Swiss Leaks: la evasión fiscal en tiempos de austeridad

Las autoridades fiscales francesas, para combatir el fraude, continúan repitiendo la escena de los espejos de la película de Orson Welles de 1947, La dama de Shanghai, en la que los disparos del celoso marido alcanzan una y otra vez el reflejo de la dama en los espejos, pero ella acaba escapando.

Lo mismo sucederá con la investigación sobre el HSBC Private Bank (Suiza), la filial suiza del HSBC, después de que el denunciante interno, el ingeniero informático Hervé Falciani, filtrara los datos de 106.000 cuentas de 2005 a 2007, que incluyen documentos con los comentarios que revelan la relación de los directivos encargados de los clientes privados.

Hemos llegado a conocer esta información gracias a que el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación movilizó a 154 periodistas de 60 medios de comunicación en 47 países para analizar los datos.

La lista de clientes presentada al Ministerio de Finanzas de Francia en 2009, y posteriormente distribuida a varios gobiernos extranjeros, incluye afamados empresarios, políticos, monarcas (como los reyes de Marruecos y Jordania), personalidades del espectáculo y los deportes, traficantes de armas y de drogas y un puñado de financieros sospechosos de lazos con el terrorismo.

La mayoría quería eludir el pago de impuestos.

Los descubrimientos son vergonzosos para el sistema financiero, a pesar de que solo son los últimos de una serie en la que destaca la filtración de 2013 sobre las cuentas en el extranjero de acuadalados británicos y el escándalo LuxLeaks de 2014, que reveló la escala de la evasión en los paraísos fiscales.

El banco londinense HSBC ha intentado limitar los daños con una armada de especialistas en relaciones públicas que desde 2009 están intentando desacreditar a Falciani, diciendo que robó la información, que alteró las listas y que no es de fiar. Suiza dictó una orden internacional para arrestarle por presunto autor de robo y violación del secreto bancario.

 

El auge de la “cleptocracia”

Ante la magnitud de este escándalo, el HSBC reconoció “errores pasados”, cometidos “hace tiempo, cuando la cultura del cumplimiento y los estándares de diligencia debida en el banco privado suizo del HSBC… eran significativamente inferiores a lo de hoy”.

El HSBC asegura haber procedido a una importante limpieza en 2008 y en 2012: cerraron dos tercios de las cuentas de su filial suiza; los activos de sus clientes cayeron de 118.000 millones de dólares en 2007 a 68.000 millones de dólares en 2014; la retirada de efectivo por encima de los 10.000 USD está hoy estrictamente controlada; y se vigila minuciosamente a los cleptócratas potenciales y a las “personas expuestas políticamente”.

El banco ofreció sus más sinceras disculpas y juró que sus servicios ya no se utilizan para el fraude fiscal o el blanqueo de dinero.

¿Debemos creerle? El HSBC es el mayor banco del mundo después del Industrial and Commercial Bank of China.

Ha sido un delincuente reincidente y, hasta la fecha, disfruta de una relativa impunidad.

Stephen Green, un sacerdote anglicano autor de un libro sobre la importancia de la ética, presidió el banco entre 2006 y 2010.

Lejos de ser castigado, en 2010 se le concedió el título de Barón de Green of Hurstpierpoint y el gobierno de David Cameron le nombró Ministro de Estado de Comercio e Inversión.

Cuando las autoridades persiguieron finalmente al HSBC, el daño fue limitado.

En 2012, una comisión del Senado de los Estados Unidos acusó al banco de participar en el tráfico de drogas, blanqueo de dinero y financiación terrorista. Las autoridades estadounidenses le multaron con 1.900 millones de dólares, una cantidad insignificante comparada con los beneficios que reportan las transacciones ilegales.

Ni los clientes del HSBC ni los “mercados” parecen sentir trastorno alguno por los infortunios del banco. Después de las últimas filtraciones, el Financial Times publicó:

“Los moralistas y los políticos no quieren escuchar esto, pero el impacto del escándalo de la filial privada suiza del HSBC [sobre las razones para invertir en acciones del banco] puede resumirse en una palabra: cero”.

 

La dinámica de la avaricia

La crisis de las hipotecas de alto riesgo afectó más a sus competidores que al HSBC, que siempre se enorgulleció de la estabilidad de su rentabilidad y de su incomparable servicio al cliente.

El caso suizo comenzó cuando, el 1 de julio de 2005, entró en vigor la Directiva sobre la fiscalidad del ahorro de la Unión Europea de 2003, que obligaba a los bancos suizos a retener el 10% de impuestos en los ahorros de los ciudadanos de la UE y abonarlos en los Estados de origen de los depositarios, sin divulgar la identidad de estos.

Los gestores de la riqueza propusieron rápidamente a sus clientes un contraataque: dado que los impuestos sólo se aplicaban a las personas, no a las compañías, les propusieron crear compañías extraterritoriales (en las Islas Vírgenes, Panamá, Bahamas) y abrir cuentas no sujetas a impuestos en el HSBC.

Se trataba de una situación en la que todos ganaban: los clientes no sólo se ahorraban los impuestos sino que el banco se beneficiaba de los costes de explotación de las compañías.

Quienes querían incluso más discreción podían esconder sus huellas creando residencias ficticias o pidiéndole a los bancos que no les enviaran los extractos de sus cuentas.

Para atraer más clientes, el HSBC tuvo que recurrir a técnicas agresivas de marketing.

Según la lista de Falciani, entre noviembre de 2006 y marzo de 2007 pasaron por las cuentas del HSBC Private Bank (Suiza) 180.000 millones de dólares y el banco designó a 1.645 representantes en 25 países.

En muchos países es ilegal que los bancos extranjeros promocionen su negocio. Francia, los Estados Unidos, Argentina, España y Bélgica han iniciado una investigación sobre el HSBC Private Bank (Suisse) por supuesta incitación al fraude fiscal y búsqueda de clientes en su territorio.

El HSBC no es el único banco culpable y esta es sólo la punta del iceberg: las autoridades van ahora detrás de otros bancos, en concreto el gigante suizo UBS.

Las maniobras para reducir los impuestos, ya se clasifiquen como fraude, optimización fiscal o ingeniería financiera, constituyen un problema político.

En estos tiempos de desigualdades crecientes, los gobiernos están imponiendo políticas de austeridad argumentando que carecen de dinero.

Mientras tanto, los ricos privilegiados —personas y compañías— intentan eludir tributar por sus activos.

Gigantes digitales como Apple, Google y Amazon están aprovechando en su propio beneficio la competición fiscal internacional y consiguiendo con absoluta legalidad pagar unos impuestos mínimos.

En 2013, la OCDE prometió frenar las prácticas fiscales encubiertas, pero es dudoso que pueda lograrlo.

La ambivalencia impera en todas partes. Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea, prometió erigir en prioridad la lucha contra el fraude fiscal en Europa.

Pero durante sus 19 años como Primer Ministro de Luxemburgo, atrajo a su país a las multinacionales permitiéndoles pagar apenas unas decenas de miles de millones de dólares, privando así a otros países europeos de miles de millones de ingresos tributarios.

En agosto de 2009, Eric Woerth, el entonces Ministro francés del Presupuesto, aseguró tener una lista de 3.000 evasores fiscales.

Con la esperanza de evitar la sanción unos 4.725 contribuyentes acudieron a las autoridades para regularizar su situación. Solo 68 de ellos se encontraban en la lista de Woerth.

La versión completa de este artículo apareció por primera vez en Le Monde diplomatique. Copyright © 2014 Le Monde diplomatique, con la autorización de Agence Global.