Sudáfrica equipara el salario mínimo a las trabajadoras del hogar, pero sus problemas persisten

Sudáfrica equipara el salario mínimo a las trabajadoras del hogar, pero sus problemas persisten

A domestic worker hangs out the washing on a farm in Swartland, South Africa. South Africa’s domestic work sector has long been characterised by a high degree of informality and poor adherence to labour regulations.

(Peter Alexander/Alamy Stock Photo)
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Thulie Mbatha se levanta cada día de la semana a las cuatro de la mañana para subir al primer autobús que va desde Soweto, el municipio donde vive, hasta Sandton, un próspero suburbio al norte de Johannesburgo (Sudáfrica). Soweto y Sandton son la quintaesencia de la cara y la cruz de esta metrópoli. En Sandton residen los ricos y famosos, que confían las tareas del hogar a sus empleadas domésticas. En Soweto, uno de los guetos más antiguos de la ciudad, predominan las casas pequeñas y desvencijadas, ocupadas por familias de bajos ingresos, donde la electricidad escasea y la delincuencia, abunda.

Mbatha cuida de tres niños y se ocupa de todas las tareas domésticas necesarias para mantener ordenada y limpia una mansión de 14 habitaciones. Está afiliada al sindicato sudafricano de trabajadores domésticos, South African Domestic Service and Allied Workers Union (SADSAWU), perteneciente a la confederación sindical Congress of South African Trade Unions (COSATU), y desde marzo disfruta de un aumento del 20% del salario mínimo. “Las empleadas de hogar llevamos mucho tiempo siendo explotadas. Nos alegra saber que nuestras voces se escuchan por fin tan alto y claro como para llamar la atención de las autoridades”, afirma.

Este incremento del salario mínimo interprofesional, gracias al cual la hora trabajada aumenta de 21,7 rands (1,23 euro) a 23,2 rands (1,31 euros), forma parte del ajuste anual por la inflación y el aumento del coste de la vida; pero para quienes trabajan en el servicio doméstico, el aumento del salario mínimo será aún mayor. A partir de ahora, una empleada de hogar ganará 3.710 rands (210,12 euros) por trabajar ocho horas al día, veinte días al mes, en lugar de los 3.472 rands (196,6 euros) que cobraba antes de la entrada en vigor de esta subida salarial.

Según la ley del salario mínimo nacional, en 2020 sólo se reconocía el derecho de los trabajadores del hogar –mayoritariamente mujeres– a recibir un 75% del salario mínimo interprofesional, y su enmienda equipara ahora el salario mínimo de este colectivo al del resto de los trabajadores de Sudáfrica.

El salario mínimo es una de las herramientas para cerrar la brecha salarial, incluida la existente entre géneros, y para salir de la pobreza. Sudáfrica posee una elevada tasa de desempleo, por lo que tiene que haber algún tipo de intervención para apoyar a los más vulnerables del mercado laboral y a los más pobres entre los pobres”, elabora Ashley Benjamin, secretario general adjunto de la federación sindical Federation of Unions of South Africa (FEDUSA).

Para cumplir con el nuevo aumento salarial, la familia para la que trabaja Mbatha le duplicó su salario: a partir de ahora, ésta llevará a casa 8.000 rands (453,09 euros) cada mes. “Soy trabajadora doméstica desde hace 22 años. No pude terminar la escuela porque mis padres eran demasiado pobres para pagármela. Sin una preparación formal, lo único en lo que podía trabajar era el servicio doméstico”, explica a Equal Times Mbatha, que lleva ocho años con su actual empleador. “Antes de que se fijara el nuevo salario mínimo no ganaba lo suficiente para llegar a fin de mes. Por suerte, [mi empleador] me aumentó el sueldo mensual muy por encima del salario mínimo”.

El dinero extra ha permitido a Mbatha reabrir su tuck (tienda de conveniencia informal), con la que complementa sus ingresos –y es que había tenido que cerrarla cuando llegó la pandemia porque se quedó sin dinero suficiente para comprar suministros por adelantado–.

Explotación y violaciones de los derechos humanos fundamentales

A pesar de que en él trabajan más de un millón de personas, el sector de los servicios domésticos en Sudáfrica se caracteriza desde siempre por un alto nivel de informalidad y por un escaso cumplimiento de la normativa laboral. Hasta hace poco, las trabajadoras del hogar también estaban excluidas de la Ley de Indemnización por Lesiones y Enfermedades Profesionales, que contempla el derecho a percibir una indemnización por incapacidad temporal o permanente en caso de accidentes laborales, además de los gastos médicos. Recientemente, el Gobierno aprobó una enmienda a esta ley que obliga a los empleadores a inscribir a las trabajadoras domésticas para que estas puedan reclamar una indemnización al fondo de compensación asociado a la legislación.

A pesar de ello, son muchas las empleadas de hogar a las que no han aumentado su salario desde marzo, ya que muchos empleadores se niegan a cumplir con el nuevo salario mínimo, a inscribirlas en el fondo de compensación de lesiones profesionales o a efectuar los pagos requeridos por emplear a estas trabajadoras.

A diferencia de Mbatha, Chido Chatiza, una empleada doméstica inmigrante, originaria de la vecina Zimbabue, desconocía que las trabajadoras domésticas tuvieran derecho a un salario mínimo en Sudáfrica.

“Yo cobro 1.700 rands [unos 96,28 euros] al mes. Vivo con mi empleador y no pago alquiler. No sabía que había un salario mínimo, pero al menos recibo algo que enviar a mis hijos a casa”, comenta Chatiza, madre de dos hijos. “No me quejo de lo que recibo. Si pierdo mi trabajo, mis hijos se mueren de hambre”, añade.

Además del incumplimiento del salario mínimo por parte de muchos empleadores, las trabajadoras del servicio doméstico de Sudáfrica padecen otros problemas. SADSAWU subraya la vulnerabilidad a la explotación que sufren sobre todo las trabajadoras internas, ya que sus empleadores les imponen de forma rutinaria normas que contravienen los derechos constitucionales de las trabajadores a la intimidad, a la libertad de movimiento, a la vida familiar y una vivienda digna. “La informalidad y la vulnerabilidad del servicio doméstico facilitan la ausencia de control de las infracciones, debido a que estas personas trabajan en espacios privados”, afirma Myrtle Witbooi, secretaria general de SADSAWU.

Aunque sus puertas están abiertas a todo el mundo, a la mayoría de trabajadoras domésticas que no están afiliadas a un sindicato les resulta muy difícil denunciar los abusos que padecen, añade Sizwe Pamla, portavoz de COSATU. “En COSATU ofrecemos asistencia a cualquier trabajador que nos pida ayuda, pero la mayoría tiene miedo a que les despidan si se afilian a un sindicato o denuncian los abusos”, explica.

Seis empleadores con los que contactó Equal Times en las provincias sudafricanas de Gauteng, Mpumalanga y Limpopo afirmaron conocer el salario mínimo, pero no estar dispuestos a pagarlo o carecer de suficiente capacidad económica para hacerlo. “Tener una asistenta es hoy todo un lujo. Yo la mantengo como un favor hacia ella, porque lleva muchos años trabajado para mí, pero si quiere que le pague el salario mínimo, se acabó”, asegura Alpha Mapaka, farmacéutico en Thohoyandou, Limpopo. “Las cosas son difíciles para todos. A mí no me han subido el sueldo desde la pandemia ¿cómo voy entonces a aumentárselo a mi asistenta, si el mío está congelado?”.

Según un informe de 2021 sobre las condiciones salariales y laborales de los trabajadores de servicios domésticos en toda África, el año pasado la pandemia provocó una drástica disminución de los ingresos en todo el continente, incluida Sudáfrica, que se combinó con la tendencia persistente a que las personas trabajadoras del hogar no ganen lo suficiente para cubrir sus necesidades más básicas.

El cumplimiento de la ley

La responsabilidad de hacer cumplir la reciente subida del salario mínimo recae exclusivamente sobre el Gobierno sudafricano, pero su aplicación está encontrando múltiples obstáculos, por falta de personal y de presupuesto para realizar inspecciones generalizadas. Para complicar más las cosas, no existe una base de datos de los empleadores que tienen contratado a personal doméstico. “Desde que se anunció el salario mínimo en marzo, el Ministerio de Empleo y Trabajo ha realizado inspecciones en todo el país entre los trabajadores domésticos para garantizar su cumplimiento”, explica a Equal Times el portavoz del Ministerio, Teboho Thejane. La legislación sudafricana sobre el salario mínimo no prevé sanciones para los empleadores que no respeten las normas salariales.

Tres de las seis empleadas de hogar con las que se puso en contacto Equal Times no pertenecían a ningún sindicato y dijeron que no se sentirían cómodas hablando de sus condiciones laborales con las autoridades. Cuatro afirmaron que les impusieron sus salarios, sin darles la posibilidad de negociarlo. La mayoría de las trabajadoras del servicio doméstico entrevistadas también dijeron que sus empleadores les prohibían asistir a talleres de formación sobre sus derechos laborales.

“El Ministerio sigue trabajando en los aspectos técnicos para que nuestros inspectores puedan colaborar con, quizás la policía, para procurar que los empleadores sean conscientes de nuestra seriedad”, aseguró Thejane al ser preguntado sobre las inquietudes de las trabajadoras.

A pesar de los problemas, la entrada en vigor del aumento del salario mínimo ha sido celebrada por los sindicalistas por haber cambiado la vida de las trabajadoras del hogar cuyos empleadores lo han aplicado. Según COSATU, la mayoría de sus miembros han creado clubes de ahorro, llamados “stokvels”, gracias al aumento del salario mínimo.

Funcionan como cooperativas de crédito rotativas cuyos miembros aportan una contribución mensualmente y un miembro diferente cada mes recibe dinero del fondo. “Es muy alentador que las trabajadoras del hogar creen clubes y cooperativas para mejorar sus vidas. Esperamos que los miembros de este sector lancen más proyectos, prueba suficiente de que son un sector organizado que necesita más apoyo de nosotros, del Gobierno y de sus empleadores”, subraya Pamla.

Para Mbatha, el aumento del salario mínimo no sólo le ha permitido reabrir su tuck; con los ahorros que ha logrado reunir, ha emprendido un negocio de cría de aves de corral junto a tres amigas, también empleadas de hogar. “Empezamos en junio y está resultando viable. Vendemos aquí, en Soweto, a restaurantes, a negocios de comida preparada y a particulares”, explica. “Estamos ahorrando los beneficios porque en el futuro pretendemos iniciarnos en el negocio de Uber. Para finales del año que viene queremos comprar dos o tres coches y trabajar como conductoras de Uber”, afirma.

Convertirme en conductora de Uber sería un sueño hecho realidad, dice Mbatha. “No quiero decir que ser trabajadora doméstica sea denigrante o indigno, pero [habrá sido] un peldaño hasta lograr, por fin, lo que siempre he querido: [obtener] una licencia y conducir”.

La realización de esta crónica ha sido posible gracias a los fondos de la Friedrich-Ebert-Stiftung.