Son las ciudades, no los países, las que pueden desafiar a las empresas y hacer frente al cambio climático

Son las ciudades, no los países, las que pueden desafiar a las empresas y hacer frente al cambio climático

Since 1 January 2013, residents of the Estonian capital have been able to use public transport in Tallinn for free after purchasing a special card for €2 euros.

(AFP/Raigo Pajula)

Los Gobiernos, especialmente los de los países muy contaminantes, nos sumen en un desastre climático cada vez de mayor envergadura. Aunque cumplan sus compromisos climáticos actuales, la temperatura global aumentará aproximadamente 2,7 °C de aquí a 2100, un incremento que casi duplica el límite máximo que nos permite garantizar la existencia en un planeta habitable. Y eso siempre a condición de que los Gobiernos cumplan sus promesas. Las proyecciones climáticas realizadas durante 50 años han resultado ser precisas y han predicho la nefasta situación actual. Mientras tanto, las promesas realizadas por los países que más contaminan de reducir las emisiones se han quedado cortas, del protocolo de Kioto de 1997 en adelante. Contamos con soluciones prácticas; las barreras principales para revertir el cambio climático son de carácter político y social.

Los progresos siguen siendo inadecuados después de la 26ª cumbre climática anual celebrada en Glasgow a finales de 2021. Es significativo que el número de representantes de las mayores empresas de petróleo y gas del mundo superara el número de integrantes de cualquier delegación nacional. Debido a los grupos de presión y las puertas giratorias entre empresas, cargos gubernamentales y otras estructuras de cooptación, los Gobiernos de países muy contaminantes no suelen contradecir los intereses empresariales. Un ejemplo es que los Gobiernos dan a las empresas billones de dólares estadounidenses cada año para hacer nuestro planeta inhabitable, mientras que las reparaciones para apoyar a aquellos más afectados siguen siendo deficientes.

Sin embargo, las ciudades ofrecen esperanza. Las zonas urbanas crean más del 70% de las emisiones perjudiciales para el clima. Son el lugar donde reside la mayoría de la población mundial y ofrecen un espacio de cambio político y social: la proximidad de las personas implica que el poder colectivo puede reivindicarse más firmemente que a nivel del Estado. Las personas construyen colectivamente ciudades y así ha sido desde el inicio.

Además, desde las comunidades más pequeñas hasta las ciudades, un número creciente de municipios (aunque en este artículo se habla principalmente de ciudades) está reduciendo las emisiones y adaptándose a nuestro mundo sobrecalentado, a menudo desafiando los intereses de las empresas, algo que pocos de los países que más contaminan están dispuestos a hacer.

En octubre de 2021, Freetown, la capital de Sierra Leona, se convirtió en la primera ciudad del continente africano en designar un responsable del calentamiento, siguiendo el ejemplo de Atenas (Grecia) y Miami (Estados Unidos) a principios de año. Eugenia Kargbo se centrará en socorrer a las personas, especialmente las que se encuentran en asentamientos informales. Estas se enfrentan a una intensificación de los derrumbamientos de tierra, incendios y temperaturas que suponen una amenaza para la vida provocados por el cambio climático. Su función también incluye transformar los vertederos en parques para evitar que los incendios se conviertan en infiernos, completar un proyecto en curso consistente en plantar un millón de árboles para proteger a la ciudad del creciente calor e invertir el proceso de deforestación, y crear un plan de acción contra el calentamiento.

Un tercio del millón de personas que residen en Freetown viven en asentamientos informales, muchas de ellas obligadas a abandonar zonas rurales por factores relacionados con el cambio climático, como las sequías. El cambio climático es la causa principal de desplazamiento en todo el mundo, lo que provoca el crecimiento de asentamientos informales alrededor de las ciudades. Un artículo científico revisado por pares predice que cada grado centígrado que aumente la temperatura global provocará el desplazamiento de 1.000 millones de personas adicionales. Sin embargo, los países no reconocen a los refugiados climáticos, mientras que las ciudades ofrecen remedios.

En Bangladés, por ejemplo, las autoridades están asignando recursos a la expansión de zonas urbanas resilientes al cambio climático. Mongla, una ciudad portuaria situada en el sur del país, lidera este plan de recibir a refugiados climáticos, desviando a personas de Dhaka, la megaciudad de mayor crecimiento del mundo. Mongla también ha reforzado sus defensas frente a inundaciones y ha aumentado los refugios para los ciclones, está construyendo viviendas seguras y asequibles y busca otras formas de integrar a los recién llegados. Esto incluye alentar a los niños migrantes a continuar su educación y ampliar las oportunidades de empleo.

Soluciones más allá de las emisiones

Aunque los intereses empresariales en el ‘norte global’ han provocado la mayoría de los daños climáticos en el mundo, las ciudades del ‘sur global’ están aportando soluciones que van más allá de las emisiones.

Por ejemplo, el pensamiento creativo está transformando el transporte en Bogotá. En 2018, la capital de Colombia inauguró su primer teleférico eléctrico para reducir la congestión y las emisiones e insuflar nueva vida a la ciudad, ya que la mitad de sus emisiones están relacionadas con el transporte. Desde entonces, Bogotá ha añadido nuevos teleféricos y ha aumentado considerablemente los carriles para bicicletas, las zonas peatonales, las redes ferroviarias y los autobuses eléctricos. Parte de este plan consiste en crear un corredor ecológico, llamado la Carrera Séptima, una arteria principal que atraviesa el este de la ciudad, reinventada con las aportaciones de los ciudadanos. Sin embargo, a Bogotá todavía le queda mucho por hacer en lo que respecta a la puesta en marcha de una transición justa que beneficie a todo el mundo; por ejemplo, muchos conductores de autobuses tradicionales están siendo despedidos a raíz de la electrificación de la red de autobuses de la ciudad.

Como Bogotá, muchas ciudades en todo el mundo están reduciendo las emisiones relacionadas con el transporte. Es importante porque el transporte produce alrededor de una octava parte de las emisiones mundiales.

Otro sector que es el origen de una proporción significativa de las emisiones a nivel mundial –aproximadamente un cuarto– es la producción de electricidad y energía térmica. Para hacer frente a este problema, el ayuntamiento de Cádiz, en el sur de España, utilizó en 2018 su participación preexistente del 55% en la empresa energética local para transformarla a fin de que suministre energía renovable. Desde entonces suministra energía al 80% de los residentes de Cádiz y a dos municipios adyacentes. Cádiz no es una excepción. El Transnational Institute documentó la remunicipalización de 835 servicios de energía, agua y de otro tipo (de nuevo bajo control público) entre 2000 y 2017. El cambio es sistémico. El control democrático implica que las empresas pueden dar prioridad al medio ambiente en lugar de obedecer a criterios para obtener beneficios. Otras ventajas que entraña la remunicipalización son garantizar mejores condiciones de trabajo, facilitar la rendición de cuentas democrática y aumentar el acceso a servicios.

La remunicipalización ha continuado creciendo desde 2017, como los servicios de suministro de agua en el estado de Selangor (Malasia) en 2018 o de electricidad en Barcelona en 2019. En Drechtsteden, una agrupación de municipios holandeses, construyó un sistema de calefacción de distrito alimentado con energía renovable en 2020. En 2021, Helsinki (Finlandia) anunció cuatro ganadores de un concurso de un millón de euros para terminar con su dependencia del carbón, lo que incluye encontrar formas para que la ciudad capte, almacene y recicle la energía térmica o eléctrica.

Las ciudades, un espacio para cambiar el sistema

Ii, una ciudad en el norte de Finlandia, y sus 10.000 residentes han reducido las emisiones en un 80% desde los niveles de 1990 y el nivel de energía renovable que producen es diez veces superior al que utilizan. En 2019, Ii ganó un premio de innovación en políticas ecológicas por generar impulso con miras a convertirse en el primer municipio sin residuos, por ejemplo, a través de la educación sobre eficiencia energética y talleres para que los residentes puedan arreglar cosas rotas. Produce energía de origen eólico, solar y a partir de biorresiduos, y reduce la cantidad que utiliza gracias a la eficiencia energética y el seguimiento en tiempo real.

Las condiciones árticas y la falta de luz solar durante el invierno a las que se enfrenta Finlandia hacen más impresionante que tenga metas ambiciosas en materia de reducción de las emisiones a nivel nacional. Sus pueblos y ciudades están contribuyendo a su logro mediante el intercambio de conocimientos especializados: Ii colabora con otros municipios finlandeses a través de redes como Towards Carbon Neutral Municipalities, Finnish Sustainable Communities y CircWaste. La reutilización de la energía térmica en Helsinki o de materiales en Ii, en lugar de desecharlos, es parte de la economía circular. Desde el punto de vista político, supone un alejamiento de la economía extractiva no basada en el reciclaje y reduce las emisiones.

Por otra parte, Ámsterdam y Barcelona forman parte de un número creciente de ciudades que están haciendo una transición a la “economía del dónut”, una versión de la economía circular. Estas ciudades se dan cuenta de que su consumo no puede superar lo que el planeta puede proporcionar, el borde exterior del dónut (techo ecológico), mientras que los residentes deben compartir una cantidad determinada de recursos, el interior del dónut (cimientos sociales).

La economía del dónut es solo una de las formas en que las ciudades están formando redes y generando la transformación política necesaria para hacer frente a la emergencia climática. Otro ejemplo es la red C40 integrada por casi 100 administraciones locales que hacen las promesas necesarias para limitar el cambio climático. Otra red de ciudades es el Mayors Migration Council, una respuesta impulsada por las ciudades para acoger a personas desplazadas. Entre sus miembros se encuentran, entre otros, la alcaldesa de Freetown y los alcaldes de Kampala (Uganda) y Los Ángeles (Estados Unidos).

A través de esta serie de redes que va en aumento, las ciudades pueden compartir soluciones prácticas. A diferencia de la esfera política nacional, en los municipios a menudo existe un deseo más fuerte de compartir enfoques innovadores o impulsar metas más ambiciosas, como tratar de poner fin al uso de combustibles fósiles.

Nueva York y otras ciudades de EEUU están demandando a las principales empresas de petróleo y gas por blanqueo ecológico, es decir, publicitar falsamente que los combustibles fósiles no son peligrosos. Junto con otras ciudades pertenecientes a la red C40, Durban (Sudáfrica) ha dejado de invertir en combustibles fósiles, mientras que los residentes de Peruíbe, en la región suroriental de Brasil, pidieron a la administración municipal que prohibiera una planta termoeléctrica enorme y posibles proyectos con un alto nivel de emisiones de carbono en el futuro. Así, las ciudades pueden sumarse directamente al movimiento contra el cambio climático y enfrentarse a las empresas.

A medida que mejora la ciencia del clima y cambia la opinión pública, se observan cada vez más litigios, tanto contra las empresas productoras de combustibles fósiles como contra los Gobiernos nacionales, y el nivel de éxito es cada vez mayor. En general, el movimiento de desinversión conlleva a que billones de dólares –por ejemplo, de fondos de pensiones– ya no se destinen a los combustibles fósiles. Resistirse a los proyectos con altos niveles de emisiones de carbono tiene efectos tangibles en los esfuerzos por detener el calentamiento global.

Las ciudades –en colaboración con el movimiento contra el cambio climático– pueden crear un nuevo sistema a partir del antiguo enfrentándose al poder corporativo. Aumentar la importancia de las ciudades nos permite rebajar de categoría a los Estados, haciendo que pierdan, en cierto sentido, capital político. La proximidad de los municipios, que son más pequeños, brinda a los residentes magníficas oportunidades para generar cambios significativos, resistir a los intereses creados e imaginar colectivamente soluciones que van más allá de las medidas habituales.

Actualmente, las ciudades son los epicentros de la economía extractiva; por ejemplo, es donde las entidades financieras y las empresas productoras de combustibles fósiles tienen sus oficinas centrales. Las ciudades a menudo son espacios de consumo ilimitado, pero en ellas podemos reinventar esta realidad.

Por ejemplo, además de la economía circular, un número creciente de ciudades están oponiéndose al consumo sin freno prohibiendo la publicidad, un movimiento que se ha mostrado particularmente activo en Francia. Las ciudades pueden contribuir a que pasemos de un mundo basado en el individualismo a uno basado en el universalismo; por ejemplo, un número creciente de ciudades (como Tallin, en Estonia; y Kansas City, en EEUU) ofrecen diferentes formas de transporte público gratuito, lo que podría ayudar a las personas a utilizar menos sus vehículos.

El cambio climático es un fenómeno provocado por el ser humano y las personas deben oponerse a él, sustituyendo tanto la función que desempeñan las empresas productoras de combustibles fósiles como proveedores de energía como el poder político que sustenta esta forma de vida letal. Para que las ciudades puedan hacer frente al cambio climático debemos cuestionar a los Gobiernos y las empresas. A nivel local, necesitamos construir energías renovables, adaptarnos al cambio climático, acabar con los residuos y compartir soluciones prácticas financiadas de forma colectiva. Es un reto, pero es mucho más plausible que dejarlo en manos del sistema energético que nos ha abocado a la situación actual.