¿Están los artistas, escritores, músicos amenazados por la inteligencia artificial?

¿Están los artistas, escritores, músicos amenazados por la inteligencia artificial?

The creative AI revolution has sparked fascination and fear in equal measure. Could AI be exploited to cut costs, to demand more work in less time, to make sectors such as design even more precarious or to automate the easiest tasks? In this image, a teamLab exhibition in Beijing, China in 2017.

(Pan zhiwang/Imaginechina via AFP)

En un concierto organizado por la Universidad de Oregón una inteligencia artificial llamada EMI logró engañar a su audiencia haciendo pasar sus composiciones musicales por piezas del mismísimo Johann Sebastian Bach. En Nueva York, un programa informático escribió de principio a fin una novela inspirándose en la mítica obra En la carretera, de Jack Kerouac. En París, el retrato de Edmond de Belamy, pintado por una red neuronal artificial, fue subastado en una puja por miles de euros.

Todo esto que parece tan nuevo, tan transgresor, en realidad forma parte de la prehistoria de la inteligencia artificial (IA). Tanto la subasta como la publicación de la novela ocurrieron hace cinco años, en 2018, pero algoritmos como el de EMI llevan desarrollándose desde los 80. La obsesión por crear una máquina a imagen del cerebro humano, una inteligencia capaz de calcular, razonar o incluso crear obras artísticas viene de lejos. Si bien en los últimos años se han dado pasos a tal velocidad que se ha desplazado la línea de lo que hasta ahora creíamos impensable.

En 2022 programas de IA como Dall-E2, Midjourney o Stable Diffusion sorprendieron por su capacidad para crear imágenes inéditas, inmediatas y asombrosamente realistas a partir de una simple descripción de texto: desde cowboys en la luna a versiones cubistas de La joven de la perla o recreaciones de la Revolución Francesa vista desde un ojo de pez. Otros como GPT-3 demostraron su habilidad para redactar textos complejos y poemas originales en pocos segundos.

Igual que EMI pudo imitar a Bach, existen algoritmos que componen sus propias melodías, que ilustran cómics o que escriben guiones para cortometrajes.

Algoritmos capaces de derrotar al ingenio humano en un concurso artístico, como ya hizo uno de sus mecánicos antecesores contra el imbatible ajedrecista Kaspárov.

La revolución de las IA creativas ha despertado una ola de fascinación, pero también de miedo. La duda es razonable: si un 56% de los puestos de trabajo actuales están ya amenazados por la automatización, ¿podrían artistas, diseñadores y profesionales creativos sumarse a la lista?, ¿hasta qué punto puede la creatividad artificial dejar obsoleta a la humana?

¿De dónde surge la creatividad artificial?

Los programas basados en inteligencia artificial, igual que el cerebro humano, tienen sus propias redes de neuronas –neuronas artificiales–. En ellas se almacenan ingentes cantidades de datos que luego son analizados, clasificados, recombinados. Así es como empiezan a cocinarse las ideas.

“El gran salto de la inteligencia artificial se produjo hace unos años con el desarrollo del deep learning (aprendizaje profundo). Se adquirió el soporte para entrenar redes profundas en tiempos muy cortos para que fuesen capaces de analizar datos, pero también de aprender de su propia experiencia”, explica a Equal Times Karina Gibert, directora del centro de investigación sobre inteligencia artificial IDEAI-UPC y una de las referentes de esta especialidad en España. “Lo llamamos inteligencias creativas –continúa Gibert– porque son capaces de coger elementos sueltos que han adquirido por aprendizaje y combinarlos para generar algo nuevo”.

Un ejemplo es el retrato de Edmond de Belamy, realizado por una IA tras analizar 15.000 retratos pintados entre el siglo XIV y el siglo XX. Otro es el proyecto The Next Rembrandt que, después de estudiar 300 obras del pintor holandés, es capaz de pintar obras nuevas recreando su estilo. El mismo proceso siguen los programas como Dall-E –fusión del nombre del robot WALL·E, de Pixar, y Salvador Dalí–, que crean imágenes a partir de textos. El usuario escribe qué quiere ver, la IA busca en su base de datos y diseña en muy poco tiempo varias versiones.

Las voces más críticas acusan a la IA de copiar, de practicar una forma sofisticada de plagio. Aunque, en realidad, lo que hace no es muy diferente al proceso inconsciente que desarrolla el cerebro humano. Como explica Margaret Boden, una de las principales eminencias en inteligencia artificial: “probablemente los pensamientos nuevos que se originan en la mente no son completamente nuevos, tienen su raíz en representaciones que ya existían”. Eso sí, el hecho de que las máquinas hayan aprendido a replicar parte de nuestro proceso creativo, no quiere decir que puedan emularlo en su totalidad.

“La creatividad tiene un componente imposible de ser objeto de automatización”, señala a Equal Times María Luisa Sanz de Acedo, catedrática en Psicología especializada en Habilidades del Pensamiento y Creatividad.

“Unos lo denominan subjetividad, otros energía vital, espiritualidad. La IA puede simular cierto comportamiento humano, pero ese mundo interior complejo queda lejos de lo que puede realizar”.

Coincide con ella Pablo Sanguinetti, autor e investigador sobre creatividad artificial. “Las IA no imaginan, ni sienten, ni tienen conciencia ni entienden el mundo”, explica. “Estos sistemas hacen extraordinariamente bien sobre todo una cosa: procesar gran cantidad de información, extraer patrones de ese caos aparente; pero lo que define la creatividad con mayúscula es la capacidad humana de salirse de esos patrones, negarlos o resignificarlos. No estoy seguro de que las máquinas sean capaces de hacer esto aún”.

¿Herramienta o amenaza?

Cristina de Propios es una artista y diseñadora española. Desde el inicio de su carrera apostó por la innovación, se especializó en unir arte y robótica. El salto a la inteligencia artificial era solo cuestión de tiempo. “Cuando se vendió el cuadro de Belamy me llamó mucho la atención. Yo misma me pregunté ‘¿cómo va a hacer arte una máquina?’, pero antes de criticarlo decidí probar”.

Su último proyecto consiste en unos “lienzos vivos” compuestos de autómatas celulares que gracias al aprendizaje profundo van creando composiciones y movimientos diferentes cada vez. “Esta tecnología es muy interesante por las posibilidades visuales que ofrece, por sus resultados sorprendentes, es una especie de creatividad aumentada”, valora la artista quien no duda en resaltar también la importancia del factor humano. “La IA no entiende lo que es bello o armónico. Es como un niño pequeño al que tú enseñas a partir de lo que sabes”.

Como ella, cada vez más creadores se valen de inteligencias artificiales como herramientas creativas. “Los resultados de la combinación de datos que realizan las máquinas pueden actuar como estímulo en la memoria de trabajo del creador”, cuenta la experta en creatividad María Luisa Sanz de Acedo. Dicho de otro modo, la IA puede proporcionar recursos para no tener que empezar desde el lienzo en blanco.

“Igual que algunos se van al mar y otros se pone a leer libros, la IA puede ser una herramienta más de inspiración”, explica en la misma línea la informática Karina Gibert.

Sin embargo, en sectores como el diseño no lo ven con tan buenos ojos. Las posibilidades que ofrecen estos avances podrían ser aprovechados –dicen– para rebajar costes, exigir más trabajo en menos tiempo, precarizar aún más su sector o incluso automatizar los encargos más sencillos. “Efectivamente creo que va a haber puestos de trabajo en peligro”, señala Abel Guzmán, diseñador gráfico. “Como en otros avances tecnológicos, surgirán nuevas profesiones. Habrá gente que se especialice, que aprenda a entender cómo piensa la IA, qué indicaciones darle. Personalmente en mi caso, creo que solo tengo dos opciones: “formarme o quedarme atrás”.

El reciclaje –apunta no obstante– no siempre será fácil, sobre todo en un sector que evoluciona tan rápido y en el que es difícil competir con las nuevas generaciones. Esto explica las recientes protestas de profesionales creativos a través manifiestos en redes sociales, donde algunos han creado su propio sello para identificar que sus obras están libres de IA. “Lo puedo entender –explica Guzmán–. A muchas de esas personas les pilla ya mayores o son muy puristas de la profesión. Le han visto las orejas al lobo. Es verdad que nosotros ofrecemos algo que no puede la inteligencia artificial. La IA da resultados pero no habla con el cliente, no sabe la carga emocional de un proyecto. Si lo que buscas es un trabajo mecánico puedes pedirlo a una IA, pero si quieres un trabajo más humano, más empático, debes saber que tendrás que pagar diferente a aquel que solo tenga una granja de ordenadores”.

La IA y los nuevos mitos

El debate por el impacto en el empleo no es el único dilema pendiente de las inteligencias artificiales creativas. Queda por resolver, por ejemplo, a quién corresponden los derechos de autor de cualquiera de estas obras: a la propia IA, a la persona que le da las indicaciones, a los creadores de las obras en las que se inspira, al informático que la desarrolló.

“La irrupción de una nueva técnica creativa no trae solo nuevas formas de producción, sino que modifica la idea misma de qué es arte”, recuerda el investigador Pablo Sanguinetti.

“Basta con pensar en la fotografía, el cine, la imprenta. Estos momentos van acompañados siempre por algo de ansiedad: el miedo de que la técnica sustituya al artista”. Nada que la ciencia ficción –desde Blade Runner al monstruo de Frankenstein– no haya contado cientos de veces.

“El miedo que antes se tenía al destino, a los dioses, a la providencia, se ha trasladado al miedo a nosotros mismos, a nuestro mundo de objetos. La inteligencia artificial es un mito como antes lo fueron los santos. Se les presupone el poder de hacer milagros”, explica a Equal Times Fernando Broncano, catedrático de Filosofía de la Universidad Carlos III de Madrid.

Según el profesor no tiene sentido temer a las máquinas, como tampoco pensar que tenemos una esencia muy distinta a ellas. “Nosotros somos en parte maquinas ya. La especie humana es un producto tanto de su biología como de su entorno técnico, sus herramientas, sus medicinas”.

“La vida es el mayor ejemplo de creatividad que existe –recuerda el filósofo–. Por ejemplo, una tormenta puede producir un cambio en el entorno, puede generar algo nuevo, pero es el humano –la sociedad– quien le da valor, quien decide qué hacer con eso. La reflexión que debemos hacernos entonces no es qué nos diferencia de las máquinas, sino qué queremos hacer con ellas”.

This article has been translated from Spanish.