Treinta años después, Bosnia-Herzegovina aún no tiene una historia compartida

Treinta años después, Bosnia-Herzegovina aún no tiene una historia compartida

According to the OSCE, ethnic divisions continue to be reflected in the teaching and learning of history. In the picture, the history textbooks for grades seven to nine used in primary schools in Sarajevo (but not the whole of the country).

(Ricard González)
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La Gimnazija es quizás el centro de secundaria más prestigioso de Mostar, ciudad que durante la guerra de Bosnia-Herzegovina en los años noventa se partió agriamente en una mitad croata y otra bosníaca –de religión musulmana–. Su histórico edificio, construido hace más de un siglo en estilo morisco, es el único de toda la ciudad que acoge a alumnos de sus dos grandes grupos étnicos. “El resto de institutos son sectarios, para bosníacos o croatas. Aquí asisten todos, pero los chavales se juntan solo en las clases de Educación Física y Tecnología”, explica Haris Idriz, el exdirector del Gimnasium. Uno de los aspectos más problemáticos de este sistema es que los alumnos reciben unas versiones muy diferentes de la historia de Bosnia-Herzegovina, un Estado todavía muy frágil y fragmentado 30 años después del inicio del conflicto.

En los tres años que duró la brutal guerra de Bosnia-Herzegovina, de 1992 a 1995, se estima que fallecieron más de 100.000 personas. El conflicto se enmarca en el proceso de desmembración de Yugoslavia, que provocó otras guerras, pero ninguna tan larga y sangrienta. La intervención de la OTAN forzó el fin de las hostilidades, que se plasmó en los Acuerdos de Paz de Dayton. Este pacto dividió el país en un distrito autónomo y dos entidades: la Republika Srpska y la Federación de Bosnia-Herzegovina, a su vez dividida en diez cantones. Cada uno de estos niveles administrativos tiene su propio Gobierno. Además, Dayton recoge en su anexo V la Constitución del país, que instaura un sistema de reparto de los cargos políticos en base a cuotas étnicas. El ejemplo más emblemático es el de la presidencia tripartita y rotatoria, formada por un representante de cada uno de los pueblos denominados constitutivos: bosníacos, serbios y croatas.

Por lo tanto, el sectarismo afecta también al sistema educativo, repartido en una docena de ministerios de Educación, uno para cada nivel administrativo.

En algunos lugares hay escuelas públicas confesionales. En otros los alumnos de etnias diferentes asisten a la misma clase, pero se separan para las lecciones de algunas asignaturas como religión, lengua y literatura, geografía e historia. Por último, en 56 institutos de tres cantones los alumnos asisten a una misma escuela pero a clases diferentes. Es el caso del Gimnasium de Mostar, que forma parte del sistema llamado “Dos escuelas bajo el mismo techo”, introducido por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) a comienzos del nuevo milenio. “La intención era que después de unos años estas escuelas estuvieran completamente unidas e integradas, y que al final fueran una sola escuela bajo un mismo techo. Esto no ha sucedido hasta la fecha”, destaca Samir Beharić, activista del Centro para la Educación y la Socialización de Jajce, una de las ciudades más perjudicadas por la segregación escolar.

El consenso que no llega

En general, se pueden distinguir tres currículos diferentes y, como resultado, tres visiones diferentes de la historia del país. “La división no es solo en asuntos relacionados con la partición de Yugoslavia y todo lo que vino después. Hay también una diferencia en cómo se habla de la II Guerra Mundial o incluso de la historia medieval”, sostiene Jasmin Medić, un historiador de la Universidad de Sarajevo. Bojana Dujković, miembro de EUROCLIO, la red europea de profesores de historia, coincide con la apreciación: “Cada grupo exagera los crímenes que ha padecido y minimiza los crímenes cometidos por sus miembros o instituciones. Ni tan siquiera existe un consenso sobre cómo llamar a la guerra de Bosnia: guerra civil, guerra de agresión, guerra de religiones…”.

Según el lugar donde se enseñan, todos los principales eventos del conflicto se presentan de manera diferente en los libros de texto utilizados. En las escuelas de la Republika Srpska, la entidad de mayoría serbia, no se menciona en absoluto el genocidio de Srebrenica, pero sí la persecución hacia los serbobosnios. Por otra parte, en las instituciones educativas de la Federación de Bosnia-Herzegovina, entidad mayoritariamente bosníaca, se explica que el ejército serbobosnio fue responsable del genocidio de Srebrenica y de la limpieza étnica hacia las otras comunidades en todas las áreas bajo su control, mientras se subestiman los sufrimientos de los serbobosnios. El mismo enfoque se aplica a los manuales del currículo croata.

El genocidio de Srebrenica es precisamente el tema más espinoso. En 1995, 8.372 bosníacos fueron ejecutados en este pueblo del este del país a manos de las fuerzas paramilitares serbobosnias. Y como esto es un hecho establecido por la justicia internacional, Medić defiende la necesidad de coordinar los diversos programas educativos a partir de una base común. “Una posibilidad es tomar las sentencias del Tribunal Internacional para la antigua Yugoslavia como fundamento al ser una institución neutral”, propone, mientas se muestra crítico ante el hecho de que los currículos impartidos a las comunidades serbobosnia y croatobosnia se alinean cada vez más con el programa de sus vecinos Serbia y Croacia, respectivamente.

Beharić incluso rememora que, cuando él iba a la escuela primaria en Jajce y solo se podía seguir el currículo croata en esa ciudad, en los libros de texto se mencionaba como capital a Zagreb, que es donde normalmente esos libros se imprimían. “También tuve que memorizar el himno croata en primer grado como si fuera el mío”, recuerda aún maravillado. Anđelko Maslać, portavoz del HDZ BiH, el principal partido nacionalista croata, niega que hoy en día se pueda dar una situación similar y asegura que para los croatobosnios la capital es Sarajevo. “Los croatas de Bosnia-Herzegovina también tenemos ciudadanía croata, pero Bosnia-Herzegovina es nuestra patria. Yo no me planteo salir de aquí”, declara con convicción.

Según Dujković, el principal problema del sistema educativo en Bosnia-Herzegovina no es que no exista una única narrativa de la historia, sino su bajo nivel: “Los profesores no reciben una buena formación y no están bien pagados. [En la escuela pública] cobran entre 600 y 800 euros al mes. El 90% de la formación que reciben proviene de las ONG, no del Estado”.

Además de proporcionar una visión parcial de la historia del país, no se fomenta el pensamiento crítico de los alumnos, sino tan sólo la memorización de una serie de fechas y nombres. “La que yo llamo ‘guerra de los noventa’ se suele enseñar rápido y mal a final de curso de noveno grado”, comenta Dujković, que se ha consagrado a la labor principal de la asociación de profesores de historia EUROCLIO: la producción de materiales didácticos adicionales a los libros de texto que recojan testimonios diferentes y empujen a los estudiantes a pensar por su cuenta. “No estamos intentando unificar la historia de Bosnia-Herzegovina, sino mejorar la calidad de la enseñanza de las clases de historia. Los materiales que producimos, todos gratuitos y disponibles en línea, abordan temas sensibles desde un enfoque multiperspectivas que incluye información de los archivos, periódicos de la época, entrevistas a testimonios, fotografías, etc.”, explica.

El control de cómo se enseña la historia en las escuelas ayuda a los partidos políticos nacionalistas de las diversas comunidades étnicas a mantener su hegemonía en la escena política. “Desde el fin de la guerra, estas formaciones han recibido al menos el 70% de los votos”, comenta el analista político Jasmin Mujanović. En las últimas elecciones, celebradas el pasado 2 de octubre, los partidos nacionalistas lograron una mayoría en los Parlamentos de los diversos niveles administrativos del país. Sin embargo, sus resultados han sido cuestionados por la existencia de irregularidades, como la compra de votos.

En 2020 la OSCE, consciente de que “las divisiones étnicas continúan reflejándose en la enseñanza y el aprendizaje de la historia”, afirmó que los libros de texto deberían ser objetivos y “dirigidos a construir el entendimiento mutuo, la reconciliación y la paz en Bosnia-Herzegovina”. Sin embargo, en su recomendación reconocía que el camino hacia la formulación de una historia común es muy largo: “En las sociedades que salen de un conflicto, la reforma de la enseñanza de la historia es un proceso delicado y complejo”.

This article has been translated from Spanish.