Cuando 100 millones de indios se declararon en huelga

 

La semana pasada fue un momento histórico para la clase obrera de la India.

Independientemente de afiliaciones e ideologías políticas, el 20 y 21 de febrero fueron días en que unos 100 millones de trabajadores y trabajadoras del país se unieron en una de las mayores huelgas de la historia mundial.

[caption id="attachment_6709" align="alignnone" width="530"] Millones de trabajadores salieron a la calle después de que los mayores sindicatos indios convocasen una huelga de dos días el 20 y el 21 de febrero de 2013 (AP Photo/Channi Anand) 

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En respuesta a la convocatoria de 11 sindicatos centrales y federaciones independientes, los trabajadores se manifestaron en protesta contra las políticas antipopulares y antilaborales del Gobierno de la Alianza Progresista Unida (UPA).

Con la presentación de su carta de reivindicaciones de 10 puntos, consiguieron efectivamente paralizar el país.

Desde su independencia en 1947, la India ha sido testigo de innumerables huelgas y protestas.

Concretamente, numerosas luchas sindicales se han venido sucediendo desde 1991, cuando el entonces Primer Ministro PV Narasimha Rao liberalizó la economía india, fomentando la privatización y la inversión extranjera directa.

Hasta 2008 se habían llevado a cabo un total de 12 huelgas nacionales de un día – organizadas por el Sponsoring Committee of Trade Unions o por la National Platform of Mass Organisations.

La convención nacional de sindicatos de septiembre de 2009 fue un punto decisivo para el movimiento sindical.

La huelga general del 7 de septiembre de 2010 estuvo más orientada a la realización de acciones unidas y cobró mayor fuerza con la marcha que se organizó hasta el Parlamento el 23 de febrero de 2011, seguida de una huelga general de un día el 28 de febrero de 2012.

Muchas de estas huelgas, a pesar de la autenticidad de sus demandas, perdieron el rumbo por el camino y su relevancia se desvaneció. En la mayoría de los casos, las contracorrientes del sectarismo político precipitaron un final ignominioso.

En semejante contexto ¿qué es lo que hace que esta huelga general de 48 horas haya sido un acontecimiento único? ¿Cómo logró concentrar un apoyo popular tan formidable?

La participación de sectores destacados, como los de defensa, el petróleo, la banca, seguros y telecomunicaciones, fue de cerca del 100% en casi todos los estados del país. Mineros, pequeños comerciantes y asociaciones industriales se unieron a la huelga, al igual que los trabajadores de de la sanidad, el sector doméstico, agrícola y del transporte por carretera y los trabajadores del sector informal. Incluso los empleados de empresas multinacionales, como el gigante del automóvil Maruti, salieron a la calle en señal de solidaridad.

Por primera vez en la historia de la India independiente, sindicatos afiliados a diferentes partidos políticos con distintas ideologías se unieron en una protesta de 48 horas.

El sindicato afiliado al partido del Congreso en el poder, el Indian National Trade Union Congress (INTUC), fue uno de los que participaron activamente en la huelga.

“Separamos la política del sindicato y decidimos concentrarnos en las reivindicaciones de la clase obrera. Los derechos de los trabajadores han estado desatendidos durante mucho tiempo, así que resolvimos aunarnos con otros sindicatos. Ha sido una lucha puramente sindical”, afirma Sanjeeva Reddy, Presidente del INTUC.

“El Gobierno no se ha mostrado en ningún momento preocupado por las necesidades genuinas de los trabajadores y eso es lo que nos llevó a hacer huelga en señal de solidaridad”, añade.

 

Comienzo

La preparación para la huelga tuvo lugar inmediatamente después de la convención nacional de sindicatos del 4 de septiembre de 2012, celebrada en el Estadio de Talkatora en Nueva Delhi. En aquella ocasión todos los sindicatos centrales se mostraron unánimemente a favor de una convocatoria de huelga.

En la convención se expresó una profunda angustia y preocupación por la falta total de respuesta por parte del Gobierno con relación a cuestiones candentes como son las subidas de los precios, los derechos a la seguridad social para los trabajadores de sectores informales, unos salarios mínimos adecuados, la contractualización masiva de trabajadores, la transgresión descontrolada de la legislación laboral y los violentos ataques a los derechos sindicales.

Amarjeet Kaur, Secretaria Nacional del All-India Trade Union Congress, dice: “La respuesta excepcional a la huelga que se ha podido observar en todo el país refleja el descontento del pueblo contra el aumento persistente de los precios del gasóleo, el gas, el carbón, la electricidad y otros productos básicos.

“Basta con tomar el ejemplo del petróleo: en 1989 un litro de petróleo costaba 8,50 rupias (0,16 USD), y ahora el precio en Delhi es de 69,06 rupias (1,28 USD) – y es mucho más alto en otras ciudades.”

A pesar de haber recibido el aviso de huelga con cinco meses de antelación, no hubo respuesta alguna por parte del Gobierno hasta una semana antes de la huelga.

El 13 de febrero el Ministro de Trabajo y Empleo, Mallikarjun Kharge, convocó una reunión con los sindicatos y les pidió que anularan la convocatoria de huelga.

El 17 de febrero el Primer Ministro Manmohan Singh constituyó una comisión de alto nivel formada por cuatro ministros más veteranos: Sharad Pawar, Ministro de Agricultura; AK Antony, Ministro de Defensa; P Chidambaram, Ministro de Finanzas; y Kharge.

Se programó una reunión con representantes sindicales, pero resultó ser un fiasco. Chidambaram no participó, Antony no dijo gran cosa y Sharad Pawar habló de salarios básicos en lugar de salario mínimo.

“La reunión fue simplemente una burla de la situación. No tenían nada que ofrecer y en ningún momento han tenido la intención de hacerlo”, expresa Tapan Sen, Secretario General del Centre of Indian Trade Unions.

“No hubo sinceridad, así que decidimos llevar a cabo nuestra protesta”.

En lugar de criticar el modus operandi de la huelga o las pérdidas económicas ocasionadas, es sobrada hora de que el Gobierno reconozca el impacto de sus políticas antipopulares y antilaborales.

Tienen que darse cuenta de que la clase obrera india y sus sindicatos no son una entidad impasible. Todo lo contrario: son una fuerza que puede cambiar el destino del país.