Israel: el conflicto interno

 

Según los baremos israelíes, la manifestación fue pequeña.

Comparada con las protestas del movimiento del 14 de julio del 2011 (en el que miles de israelíes salieron a la calle para manifestarse contra las crecientes desigualdades económicas

Aún así, los periódicos israelíes otorgaron bastante espacio a la manifestación contra la guerra que se celebró el jueves en Tel Aviv, como si lo más importante fuera su mensaje.

Esta cobertura se puede atribuir a la novedad que representan este tipo de manifestaciones frente al apoyo aplastante que los medios de comunicación otorgan a la campaña en Gaza.

O a que los editores desean que se vean indicios de oposición en un paisaje político cada vez más antidemocrático.

Incluso el diario The Jerusalem Post, la voz de los judíos anglófonos conservadores, publicó un anodino artículo al respecto.

El interés que despertó la manifestación fue un acontecimiento de interés periodístico por sí mismo.

Escondida entre la amplia cobertura mediática hubo una contramanifestación menos destacada que se llevó a cabo al otro lado de la calle y estuvo encabezada por el diputado neofascista Michael Ben Ari.

Aunque las contramanifestaciones son comunes en Israel, ésta destacó por ser algo diferente.

No tanto por su mensaje a favor de la guerra, sino por la perfección con que las consignas coreadas en la manifestación ilustran el odio que alimenta a la política israelí contemporánea:

“El pueblo exige la expulsión de los izquierdistas”, coreaban los manifestantes.

“Nacisteis del esperma de los nazis”, era otra de las consignas.

Y así siguieron: “Vuestra madre folla con árabes, hijos de puta”. “Lleváis 80 años aterrorizando a los judíos, más que putas.

Dios os va a matar. Espero que en la próxima alarma [antiaérea] os quedéis sordos y no la oigáis”. “¡Izquierdistas al infierno! Que vuestro cuerpo se llene de cáncer”. [Traducciones del original].

Si se comparan, las palabras del diputado Ben Ari resultan casi suaves.

 Aunque repitió la idea de que los izquierdistas son “traidores”, la muchedumbre se reservó el aplauso más entusiasta para un eslogan bastante común del movimiento a favor de la ocupación: “Dejad que las Fuerzas de Defensa de Israel les den una paliza”.

Llenos de ira, los manifestantes adoptaron el eslogan y empezaron a repetirlo.

Si hubieran tenido armas, Dios sabe lo que hubieran hecho.

 

Ira

A los extranjeros les cuesta entender este tipo de manifestaciones.

A pesar de que están acostumbrados a la imagen de un Israel occidental y civilizado (aunque esté en guerra), les sigue costando sobremanera entender, separados del eterno conflicto con los palestinos, el atractivo emocional que suscita el conflicto y para qué fines ideológicos se utiliza a nivel nacional.

Si analizan las anteriores consignas, podrán encontrar varios elementos que les ayudarán a entenderlo.

Por una parte, muestran tanto odio hacia otros israelíes (aunque sean izquierdistas) como hacia los palestinos.

Por otra, ayudan a documentar un ejemplo visceral de racismo hacia los árabes; dicho racismo no se puede explicar únicamente como la consecuencia de una crisis militar prolongada.

 Hay algo más profundo en todo esto. Y no se trata solamente de un conflicto étnico. Estos israelíes están enfadados. El término “furiosos” sería más acertado.

Lo más probable es que sean de entornos pobres (y, por lo que parece, mizrahim o judíos de Oriente Medio).

Es decir, forman parte de los peldaños inferiores de la sociedad israelí.

Su ira es producto de la falta de derechos económicos y culturales que sufren y también tiene su origen en los desacuerdos ideológicos con la izquierda y en los cohetes que se disparan desde Gaza.

Algunos de ellos viven en asentamientos en Cisjordania.

Y es muy probable que algunos vivan en Israel.

Los mizrahim constituyen casi la mitad de la población judía.

Pertenecen a la clase media baja y a la clase trabajadora, aunque hay varios que ocupan puestos de liderazgo en el Gobierno.

Antes eran de izquierdas, pero se han vuelto religiosos y reaccionarios y discriminan a los judíos africanos (procedentes de Etiopía) y a los inmigrantes africanos (principalmente de Eritrea y Sudán), aunque ellos mismos siguen sufriendo discriminación por parte de los judíos de origen europeo.

 

Injusticia

Por tanto, si se quiere saber qué es lo que refuerza el apoyo israelí a las políticas gubernamentales como las del primer ministro Netanyahu y su actual campaña en Gaza, son este tipo de emociones.

Aunque no se extienden necesariamente del mismo modo entre toda la población judía de Israel, estos sentimientos se encuentran en el meollo mismo de las quejas que albergan todos los israelíes, ya sean derivadas del Holocausto o el producto de las conflictivas relaciones entre los judíos.

El mayor problema del país es su injusto sistema económico y social, así como el racismo entre los diferentes grupos de la sociedad israelí.

Se trata de un lugar sumamente tenso y con grandes desigualdades, debido a su transición hacia una economía plena de mercado y a la continua discriminación de los judíos de Oriente Medio.

El sector público sigue reduciéndose.

 En comparación, los palestinos son casi secundarios y les utilizan como cabezas de turco para desviar la atención de numerosas maneras.

Lo mismo ocurre actualmente con los inmigrantes africanos.

Según el Gobierno, constituyen una amenaza para la existencia de Israel, al mismo nivel que el terrorismo y los árabes.

Esto es lo que la continua crisis con los palestinos nos ayuda a paliar y la razón por la que nuestros políticos la consideran útil a nivel político.

Aunque no se trata de una percepción especialmente original, esta racionalización de la mala salud israelí dice mucho sobre lo que falla entre sus dirigentes políticos.

Así es cómo gobiernan.

Y así es cómo evitan cualquier avance significativo hacia la paz con los palestinos.

Sin duda, la decisión de Netanyahu de entrar en guerra se tomó por razones instrumentales.

Recién salido de unas elecciones presidenciales, Estados Unidos se encuentra en un período entre gobiernos y no está en condiciones de dictar nuevas políticas a Israel.

Igual de probable es la idea de que esta campaña crea unos hechos consumados sobre el terreno que el segundo gobierno de Obama deberá respetar una vez tomé posesión del cargo.

Entre ellos pueden estar la reocupación de Gaza y el inicio de un conflicto con Irán.

Sin embargo, aunque EE.UU. gestione mejor sus políticas sobre Oriente Medio no se conseguirá la paz.

 Los problemas de Israel son tan complicados que solo cabe preguntarse si cualquier solución impuesta desde el exterior resultará efectiva.

Sin duda, todavía queda mucho por hacer a nivel nacional para reformar la cultura política de Israel, de tal manera que el modo en que los israelíes elijan tratarse los unos a los otros no tenga las mismas consecuencias para sus vecinos.