“Tenemos que evitar que los migrantes kenianos sean esclavos en lugar de trabajadores”

“Tenemos que evitar que los migrantes kenianos sean esclavos en lugar de trabajadores”

Thousands of Kenyan migrant domestic workers in the Middle East undergo abuse at the hands of unscrupulous employers.

(Kate Holt/Solidarity Center)

En septiembre de 2014, Rose Mike acababa de terminar sus estudios de enseñanza secundaria y estaba buscando trabajo en su ciudad natal, Nakuru, en la región del Valle del Rift de Kenia. Un contratista se puso en contacto con ella ofreciéndole la posibilidad de un trabajo bien pagado en el extranjero. Al principio se mostró escéptica, pero después, pensando en lo difícil que es encontrar un trabajo decente en Kenia, decidió aprovechar la oportunidad que se le presentaba.

Dos meses más tarde, Rose estaba de camino a Dammam, en Arabia Saudita, para empezar a trabajar como empleada del hogar por 900 riyales (aproximadamente 240 USD) al mes. Al llegar, la recogió su empleador, que la llevó a Khafji, a 300 kilómetros al norte del país, cerca de la frontera con Kuwait.

Rose recuerda la impresión que le causó ver el tipo de condiciones en las que iba a tener que trabajar.

“A veces me pasaba el día entero sin comer y me obligaban a trabajar durante muchas horas. Había días que me iba a la cama a la una de la mañana y me tenía que levantar a las cinco”, cuenta a Equal Times.

Sobrevivió dos años y siete meses de malos tratos, hasta que su contrato terminó en abril de 2017. Su empleador le devolvió el pasaporte y pudo obtener la autorización para regresar a su país.

Rose, que ahora tiene 22 años, es una de las miles de trabajadoras del hogar kenianas que han emigrado al Golfo y que han sufrido abusos a manos de empleadores sin escrúpulos. Según un estudio de la Universidad de Cornell, en países del Golfo como Arabia Saudita, Qatar y los EAU trabajan entre 100.000 y 300.000 kenianos, la mayoría de los cuales son trabajadoras del hogar.

No obstante, a pesar de que el Servicio Nacional del Empleo de Kenia se encarga de registrar las agencias de empleo del país, la contratación ilegal generalizada de trabajadoras del hogar migrantes significa que el número real de agencias podría ser mucho mayor.

Prácticas de contratación encubierta

Teresa Wabuko, delegada del sindicato Kenya Union of Domestic, Hospitality, Educational Institutions, Hotels and Allied Workers (KUDHEIHA), afirma que muchas de las trabajadoras del hogar son contratadas en zonas rurales donde el control del gobierno sobre este tipo de asuntos es mínimo. “Las agencias envían a los pueblos contratistas para convencer a los padres, dándoles incluso dinero y regalos para que accedan a que sus hijas sean llevadas al Golfo”, explica.

Si bien la mayoría de las agencias legales no cobran comisiones, e incluso se hacen cargo de todos los gastos de repatriación, las hay que sí cobran a las trabajadoras migrantes unas cantidades exorbitantes de dinero, que pueden ascender a miles de dólares. Estas mujeres y sus familias son quienes pagan las comisiones –aunque para ello tengan que pedir un préstamo– puesto que les dicen que, una vez que empiecen a trabajar en el extranjero, conseguirán ganar mucho más dinero –lo cual es casi siempre falso.

Joel Odigie, Coordinador de derechos humanos y sindicales de la Oficina de la Confederación Sindical Internacional para África (CSI-África), señala: “No se debería cobrar comisiones por la contratación de migrantes, pero esto es algo que no se respeta en África. En el caso de que se cobren comisiones, debería ser el empleador el que se hiciese cargo de ellas”.

Iscah es otra extrabajadora del hogar que estuvo en Arabia Saudita más o menos al mismo tiempo que Rose. Tuvo que soportar 14 meses de palizas y acoso sexual. “El hombre y sus hijos me toqueteaban mientras trabajaba, y la mujer de la casa no les reprendía. Fue muy denigrante”, explica Iscah a Equal Times desde su casa en Mombasa.

Odigie dice que los abusos que las trabajadoras del hogar afrontan podrían evitarse si los países de origen aplicaran unas medidas más estrictas. El problema, no obstante, es que la mayoría de los gobiernos africanos firman con los Estados del Golfo acuerdos bilaterales de migración de mano de obra carentes de disposiciones que garanticen los derechos de los trabajadores migrantes.

“Actualmente, a la hora de establecer acuerdos bilaterales de migración de mano de obra, los Estados del Golfo se están interesando más por los países africanos, puesto que los gobiernos asiáticos, como Filipinas, han empezado a exigir mayor respeto y más derechos para sus trabajadores migrantes”, explica Odigie, y señala que Uganda, Tanzania, Kenia y Etiopía son sólo algunos de los países que han firmado este tipo de acuerdos con los países del Golfo.

Equiparable a la esclavitud

El sistema de patrocinio, o kafala, vigente en todos los países del Golfo, es el origen de los problemas de abusos y explotación a los que se enfrentan las trabajadoras del hogar migrantes. Odigie equipara este sistema a la esclavitud. Gracias al sistema de kafala, el empleador sabía que, por mucho que abusara de Rose, ella nunca podría marcharse de la casa sin su consentimiento. “Me quitaron el teléfono y el pasaporte para que no pudiera marcharme hasta que terminara el contrato de dos años y medio”, dice.

Se han publicado informes de abusos e incluso asesinatos de trabajadoras del hogar kenianas a manos de sus empleadores en la región del Golfo. En septiembre de 2014 el Gobierno revocó las licencias de más de 900 agencias de contratación que enviaban kenianos a trabajar a Oriente Medio y prohibió a los kenianos emigrar al Golfo para trabajar hasta que no se hubieran establecido unas “estructuras adecuadas para la gestión eficaz de la migración de mano de obra y la protección de nuestros trabajadores migrantes”, según dijo el Gobierno. Sin embargo, cuando no había pasado ni un año, el Gobierno keniano firmó un acuerdo bilateral con los EAU para contratar a 100.000 trabajadores kenianos.

Wabuko explica a Equal Times que es muy difícil conseguir datos exactos sobre el número de trabajadoras del hogar que hay en el Golfo y sobre cuántas sufren abusos o incluso son asesinadas.

“Ni nosotros como sindicato, ni el Gobierno, disponemos de las cifras de trabajadoras del hogar que han sido asesinadas, que han resultado heridas o que han sido detenidas en el Golfo. Recibimos llamadas de auxilio por correo electrónico o por teléfono, pero rastrear el origen de las llamadas para organizar un rescate es muy difícil porque los empleadores suelen quitarles el teléfono y a veces ellas mismas ni siquiera saben dónde están”, indica Wabuko.

La mayoría de los países del Golfo no tienen ni siquiera sindicatos con los que KUDHEIHA pueda coordinarse, y las embajadas kenianas en la región carecen de recursos suficientes para implicarse en misiones de rescate regulares. En consecuencia, Odigie dice que cuando los migrantes africanos abandonan sus países para marcharse a trabajar al Golfo, lo hacen con muy poca o sin ninguna protección.

Iscah cuenta que cuando estaba buscando auxilio para huir de la casa de su empleador, la embajada keniana en Riad no le proporcionó ninguna ayuda. “La persona de la embajada con la que hablé me dijo que el lugar donde yo me encontraba estaba demasiado lejos para que me pudieran ofrecer ayuda alguna. No daba crédito a lo que escuchaba, y no entendía que mi propio gobierno no pudiera hacer nada para salvarme”, dice.

A principios de este año, en el marco de una misión de investigación, el catedrático Philip Alston, relator especial de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos y la pobreza extrema, visitó Arabia Saudita –donde se calcula que debe haber cerca de tres millones de empleadas del hogar de todo el mundo trabajando– y observó que 7.226 mujeres que huyeron de sus kafeels (patrocinadores) abusivos entre 2015 y 2016 terminaron en centros de acogida gestionados por el Gobierno que carecían de servicios básicos de orientación y asesoramiento.

La ayuda para Iscah llegó por fin, pero no del Gobierno keniano ni del Gobierno saudita sino de la Federación Internacional de Trabajadoras del Hogar (FITH). Desde su página de Facebook, Iscah pudo ponerse en contacto con la CSI y la CSI-África, que a su vez se pusieron en contacto con los Gobiernos keniano y saudita. Las presiones dieron resultado. “En septiembre, un año y un mes después de haberme marchado de Kenia, embarcaba en un avión de vuelta a mi país. Fue un alivio volver a estar en casa, aunque las pesadillas tardaron en desaparecer”, cuenta.

Agencias de contratación no registradas

A pesar de que la muerte de trabajadoras del hogar kenianas en el Golfo acapara a menudo los titulares, el rescate de las mujeres que están siendo explotadas no es tarea fácil. Según Wabuko, parte del problema radica en que la documentación legal de estas trabajadoras, desde el punto de vista del registro en el país, es prácticamente inexistente. “El Ministerio de Trabajo nos ha dicho que solo hay 25 agencias de contratación registradas. Sin embargo hay otras muchas que no están registradas pero que contratan trabajadoras del hogar por todo el país”, afirma.

Wabuko dice además que la vía por la que las trabajadoras del hogar llegan a los países del Golfo también determina el trato que van a recibir. “La mayoría de las trabajadoras del hogar llegan al Golfo por la ‘puerta de atrás’, y, como sus empleadores lo saben, creen que pueden permitirse hacer con ellas lo que les dé la gana. Algunos países han negociado una serie de términos favorables para sus ciudadanos, con el objetivo de garantizar que los trabajadores migrantes reciban un mejor trato que el que reciben los kenianos”, añade.

Alston también pone de relieve en su informe de misión “la diferencia de trato que reciben las trabajadoras del hogar en función de su nacionalidad”.

Según John Kaplich, encargado de relaciones públicas en el Ministerio de Trabajo de Kenia, a finales de mayo de 2017 el secretario del gabinete de Trabajo de Kenia, Phyllis Kandie, se desplazó hasta Yeda para firmar un acuerdo bilateral de migración con su homólogo saudita.

El acuerdo pretende proporcionar un marco legal para mejorar la cooperación entre los empleados, los empleadores, las agencias de contratación y las administraciones públicas, además de salvaguardar los derechos de las trabajadoras del hogar y la regulación de sus contratos. En este acuerdo, el Gobierno de Arabia Saudita ha accedido a desempeñar un papel en el proceso de contratación y en la determinación de las condiciones de empleo. Todavía está por ver cómo se va a implementar este acuerdo y qué repercusiones va a tener en la vida de los cientos de miles trabajadores migrantes kenianos. Alston, por su parte, denuncia la parcialidad inherente del Gobierno a favor de los empleadores en los conflictos laborales y en los casos de abuso.

La CSI ha estado haciendo campaña a escala internacional a favor de la ratificación de los Convenios de la OIT núm. 189 sobre la protección de los derechos de las trabajadoras del hogar y núm. 29 sobre el trabajo forzoso. También ha hecho un llamamiento reclamando la abolición del sistema de kafala, la ampliación del ámbito de aplicación de la legislación laboral nacional para que cubra a las trabajadoras del hogar migrantes, y el reconocimiento de la importancia de la inspección del trabajo a la hora de garantizar el respeto de los derechos laborales.

El sindicato KUDHEIHA está trabajando en Kenia con diversos grupos de interés, como son otros sindicatos, ONG y los Ministerios de Trabajo, Asuntos Exteriores y Seguridad Interior, con el objetivo de garantizar que la contratación de las trabajadoras del hogar sea legal, transparente y ética. También está presionando para garantizar que el Gobierno concrete unos acuerdos bilaterales sólidos con otros países del Golfo.

KUDHEIHA se dedica igualmente a concienciar a los trabajadores migrantes, antes de que emprendan su viaje al extranjero, sobre los posibles peligros a los que se podrían enfrentar. “Somos conscientes de que no podemos impedir que se marchen, pero sí que podemos conseguir que su experiencia sea más segura. Esto puede lograrse mediante una labor de sensibilización e informándoles sobre los procedimientos adecuados para que no terminen siendo esclavos en lugar de trabajadores”, concluye Wabuko.