objetivo responder al problema del robo de salarios, una infracción particularmente frecuente en el sector de la moda”, explica la senadora de California Elena María Durazo, quien presentó el texto de ley.

“En total, la industria de la confección en California debe más de 7 millones de dólares estadounidenses por concepto de salarios impagados”, señala la congresista, que conoce bien este problema. En la década de los años 1980, esta hija de inmigrantes mexicanos trabajó como sindicalista en Los Ángeles en el International Ladies’ Garment Workers’ Union, que durante mucho tiempo fue uno de los sindicatos de trabajadores de la industria de la confección más importantes de Estados Unidos. “En las últimas décadas, a pesar de la aprobación de varias leyes destinadas a acabar con el problema de las deudas impagadas, la situación no ha cambiado mucho. Las fábricas siempre se las ingenian para aprovechar ciertas fallas en el sistema con el fin de perpetuar sus prácticas”, concluye.

Una ley que suprime el trabajo a destajo

“El problema del pago a destajo o por pieza es, en particular, uno de los principales vectores del robo de salarios”, opina Marissa Nuncio, directora del Garment Workers Center o Centro de Trabajadores de Costura, una organización que defiende los derechos de estos trabajadores en Los Ángeles. “Las tarifas se han mantenido fijas durante décadas y pueden ser tan bajas como 2 centavos por pieza, pese al aumento del salario mínimo en California. Al seguir pagando a los trabajadores a destajo, se les impide poder alcanzar este salario mínimo, ya que con las tarifas que cobran tendrían que coser un enorme número de piezas que ningún ser humano puede coser en una hora”.

El pago por pieza también somete a los trabajadores a ritmos infernales que a menudo son perjudiciales para su salud. “Cuando tu salario depende de la rapidez con la que trabajas, corres un riesgo mucho más importante de tener un accidente”, señala Marissa Nuncio. “Puedes cortarte, perforarte la mano... La aguja de la máquina de coser puede romperse y aterrizar en tu ojo. Los trabajadores de la confección también suelen tener problemas musculares debido a la repetitividad de las tareas que realizan”.

Según el Centro de Trabajadores de Costura, los trabajadores de la confección en Los Ángeles ganan una media de 5,5 dólares USD por hora, cuando el salario mínimo aprobado por la ciudad es de 15 dólares desde el 1 de enero de 2020.

Sin embargo, una importante ley antiexplotación de California aprobada en 1999, la AB 633, garantiza que los trabajadores de la confección reciban el salario mínimo y se les remuneren las horas extras que trabajan, responsabilizando de las violaciones a esta ley a los fabricantes y minoristas. No obstante, las marcas de moda han encontrado fácilmente una manera de burlar la ley, recurriendo a múltiples niveles de subcontratación, lo que les permite eludir sus responsabilidades. “Como estas empresas recurren a otras empresas para la manufactura de las prendas, pueden afirmar que no son ‘fabricantes’, por lo que la ley AB 633 no se les aplica”, explica la senadora Elena María Durazo.

En cambio, el proyecto de ley SB62 pretende abordar los problemas de la industria de la confección desde su raíz: “Este texto de ley pretende reforzar la cadena de responsabilidad al imponer que las marcas sean responsables de la ropa que encargan a otras empresas. El proyecto de ley también busca prohibir el sistema de trabajo pagado a destajo como principal medio de remuneración. En cambio, una vez que el trabajador alcance el salario mínimo, puede aplicarse un sistema de incentivos de bonificación por pieza”, explica.

Condiciones de trabajo similares a las de los talleres de miseria en Asia

Entre las personas que participan en la campaña a favor del proyecto de ley figura un gran número de mujeres. “Es bastante lógico, ya que esta industria cuenta aproximadamente con un 60% de trabajadoras”, señala Nuncio. “Son ellas las que suelen asumir una posición de liderazgo en las campañas por los derechos de los trabajadores, ya que es sobre ellas que recae el mayor número de dificultades en la industria de la confección”, explica. “Suele existir una brecha salarial entre hombres y mujeres, incluso para los trabajos mal pagados. A los hombres, debido a su físico, se les asignan tareas que suelen ser más difíciles y por las que normalmente se paga un poco mejor”, comenta Marissa Nuncio. “Asimismo, las mujeres se ven confrontadas al acoso sexual en las fábricas y a menudo no tienen forma de defenderse”.

Además de costureras y responsables políticas comprometidas con la SB62, se han unido a la campaña varias empresarias que manufacturan ropa ética en Los Ángeles. Es el caso de Alnea Farahbella, cofundadora de Nana Atelier, una pequeña manufactura de confección instalada en el barrio de Boyle Heights de Los Ángeles.

“Antes de venir a California viví en Asia 10 años”, relata. “Cuando llegué a Los Ángeles hace cinco años, me horrorizaron las condiciones de trabajo en el distrito de la moda porque se parecen bastante a las que pueden verse en Asia. Hay ocasiones en que se paga a las personas 3 dólares la hora, que es similar al salario de un trabajador chino, con la diferencia de que aquí viven en Los Ángeles, donde el costo de la vida es muy alto”, señala.

“Es el motivo por el que apoyo la campaña a favor de la SB 62. Está claro que esta ley no va a revolucionar todo el sistema, pero es un buen comienzo, ya que al menos obligará a las marcas a trabajar con empresas que cumplan con la ley. Hoy día, el 90% de las fábricas paga a sus trabajadores por pieza”.

Junto a su compañero Arno Nabos, esta diseñadora de moda emplea a una quincena de trabajadores de la confección que manufacturan las piezas para su propia marca Flying Roof, así como para otras marcas. Sin embargo, sus condiciones de trabajo son muy diferentes de las que suelen encontrarse en las fábricas textiles de Los Ángeles.

En lugar de encontrarse hacinados, los trabajadores confeccionan las prendas en un espacio luminoso y ventilado de 450 metros cuadrados. “Todas las personas que contratamos tienen la condición de trabajadores asalariados, mientras que la mayoría de las fábricas contratan trabajadores por cuenta propia pagados a destajo, lo que permite a la empresa eludir la obligación de pagar impuestos e incumplir el principio del salario mínimo. No queríamos participar en este sistema”, señala Alnea Farahbella. Los trabajadores de Nana Atelier también están sometidos a un ritmo menos intenso que los que trabajan en fábricas californianas: “No tienen a nadie detrás de ellos para exigirles que aceleren el ritmo porque damos mayor importancia a la calidad que a la cantidad. El horario de los trabajadores es de las siete de la mañana a las cuatro de la tarde, con descansos entremedio”, indica Arno Nabos.

Amenazas de deslocalización

Por supuesto, este enfoque más ético tiene un costo: “Existe una diferencia de 7 a 10 dólares por artículo entre lo que producimos nosotros y lo que manufacturan otras fábricas que no respetan todas estas normas”, explica Alnea Farahbella. “Al mismo tiempo, es normal, ya que respetamos el salario mínimo: el problema es que el consumidor se ha acostumbrado a pagar muy poco por culpa de este tipo de fábricas que no respetan la ley. Hace falta educación sobre estos temas”.

Los representantes en el Congreso tienen hasta el 10 de septiembre para votar el texto SB62. Muchas empresas del sector de la confección que se oponen al texto harán todo lo posible para intentar disuadir a los representantes electos de aprobar el proyecto de ley. El argumento de muchas de estas empresas es que con este texto se corre el riesgo de aumentar el costo de la mano de obra en Los Ángeles y obligar a las marcas a trasladar la fabricación al extranjero.

“En cuanto intentamos mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, siempre esgrimen la misma amenaza. Pero durante la crisis sanitaria, al experimentar el problema de la escasez, especialmente de mascarillas, entendimos que necesitamos trabajadores calificados localmente para poder responder rápidamente a la demanda en lugar de tener que depender de la manufactura extranjera que viene con costos de entrega adicionales y a menudo tarda más en llegar a su destino”, señala la senadora Elena María Durazo. “La realidad, es que la pandemia está cambiando poco a poco las mentalidades en la industria de la confección”.

This article has been translated from French by Patricia de la Cruz