Ante la inacción política y las “medidas anticlimáticas”, los científicos salen de sus laboratorios y se movilizan

Ante la inacción política y las “medidas anticlimáticas”, los científicos salen de sus laboratorios y se movilizan

Members of the group Scientist Rebellion demonstrate in front of the German Federal Ministry of Transport in Berlin, April 2022. Their sign reads: “Stop fossil madness. Climate revolution now!” in German.

(Stefan Müller/CC BY 2.0)
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“La magnitud de la amenaza de la crisis climática es absolutamente enorme, y nadie nos hace caso. Ya hemos publicado suficiente información, lo que necesitamos ahora es la acción pública”, afirma exasperado Aaron Thierry, científico británico especialista del sistema terrestre y activista medioambiental de Scientists for Extinction Rebellion.

En los últimos años, los movimientos ecologistas en los que participan activistas que reivindican su calidad de científicos se han multiplicado en todo el mundo. Entre ellos se encuentran desde la organización de la que forma parte Aaron Thierry hasta la Scientists Rebellion o la Red internacional A22 (que incluye entre otros a Just Stop Oil, Declare Emergency, Dernière Rénovation, Renovate Switzerland, etc.).

Preocupados por la velocidad del cambio climático y frente a la inacción política, e incluso ante ciertas políticas “anticlimáticas”, muchos científicos de todas las disciplinas participan a su vez en acciones de desobediencia civil.

Durante mucho tiempo se limitaron a exponer sus inquietudes en diversos foros de los medios de comunicación recabando miles de firmas sin obtener ninguna respuesta política a la altura de lo que se encuentra en juego. Los científicos consideran que no tienen más remedio que ponerse su bata blanca y salir de sus laboratorios para manifestarse.

“Los académicos estamos idóneamente situados para encabezar una rebelión: poseemos un rico acervo de conocimientos; estamos bien conectados tanto a nivel internacional como con los responsables de la toma de decisiones; disponemos de grandes plataformas desde las que podemos informar, educar y reunir a personas procedentes del mundo entero; y gozamos de una autoridad y una legitimidad implícitas, que son la base del poder político”, reclama Scientists Rebellion en su página web.

En noviembre de 2022, mientras los líderes mundiales se reunían en Sharm el Sheij (Egipto) con motivo de la COP27, esta organización de más de 1.200 científicos de 26 países que reclaman una “revolución climática” organizó una serie de protestas. En una docena de aeropuertos, los científicos se coordinaron para bloquear los aviones privados y pedir que se ponga fin a los vuelos de corta distancia, que son formas de transporte que contribuyen desproporcionadamente al calentamiento global del planeta.

Peter Kalmus, climatólogo asociado al Jet Propulsion Lab de la NASA, era uno de ellos y fue detenido junto con otras tres personas el 10 de noviembre de 2022 por el allanamiento de una terminal de jets privados en el Wilson Air Center de Charlotte, Carolina del Norte (EEUU). Esta no era su primera acción y, desde su punto de vista –ya que habla en nombre propio y no en el de la agencia espacial– la desobediencia civil es necesaria para sensibilizar a la opinión pública sobre la emergencia de la situación.

“Contamos con la tecnología y los conocimientos necesarios para hacer frente al cambio climático. Solo es cuestión de hacer evolucionar la opinión pública, el discurso y el poder político para poner fin al uso de combustibles fósiles”, explica a Equal Times.

Una disonancia cognitiva: “del dicho al hecho”

El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) no deja lugar a dudas. Redactado por expertos científicos por mandato de los gobiernos, este informe evalúa la realidad, las causas y las consecuencias actuales del cambio climático y formula posibles soluciones. Los próximos años serán decisivos para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y evitar que el calentamiento global supere los 2° C y, de ser posible, los 1,5 °C. A pesar de las promesas jurídicamente vinculantes contraídas en la Conferencia sobre el Clima de París en 2015, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que la comunidad internacional aún está lejos de cumplir sus compromisos.

Para numerosos científicos que se movilizan llevando a cabo acciones de desobediencia civil, la inacción por parte de los responsables políticos y de la sociedad se debe a la falta de consideración real de su trabajo.

La película estadounidense No mires hacia arriba: negación cósmica, de Adam McKay, estrenada en diciembre de 2021 en Netflix, ilustra a través de una tragicomedia un sentimiento experimentado por muchos. Cuando dos astrónomos intentan advertir al mundo de la amenaza de un gran cometa que podría destruir el planeta Tierra y a sus habitantes [alegoría de la amenaza climática], se topan con la desinformación, la negación y el sarcasmo tanto del mundo político como del mediático.

En realidad, pese a que los científicos entrevistados para este artículo han dado a conocer diversas emergencias climáticas, tales como las proyecciones de calor húmedo extremo, el impacto del calentamiento global sobre el permafrost o la relación entre consumo y degradación medioambiental, no se está aplicando ninguna decisión política para reducir significativamente su impacto sobre el medio ambiente.

“A los científicos se nos pide que elaboremos informes como los del IPCC para avizorar el futuro de nuestro planeta, sin embargo, se hace caso omiso de nuestras recomendaciones”, explica Jérôme Santolini, investigador en ciencias de la vida y uno de los coordinadores del colectivo francés Scientifiques en rébellion (afiliado al mencionado Scientist Rebellion). “Las soluciones por las que optan actualmente nuestros responsables políticos tendrán un impacto más negativo que positivo. Es una situación muy difícil de soportar como científico y no es posible seguir viviendo en esta contradicción”, añade.

Creciente movilización y politización de la comunidad científica

Las medidas políticas adoptadas para limitar el aumento del costo de la energía en Europa y el reciente acuerdo para limitar los precios del gas, calificado por el investigador Santolini como “prima a los combustibles fósiles”, subrayan esta contradicción. En lugar de poner en marcha una reflexión a largo plazo sobre la reducción del consumo de energías no renovables, diversos gobiernos prefieren mantener los mismos precios a costa de sus compromisos en las distintas Conferencias de las Partes (COP).

Está en entredicho, pues, todo el sistema de mercado que permite los daños medioambientales a cambio de una compensación. A juicio de los científicos entrevistados para este artículo, considerar ecosistemas enteros como un valor de mercado que obedece a la ley de los mercados financieros, cuando son regulados únicamente por leyes naturales, asegura consecuencias devastadoras para el medio ambiente.

“Esta visión ultraliberal de la naturaleza es un suicidio colectivo y los verdaderos ecoterroristas son los gobiernos. Si queremos evitar la catástrofe que nos espera dentro de unos años, debemos tomar medidas radicales ahora”, afirma Santolini a Equal Times.

En los últimos años, ya hemos visto en los programas televisivos científicos que adoptan posiciones cada vez más políticas, como el astrofísico y filósofo francés Aurélien Barrau, el politólogo y miembro belga del IPCC François Gemmene y la antropóloga e ingeniera española Yayo Herrero, defensora del ecofeminismo. Su participación en movimientos de desobediencia civil permite a los científicos crear nuevos espacios mediáticos para comunicar sus datos científicos y demostrar la gravedad de los problemas.

Y este posicionamiento no está exento de riesgos para ellos. Por ejemplo, la bióloga británica Emma Smart fue condenada a varios meses de cárcel en el Reino Unido por su participación en una acción y se declaró en huelga de hambre. Rose Abramoff, especialista de ecología del suelo y de los bosques, comentó al New York Times haber perdido su empleo en el laboratorio de investigación donde trabajaba en Estados Unidos a causa de su activismo.

Desafiar el statu quo establecido por los grupos de presión de los combustibles fósiles

El poder de los grupos de presión de los combustibles fósiles sigue siendo particularmente importante y suele denunciarse como una de las causas de la inacción política. “La industria de los combustibles fósiles ha optado por hacer todo lo posible para frenar las medidas a favor del clima e impedir la transición a otras energías”, afirma Peter Kalmus. “Saben perfectamente que sus acciones están causando la destrucción irreversible de nuestro planeta, pero continúan anteponiendo sus beneficios a corto plazo en detrimento de las generaciones futuras de seres humanos, del medio ambiente y de toda la vida en la Tierra”, añade.

Un informe publicado por Global Witness, en colaboración con otras ONG, identificó 636 grupos de presión de los combustibles fósiles presentes en la COP27, un número superior al total de representantes de los 10 países más afectados por el cambio climático.

“Una de las misiones fundamentales del activismo es sacar a la luz la instrumentalización del Estado por parte de los intereses de los combustibles fósiles, así como la complicidad de los responsables políticos, con el fin de que los ciudadanos exijan un cambio de rumbo y optemos por ponernos del lado de la humanidad y de la vida en la Tierra, y no a favor de los beneficios de los sectores que están destruyendo los sistemas que sustentan nuestra vida, afirma Julia Steinberger, autora principal del tercer grupo de trabajo del IPCC y activista de Renovate Switzerland, quien también fue detenida en Suiza en octubre de 2022 tras una acción de desobediencia civil en la que se pedían medidas para fomentar la renovación térmica de los edificios.

Del mismo modo que las sufragistas consiguieron que las mujeres tuvieran derecho de voto, o que el movimiento por los derechos civiles hiciera posible que los afroamericanos gozaran de estos derechos, los científicos también quieren marcar el cambio de rumbo en su campo.

“Mientras la democracia no funcione, mientras esté monopolizada por intereses particulares, mientras los medios de comunicación no hagan su trabajo y el público no sea consciente de la gravedad de la crisis, seguiremos movilizados”, afirma Aaron Thierry a guisa de conclusión.

This article has been translated from French.