¿Y ahora qué pasará con Bulgaria?

 

El 20 de febrero de 2013 el Gobierno búlgaro, dirigido por el ex bombero y guardaespaldas convertido en Primer Ministro de centro derecha Boiko Borisov, dimitió después de varios días de protestas contra las medidas de austeridad.

Hay dos caras en la revolución de Bulgaria.

Una es económica: una revuelta contra los monopolios. Y la otra, que es política, se ha manifestado como un ataque contra la oligarquía y las estructuras de poder del país.

Hasta ahora los acontecimientos en Bulgaria han ido evolucionando conforme a la lógica y las características de las revoluciones de los pueblos a lo largo de la historia.

En su comienzo espontáneo, más de 100.000 búlgaros furiosos, procedentes de más de 30 ciudades, tomaron las calles en protesta por el coste insoportable de las facturas de los servicios de electricidad, que fueron entre el 50 y el 100% más caras este mes de enero que el invierno anterior.

Pero desde entonces las protestas se han transformado en un movimiento contra la corrupción del Gobierno y la pobreza que existe en Bulgaria.

El descontento de la gente iba dirigido inicialmente a la empresa de energía checa CEZ, que se hizo famosa por engañar a los clientes en Albania.

Tras una parálisis de poder político, se produjo la dimisión inesperada del Gobierno populista de Borisov, antes de que el Presidente Rosen Plevneliev anunciara la formación de un Gobierno provisional (que se estableció el 12 de marzo) y planes para celebrar elecciones parlamentarias extraordinarias el 12 de mayo de 2013.

Desde entonces se ha intentado en varias ocasiones formar un “consejo comunitario” para abordar la situación, pero a medida que las reivindicaciones de los manifestantes se han ido intensificando, la situación se ha radicalizado todavía más.

A día de hoy los manifestantes no sólo reclaman un mejor nivel de vida sino también un “cambio de sistema” completo y una “democracia directa”.

¿Pero esto cómo ha sucedido?

¿Cómo ha pasado Bulgaria de ser un país de obediencia absoluta a un país de revueltas extendidas y tumultuosas?

Uno de los principales factores es la pobreza, que es lo que diferencia las protestas actuales de las que tuvieron lugar hace 15 años, en plena hiperinflación; o hace 23 años, cuando la gente se manifestaba para terminar con el comunismo.

Bulgaria tiene la tasa de pobreza más alta de la UE y se ha mantenido a un nivel peligrosamente elevado durante muchos años.

Una cuarta parte de la población vive en la pobreza extrema, según datos de la Oficina Nacional de Estadística, y alrededor del 50% de los búlgaros corren el peligro de caer en la trampa de la pobreza.

Mientras tanto el desempleo real se ha triplicado año tras año desde 2008, pasando de 5,6% a 17,5%.

 

La clase “desesperada”

Es posible ser pobre o estar sin empleo, pero el tener derecho a recibir prestaciones sociales o el poder contar con la oportunidad de encontrar trabajo son factores que alimentan las esperanzas de un futuro mejor.

Sin embargo, verse privado de ambas cosas hace que la vida de un individuo se transforme en una catástrofe personal. Y esto lo que está sucediendo en Bulgaria a diario.

Aunque los búlgaros pueden recibir prestaciones del Estado, los pagos son mínimos: el promedio de la pensión estatal es de apenas 70 euros al mes.

Esta difícil situación socioeconómica en Bulgaria ha creado una clase particular de individuos “desesperados”: el 30% de los jóvenes del país están sin trabajo; el 75% de las personas jubiladas están consideradas como “desesperadamente pobres”; y la mayoría de las familias de clase media sobreviven con unos ingresos mínimos, si es que no están completamente arruinadas.

Sólo una pequeña minoría –alrededor del 3 ó 4% de la población del país– consigue mantener un nivel de vida alto.

Desde el final del comunismo en Bulgaria, hace dos décadas, un grupo de influyentes magnates ha recibido, por poco o nada de dinero, solares industriales y terrenos regalados para proyectos de construcción.

Estos casos han ido aumentando en los últimos cuatro años y el valor de mercado de estas transacciones se estima que supera los cuatro mil millones de euros.

Por otra parte, los escándalos de corrupción en las transacciones privadas, en las ofertas de licitación y en la “absorción” de fondos europeos, han pasado a formar parte de la cotidianeidad aquí en Bulgaria.

Por último, si bien no menos importante, la rigurosa maniobra dirigida a la adopción de políticas de austeridad ha sido la causa de un descontento y malestar enormes.

Esto empezó en 2009, tras la elección del partido Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB).

La gobernanza de las finanzas públicas pasó a manos del ex economista búlgaro del Banco Mundial, Simeon Djankov.

Así pues, en el Estado miembro más pobre de la Unión Europea, y en el peor momento de la crisis económica, este misionero del Banco Mundial implantó un “exclusivo paquete de medidas contra la crisis” para apretar más aún los cinturones.

El Estado congeló los sueldos a pesar de los incrementos considerables en el costo de la vida, dejó de pagar a empresas para licitaciones contractuales, canceló los planes de indexación a la inflación para los pensionistas y aplicó recortes del 30 al 50% a las prestaciones sociales.

Bulgaria informó a la Comisión Europea de sus “excelentes resultados”: un 0,5% de déficit presupuestario para 2012 y sólo un 17% de deuda externa.

Lo que no mencionó fue el elevado precio que el contribuyente búlgaro tuvo que pagar para conseguir estas cifras.

 

Llevarlo a las calles

Fue en aquel momento que la gente empezó a protestar.

Inicialmente la élite del poder, la oligarquía financiera y los principales medios de comunicación no estaban preparados.

La propaganda oficial había estado pregonando durante muchos años el mantra de que la sociedad civil en Bulgaria estaba muerta y que la desigualdad social era un “fenómeno natural” en las sociedades que adoptaban los “valores del perfecto mercado libre”.

Esta construcción alimentada con ideologías ya no se mantiene en pie.

Al tiempo que escribo estas líneas va evolucionando una tercera oleada de protestas nacionales que están movilizando a más de 100.000 búlgaros.

Estas protestas han lanzado nuevos llamamientos para la suspensión del Parlamento Nacional hasta que no se haya aprobado una nueva Ley Electoral.

Hay demandas para que se anule el actual Código Electoral, que prohíbe a las organizaciones civiles participar de forma directa y democrática en la vida política del país.

En su lugar, los manifestantes quieren introducir un sistema electoral que favorezca la regla de la mayoría de votos, en vez del sistema representativo proporcional vigente a presente.

El pueblo búlgaro está reclamando un voto directo. Quiere participar en las estructuras de poder y ocupar un lugar en el proceso de toma de decisiones, sobre todo en lo que respecta a la distribución de los recursos.

Pero, por supuesto, sus oponentes – los representantes de los partidos políticos del país – quieren mantener el status-quo, y por eso son en estos momentos el enemigo público número uno.

Incluso los sindicatos han sido criticados por el movimiento de protesta a causa de los estrechos vínculos que mantienen con el Gobierno derrotado y por su respuesta inicialmente pasiva a las primeras semanas de protestas.

 

Al futuro

Sin embargo no hay garantías de que la revolución civil en Bulgaria vaya a terminar en una victoria auténtica.

Los enemigos de la revolución están dispuestos a contraatacar a través de los medios de comunicación y de la infiltración de agentes provocadores entre los manifestantes.

También los manifestantes se están quedando rezagados con la reestructura y la creación de mecanismos coordinados a escala nacional. Las alianzas entre los líderes de las protestas y expertos independientes no se establecieron más que varias semanas después de las protestas.

Habiendo conseguido ya ciertos logros en la lucha contra el monopolio energético CEZ, ha llegado el momento de preguntarse si se deberían nacionalizar o no todos los monopolios de recursos naturales.

En respuesta a la presión para desmonopolizar los servicios públicos, se ha puesto en marcha un nuevo ataque contra los consorcios bancarios del país, dado que cientos de miles de personas – como receptoras de créditos – han sido defraudadas por los bancos.

En definitiva, los dos principales generadores de la revolución civil – la revuelta contra los monopolios y la protesta contra las élites del poder – tendrán que fusionarse para poder sobrevivir.

Las elecciones extraordinarias convocadas para mayo de 2013 aclararán si las protestas del pueblo pueden lograr una victoria estratégica o si el status-quo sobrevivirá al precio de una serie de retiradas tácticas.