Tulkarem: una ciudad palestina sofocada

 

Cuando la fábrica israelí Gishuri fue implantada en 1985 en la ciudad donde vive Fayez al-Taneeb, éste no se podía imaginar las repercusiones que iba a tener en su vida y en la de sus vecinos.

 

Anteriormente establecida en Netanya (Israel), esta fábrica química se cerró tras la decisión de un Tribunal de Justicia israelí, debido a que los habitantes de los alrededores se quejaban de la contaminación que provocaba.

Poco después Gishuri reanudó sus actividades en Cisjordania, en zona C, donde Israel tiene el control total.

Veintisiete años más tarde la ciudad de Tulkarem (Palestina) no sólo se encuentra asfixiada por el muro de separación que la rodea, sino también por 11 fábricas químicas israelíes construidas entre 1985 y 2007.

Desde 1985, al-Taneeb, agricultor de la región y portavoz de la población, ha sido objeto de la confiscación de una gran parte de sus tierras.

Su explotación está efectivamente situada en las inmediaciones directas de la zona industrial de Tulkarem. Otros campesinos han sido simplemente privados del acceso a sus granjas. Para Fayez Taneeb, lo que estas nuevas empresas han hecho al adjudicarse terrenos palestinos, expulsando a sus habitantes e incluso acosando a algunos campesinos, es comportarse como colonos.

Pero más allá de la ocupación económica que representa, esta zona industrial hace sobre todo estragos en la salud de la población y el medioambiente de la municipalidad.

Los problemas respiratorios, infecciones oculares y enfermedades cutáneas que afectan a la población desde hace varios años son consecuencia directa de la nube de polvo y de los gases que saturan la atmósfera.

En un artículo con fecha de marzo de 2012, el Alternative Information Center explica que “un estudio de la universidad de An-Najah (Naplusa) encontró que los cánceres y otras enfermedades directamente relacionadas a la contaminación química afectan al 77 por ciento de los palestinos que viven en la zona”.

El AIC añadió además que “más de 30 hectáreas de terrenos agrícolas están contaminados por las emisiones de las fábricas”. De hecho, como lo explica al-Taneeb, las fábricas dejan de funcionar cuando el viento sopla en dirección de los territorios israelíes – prueba evidente de que éstos son conscientes de los nefastos efectos que conlleva su actividad.

Impunidad total

Dos años después de la instalación de la fábrica Gishuri, Fayez Taneeb explica que un grupo de habitantes, cansados de temer por la salud de sus hijos y desesperados por tener que vivir con las ventanas cerradas, intentaron poner una denuncia en un tribunal israelí, pero en vano.

Y las manifestaciones populares que tuvieron lugar después tampoco consiguieron ningún cambio.

Tras estas tentativas, la situación no ha hecho más que empeorar puesto que al menos diez fábricas suplementarias se han sumado a la humareda del escenario de esta zona industrial.

Y también según el Alternative Information Center, estas fábricas no han escogido por casualidad la ciudad de Tulkarem para instalarse:

“Tulkarem está cerca de la Línea Verde y del mercado de trabajo israelí…Para las empresas israelíes, el coste de la mano de obra en Tulkarem es bastante más bajo y la legislación laboral israelí no se aplica a los trabajadores palestinos (que están regulados por la legislación jordana de 1964). Pocos derechos, menos protección.

Y por último, unas exoneraciones enormes de los impuestos a pagar a las autoridades israelíes.”

En mayo de 2010, la organización Corporate Occupation recopiló los testimonios de dos trabajadores que alegaban malas condiciones de trabajo en la zona industrial: salarios a menudo inferiores al salario mínimo israelí, prohibición de organizarse, inseguridad a causa de la naturaleza de los productos manufacturados, etc.

Afirman asimismo que los sindicatos palestinos no tienen derecho a acceder a la zona desde 2008 y que carecen por tanto la posibilidad de constatar los abusos que allí se cometen y de defender a los trabajadores.

Hoy en día, a pesar de los obstáculos que se ha visto obligado a afrontar, como el sabotaje repetido del sistema de irrigación de sus cultivos, al-Taneeb ha decidido no darse por vencido y dedicarse a la agricultura biológica.

Al optar por los cultivos de invernadero espera demostrar a las empresas israelíes que nada le va a impedir continuar resistiéndose a la ocupación que sufre directamente cada día desde hace ya 27 años.