La violencia contra las trabajadoras del hogar no tiene fronteras

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Daivi tenía solamente 14 años cuando fue agredida por su empleador. Su único delito fue admitir que prefería cantar a hacer la limpieza.

La trabajadora del hogar, migrante y menor de edad, fue golpeada de tan mala manera, que tuvo que huir de la casa de su empleador y buscar refugio en la embajada de Indonesia en la capital jordana de Amman.

Por si fuera poco, le pagaron sólo tres meses de sueldo por más de un año de trabajo.

El caso de Daivi está muy lejos de ser el único.

De hecho, hay tantas historias de violencia contra las trabajadoras del hogar, especialmente en el Oriente Medio, que resulta difícil disociar a una de la otra.

Sin embargo, mientras el mundo celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer el 25 de noviembre, la situación de las trabajadoras del hogar vuelve a ser objeto de la atención pública.

En el mundo, nada menos que 100 millones de personas trabajan en el hogar de otra persona.

En su gran mayoría, el 83 por ciento, según cifras de la OIT, son mujeres, y muchas de ellas no están protegidas por la legislación laboral ni por ninguna otra forma de seguridad social.

Sin la posibilidad de afiliarse a un sindicato, estas mujeres son vulnerables a la explotación, el abuso racista y sexista, las palizas, la privación de alimentos y de sueño, el trabajo forzoso, la trata de personas, la violación e incluso el asesinato.

Muchas están mal pagadas, o ni siquiera se les paga, en circunstancias que apenas difieren un poco de la esclavitud moderna. Los abusos y agresiones rara vez son denunciados y, cuando lo son, por lo general permanecen impunes.


Víctimas

Tomemos el caso de Alem Dechasa-Desisa, una trabajadora del hogar etíope de 33 años, que se ahorcó en el hospital después de haber sido brutalmente golpeada en una calle de Beirut por un agente de contratación.

Este impactante suceso, filmado por un transeúnte anónimo, dio la vuelta al mundo entero, lo que ha llamado la atención que tanto se necesita sobre la desesperada situación en la que se encuentran las trabajadoras del hogar en el país.

Un informe de Human Rights Watch encontró que, en Líbano, cada semana muere por lo menos una trabajadora del hogar por causas no naturales, tales como el suicidio o la caída desde un edificio de varios pisos.

También está el terrible caso de LP Ariyawathie, una trabajadora del hogar de Sri Lanka de 49 años, que llevaba dentro de su cuerpo 19 clavos que su empleador saudita le había clavado ardientes como forma de castigo.

O el caso de Genafe, una trabajadora del hogar filipina en Qatar, que escapó de su “patrocinador” cuando éste intentó violarla.

Genafe se encontró atrapada en Qatar: sin pasaporte (que su empleador conserva) y sin el derecho a permanecer en el país (ya que la validez de su visado de trabajo está vinculada al contrato de trabajo con el “patrocinador”), dejándola, al igual que a tantos otros trabajadores y trabajadoras en circunstancias similares, en una situación precaria con muy pocas opciones.

Estos ejemplos son sólo la punta del iceberg. Sin embargo, se ha iniciado una campaña de la CSI para hacer que los gobiernos del mundo entero impongan una legislación que proteja los derechos de las trabajadoras/es del hogar.

La campaña “12 para 12” tiene como objetivo conseguir que por lo menos 12 gobiernos ratifiquen el Convenio 189 de la OIT relativo al trabajo decente para las trabajadoras/es del hogar para el 12 de diciembre de 2012.

 

 

Violaciones por partida doble

El caso de Daivi, en particular, destaca la tendencia existente a que las trabajadoras del hogar padezcan un sinnúmero de violaciones.

No solamente carece de toda protección, sino que también es menor de edad. Legalmente, en Jordania, la edad para poder empezar a trabajar son los 16 años y, en el caso de las trabajadoras del hogar, 18 como mínimo.

Sin embargo, esta legislación se hace cumplir raramente.

Además, varios países, como Indonesia, Sri Lanka, Filipinas y Kenia de hecho tienen prohibido que las agencias de contratación envíen trabajadoras del hogar a Jordania, a causa de los extendidos abusos y violaciones laborales.

Sin embargo, esta prohibición no impide que las trabajadoras migrantes encuentren la forma de ir a Jordania.

Esta es la situación de un grupo de trabajadoras del hogar de edades comprendidas entre 14 y 16 años, que forman parte de las más de 300 trabajadoras del hogar que buscan actualmente refugio en la Embajada de Indonesia.

Estas chicas jóvenes entraron a Jordania con pasaportes falsos en los que se decía que tenían más de 20 años con el fin de cumplir con los acuerdos firmados entre Jordania e Indonesia, que prohíben el empleo de menores de edad como trabajadoras del hogar.

De acuerdo con Linda Kalash, Directora del Centro Tamkeen de Asesoramiento Jurídico y Derechos Humanos en Amman, las oficinas de contratación en Jordania e Indonesia hacen caso omiso de la prohibición mediante la emisión de visados de turista para las trabajadoras del hogar que se dirigen a un tercer país, como Malasia o los Emiratos Árabes Unidos, para de ahí pasar a trabajar a Jordania.

Linda Kalash confirma que esta práctica es considerada por la ley jordana como trata de personas.

Asimismo, culpa de la situación a todos los que intervienen en esta situación: las oficinas de contratación en Indonesia, que proporcionan pasaportes falsos; los funcionarios de las fronteras, que no reconocen el hecho de que alguien que se supone tiene 20 años parezca mucho más joven; y también los médicos, que emiten certificados sanitarios para las trabajadoras del hogar a su llegada.

Hasta que las leyes no se apliquen y se cumplan para proteger a estas mujeres vulnerables, su explotación tiene todas las probabilidades de continuar.