El verdadero significado del “precipicio fiscal”

 

La carrera de 2012 para ganar la presidencia de Estados Unidos fue un asunto de clases.

Por primera vez desde la década de los años 1960, un candidato demócrata hizo una campaña para aumentar los impuestos a la élite adinerada en contra de un oponente, el republicano multimillonario Mitt Romney, que encarnaba los intereses y actitudes de esa élite adinerada.

 

Romney, por su parte, fue más allá de la estrategia populista del Presidente haciendo campaña sobre la misma visión económica que llevó a la economía de EE.UU. al borde del desastre hace cuatro años.

Con Barack Obama de vuelta en la Casa Blanca, algunos dicen que 2012 fue una guerra de clases de la que finalmente salieron vencedores los liberales.

No fue así. Se trató de una mera batalla.

La guerra continúa.

Si los liberales hubieran ganado la guerra de clases, estaríamos hablando de cómo crear puestos de trabajo para los millones de personas que desean trabajar, y con ello, garantizar su liberación de una vida de necesidades y miedo.

En cambio, estamos hablando de la deuda federal.

La guerra de clases que desde hace 40 años libran los ricos a los estadounidenses que trabajan es lo que explica un crecimiento tan raquítico, es decir, carente de demanda agregada, que resulta casi imposible percibirlo.

De modo que actualmente todos los ojos están puestos en lo que se ha dado en denominar el “precipicio fiscal”.

Esta es una respuesta larga de lo que significa. Si no se hace nada de aquí al primer día del año que viene, el presupuesto federal se verá automáticamente amputado de 1,2 billón de dólares, al tiempo que expirarán los recortes tributarios promulgados por el ex presidente George W. Bush.

Dado que el crecimiento de la economía de EE.UU. sigue siendo débil, algunos dicen que el doble impacto de los recortes de gastos y los aumentos de impuestos pueden terminar por sumir a la economía en una nueva recesión.

 

Austeridad
Hablar de “precipicio” es inexacto.

Lo que realmente se cierne sobre nuestras cabezas es la amenaza de la austeridad.

“Austeridad” es un término técnico que tiene el poder de desatar protestas en la zona euro, pero en los EE.UU. apenas merece una ojeada.

Durante la campaña de 2012, Romney no dejó de lanzar funestas advertencias.

Dijo que si no nos apretábamos el cinturón cuanto antes, si no promulgábamos cuantiosas medidas de austeridad para reducir el gasto desenfrenado en los programas de seguridad social como el Seguro Social y Medicare, los EE.UU. acabarían por emular a España y Grecia.

Por supuesto, el hecho de apretarse el cinturón es la razón por la que millones de personas han salido a las calles en Europa, y mientras más se apriete, más probabilidades tiene de estrangular la eurozona.

La austeridad no asusta al electorado de EE.UU., en gran parte porque los estadounidenses la han evitado en gran medida.

En uno de sus primeros actos como presidente, Barack Obama hizo que el Congreso votara una ley de gastos de 800 mil millones de dólares que contrarrestó la espiral descendente de 2009.

Es por eso que la tasa de desempleo nunca conservó durante mucho tiempo dos dígitos y, a pesar de las apariencias contrarias, no hemos tenido un debate nacional serio sobre el aumento de los impuestos o los recortes de gastos. Y seguimos sin tenerlo.

Lo que la cobertura informativa no dice sobre el “precipicio fiscal” es el hecho de que la enorme deuda federal se debe casi exclusivamente a los recortes de impuestos de Bush (que beneficiaron desproporcionadamente a los más ricos), a las guerras financiadas por la deuda en Irak y Afganistán y a un plan de recetas médicas que fue esencialmente un regalo a las empresas.

Lo único de lo que no son responsables los republicanos es del efecto de la gran recesión sobre la recaudación tributaria del Estado.

Sin embargo, los republicanos quieren hacernos creer que la culpa la tienen los “derechos y prestaciones”.

De hecho, el Seguro Social no está en quiebra. Seguirá siendo solvente durante años.

Y una vez que las disposiciones de la nueva la ley sobre la reforma sanitaria (a menudo denominada Obamacare) entren en vigor, Medicare también debería ostentar una buena forma desde el punto de vista financiero.

 

Guerra de clases
Estas consideraciones nos llevan a la respuesta breve respecto al significado del “precipicio fiscal”: es una mera batalla más en la larga guerra de clases pese a la reciente victoria del liberalismo.

El Seguro Social y Medicare benefician esencialmente a los estadounidenses que dependen de estos sistemas cuando llegan a estar demasiado viejos o demasiado enfermos para trabajar.

El año pasado, los congresistas republicanos retomaron el tema exactamente donde lo dejaron durante los años de Bush.

Se negaron a elevar el techo de la deuda federal hasta que el Presidente extendió los recortes fiscales de Bush a todo el mundo, incluso los impuestos de los desmesuradamente ricos.

Obama quería extenderlos para los primeros 250.000 dólares de todos los estadounidenses y volver a los tipos impositivos marginales superiores de los años Clinton.

Los republicanos se opusieron, enviando ondas de choque a través de Wall Street y de los mercados financieros internacionales.

De repente, lo imposible pareció posible: Estados Unidos no podría pagar su deuda.

Republicanos y demócratas lo evitaron aceptando el “secuestro”, el verdadero nombre del “precipicio fiscal”.

Obama obtuvo que se extendieran los recortes fiscales de Bush a los estadounidenses de la clase media y los republicanos obtuvieron los recortes de gastos que querían.

Para los republicanos, sin embargo, fue siempre una apuesta arriesgada.

Aceptaron el secuestro porque creían que retomarían la Casa Blanca.

Antes de 2012, ningún presidente estadounidense de la era moderna había sido reelegido durante una recesión, y esta recesión ha sido con mucho la peor que todas las demás.

Los republicanos esperaban ganar, de modo que no sintieron que el secuestro iba a perjudicarlos políticamente.

Ahora los republicanos se enfrentan a dos dilemas.

Uno es que, si no conceden aumentar los impuestos a los ricos (en lo que se basó y ganó Obama), se arriesgan a perder electores.

El otro se refiere a que si no aceptan extender los recortes de impuestos a la clase media, que gasta lo que gana (los ricos no lo hacen), corren el riesgo de ser acusados de sumir de nuevo a la economía en la recesión.

 El Presidente tiene la ventaja, porque no tiene que mover pieza. Una vez que desaparezca el “precipicio fiscal”, puede forzar a los republicanos a obstaculizar la reducción de impuestos a la clase media, con lo que se desacreditarían aún más.

He aquí lo que significa.

El “precipicio fiscal” es una batalla más en la larga guerra de clases que los ricos libran contra los trabajadores estadounidenses.

Pero bien merece la pena luchar, y los liberales, liderados por Obama, deberían lograr ganar. La guerra continúa, pero si los demócratas lo hacen bien, podría ser el lago comienzo del fin.