Se intensifica la violencia contra las mujeres en la RD del Congo

 

Kanyarucinya, octubre de 2012. En esta pequeña población situada a una decena de kilómetros al norte de Goma y a unos 17 km. de la línea de combate, alrededor de 60.000 personas han encontrado un refugio provisional.

La historia se repite de manera dramática: la mayoría de estas familias se vieron obligadas a huir abandonando sus hogares ya en 2008, cuando las milicias tutsis del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP) amenazaron con atacar Goma, la capital de la provincia de Kivu Norte.

Tras la firma de un acuerdo de paz con el Gobierno de Kinshasa, la mayor parte de los miembros del CNDP se incorporarían al ejército congolés en 2009.

Son justamente esos combatientes quienes se amotinaron en abril-mayo de 2012, abandonando el ejército para formar el M23, un nuevo movimiento rebelde.

Al igual que las familias reagrupadas en Kanyarucinya, que en plena estación de lluvias se alojan en refugios improvisados por donde entra el agua a raudales, cerca de 390.000 nuevos desplazados internos huyeron de los combates que enfrentaban desde hacía seis meses a las fuerzas armadas congoleñas (FARDC) contra los rebeldes del M23, según cifras del ACNUR, el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

Otras 60.000 buscarían asilo en Ruanda y en Uganda.

 En septiembre de 2011, entrevisté en Kinshasa a Angélique Kipulu Katani, responsable de cuestiones de género y Vicepresidenta de la Confédération syndicale congolaise (CSC).

Me explicó que, desde hace cerca de veinte años (desde el genocidio ruandés de 1994, para ser exactos), la región oriental del Congo nunca ha vivido en paz.

Como mucho, breves períodos de calma engañosa.

Y que, evidentemente, en las zonas donde se producen incesantemente enfrentamientos entre hombres armados, las mujeres son las primeras víctimas. “Cada vez que las mujeres van al campo, tienen que temer la presencia de sus verdugos.

Las violaciones afectan a niñas y mujeres de todas las edades, desde bebés hasta ancianas.

Son cometidas por grupos armados (Interahamwe, Maï-Maï, etc.), pero también por nuestro propio ejército. Entran en un pueblo, violan a las mujeres y a veces se las llevan a la selva como prisioneras”.

 

Inseguridad explosiva

En Kivu Sur, la situación también es sumamente tensa.

El 31 de octubre, Bukavu quedó paralizada, en protesta contra la creciente inseguridad y la multiplicación de asesinatos.

Organizada por la oficina de la sociedad civil, la huelga general tuvo un enorme éxito, pese a los mensajes de las autoridades instando a no seguir la convocatoria.

El 25 de octubre, el célebre Dr. Denis Mukwege escapó a un atentado. Mundialmente conocido, este ginecólogo y tocólogo, director del Hospital Panzi de Bukavu, se dedica desde hace años a tratar a las mujeres víctimas de violencia sexual. En 12 años, ha operado a más de 30.000 mujeres con lesiones genitales muchas veces extremadamente graves.

Cuando nos habla de ello, su relato resulta insoportable. “Un día - nos explica por ejemplo – operé a una joven de 18 ó 19 años que había sido violada.

Le habían introducido un cañón de fusil en la vagina y disparado.

Tenía el sistema urogenital hecho trizas. Intenté recoser los pedazos como pude, para lo cual fueron necesarias seis operaciones”.

Tras este intento de asesinato contra el Dr. Mukwege, cuyos autores aún no han sido detenidos ni los motivos esclarecidos, el ginecólogo se refugiaría en Bélgica junto con su familia.

¡Para desesperación de todas las mujeres víctimas de agresiones sexuales!

 

La violación como arma de guerra

En su opinión, la violación se utiliza realmente en la región oriental de la RD del Congo como arma de guerra para aterrorizar a la población, desestructurar la sociedad y favorecer así la explotación ilegal de las fabulosas riquezas del país.

Según la periodista Colette Braeckman, que acaba de consagrarle un libro, el Dr. Mukwege sospecha incluso que la violación forma parte de un plan para despoblar la región de Kivu e implantar en la zona a otras poblaciones distintas a las originales.

Además de estos actos de violencia ligados a conflictos, las mujeres sufren igualmente abusos en el lugar de trabajo: acoso sexual, despido de trabajadoras embarazadas, discriminación y condiciones de trabajo inhumanas. Sin contar la violencia doméstica.

“En la RDC las estadísticas indican que dos de cada tres mujeres son víctimas de la violencia doméstica a diario”, comenta indignada Gabrielle Ngungu, coordinadora nacional de la campaña ‘Nosotros podemos poner fin a todo tipo de violencia contra las mujeres’. “Para que este país pueda desarrollarse de verdad, es preciso que el lugar de la mujer, su rol y su dignidad sean reconocidos”.

 

Poner fin a la violencia. Ya mismo

El 25 de noviembre tendrá lugar Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Instaurado en 1999 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, representa cada año la ocasión para que sindicatos, asociaciones feministas y todos aquellos que luchan por promover la igualdad de género se movilicen a fin de parar la violencia sexista.

En el caso de la RD del Congo, urge ante todo organizar campañas de sensibilización de la opinión pública, además de interpelar a la comunidad internacional para que presione firmemente a Ruanda y a Uganda para que dichos países dejen de apoyar al M23, un apoyo revelado en un informe bien documentado de Naciones Unidas.

Y por último, instar al Gobierno de la RDC para que adopte medidas firmes a fin de restablecer la seguridad en el este del país, lleve ante la justicia a los responsables de actos de violencia sexual y se ponga fin a la impunidad. Ya mismo.