Trabajo forzoso y abusos, un cotidiano para indonesias en el Golfo a pesar de la prohibición de Yakarta de enviar trabajadoras domésticas a la zona

Trabajo forzoso y abusos, un cotidiano para indonesias en el Golfo a pesar de la prohibición de Yakarta de enviar trabajadoras domésticas a la zona

Bu Tayem y su hija muestran fotografías de Tayem cuando tuvo que ser hospitalizada en Qatar debido a los malos tratos inflingidos por sus empleadores. Tayem relata que pesaba 22 kilos cuando ingresó al hospital debido a los malos tratos que la familia le infligía sistemáticamente y a que le negaban una alimentación suficiente.

(Max Walden)

“Apenas había pasado una semana en la casa de mi empleador cuando ya me golpeaban y abofeteaban constantemente”, cuenta Bu Tayem, una antigua trabajadora del hogar en Qatar, antes de ser devuelta a Indonesia en 2016 después de haber pasado solamente un año en el Golfo.

Sentada en el exterior de su vivienda, en el poblado de Tegal Sawah, en Karawang, una zona rural empobrecida a solo 75 kilómetros de la capital Yakarta, Tayem aparenta tener muchos más años de los 50 que apenas cuenta. “Les gustaba torturarme”, afirma, al hablar de sus antiguos empleadores, un capitán de policía y su mujer, una esposa perfecta.

“Me echaron agua caliente en la espalda y frotaron mi herida con sal. Me golpeaban en las quemaduras con un cuchillo caliente”, cuenta señalando su cuero cabelludo donde pueden apreciarse franjas sin pelo. “Los niños eran iguales”.

Tayem nunca recibió un salario por el tiempo que estuvo trabajando en Qatar. El único dinero que le dieron durante 14 meses de trabajo fueron tres cuotas de aproximadamente 112 USD, que se pagaron a su familia por adelantado. Pak Ridwan Wahyudi, del Sindicato de Trabajadores Migrantes de Indonesia (SBMI) comenta a Equal Times que este tipo de prácticas son comunes. Los encargados locales de las contrataciones generalmente pagan alrededor de 2 o 3 millones de rupias (de 150 a 225 USD) a las familias de los trabajadores del hogar migrantes antes de su partida a modo de una supuesta “promesa” de lo que se va a ganar.

En mayo de 2015, tras la ejecución de dos trabajadoras del hogar indonesias declaradas culpables de asesinato en Arabia Saudí en abril de 2015, el Gobierno de Yakarta, irritado, declaró una moratoria del envío de nuevos trabajadores del hogar a 21 países de Oriente Medio. Una prohibición que, en teoría, sigue vigente.

Sin embargo, Anis Hidayah, cofundadora de Migrant Care, organización que defiende los derechos de los trabajadores migrantes, señala que la moratoria fue una decisión meramente “reactiva” y ha sido “totalmente ineficaz”.

Señala que las agencias de contratación continúan trabajando “a marchas forzadas” para enviar cada vez más y más mujeres a Oriente Medio, especialmente porque la moratoria ha aumentado la cantidad de dinero que se paga por los trabajadores del hogar procedentes de Indonesia.

Una encuesta realizada por la organización entre marzo de 2015 y mayo de 2016 en el aeropuerto de Yakarta arrojó que habían salido al extranjero por lo menos 2.644 trabajadores del hogar. El destino de la gran mayoría eran los países de Oriente Medio, tales como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Omán, Qatar y Kuwait. Hidayah aseguró que su organización Migrant Care había presentado sus conclusiones al Gobierno indonesio, pero que aún no había recibido respuesta.

En un informe presentado tras su misión de enero a Arabia Saudí, el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza extrema y los derechos humanos, Phillip Alson, calcula que, como resultado de la moratoria, el reino saudí cuenta con 500.000 trabajadores indonesios indocumentados. En 2016, Human Rights Watch concluyó que el mayor grupo de trabajadores migrantes en Omán procedía de Indonesia (35.109), en comparación con los 17.112 de Filipinas y los 26.507 de India.

Las violaciones cometidas contra los trabajadores migrantes de Indonesia son ampliamente conocidas y cubiertas por los medios de comunicación indonesios. Solo Migrant Care sigue cada semana entre 400 y 900 noticias sobre trabajadores migrantes en medios locales y nacionales. Las estadísticas del BNP2TKI, el departamento gubernamental encargado del bienestar de los trabajadores migrantes indonesios, mostró que, entre enero y julio de 2017, murieron en Oriente Medio y África 39 ciudadanos indonesios, es decir, una persona cada cuatro días. No obstante, las mujeres indonesias siguen viajando al extranjero en busca de trabajo.

La tentación del Golfo

Como ocurre en otros lugares, la pobreza es el factor más importante que mueve a los trabajadores del hogar migrantes de Indonesia. Anisa Santoso, investigadora sobre trabajadores migrantes de la Universidad de Indonesia, explica que millones de indonesios “abandonan su hogar en busca de una vida mejor” y emigran a centros urbanos ya sea dentro o fuera del país.

A pesar de la gran publicidad que se da a los casos de explotación, a las violaciones e incluso a las ejecuciones de trabajadores del hogar migrantes, “es muy difícil mantenerlos alejados de los Estados del Golfo”, afirma. La religión no puede pasarse por alto en un país donde, según una encuesta de 2015 de Pew Research, el 95% de las personas afirman que ésta es “muy importante” en su vida.

El motivo fundamental de su viaje es socioeconómico, pero los países del Oriente Medio suelen resultar más atractivos para los indonesios musulmanes que otros destinos de países ricos de mayoría no musulmana en Asia. Muchos ya conocen el árabe básico debido a su educación religiosa y, antes de salir del país, las agencias de contratación les proporcionan algunas clases del idioma.

Algunos indonesios consideran que trabajar en otros países de Asia y el Pacífico es potencialmente “sucio”, afirma Wahyudi, por ejemplo, al tener que lidiar con perros o cocinar carne de cerdo (ambos considerados haram o prohibidos por las enseñanzas islámicas). Un reciente informe del Instituto para el Análisis de Políticas de Yakarta puso de relieve que un pequeño grupo de trabajadores del hogar indonesios se habían visto atraídos por el radicalismo violento debido al aislamiento social y religioso en Hong Kong. Una mujer reclutada por el autodenominado Estado islámico expresó así su humillación: “¿Podrías imaginarte tener que tocar un cerdo mientras llevas un niqab?”

Algunos indonesios temen ir a Malasia, Hong Kong o Taiwán porque les preocupa caer en redes de trata de personas y ser obligados a ejercer la prostitución. Estas situaciones se plantean en algunas ocasiones, cuando se dice que “van a Hong Kong, pero terminan en Batam [una isla cerca de Singapur conocida por su comercio sexual]”, comenta Boby Alwy, secretario general del SBMI en Yakarta.

Es importante destacar que muchos indonesios esperan que al trabajar en Oriente Medio podrán emprender las peregrinaciones umrah y hajj a La Meca, situada en Arabia Saudí. Wahyudi señala que esta situación se produce particularmente con las trabajadoras del hogar de mayor edad, que ya no son “productivas”, pero que aún pueden firmar contratos de trabajo con agencias de contratación sin escrúpulos, someterse a una revisión médica y salir al extranjero en el plazo de una semana. La peregrinación hajj confiere un estatus social en Indonesia y un gran número de trabajadores del hogar tienen de hecho la posibilidad de hacer la peregrinación, en general, acompañando a sus empleadores.

Bu Tayem no tuvo tanta suerte. No solamente no llegó a ir a La Meca, sino que casi no pudo volver a casa. “Me quitaron y tiraron todas mis pertenencias, incluyendo mi teléfono”.

Documentos falsos y trabajo forzoso

Otra antigua trabajadora del hogar de Tegal Sawah, en Yanti, cuenta que una agencia de contratación de trabajadores migrantes falsificó sus documentos cuando tenía 17 años y apenas había salido de la escuela secundaria para demostrar que tenía más de 18 años y que ya estaba casada. Las mujeres jóvenes suelen ser muy buscadas, y los reclutadores esperan literalmente a las puertas de las escuelas “en busca de carne de cañón”, asegura la cantante y defensora de los derechos de los migrantes indonesia, Melanie Subono.

Desde la moratoria de 2015, las agencias de contratación simplemente “manipulan” los pedidos de empleo para continuar satisfaciendo la elevada demanda de trabajadores del hogar en el Golfo, señala Wahyudi, del sindicato SBMI. Los trabajadores migrantes indonesios son contratados para trabajar en el sector formal, normalmente en la manufactura, la construcción, la limpieza comercial o la asistencia sanitaria, sin embargo, al llegar al país son integrados al sector informal del trabajo del hogar. La mayoría de las trabajadoras del hogar entran a Arabia Saudí con visados para las peregrinaciones umrah o hajj, explica.

El representante local de Migrant Care en Karawang, Bu Wiharti Ade Pernama, revela que si una mujer cambia de opinión y decide no partir de Indonesia después de haber firmado un contrato, incluso si un examen médico certifica que está embarazada, las agencias de contratación exigen una cuota de cancelación de entre 5 y 30 millones de rupias a modo de indemnización (de 370 a 2.250 USD).

Yanti, que ahora tiene 29 años, estuvo en Kuwait donde su trabajo consistía en asegurar los servicios de limpieza de todo un bloque de apartamentos. Se cayó de la cuarta planta y no pudo caminar durante seis meses. Le dijeron que había incumplido su contrato y nunca le pagaron por su trabajo, ni sus empleadores kuwaitíes, ni la agencia de contratación. Nunca ha podido trabajar de nuevo.

Bu Tayem tampoco puede trabajar. “Solo puedo ganar dinero vendiendo nasi uduk [arroz de coco], tengo las manos llenas de cicatrices y no tengo mucha movilidad”.

Muchas de las mujeres de Tegal Sawah siguen trabajando en Arabia Saudí, las que viven en lo que los lugareños denominan la Gang Dolar o “Ruta del dólar”, por el dinero que han podido hacer allí. Sin embargo, la mayoría no se ha jubilado ni ha traído cualificaciones valiosas a Indonesia, sino que han seguido trabajando en el extranjero para enviar remesas a sus familias. El Instituto de Investigación de Asia concluyó que en 2015, el 35% de las remesas de Indonesia se utilizó para cubrir las necesidades diarias de las familias, mientras que el 26% se destinó a la educación de los niños. Pocas han podido darse el lujo de invertir el dinero en la compra de tierras o en crear una pequeña empresa.

Santoso apunta que muchas mujeres indonesias se ven obligadas a regresar en repetidas ocasiones al extranjero para pagar las excesivas deudas impuestas por las agencias de contratación.

Un estudio realizado en el año 2016 por el Centro de Justicia de Hong Kong reveló que las trabajadoras del hogar migrantes excesivamente endeudadas con las agencias de contratación tenían seis veces más probabilidades de ser víctimas de trabajo forzoso que aquellas con una deuda más baja. Resulta preocupante que los trabajadores de Indonesia tuvieran un 70,5% más de probabilidades que los no indonesios de ser víctimas de una situación de trabajo forzoso.

El sistema kafala impuesto a los trabajadores del hogar en el Oriente Medio les impide cambiar de empleador sin previa aprobación de su empleador original, lo que hace prácticamente imposible escapar de los abusos. Dado que la moratoria ha abierto nuevos canales irregulares para la migración, los trabajadores del hogar del Oriente Medio están menos seguros que nunca. Hidayah señala que los empleadores del Oriente Medio en particular pueden ser “extremadamente brutales”, y en algunos casos mantienen a sus trabajadores en condiciones “semejantes a la esclavitud”.

Al llegar al hospital de Qatar, Tayem pesaba solamente 22 kilos. “Cuando me torturaban, solamente me dejaban comer arroz blanco durante seis días. Eran muy ricos, pero muy mezquinos”.

Aun cuando la policía de Qatar impuso que se le prestara asistencia médica mientras estuvo en el país, ahora debe cubrir todos sus gastos médicos. Una cita con el neumólogo o el dermatólogo local cuesta alrededor de 300.000 rupias indonesias (22,50 USD). “El mes pasado tuve que ir cuatro veces en un mes. Me reventaron tantas veces la cabeza que ahora ya no es redonda”.

Esperanza para los trabajadores migrantes

En septiembre de 2017, el Comité de Trabajadores Migrantes de las Naciones Unidas en Ginebra preparará por primera vez un informe inicial sobre el desempeño de Indonesia en tanto que signatario de la Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares. Indonesia enviará una delegación de representantes gubernamentales y de la sociedad civil, entre ellos activistas de Migrant Care.

Migrant Care expondrá su iniciativa DESBUMI, que consiste en trabajar con las autoridades de las poblaciones y las organizaciones de base en Indonesia para promover la migración segura a través de la educación acerca de las prácticas de contratación y el establecimiento de bases de datos y documentación de la población local que ha salido a trabajar al extranjero.

Pak Mif, jefe del poblado de Dukuhdempok, en Jember, Java Oriental, forma parte del programa DESBUMI y también visitará Ginebra. Comenta a Equal Times que DESBUMI ha proporcionado mayor confianza, seguridad y oportunidades económicas para los 427 antiguos trabajadores migrantes y 160 personas de su poblado que aún están en el extranjero, muchos en Arabia Saudí. “Irse en cuanto son contratadas, sin preparación alguna, es lo que genera problemas”, afirma. Ahora las mujeres son contratadas, entrenadas y salen al extranjero de manera segura en un proceso que toma unos cuatro meses. Las iniciativas de autonomía económica consiguen que los antiguos trabajadores migrantes ahora dirijan sus propios negocios de restauración o tiendas de recuerdos.

El papel de los responsables políticos y de los miembros influyentes de las fuerzas armadas, sin embargo, “dificulta las malas prácticas de contratación”, afirma Santoso. “A fin de cuentas, es un excelente negocio”.

Hidayah señala que espera que la revisión de la ONU impulse el cambio, particularmente al alentar al Gobierno indonesio a presionar a los países de destino del Golfo para que firmen la Convención de la ONU sobre trabajadores migratorios. De los 66 Estados que han firmado o ratificado la convención, una abrumadora mayoría son países de origen de los trabajadores, tales como Indonesia y Filipinas.

“Ya se ha hecho saber que es ilegal ir a Oriente Medio. Una vez fui invitada a un evento en Cirebon por Ibu Retno Marsudi [ministro de Asuntos Exteriores de Indonesia] para contar mi historia a las personas que querían ir a trabajar como migrantes“, relata Bu Tayem.

“¿Qué más puede hacerse cuando ya les hemos dicho lo que suele suceder e insisten en ir de todos modos?”.

Este artículo ha sido traducido del inglés.