Elecciones en EE.UU.: la desconexión

 

Se necesitarían 10 millones de puestos de trabajo para que las tasas de desempleo y de participación laboral volvieran a los niveles anteriores a la recesión.

Con las actuales tasas de crecimiento, el Economic Policy Institute calcula que se tardaría una década en conseguirlo.

Una década de desempleo masivo constituirá una auténtica tragedia humana, en especial para los jóvenes. Asimismo, prácticamente garantizará la disminución de los sueldos y el aumento de la desigualdad.

 

La experiencia de los europeos con las medidas de austeridad (las tasas de desempleo siguen aumentando y la comunidad no consigue salir de la recesión) debería servir de clara advertencia a Estados Unidos.

La imposición de medidas de austeridad (aumento de impuestos y recortes en gastos) en una economía débil aumenta aún más la miseria y es muy probable que provoque la vuelta a la recesión.

Estas realidades deberían llevar a los políticos estadounidenses a discutir enérgicamente sobre cómo crear puestos de trabajo para los ciudadanos.

Sin embargo, a medida que nos acercamos al primer debate presidencial del 3 de octubre, este asunto sigue silenciado.

El republicano Mitt Romney ha decidido centrarse en los fracasos de Obama y minimizar la atención que se presta a sus remedios para la economía.

De hecho lo que ofrece es una versión recalentada de lo que los conservadores llevan vendiendo desde hace tres décadas: fuertes recortes en el gasto nacional, recortes fiscales para los más ricos, desregulación, comercio libre y una guerra declarada contra los sindicatos.

El resultado probablemente sea, con suerte, un crecimiento lento y una reducción de puestos de trabajo.

El presidente Obama ha decidido presentarse mostrando a Romney como “el hombre de la empresa Bain”.

En la convención demócrata pareció satisfecho al argumentar que sus políticas simplemente necesitaban más tiempo. El otoño pasado presentó un gran programa de nuevos empleos que el Congreso Republicano bloqueó.

Sin embargo, ha elegido no oponerse al bloqueo ni elaborar una estrategia audaz para volver a poner en marcha la economía.

 En estas extrañas elecciones en que el empleo y la economía constituyen las principales preocupaciones de los votantes, el único funcionario federal que levanta la voz contra el desempleo y emprende extraordinarias acciones para enfrentarse al mismo es un personaje que no se presentó a las elecciones: Ben Bernanke, el republicano y conservador Presidente de la Reserva Federal.

Entre bambalinas y a escondidas de los votantes se está planeando una insensatez aún peor. Senadores de ambos partidos se están reuniendo en secreto para firmar un “gran pacto” que consiste en una mezcla de reformas fiscales y recortes en programas básicos de seguridad (Medicare, Medicaid y la Seguridad Social, los programas sanitarios y de pensiones públicas de los que depende la tercera edad) para reducir el déficit.

En lugar de plantearse la manera de crear puestos de trabajo, el Congreso parece preparado para tratar el desempleo masivo como lo más normal del mundo y centrarse en poner los libros de finanzas en orden después de las elecciones.

Con Europa camino a la recesión, China en plena desaceleración y una disminución del comercio mundial, el planeta va dando pasos hacia un empeoramiento económico global.

Si EE.UU. se uniera, sería totalmente irresponsable y muy destructivo para las familias trabajadoras. Sin embargo, este camino descabellado y erróneo goza de un amplio apoyo entre la élite. EE.UU. y el resto del mundo solo evitarán esta locura si los trabajadores/as se movilizan y dan la vuelta a las tornas en el lugar donde se están llevando a cabo los pactos.

Si en las elecciones se rechaza a Romney, que representa al 1% más rico de la población, la batalla post-electoral tendrá como escenario al Partido Demócrata y se librará para ver si defiende o da la espalda a los trabajadores/as.