Mediadores de deudas: una profesión esencial en la lucha contra el sobreendeudamiento

Mediadores de deudas: una profesión esencial en la lucha contra el sobreendeudamiento

Nathalie Carré and Marie Warnier, debt mediators, in their office at the public social services centre, CPAS, in the city of Andenne, Belgium, on 15 April 2022.

(Caroline Renaudière)

El sobreendeudamiento tiene lugar cuando una persona ya no tiene recursos suficientes para cumplir con una acumulación de obligaciones financieras. Las razones de una situación de este tipo son diversas: una enfermedad, la pérdida de empleo, la mala administración del presupuesto, el cambio de situación familiar. Son muchas las causas que concluyen con un sentimiento idéntico: la ansiedad ante las facturas que se apilan. En Bélgica, las personas que se encuentran en esta situación pueden recurrir a profesionales: los mediadores de deudas o mediadores concursales.

En su informe de mayo de 2022, Eurostat contrastó un aumento de la inflación anual de precios del 7,4% a finales de abril para la zona del euro. Un récord con enormes consecuencias para el presupuesto de los hogares, especialmente en lo relativo al aumento de las materias primas y el costo de la energía. En Bélgica, según el último estudio de Eurostat, el coste de la electricidad ha aumentado un 50% en relación con el año pasado y el del gasóleo para calefacción casi un 95%. Si a este panorama se le suman las consecuencias económicas de los dos años de pandemia, los riesgos para los hogares de encontrarse en una situación de sobreendeudamiento son muy reales.

En la década de los años 1990, Europa decidió reaccionar a esta situación creando disposiciones para permitir que las personas sobreendeudadas solicitaran un plan para sanear sus deudas. Dinamarca fue la primera en 1984, seguida por Francia, en 1989, con la ley Neiertz, que introdujo comisiones departamentales para el examen del sobreendeudamiento de las personas con el fin de promover acuerdos extrajudiciales y descongestionar los tribunales.

Bélgica, por su parte, decidió regular la liquidación colectiva de deudas en 1998 mediante la introducción de la profesión de mediador de deudas. La función de este último es establecer un plan de liquidación de las deudas restableciendo el diálogo entre el deudor y los acreedores. Tiene, pues, un deber de imparcialidad e independencia hacia las partes interesadas.

Un acompañamiento gratuito

Nathalie Carré y Marie Warnier dirigen el servicio de mediación de deudas del CPAS (centro público de acción social) en la ciudad de Andenne, en la provincia de Namur. Compañeras de trabajo y amigas desde hace 20 años, ambas son trabajadoras sociales. Esta es una de las pocas profesiones autorizadas para ejercer en calidad de mediador de deudas, a la par de abogados, agentes judiciales y funcionarios públicos. Para poder acceder oficialmente a la profesión, ambas tuvieron que seguir una formación de diez días.

“Cualquier persona física que tenga al menos una obligación de deuda puede ponerse en contacto con nosotros. Es un servicio gratuito”, recuerda Nathalie. Es el caso de Maryse, una trabajadora autónoma de 53 años que utilizó el servicio de mediación de deudas en 2012. “Tenía un café que funcionó muy bien hasta que se aprobó la ley que prohibía fumar en los establecimientos. Perdí la mitad de mi clientela. Tenía menos ingresos, pero mis gastos fijos eran los mismos. Aunque me mataba trabajando 80 horas a la semana, no lograba salir adelante. También tenía dos hijos que proteger. Me vi ahorcada, así que me declaré en bancarrota. Con la legendaria lentitud administrativa belga, tuve que esperar un año para que se pronunciara la sentencia de mi quiebra y 14 meses para recibir mi subsidio de desempleo. Sin embargo, durante todo ese tiempo, todos los días tenía un agente judicial tocando a mi puerta”, explica.

“Tenía miedo de despertarme por la mañana porque no sabía quién iba a tocar a mi puerta. Estaba acorralada por las deudas. Fue entonces cuando llamé a un mediador de deudas, le dije que no podía arreglármelas sola”.

Cuando, como en el caso de Maryse, se inicia un procedimiento de mediación de deudas, lo primero que debe hacerse es rellenar un formulario en el que se enumeran los recursos y los gastos mensuales fijos, por un lado, y los importes adeudados a los acreedores, por otro. Los acreedores son todas las personas, establecimientos o instituciones a las que se debe dinero. Deben inscribirse incluso las obligaciones de deuda personales (deber dinero a un miembro de la familia, por ejemplo). “Este es un paso tedioso, pero esencial para permitirnos ver con mayor claridad la situación y la estrategia que se va a adoptar. Es muy importante anotar el acreedor directo y no al intermediario. Algunas personas reciben cartas de diferentes agentes judiciales de la misma empresa y ni siquiera saben a qué crédito se refiere. En caso de procedimiento judicial, tendremos que notificar el plan a cada acreedor directo y no a los intermediarios [agente judicial]”, añade Marie Warnier.

Sobre la base de esta hoja de resumen, Nathalie y Marie elaboran un plan de liquidación de deudas que debe ser validado por cada uno de los acreedores. En Bélgica, la ley prevé dos medios de acción: el procedimiento extrajudicial o amistoso, que no es vinculante, y la liquidación colectiva de deudas, más comúnmente conocida por sus siglas en francés RCD. Dos procedimientos para el mismo objetivo: restablecer la situación financiera del deudor garantizando al mismo tiempo para él y su familia condiciones de vida acordes con la dignidad humana.

A diferencia del acuerdo amistoso, la liquidación colectiva de deudas está regulada por la ley. Por lo tanto, es un marco más estricto que establece, en particular, la congelación de los gastos e intereses durante todo el procedimiento y suspende las incautaciones. Un principio que no se aplica a la mediación amistosa y que Marie deplora, ya que siempre intenta favorecer esta solución. “En un mundo ideal, a mí me gustaría que esta congelación también existiera para los acuerdos amistosos. Creo sinceramente que esta posibilidad nos evitaría tener que recurrir a la liquidación colectiva de deudas, que sigue siendo un procedimiento legal muy complicado, no porque un plan amistoso sea imposible, sino porque las personas se encuentran bajo presión. No puedo establecer un presupuesto cuando la persona interesada viene a verme de nuevo para decirme que vinieron a incautar sus muebles, es imposible”.

“Después de unas semanas, mi mediadora me llamó para avisarme de que ya no tenía que preocuparme”, agrega Maryse, quien al cabo de cinco años de mediación, pudo saldar oficialmente sus deudas.

Mientras duró el procedimiento, acumuló varios empleos extenuantes y no ha salido ilesa de este calvario moral. “La mediación de deudas me dio seguridad en el sentido de que ya no tenía agentes judiciales tocando a la puerta. Pero seguía sintiendo esta presión diaria con mi mediadora, quien me pedía mucho papeleo, me hacía firmar acuerdos y constantemente me preguntaba cómo iba mi búsqueda de empleo. La mediación tiene sus pros y sus contras, en mi caso fue positiva, porque había llegado a un punto en mi vida en el que realmente estaba pensando en abandonarlo todo e irme con mis hijos bajo el brazo”.

“Todavía tenemos que hacer un trabajo de prevención con el público. Tenemos que romper el tabú que rodea al dinero. Hay que hablar del tema en las familias, en las escuelas. Y por qué no ofrecer un curso de gestión presupuestaria en todos los planes de estudios, eso sería realmente útil”, insiste Marie.

A pesar de las dificultades de este trabajo, que las obliga a hacer frente a situaciones de desamparo humano, las dos mujeres no han perdido nada de su buen humor y la pasión que las mueve. Cuando se les pregunta por los aspectos difíciles de la profesión, les cuesta encontrar una respuesta. Al cabo de unos momentos, Marie comenta: “Lo duro es ver volver a las personas que has ayudado. Es difícil porque ponen en duda tu papel y tu utilidad. Y luego están todas esas personas que ves luchando por salir adelante, que realmente están haciendo todo lo posible y para las que no está funcionando el plan porque el costo de la vida no para de subir, por ejemplo”.

Las cifras del sobreendeudamiento en Europa

En la actualidad, es difícil obtener un recuento preciso del número de hogares sobreendeudados. Por ello, los organismos estadísticos se basan en una serie de indicadores que, en su conjunto, dan una idea de la situación de sobreendeudamiento de un país. La armonización de los datos dentro de la Unión Europea también se complica mucho debido a las diferencias en la legislación. Sin embargo, la legislación europea relativa a la regulación de los préstamos “fáciles” pero arriesgados para los consumidores parece haber tenido un impacto positivo en los últimos años sobre el número de hogares que caen en una situación de sobreendeudamiento.

El observatorio belga del crédito y el endeudamiento ha analizado las cifras del informe correspondiente al año 2021 de la central de créditos a las personas físicas (CCP) del Banco Nacional de Bélgica (BNB) y destaca una cierta disminución de los impagos en el crédito, así como una disminución en el número de expedientes admitidos en liquidación colectiva de deudas. El informe no establece una encuesta tipológica, pero permite destacar que el grupo de edad más afectado es el de 35-44 años, independientemente del sexo. Hay más de 74.000 personas que se benefician de un procedimiento de liquidación colectiva de deudas. Este número ha ido disminuyendo en el curso de los últimos seis años.

Paradójicamente, la crisis sanitaria y sus efectos secundarios no han provocado una explosión de casos de sobreendeudamiento en Bélgica, como tampoco en Francia ni en Alemania, lo que podría explicarse por la concesión de aplazamientos temporales de pago concedidos por algunos acreedores en el contexto de la crisis de la covid-19 y por la reducción del gasto de los hogares durante los confinamientos. Sin embargo, los expertos del sector temen un aumento para 2022 y los años siguientes.

This article has been translated from French by Patricia de la Cruz