Alcohol, libertad social y quizás una nueva vida es lo que buscan los iraníes en una Armenia devastada por la guerra

Alcohol, libertad social y quizás una nueva vida es lo que buscan los iraníes en una Armenia devastada por la guerra

In this photo taken in downtown Yerevan on 26 November 2021, a sign in Farsi reads: “Massage salon. Free alcoholic drinks. Free hooka.”

(Mehrnoush Cheragh Abadi)
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Abdi (nombre ficticio) se detiene a la entrada de un edificio junto a la bulliciosa calle Aram, en el centro de la capital de Armenia, Ereván. Encima de la puerta de cristal del edificio hay un enorme cartel en inglés que señala: “Fondo para los niños de Armenia”. En el interior, un público bien vestido participa en un acto. Afuera, Abdi pregunta con curiosidad a través de las ventanas de cristal, tratando de averiguar qué está ocurriendo allí. Finalmente, tras leer el cartel en inglés, sus ojos brillan de esperanza y pregunta: “¿Qué tipo de organización es esta? ¿Puedo solicitar una ayuda?”.

Abdi, de 45 años y padre de tres hijos, era profesor y tenía un trabajo fijo en la ciudad iraní de Karaj. En octubre de 2021 lo dejó todo y se trasladó a Armenia huyendo de la crisis económica y del régimen dictatorial de Irán. Allí se matriculó en una escuela de odontología de una de las numerosas universidades que ofrecen cursos en inglés. Desde entonces ha estado buscando alguna fuente de ingresos que le permita traer a su familia a Ereván, una ciudad que sigue sufriendo las consecuencias económicas y políticas de la guerra de Nagorno Karabaj de 2020, que retumba como un conflicto permanente con Azerbaiyán.

Lo que llevó a Abdi a Armenia no fue la calidad de la educación superior ni las tasas de matriculación más asequibles. La mejor universidad de Armenia, la Universidad Estatal de Ereván, ocupa el puesto 2.641 en el índice del Ranking Web de Universidades, mientras que Irán cuenta con 54 universidades comprendidas entre los puestos 309 y el 2635 de dicha clasificación. Abdi es uno de los más de 3.000 estudiantes iraníes que se trasladaron a Armenia con la esperanza de tener más posibilidades de emigrar a países del Norte tras pasar unos años en este montañoso país del Cáucaso Sur.

En busca de una vida mejor

“Mi vida ya ha pasado”, explica Abdi durante uno de sus largos paseos por el centro de Ereván, el entretenimiento más barato que ha encontrado en la ciudad. “La vida de mi generación se echó a perder en la República Islámica, y no quiero que mis hijos pasen por lo mismo”.

Justo antes de la pandemia, Abdi fue aceptado en un programa de doctorado en España. Sin embargo, por aquel entonces la mayoría de las universidades ofrecían enseñanza a distancia a los estudiantes internacionales, por lo que perdió la oportunidad de irse a Europa en busca de “una vida mejor”. Después de esto cambió sus planes y optó por Armenia, un destino de fácil acceso para los iraníes. La vida en Armenia es más barata que en Europa, y los iraníes pueden viajar allí sin necesidad de visado.

“Armenia no es un país europeo, pero aun así es mucho mejor que Irán. No quiero que mi hija crezca sometida a estrictas leyes islámicas, obligada a ponerse el hiyab y a ir a clase de religión en la escuela. Espero que con el tiempo pueda vivir y estudiar en Occidente”, explica a Equal Times.

Al igual que Abdi, en la última década muchos iraníes han acabado en la capital armenia. Los que no encuentran una vía directa para emigrar legalmente a países como Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido eligen Armenia como destino migratorio temporal. No hay datos oficiales respecto al número exacto de iraníes que viven en Armenia, pero es imposible no escuchar conversaciones en farsi por las calles con aire soviético de Ereván.

Mientras prosiguen las manifestaciones contra el hiyab obligatorio y la represión mortal contra los disidentes en Irán, en los próximos meses se prevé un aumento del número de inmigrantes con estudios y de trabajadores cualificados procedentes de Irán.

Este patrón migratorio se ha producido después de todos los movimientos sociales importantes que tuvieron lugar en dicho país en 1999, en 2009 y en 2019.

En cada esquina del centro de Ereván pueden verse grandes carteles en farsi que anuncian alojamiento, comida, excursiones e incluso transferencias de dinero entre Irán y Armenia, pese a las sanciones internacionales que prohíben a los iraníes transferir dinero dentro y fuera del país.

Algunos de los iraníes que llegaron a territorio armenio en los últimos años lo han convertido en su segundo hogar. Uno de ellos es Hamid, de 53 años, exagente de seguros.

En 2011 cerró su oficina de seguros, vendió todo lo que tenía y empezó su búsqueda de una nueva vida. Primero fue a Malasia con la esperanza de obtener la residencia permanente a través de un programa de inversión, pero todo fue en vano. Luego se marchó al otro lado del planeta y aterrizó en Brasil con el mismo objetivo. Pero tras un nuevo fracaso, y sin mucho dinero en el bolsillo, Hamid se instaló finalmente en Armenia en 2014.

Ahora regenta un pequeño puesto en el famoso mercadillo Vernissage de Ereván, donde vende los objetos de artesanía que fabrica su mujer. Con este pequeño negocio Hamid sacó adelante a sus dos hijos y ahora ambos estudian en una universidad de Alemania.

“Estoy contento de que hayan podido irse a Europa”, afirma mientras muestra collares y pulseras con flores bordadas. “Yo no logré llegar a Europa, pero si mis hijos consiguen vivir allí, quizás mi mujer y yo también podamos marcharnos y jubilarnos allí con ellos”, añade con una sonrisa desvaída, como si él mismo no creyera que su sueño pudiera hacerse realidad.

Para él, la libertad social y la seguridad que ha conseguido en Armenia son las principales razones para vivir en un país con un idioma y una religión diferentes.

“Aquí me siento cómodo. Los armenios son agradables; a raíz de sus antecedentes históricos entienden lo que significa abandonar la propia tierra natal y buscar un lugar seguro para vivir”, continúa, refiriéndose al genocidio armenio, durante el cual casi un millón de armenios fueron asesinados por el gobierno nacionalista del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial.

Mucha diversión con poco dinero

Pero no todos los iraníes en Armenia buscan una vida tranquila o un futuro brillante para sus hijos.

“Lo que los iraníes quieren es divertirse”, cuenta Khachatour Harounyan, asesor de turismo en Ereván, que ha trabajado con turistas iraníes durante los últimos cinco años.

Harounyan explica que los veraneantes iraníes constituyen una importante inyección para el turismo armenio, puesto que son uno de los cuatro principales grupos de visitantes después de los rusos, los residentes de la Unión Europea y los estadounidenses. No obstante, la mayoría de los turistas iraníes solo gastan su tiempo y su dinero en la capital, Ereván.

“Es raro ver a turistas iraníes en otra ciudad que no sea Ereván. Por lo general, suelen hacer una excursión de un día al lago Sevan en verano. En Ereván, la mayoría de los iraníes se divierten comprando alcohol en los supermercados, bebiendo en los albergues o yendo a las discotecas iraníes”, señala Harounyan.

Según él, estos turistas tienen un presupuesto muy ajustado debido a la devaluación de su moneda. Desde 2018 la moneda iraní se ha devaluado en más de un 70% como consecuencia de las sanciones impuestas por Estados Unidos. Pero aun así, cada año miles de iraníes viajan a su país vecino, Armenia.

Armenia puede que sea un destino vacacional desconocido para muchos turistas a nivel mundial, pero no para los iraníes. En 2016 ambos países eliminaron todos los requisitos de visado de 90 días para sus respectivas poblaciones. De manera que para aquellos iraníes que apenas pueden conseguir un visado de turismo, trabajo o estudio para otros países, Armenia es el paraíso. Sin embargo, los gastos de viaje a este paraíso han aumentado considerablemente desde el comienzo de la guerra de Ucrania debido a que muchos ciudadanos rusos se han visto obligados a huir a Armenia ante la movilización parcial de antiguos militares para luchar en la guerra de Ucrania.

A los iraníes les da igual que en 2019 Armenia ocupara el puesto 79 de 140 países en el Informe de Competitividad de Viajes y Turismo del Foro Económico Mundial. En la medida en que puedan escapar de las estrictas leyes islámicas de su patria y de las duras medidas punitivas, seguirán viajando a este país en desarrollo, pasando una o dos semanas en su capital, deambulando medio borrachos por sus calles.

Leyla y su novio Ali, ambos profesionales treintañeros, viajaron a Ereván para pasar diez días de vacaciones y descansar un poco de Irán. A pesar de que en Ereván está prohibido beber en la calle, ellos caminan por la Plaza de la República de Ereván agarrados del brazo y con sendas botellas de cerveza en mano.

“¿Qué nos va a hacer la policía?”, pregunta Leyla impasible ante la posibilidad de que les sancionen. “¿Multarnos? Pues pagaré esa multa encantada. En Irán, si nos detuvieran por beber, incluso dentro de nuestra casa, nos azotarían”.

Con el mismo objetivo de “experimentar un poco de libertad”, Shafi, bombero de 25 años, hizo el viaje de más de 2.000 kilómetros a Ereván para, según dice, “ver cómo es Europa”. Empezó su viaje desde la ciudad portuaria de Bushehr, en la parte iraní del Golfo Pérsico. Pagó unos 15 dólares USD por un vuelo nacional a Teherán y un autobús hasta Ereván. Shafi hizo un viaje de cuatro días para pasar dos noches en Ereván.

Solo tenía una semana de vacaciones y, en lugar de Armenia, podría haber viajado con un pequeño barco a Dubái, al otro lado del Golfo Pérsico. Pero un viaje de una semana a Dubái le habría costado diez veces más que viajar a Armenia.

“En Dubái se ve más o menos el mismo paisaje y la misma gente que en Irán”, señala. Ya en la capital armenia, Shafi trepa por las escaleras de piedra caliza del Cascade Complex, llevando en la mano una botella de vodka escondida en una bolsa de plástico oscura. Se detiene para pegar un trago a la botella y recuperar el aliento, y dice satisfecho: “Esto es como Europa. ¡Mira todos esos coches nuevos! ¡Mira las mujeres con la cabeza descubierta! ¡Es maravilloso!”.