“Los sindicatos son la respuesta a los problemas de Egipto”

 

Hace solo unos pocos días se celebró el segundo aniversario del inicio de la revolución egipcia, pero el país vuelve a sufrir estallidos de violencia.

El domingo, el presidente egipcio Mohamed Morsi declaró el estado de emergencia y un toque de queda de 30 días en las ciudades de Port Said, Ismailia y Suez tras varios días de enfrentamientos con víctimas mortales.

Este fin de semana murieron al menos 38 personas en Port Said durante las airadas protestas que estallaron cuando se hizo pública la noticia de que 21 personas habían sido condenadas a muerte por su participación en los disturbios de febrero del 2012.

Dichos disturbios tuvieron como resultado 74 víctimas mortales tras un partido de fútbol entre el equipo Al-Masry de Port Said y el cairota Al-Ahly.

El descontento con el gobierno del presidente Morsi ha fomentado los disturbios por todo el país, incluidos los actuales enfrentamientos en El Cairo.

Estos últimos episodios distan mucho del optimismo que los egipcios sentían en el inicio del levantamiento contra las tres décadas de gobierno del presidente Hosni Mubarak.

El 25 de enero del 2011, decenas de miles de egipcios, cansados de la corrupción y la pobreza, se lanzaron a las calles para exigir una vida mejor.

Entre los que exigían “pan, libertad y justicia social” se encontraba Fatemah Ramadan, una activista sindical y socialista que es una de las fundadoras de la Federación Egipcia de Sindicatos Independientes, creada tras la revolución.

La federación tiene como objetivo representar a los millones de trabajadores y trabajadoras egipcios desesperados por mejorar sus condiciones de vida y laborales. El salario medio en Egipto sigue siendo de aproximadamente 500 libras egipcias (unos 75 US$) al mes; los trabajadores/as piden un salario mínimo de 1.200 libras egipcias (180 US$) mensuales.

Fatemah Ramadan asegura que en el segundo aniversario de la revolución egipcia el movimiento sindical puede celebrar dos importantes logros: “El primero es la continuación de las protestas a pesar de todas las presiones, las agresiones y la criminalización”.

“El segundo es haber conquistado la libertad sindical, que los trabajadores impusieron mediante la creación de sus propios sindicatos independientes”.

Para esta activista, el momento crucial de Egipto fue abril del 2006, cuando unos 24.000 trabajadores/as de las fábricas textiles de la ciudad industrial de El-Mahalla El-Kubra se declararon en huelga.

Los trabajadores/as iniciaron la huelga tras años de sufrimiento a causa de la disminución de la seguridad laboral, el aumento de las jornadas de trabajo y el decrecimiento de los beneficios laborales.

“Las huelgas plantearon varias reivindicaciones, como la aplicación de un salario mínimo y de compensaciones por riesgos laborales, así como la creación de puestos fijos para los trabajadores temporales”.

Los trabajadores consiguieron que se les reconocieran varias de ellas, como la garantía de una cuota del 10% de los beneficios de la empresa y los almuerzos pagados.

“Tras la revolución, estas reivindicaciones siguieron en pie, incluida la lucha contra la corrupción”, explica Fatemah.

Durante el gobierno de Mubarak, la corrupción estaba muy extendida. Tras su derrocamiento hubo grandes expectativas; se esperaba que se pusiera freno a la corrupción y que las vidas de los trabajadores mejoraran notablemente. Por desgracia, según la activista, no ha sido así.

Tras la revolución se continuó con las mismas políticas económicas liberales que se aplicaban durante el gobierno de Mubarak, por lo que en la mayor parte de las huelgas no se hicieron concesiones a los trabajadores y, en muchos casos, se utilizó la violencia para reprimir las protestas.

 

El nacimiento de un movimiento

En 1957, el segundo presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, fundó la Federación Sindical Egipcia (ETUF), en un intento por cortar las alas al movimiento sindical.

Desde aquel momento, los sindicatos egipcios pasaron a estar controlados por las autoridades en el poder y vinculados a las mismas.

Por tanto, en la mayoría de los casos los sindicatos no secundaban las huelgas de los trabajadores.

Esa es la razón por la que Fatemah Ramadan considera que el auge de un movimiento sindical independiente (con un total de miembros estimado de entre uno y 1,5 millones de personas) constituye un logro tan importante.

“Desde la revolución se han fundado alrededor de 1.000 nuevos sindicatos independientes.

Antes, los trabajadores/as se quejaban de que los llamados sindicatos oficiales [afiliados a la ETUF] no les representaban, pero ahora están fundando sus propias organizaciones sindicales”.

Sin embargo, Fatemah también identifica varios retos a los que habrá que enfrentarse.

“En primer lugar, la mayoría de los empleadores del sector público y privado no reconocen a los sindicatos.

No consideran que sean legales ni aceptan negociar con ellos”.

Y aunque en marzo del 2011 el entonces ministro de trabajo, Ahmed Hassan El-Borai, anunció el derecho de los trabajadores egipcios a fundar sus propios sindicatos y federaciones sindicales, todavía no se ha ratificado dicha ley.

El segundo problema al que se enfrentan los nuevos sindicatos independientes es la falta de dinero.

“Nuestras principales fuentes de ingresos son las cuotas de los miembros y los donativos”, explica Fatemah. “Sin embargo, no son suficientes. Partimos de cero. Debido al dominio de la ETUF, en los últimos 50 años no ha habido ninguna verdadera actividad sindical propiamente dicha. Por tanto, los trabajadores no tienen ninguna experiencia del sindicalismo ni están concienciados”.

 

La revolución sigue adelante

Dos años después de la revolución, el panorama político en Egipto sigue siendo complejo.

Aunque los Hermanos Musulmanes gobiernan el país, la oposición está intentando hacerse un hueco en las próximas elecciones parlamentarias con el Frente de Salvación Nacional.

El frente está formado por partidos de diferentes ideologías (liberal, de izquierdas y socialdemócrata).

Fatemah aduce que el principal reto de la oposición es su ausencia de una verdadera estrategia.

“Actualmente, el principal objetivo de la oposición consiste en crear un Estado laico y civil.

Sin embargo, no están escuchando las verdaderas reivindicaciones del pueblo.

Para la oposición, el principal combate es contra las fuerzas islámicas. No tienen en cuenta que los Hermanos Musulmanes y los otros partidos islámicos son muy populares.

Son grandes organizaciones y el único modo de hacerles frente es tender la mano al pueblo y abordar sus verdaderos problemas y reivindicaciones”.

Para esta activista, la respuesta la tienen los sindicatos. “El modo de salir de esta complicada situación está en manos del movimiento sindical”.

“Si el movimiento alcanza un elevado nivel de organización y cohesión, el pueblo confiará en él y podrá desempeñar un importante papel en el avance de la revolución”.

“Ahora tenemos claro que las manifestaciones por sí solas no pueden provocar el cambio al que aspiramos. Únicamente las protestas y las huelgas de los trabajadores/as pueden obligar al régimen en el poder a cambiar sus políticas y responder a las reivindicaciones del pueblo”.