¿El final del SIDA? Ni de lejos

Opinions

 

Según ONUSIDA, este año será la primera vez que podamos celebrar en el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA la posibilidad de la erradicación del VIH, y por lo tanto del SIDA, en un futuro inmediato.

Según palabras de Michel Sidibé, director ejecutivo de ONUSIDA: “El ritmo de los progresos se está acelerando – lo que antes se conseguía en una década ahora se está logrando en 24 meses.

Estamos evolucionando con más rapidez y eficacia que nunca, y eso demuestra que con voluntad política y un seguimiento en condiciones podemos alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto para 2015.”

ONUSIDA cree que “la evidencia recabada en países de todo el mundo es sinónimo de un éxito indiscutible” y que “ha surgido una nueva era de esperanza en países y comunidades de todo el mundo que anteriormente habían sufrido los devastadores efectos del SIDA.”

Por desgracia, la posibilidad de adoptar una actitud tan optimista con respecto a la pandemia del VIH/SIDA es sumamente cuestionable.

 

No cabe duda de que en la última década se han logrado progresos significativos.

 

Gracias a las luchas encabezadas por activistas de todo el mundo a finales de 2011, ocho millones de personas en países con ingresos bajos y medios estuvieron recibiendo tratamiento antirretroviral, lo cual representa un incremento veinte veces mayor con relación a las cifras de 2005.

También se han logrado adelantos en la tecnología de la prevención del VIH.

Ahora existe todo un arsenal de intervenciones para la combinación de métodos de prevención del VIH: preservativos masculinos y femeninos, circuncisión médica masculina, profilaxis post y pre-exposición con ARV y, dentro de no mucho, microbicidas.

Ahora también conocemos el beneficio preventivo del tratamiento antirretroviral, que reduce considerablemente la infectividad de una persona con VIH.

 

Discriminación

No obstante, el comportamiento humano sigue siendo, por desgracia, testarudo y complejo, y el desarrollo de la prevención del VIH no puede demostrarse con la misma seguridad que el desarrollo del tratamiento de ARV que hemos visto.

Esto se debe con frecuencia al estigma y la discriminación vinculados al VIH. Muchas mujeres temen decírselo a su pareja masculina por miedo a la violencia y al rechazo.

Muchos trabajadores/as siguen siendo víctimas del despido por ser seropositivos/as.

A principios de este año, por ejemplo, la CSI se interesó por el caso de MR, un periodista deportado de Qatar y despedido por Al Jazeera debido a su condición de seropositivo. MR sigue estando desempleado.

Si somos sinceros, reconoceremos que el final del SIDA no se hará realidad a menos que se termine con la discriminación y se instaure la igualdad.

Por otra parte, resulta lamentable que hasta ahora la mayoría de los Gobiernos, así como ONUSIDA, no hayan prestado suficiente atención a la calidad de los programas de prevención y tratamiento del VIH.

En la respuesta a la crisis del SIDA en muchos países – incluidos aquellos cruciales para el futuro de la pandemia del SIDA, como Sudáfrica y China – se observa una escasez de información/evidencia cualitativa acerca de la retención de pacientes, la observancia de los tratamientos médicos, los efectos adversos, la discriminación y las violaciones de los derechos humanos.

Otro factor que es preciso tener en cuenta, sobre todo en Sudáfrica, es el efecto del colapso de los sistemas de salud pública en los programas de tratamiento.

Al ignorar la calidad de los servicios, se ha ido acumulando dinamita en la estructura de la respuesta al SIDA – y el tiempo corre.

En Sudáfrica, por ejemplo, donde continúa localizándose casi una cuarta parte de las infecciones del VIH del mundo – 5,1 millones de personas, según ONUSIDA – se sigue registrando una elevada tasa de nuevas infecciones de VIH, en particular entre niñas y mujeres jóvenes.

Igualmente, aunque 1,7 millones de personas están recibiendo tratamiento ARV, sigue habiendo una alta tasa de mortalidad materna y las vidas de dos millones de personas más dependen de la obtención del acceso a los medicamentos ARV en los próximos tres años.

Se dice que en Sudáfrica existe una epidemia “generalizada, predominantemente heterosexual”.

Pero es también un país que, en cierta manera, representa el mundo de la epidemia del SIDA: allí se encuentran la mayoría de las subepidemias del mundo.

Por ejemplo, existen epidemias distintas entre los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres (HSH), los trabajadores del sexo, los drogadictos, los migrantes indocumentados y otras personas marginadas.

Cada una de estas epidemias tiene su propia versión en cuanto a si estamos consiguiendo o no controlar el VIH.

Son hechos que están dejando cada vez más claro que “el final del SIDA” va a depender del final de la injusticia.

 

Contratiempos

Desde los comienzos de la epidemia del SIDA, el ritmo del desarrollo de los medicamentos, de la protección de los derechos humanos y de la voluntad política estuvo impulsado por la sociedad civil, y en particular por organizaciones activistas y vociferantes de personas con VIH, como ACT-UP, Gay Men’s Health Crisis y, posteriormente, la Treatment Action Campaign en Sudáfrica.

A lo largo de los últimos diez años, el aumento masivo de los gastos relacionados con el VIH fue resultado del activismo, que también tuvo como consecuencia un gasto mucho mayor en los sistemas de salud.

Pero en medio de la recesión y el estancamiento económicos, muchos países desarrollados están dándole la espalda a la gente pobre con VIH.

La clase social se está convirtiendo una vez más en un determinante del acceso al tratamiento.

Los países desarrollados también están cerrando los grifos que proporcionaban financiación a las ONG, las OBC y a los movimientos sociales.

A pesar de que la sociedad civil está considerada como un “vector clave” de la Estrategia de Inversión de ONUSIDA, no parece que haya ninguna estrategia para sustentar a la sociedad civil o para abogar por su financiación. En semejante escenario es preciso que se discuta de si no habría sido mejor que organizaciones como PNUD y ONUSIDA – que se gastan millones de dólares en “comisiones”, dietas y viajes relacionados con el VIH – hubieran puesto sumas de dinero parecidas a disposición de organizaciones que realmente tienen la capacidad de modificar la curva epidémica.

Para acabar me gustaría decir que en las primeras tres décadas de la epidemia del SIDA el potente movimiento sindical mundial podría haberse esforzado mucho más por movilizar a sus decenas de millones de miembros en torno a la cuestión del VIH.

Nuestro llamamiento es que esto tiene que cambiar ya. Abordar la problemática del VIH no consiste únicamente en luchar contra un virus.

Los determinantes sociales del VIH son la desigualdad de género y de ingresos, la marginalización social, la discriminación abusiva, los salarios bajos, la inseguridad del empleo y un Gobierno que no rinde cuentas. Son una injusticia.

En el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA 2012 deberíamos reconocer que los activistas de la lucha contra el SIDA y los activistas sindicales tenemos mucho en común. ¡Es hora de que unamos nuestras batallas!