El flagelo del desempleo juvenil en Libia

 

La pregunta que ha estado en mente de todos los ciudadanos de cualquiera de los países que han experimentado la denominada "primavera árabe” es: ¿que hemos logrado desde entonces?

Los ciudadanos de estos países vivieron durante mucho tiempo bajo la opresión. Los tiranos fueron destituidos, hubo derramamiento de sangre y se hicieron promesas de prosperidad para el pueblo.

 

[caption id="attachment_9453" align="alignnone" width="530"] Para que los jóvenes libios dejen definitivamente las armas, primero tienen que encontrar trabajo. Pero en la nueva Libia las oportunidades de empleo son más bien exiguas (AP foto/Francois Mori) 

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En Libia, muchos jóvenes creen que el mayor éxito ha sido la caída de Muammar Gaddafi, que estuvo gobernando al país desde 1969 hasta su derrocamiento en 2011.

Pero, desde entonces, se han encontrado con numerosas decepciones.

Aunque muchos de los jóvenes que participaron en las revueltas siguen teniendo armas en su poder, no cabe duda de que preferirían lograr sus objetivos por la vía política.

Sus demandas son sencillas, pero los políticos, en cambio, las consideran descabelladas.

En primer lugar, y por encima de todo, quieren que se lleve a cabo el procesamiento de las principales figuras políticas del régimen de Gaddafi.

También quieren un mejor nivel de vida para los libios, el desarme de las milicias, el establecimiento de instituciones competentes y la posibilidad de participar en los procesos de toma de decisiones – ya que de momento la política en Libia está más bien dominada por hombres mucho mayores.

Pero su principal reivindicación es que haya trabajo.

Antes de la revolución, Libia era un país enfrentado a "importantes desafíos en materia de trabajo decente" y con un índice de desempleo del 22%, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Actualmente el Ministro de Trabajo libio sitúa esta cifra en un 15%, aunque según estimaciones no oficiales la cifra real se aproximaría más al 30%. Por otra parte, el 43% de los desempleados registrados en el Ministerio de Trabajo son licenciados universitarios.

La verdad es que, licenciados o no, muy pocos jóvenes de Libia han visto grandes progresos desde el derrocamiento de Gaddafi.

Se siguen enfrentando a un desempleo masivo, sobre todo ahora que muchos empleadores del sector público y privado han interrumpido sus actividades a causa del deterioro de la situación de seguridad en Libia.

Como en muchos otros lugares, la situación laboral varía de una zona a otra del país. En Trípoli, por ejemplo, la relativa estabilidad implica mayores oportunidades de empleo, mientras que en lugares como la ciudad oriental de Tobruk el índice de desempleo supera el 30%.

 

 

La mayor tragedia de Libia
Así pues, a muchos libios y libias jóvenes no les queda más remedio que ser imaginativos y flexibles a la hora de buscar trabajo.

Amjad, un joven de 27 años procedente de Misrata, la tercera mayor ciudad de Libia, no podía imaginarse que después de graduarse en el Instituto Superior de Informática, en 2008, tendría que abandonar la ciudad y dejar de lado su licenciatura para poder encontrar trabajo.

Amjad se está ganando la vida como fotógrafo. Cuando le preguntan cómo se siente con su trabajo, responde: “No espero gran cosa de este empleo, pero prefiero trabajar que quedarme en casa.”

No todos los jóvenes de Libia han sido tan afortunados o tan ingeniosos como Amjad.

Muchos se pasan el día en algún café, hablando con los amigos y sumamente decepcionados por el hecho de que la revolución no haya supuesto ningún cambio para ellos.

Además, aunque las cifras digan lo contrario, se tiene la sensación de que el desempleo ha aumentado, mientras que sus oportunidades de un futuro mejor han disminuido.

La situación del desempleo en Libia se suma a las tragedias sufridas por el pueblo de este país, que pasó directamente de varias décadas de gobierno autoritario a siete meses de guerra civil, en la que murieron miles de personas.

Pero, probablemente, la mayor tragedia de Libia sea el deterioro de la situación económica en un país que flota literalmente en un mar de petróleo.

Cuenta con las mayores reservas petroleras de África y es el quinto productor de petróleo a nivel mundial, con una producción de 1,3 millones de barriles diarios.

Pero tras décadas de corrupción y de falta de transparencia, sigue sin haber un mecanismo eficaz que permita canalizar los ingresos del petróleo en beneficio de los ciudadanos y ciudadanas libios.

La mayoría de las empresas que trabajan en este sector son de propiedad extranjera, y muchos de los empleados son expatriados.

Por eso es indispensable disponer de una política petrolera rigurosa, a fin de incrementar los ingresos, crear nuevos puestos de trabajo y permitir que Libia saque el mayor partido de su riqueza petrolera.

Pero hasta entonces, los jóvenes licenciados más brillantes, como Saif, de 26 años originario de Benghazi, tendrán que seguir apañándoselas como puedan.

A pesar de tener un diploma en informática, Saif sobrevive con su carrito ambulante vendiendo té y café.

“En este trabajo he encontrado una fuente de ingresos decente, y así no tengo que quedarme en casa sin trabajo y convertirme en una carga para mi familia y mi comunidad hasta que encuentre el trabajo adecuado.”

Por el futuro de Libia, esperemos que esta situación no dure demasiado para Saif ni para los miles de jóvenes que se encuentran en su mismo caso.