Costa Rica, un conocido y aplaudido modelo medioambiental frente a grandes desafíos (no tan conocidos)

Costa Rica, un conocido y aplaudido modelo medioambiental frente a grandes desafíos (no tan conocidos)

Around 33 per cent of the electricity supply in Costa Rica is generated by five hydropower plants: Reventazón, Angostura, Arenal, Miguel Dengo and Cachí (pictured here).

(Fabrice Le Lous)

En el ocaso de 2021, Costa Rica está coleccionando vítores internacionales en materia de medio ambiente. El pasado 17 de octubre, el país centroamericano recibió el premio Earthshot en la categoría Proteger y Restaurar la Naturaleza por su programa de Pago de Servicios Ambientales (PSA).

Este programa ha beneficiado a unas 19.000 familias desde su creación, ha movilizado 524 millones de dólares USD (unos 450 millones de euros) en proyectos de conservación en más de 1,3 millones de hectáreas, y ha contribuido a que la cobertura forestal del país pasara de 47% a comienzos del año 2000, al 59% actual.

El 13 de octubre, la banda inglesa Coldplay anunció que vendrá a Costa Rica a dar conciertos precisamente por razones medioambientales: por ser un “modelo” para el mundo en leyes que favorecen la salud del planeta. Y sobre todo por tener una matriz eléctrica nacional del 100% de energías renovables. Este último dato, el hecho de que toda la energía eléctrica que produce Costa Rica de forma primaria proviene de fuentes renovables, es una de las características costarricenses que más se conocen en el mundo.

El Washington Post dedicó recientemente un perfil a Andrea Meza, ministra de Ambiente de Costa Rica, para celebrar que una nación tan pequeña –poco más de 52.000 kilómetros cuadrados de superficie– sea un ejemplo para el mundo en materia de medio ambiente: “un pequeño país en desarrollo como el de Meza puede superar desafíos y reconstruir su economía de una forma que protege al clima. Si Costa Rica puede hacerlo, ¿qué es lo que detiene a países mucho más grandes y ricos a seguir el ejemplo?”, resaltaba la cabecera norteamericana.

Sin embargo, cuando se usan las palabras “materia de medio ambiente”, no podemos quedarnos únicamente en los temas de protección de bosques y matriz eléctrica. Si bien son capítulos que Costa Rica domina desde hace décadas, hay aristas menos conocidas –pero igualmente ligadas a la salud del planeta–, donde Costa Rica está rezagada. Una de ellas es la transición justa laboral, en medio de proyectos que, en 2021, con una pandemia atravesada, lucen demasiado ambiciosos.

¿Cómo hizo Costa Rica para transformar su matriz eléctrica?

La matriz de energía eléctrica en Costa Rica se compone completamente de energías renovables. Sobre todo de centrales hidroeléctricas, pero también cuenta con una importante participación de energía geotérmica y de biomasa, más la integración reciente de energías eólica, solar y de biogás.

Cinco plantas hidroeléctricas generan aproximadamente el 33% de la matriz eléctrica. Estas plantas son: Reventazón, Angostura, Arenal, Miguel Dengo y Cachí. Nada de esto es nuevo. Las primeras hidroeléctricas comenzaron a construirse en los años 50, a través del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE).

Lawrence Pratt, exdirector del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (CLACDS), y profesor de desarrollo sostenible y estrategia empresarial ambiental en el INCAE Business School en Costa Rica, comenta para Equal Times que esto ha sido buena visión de tomadores de decisiones en tiempos pasados.

“Fue en los años 50 cuando Costa Rica decidió que ni tenía ni iba a tener suficientes divisas para seguir comprando e importando petróleo para la generación de energía eléctrica. Al tener tantas cordilleras y tantos ríos caudalosos, lo hidrológico era una opción lógica. Y después entró la geotermia. Era una buena opción para Costa Rica. Los golpes de precios de petróleo de 1973, 1979, 2007, etc., fueron menos fuertes. (...) Ahora, con las preocupaciones del cambio climático, Costa Rica parece visionario”, señala Pratt.

A lo largo de esos años de apertura de plantas hidroeléctricas, según Marco Vinicio Zamora, coordinador del Proyecto de Transformación Social Ecológica para Centroamérica de la Fundación Friedrich Ebert (FES), los trabajadores del ICE se aseguraron una paulatina transición justa laboral, sobre todo a través de un frente de sindicatos que son los que representan a los miles de trabajadores del ICE.

Actualmente, de hecho, el ICE no tiene solamente un sindicato, sino un amplio frente sindical con uniones que velan por sectores específicos, como uniones de obreros, uniones de ingenieros, etc.

“El desarrollo del ICE como institución y como empresa responsable de los planes de generación eléctrica sí han contado con una fuerte organización sindical y defensa de los derechos laborales en el sector público, pero hay que tomar en consideración las condiciones distintas en la fuerza laboral del sector privado, que [también] participa en la generación eléctrica y que experimenta una fuerte tradición antisindical y aprovecha de formas de tercerización en su esquema de contratación, principalmente en la construcción”, recalca Zamora.

En Costa Rica, en 2021, la tradición sindicalista responde casi exclusivamente al sector público; un 15% de la fuerza laboral nacional. El sector privado –85% de los trabajadores– prácticamente no tiene sindicatos. Esto es un reto para una transición justa de cara al futuro, precisamente por la tendencia de tercerizar servicios.

También hay que tomar en cuenta que, si bien la matriz eléctrica de energía de Costa Rica proviene de fuentes renovables, no toda la energía que consume el país proviene de la corriente eléctrica. De hecho, la mayor parte atañe al transporte terrestre. Y aquí los combustibles fósiles importados siguen siendo el rey.

De acuerdo con el estudio Análisis Matriz Energética de Costa Rica - Renovabilidad de las fuentes y reversibilidad de los usos de energía, realizado por la FES en 2016, la principal fuente de energía en Costa Rica en 2015, considerando la oferta primaria interna y la importación, fueron los derivados del petróleo: “La oferta primaria interna en Costa Rica se caracteriza por ser extraída de fuentes renovables, pero la oferta secundaria de energía proviene en más del 70% de fuentes no renovables, principalmente derivados del petróleo, obtenidos mediante su importación”, cita el estudio.

Estos son datos que no pululan en titulares de medios foráneos cuando se menciona al país centroamericano. Pero en ellos descansa uno de los mayores retos de Costa Rica de cara al futuro.

Un ambicioso plan para el futuro: ‘descarbonizar’ el país

Costa Rica lanzó en 2018 un plan para ‘descarbonizar’ su economía, en el cual promete una transición justa en materia social. Por ahora, todo está sobre el papel, pero no hay acercamientos con las uniones de trabajadores públicos. Y el hecho de que prácticamente no existen uniones en el sector privado puede mermar esa transición. Que de todas formas luce complicada de lograr en poco más de tres décadas, pues el objetivo es lograr cambios macro de aquí al 2050, como reemplazar el actual parque automovilístico público y privado por uno eléctrico; desarrollar mejores políticas energéticas y mejorar la sostenibilidad ambiental del sector agroalimentario.

“En el Plan de Descarbonización, el sector energético asociado con la movilidad de personas y el transporte de mercancías es el reto más importante: movilidad eléctrica y transporte público son los dos más grandes desafíos para una transformación de la matriz energética y una transición justa”, apunta Marco Vinicio Zamora, de la FES Costa Rica.

En el pasado reciente, los empresarios que manejan el sector del transporte público han mostrado reticencia en adoptar cambios básicos, como el cobro electrónico, lo cual regularía mejor los precios de los pasajes. También han criticado el proyecto gubernamental de un tren eléctrico de alta velocidad, que busca sumarse a la oferta de movilidad en masa en las cuatro ciudades más grandes del país, entrelazándose con el mapa de rutas de buses (mapa que no se rediseña desde hace décadas y que está obsoleto).

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, los principios fundamentales de la transición justa engloban tanto la maximización de la creación de empleo decente y empresas sostenibles como minimizar la destrucción de empleos, acompañar el cambio de trabajadores que pierden empleo y comunidades perjudiciales, y promover la generación de empleos verdes.

Esto debe ir acompañado de diálogos con sectores sindicales. Pero aunque en las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés) de los planes gubernamentales ticos se habla de transición justa, las negociaciones con sectores sindicales brillan por su ausencia.

Fanny Sequeira Mata, secretaria general de la Confederación de Trabajadores Rerum Novarum Costa Rica (CTRN), afiliada a tres confederaciones sindicales internacionales, dice lo siguiente a Equal Times: “Hasta la fecha, la CTRN no ha sido invitada a participar en ninguna iniciativa gubernamental para la transición justa. No existe ningún espacio de diálogo social donde consultar, abordar y promover políticas públicas concertadas para desarrollar este tema trascendente. Es importante destacar que la CTRN siempre ha mantenido su vocación de diálogo social y así lo ha manifestado permanentemente, pero lamentablemente este Gobierno se ha caracterizado precisamente por la ausencia de este diálogo”.

“El Gobierno de Carlos Alvarado Quesada es de naturaleza antisindical. Para nada se ha acercado a ANEP. Particularmente, con nuestra organización la confrontación ha sido constante. Una de las razones es que Alvarado responde a los intereses del mega-empresariado de este país y se ha adherido a los nefastos postulados neoliberales en materia de política económica”, estima Albino Vargas, secretario general de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP).

Equal Times buscó la versión oficial a través del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae), pero hasta varias semanas después de realizadas las consultas por los canales oficiales, no se habían obtenido respuestas.

Lo cierto es que la pandemia no ha ayudado a agilizar el Plan de Descarbonización. Pero la inacción o lentitud en sus primeras etapas contrasta fuertemente con los vítores que el país recibe por políticas de gobiernos anteriores.

Por ejemplo, el Plan preveía que para 2022 hubiese buses 100% eléctricos ofreciendo el servicio en la Gran Área Metropolitana, pero en la realidad únicamente se recibieron tres unidades en diciembre de 2020, que se pusieron en marcha recién a comienzos de agosto de 2021.

“Costa Rica cuenta con instrumentos nacionales de política como el VII Plan Nacional de Energía 2015-2030 (PNE), el Plan Nacional de Transporte Eléctrico 2018-2030, el Plan de Descarbonización 2018-2050, el compromiso internacional de implementar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Acuerdo Climático de París, pero su cultura de implementación no es tan clara. Por ejemplo, los sindicatos del sector público no tienen el tema en sus agendas”, agrega Zamora, de la FES.

¿Puede realmente un país tan pequeño como Costa Rica influenciar y provocar cambios en países mucho más grandes y ricos? A esa interrogante responde el especialista Lawrence Pratt:

“Como ejemplo, Costa Rica es importante. La electricidad de fuentes renovables es solo un aspecto interesante [y esto se combina con] tener 35% de su territorio bajo protección, su reputación para el ecoturismo, el moratorio con petróleo y minería (…). Pero muchos factores confluyen. [Por ejemplo], el país ha decidido en reiteradas ocasiones que no puede ser muy extractivo por ser pequeño; que no es apto para industria pesada porque no tiene ni la energía barata ni la infraestructura. Al entender estos puntos, un sector industrial basado en servicios, tecnología y artículos livianos fomentó la industria turística, de dispositivos médicos y otros productos de alto valor y bajo consumo energético. Todo es un conjunto: parte historia, parte suerte, parte buenas decisiones”.

Pratt enumera justamente los puntos fuertes de la economía tica: su capacidad de hospedar y ofrecer servicios para turismo y ecoturismo; su producción nacional de equipos médicos de alta tecnología y de productos farmacéuticos para importación; su producción de algunos productos comestibles de alta demanda internacional, como café, banano o carne bovina. Y una poderosa construcción de imagen de país verde.

Queda ver si esa tríada, la de “historia, suerte y buenas decisiones” vuelve a conformarse ahora que la pandemia languidece y el horizonte vuelve a despejarse. El país la necesitará para que el Plan de Descarbonización y el rol de paradigma medioambiental vayan por buen camino.

This article has been translated from Spanish.

La realización de esta crónica ha sido posible gracias a los fondos de la Friedrich-Ebert-Stiftung y forma parte de una serie de artículos sobre los sindicatos y la transición justa.