Turquía levanta la voz

 

Mi sindicato, la Confederación de Sindicatos Progresistas de Turquía (DISK), forma parte de una plataforma junto a otras asociaciones profesionales y organizaciones vecinales.

Dicha plataforma protesta contra las obras en la plaza Taksim (Estambul) que destruirán el parque allí ubicado para sustituirlo por un centro comercial.

 

Cuando el martes escuché que habían llegado bulldozers para talar los árboles, fui corriendo al parque.

La justicia había revocado el proyecto de la constructora, pero en lugar de paralizar las obras ilegales, la policía utilizó gases lacrimógenos contra los manifestantes que querían proteger los árboles.

Aquella primera noche fuimos al parque con tiendas de campaña y sacos de dormir.

Cantamos y charlamos hasta el amanecer. Por la tarde ya había miles de personas congregadas. Se celebró un concierto en un escenario.

Debatimos sobre la regeneración urbana, la destrucción del medio ambiente, los derechos humanos y los derechos de los trabajadores/as.

Lo fundamental de estos debates es que son el resultado directo de las políticas del gobierno. Aquel día establecimos un comité en constante cambio y cada vez más amplio.

A la mañana siguiente, cuando desperté, el campamento estaba sumergido en gases lacrimógenos y todo el mundo corría. La policía quemó las tiendas de campaña y arrancó los arbolitos que habíamos plantado el día anterior. Los bulldozers empezaron a trabajar bajo la protección de los antidisturbios.

Nadie quería vengarse. Alguien leía una novela a los policías usando un megáfono que recuperó del incendio de las tiendas. Otra persona cantaba “¿por qué prendisteis fuego a mi guitarra?”.

Cuando conseguimos volver a entrar al parque, montamos tiendas aún mayores.

Por la noche había decenas de miles de personas en la plaza. Varios músicos famosos cancelaron sus conciertos y acudieron al parque.

Allí se unieron personas de diferentes opiniones: trabajadores y ciudadanos en huelga procedentes de regiones dañadas por la codicia de las empresas y el Gobierno; hinchas del fútbol; partidos de la izquierda radical; organizaciones estudiantiles; feministas; anarquistas; y veganos.

A la noche siguiente estábamos mejor preparados. La basura se limpiaba periódicamente.

Había una patrulla de voluntarios del sector de la seguridad. Las mujeres podían pasear seguras por la zona de acampada.

Las nuevas medidas del Gobierno contra el alcohol [se espera que esta semana el presidente turco apruebe unas estrictas leyes que prohibirán la venta de alcohol en tiendas entre las 22.00 pm y las 6.00 am, toda la publicidad y promoción de bebidas alcohólicas y la apertura de nuevas tiendas y bares a menos de 100 m de colegios y mezquitas] hicieron que consumir bebidas alcohólicas se convirtiera en una acción política.

La gente coreaba eslóganes, pero también cantaba y bebía.

Poco antes del amanecer se distribuyeron cientos de gafas de natación, máscaras antigás, limones, vinagre y soluciones caseras contra el gas lacrimógeno preparadas con pastillas para el estómago.

Cuando la policía atacó a las 5.00 de la madrugada había miles de personas en el parque.

No avisaron y de pronto no podíamos ver nada. Evacuamos el parque de acuerdo con el plan que habíamos trazado anteriormente.

Los enfrentamientos en la calle continuaron hasta la mañana. Conseguí entrar en el parque a hurtadillas y sin hacer ruido, aprovechando que los policías estaban cansados. Disfruté del Bósforo mientras sorbía un té a la sombra de un árbol. Espero que no sea la última vez que admiro esta panorámica.

Los manifestantes intentaron entrar al parque una y otra vez congregándose en las callejuelas.

La policía lo evitó mediante el uso excesivo de la fuerza. Toda la ciudad se convirtió en un circuito de carreras.

Algunos manifestantes cruzaron a pie el puente del Bósforo que une Asia con Europa.

Pero, ¿quién es esa gente que se congregó en la plaza? Mentiría si dijera que todos tenían opiniones y objetivos comunes.

Lo único que tenían en común era su enfado con el Gobierno… La violencia policial que se desató contra los jóvenes protectores de los árboles hizo que la gente estallara; todos los que están en contra del Gobierno salieron a la calle.

Miles de hombres y mujeres que antes no habían participado en ninguna manifestación política se enfrentaron a la policía hasta altas horas de la noche y volvieron a participar en otra manifestación sin ni siquiera haber desayunado.

Con sus máscaras antigás caseras se rebelaron contra la policía, a veces cantando, a veces insultando.

Había manifestantes de familias adineradas, pero también desempleados. Había gente de asociaciones musulmanas y partidos socialistas. Todos codo con codo.

Los manifestantes buscaban refugio en las barricadas mientras tuiteaban y subían fotografías a Instagram.

Los estudiantes hacían pintadas reivindicativas dirigidas al primer ministro Recep Tayyip Erdogan.

Cuando las balas de goma empezaron a caer a mi alrededor, me refugié en una cabina telefónica. Allí dentro conocí a una pareja que estaba haciendo planes para su boda.

Durante los últimos cinco días, una cifra cada vez mayor de ciudadanos se está divirtiendo y manifestando al mismo tiempo, sin dormir ni descansar.

El eslogan más común entre los manifestantes es “¡Dimite, Gobierno!”.

La violencia policial no nos intimida. Ya hemos vencido nuestros miedos. Hemos aprendido a levantar nuestras voces cuando estamos enfadados.

Algunos están luchando, otros bailando. Algunos están borrachos y dan rienda suelta a su ira; otros recogen basura y curan a animales callejeros.

No sé qué va a pasar mañana. Pero hoy es un nuevo día y todos somos gente nueva.

¿Que qué estoy haciendo ahora? Mientras decenas de miles de manifestantes exigen por todo el país la dimisión del primer ministro por diferentes motivos, yo les escribo desde el capó de un coche patrulla volcado.