Un año bajo el régimen talibán y las afganas no cesan su lucha por la igualdad

Un año bajo el régimen talibán y las afganas no cesan su lucha por la igualdad

Members of Afghanistan’s Powerful Women Movement take part in a protest in Kabul on 10 May 2022. About a dozen women chanting ‘Your burqa is not my hijab,’ protested in the Afghan capital against the Taliban’s order for women to cover fully in public, including their faces.

(AFP/Wakil Kohsar)

El 15 de agosto de 2021 es un día que las mujeres afganas nunca olvidarán. Por primera vez en 20 años, los talibanes tomaron la capital, Kabul, recuperando efectivamente el control de Afganistán unos meses después de que el presidente estadounidense, Joe Biden, anunciara sus planes de que las tropas estadounidenses iban a retirarse del país. Desde entonces, las vidas de alrededor de 19,4 millones de mujeres y niñas se han visto trastocadas.

A pesar de que el grupo fundamentalista prometió inicialmente que no volvería a instaurar el régimen estricto del primer Gobierno talibán –que colapsó en 2001 después de casi cinco años en el poder tras una invasión encabezada por los Estados Unidos–, aquel incumplió su promesa y ha hecho retroceder drásticamente los derechos de las mujeres durante los últimos 12 meses.

Las escuelas de enseñanza secundaria para niñas están cerradas desde que los talibanes tomaron el control en el país, lo que ha provocado que 3 millones de niñas no estén escolarizadas; se ha prohibido a las mujeres que desempeñen la mayoría de los puestos de trabajo, salgan de casa o viajen sin un tutor varón, y se ha ordenado a las mujeres que se cubran el rostro en público. El consejo de ministros talibán conformado únicamente por hombres excluye a las mujeres de la participación política y el Gobierno ha suprimido el Ministerio de Asuntos de la Mujer. Además, las mujeres y las niñas de Afganistán sufren la amenaza constante de la violencia de género.

“Este último año estuvo marcado por la creciente falta de respeto hacia su derecho a vivir en libertad e igualdad, que les negó oportunidades de medios de subsistencia, acceso al cuidado de la salud y la educación, y posibilidad de escapar de situaciones de violencia”, declaró la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Sima Bahous, en la fecha que marcaba el transcurso de un año desde el regreso de los talibanes al poder.

Sin embargo, a pesar de haber sido privadas de sus derechos básicos, muchas mujeres y niñas afganas se han negado a aceptar la exclusión de la vida pública. Cada vez más mujeres se enfrentan al régimen talibán y encuentran múltiples maneras de oponerse a las restricciones draconianas que se les han impuesto.

Hoda Khamosh (de 27 años) es una activista prominente de derechos de la mujer que actualmente está exiliada en Noruega a causa de las amenazas de muerte recibidas. Había puesto en marcha varios programas para sensibilizar sobre las cuestiones de salud femenina en las escuelas afganas antes de que los talibanes regresaran. Se vio obligada a huir del país en enero de este año. Antes de irse participó en numerosas manifestaciones para exigir el respeto de los derechos de las mujeres, incluidas las manifestaciones encabezadas por mujeres organizadas tras la caída de Kabul.

“El regreso de los talibanes hizo que las mujeres volvieran a la Edad de Piedra”, dice a Equal Times la activista, que también es fundadora del grupo de base Movimiento de Mujeres Afganas por la Justicia. “Las voces de las mujeres afganas dieron a conocer al mundo las violaciones de los derechos por los talibanes y las reglas estrictas que nos han impuesto”, dice. “Durante el último año, la mayoría de las mujeres han perdido su empleo y muchas otras han tenido que marcharse”, añade.

En enero de este año, Khamosh fue invitada a formar parte de un grupo de mujeres activistas que asistirían a una reunión en Oslo con representantes talibanes para debatir sobre la situación humanitaria y económica en Afganistán. Aprovechó la oportunidad para presionar al ministro de Asuntos Exteriores talibán para que ordenara la puesta en libertad de sus dos compañeras detenidas, Parwana Ibrahimkhel y Tamana Paryani, que habían desaparecido de las protestas pacíficas celebradas en la capital afgana a mediados de enero. Las dos mujeres se encontraban entre las cuatro activistas que finalmente fueron liberadas en febrero.

Excluidas del ámbito laboral y educativo

La exclusión de las mujeres del ámbito educativo y laboral no solo ha puesto en peligro sus vidas, sino que también conlleva un alto costo para la economía afgana. Según un nuevo análisis de UNICEF, privar a las niñas de educación secundaria representa para Afganistán una pérdida del 2,5% de su PIB anual. Incluso antes de que los talibanes tomaran el poder, más de 4,2 millones de niños, el 60% de ellos niñas, estaban sin escolarizar en el país, devastado por la guerra. En consecuencia, las niñas están más expuestas al matrimonio infantil, el embarazo precoz, la explotación y el abuso, incluida la trata de menores.

Además, la restricción del acceso de las mujeres al trabajo ha generado una pérdida económica de hasta 1.000 millones de dólares estadounidenses, según indica un informe reciente del PNUD en Afganistán.

Debido al aumento vertiginoso de los precios de los alimentos y los combustibles, se calcula que el 95% de la población, casi todos hogares encabezados por mujeres, no tiene suficiente para comer. Además, las limitaciones en el empleo femenino impiden que la mitad de la población desarrolle todo su potencial, al tiempo que causa escasez de profesoras, médicas y enfermeras.

“Muchas antiguas soldados, políticas, educadoras, médicas, periodistas, trabajadoras de ONG y activistas han abandonado el país porque temían por sus vidas, y docenas de mujeres se esconden”, dice Crystal Bayat, fundadora de una organización de derechos de la mujer que lleva su nombre. “Muchas de estas mujeres eran el único sostén de sus familias. Ahora se mueren de hambre y apenas pueden alimentar a sus hijos”.

Bayat, conocida defensora de los derechos humanos, fue una de las organizadoras que encabezaron las primeras manifestaciones por los derechos de las mujeres pocos días después de que Kabul cayera en manos de los talibanes. Fue la primera de siete manifestantes que desafiaron públicamente al grupo islamista radical y también huyó de su tierra natal después de recibir amenazas de muerte.

Ahora que vive en los Estados Unidos, la joven de 25 años trabaja activamente en brindar a las mujeres y niñas afganas la oportunidad de estudiar y recibir una educación. A través de su organización benéfica, la Fundación Crystal Bayat, se ofrecen clases en línea en todo el país en persa afgano y pastún. Su objetivo es inscribir inicialmente a 1.500 niñas de entre 8 y 12 años, más si pueden obtener los fondos necesarios. Este tipo de iniciativa, aunque informal, es de vital importancia ya que los talibanes han transformado el sistema educativo de Afganistán al reemplazar la educación secular moderna por educación religiosa. “Estas niñas no han recibido la educación que les corresponde durante un año, no quiero que pierdan más tiempo”, afirma Bayat.

Decididas a recuperar las libertades que han perdido

El mes pasado, un movimiento de mujeres activistas afganas, en cooperación con la Fundación Crystal Bayat, abrió una biblioteca en Kabul para brindar un espacio para que las mujeres accedan a la educación y la vida pública. La biblioteca, que recibió donaciones de libros de activistas, maestros, escritores y poetas a raíz de la cobertura recibida de la prensa local e internacional, alberga más de 1.000 libros que cubren una variedad de temas que incluyen literatura feminista, política, historia, economía y ciencia. Su perfil relativamente visible ayuda a preservar la seguridad de quienes trabajan y frecuentan el espacio.

“Es el primer icono físico de resistencia frente a las órdenes de los talibanes. Esta biblioteca representa la presencia de las mujeres en el espacio público”, explica Bayat. “Da esperanza y anima a muchas más mujeres a resistir”.

Zhulia Parsi y Leila Basim, fundadoras de la biblioteca de mujeres, también pertenecen al Movimiento Espontáneo de Mujeres Activistas Afganas. Con motivo del primer aniversario de la toma del poder en el país por parte de los talibanes, se manifestaron en las calles de Kabul, junto a docenas de mujeres manifestantes, para pedir comida, trabajo y libertad; esta protesta fue reprimida con violencia.

Según un informe reciente de Amnistía Internacional, durante el último año, las mujeres y niñas que han protestado por sus derechos han sido “hostigadas, amenazadas, detenidas, sometidas a desaparición forzada, detenidas arbitrariamente y torturadas”. Sin embargo, están decididas a recuperar las libertades que han perdido

“Las mujeres organizan protestas en las calles, celebran conferencias de prensa, organizan actividades, algunas se niegan a usar un hiyab que cubre completamente su cuerpo y rostro, mientras que las niñas asisten a la escuela en secreto”, dice Khamosh, señalando el fuerte espíritu de desafío que sirve de motor de las mujeres afganas ante el régimen talibán 2.0.

Pashtana Durrani, una profesora y activista feminista de derechos humanos de 24 años, fundó LEARN Afghanistan hace cuatro años para que las niñas afganas que no tienen acceso a la escuela puedan recibir una educación. A través de su ONG, ha educado a miles y formado a docenas de profesoras en alfabetización digital.

Cuando los talibanes regresaron al poder, LEARN se vio obligada a cerrar casi todos sus programas y a desarrollar sus actividades de forma clandestina. Durrani tuvo que suspender sus propios estudios en la Universidad Americana de Kabul, se escondió en su ciudad natal de Kandahar y se pronunció en contra del cierre de escuelas y universidades.

No fue hasta noviembre de 2021 que decidió escapar a los Estados Unidos a raíz del aumento de las amenazas a su seguridad. “Mi universidad estaba cerrada, no podía ir a mi oficina, ni podía ir a hacer investigación de campo por mi cuenta. No tenía nada más que hacer”, dice la educadora al recordar los primeros días del control talibán en 2021.

“Necesitamos más mujeres formadas”

“Hace trece meses en Afganistán teníamos una constitución. Podía presentarme como diputada. Podía votar, estudiar y dirigir un negocio. Hoy no tengo constitución, no tengo representación política y, sobre todo, no tengo derecho a formarme ni a mejorar mi situación social”, resume Durrani a propósito del retroceso de los derechos de las mujeres en Afganistán.

Como profesora invitada en los Centros Wellesley para Mujeres en Massachusetts, Durrani ahora está investigando para ayudar a las mujeres y niñas afganas a continuar con su educación. Terminó su carrera en la Universidad Americana en mayo y dirige LEARN a distancia, con más ganas que nunca de promover la educación femenina. Con la mayoría de sus operaciones restringidas sobre el terreno, la organización solo puede llegar a 400 niñas de entre 13 y 18 años en escuelas secretas. “Nos estamos asegurando de que estas jóvenes no se queden atrás. Necesitamos más mujeres formadas en el futuro”, afirma la docente.

Durrani, que confía en que los talibanes no lograrán silenciar a las mujeres de Afganistán, reitera que las mujeres continúan trabajando desde casa, que algunas niñas son escoltadas por familiares varones a la escuela y siguen saliendo a la calle. “Esto es posible porque, como afganos, creemos que nuestro país es mucho más que unas pocas personas que piensan que pueden controlar a la población”.

El historial de represión femenina de los talibanes ha llevado a que muchas mujeres activistas no crean sus promesas de que las mujeres pronto podrán trabajar, que las niñas podrán regresar a la escuela y que todas ellas podrán viajar sin un tutor masculino. Bayat y Durrani expresan su decepción por el hecho de que nadie en la comunidad internacional haya hecho un esfuerzo real para presionar a los líderes talibanes. En cambio, afirman que los socios estadounidenses y europeos han dialogado, aunque de mala gana, con la facción ultraconservadora como único interlocutor interno en Afganistán. Pero Bayat se muestra desafiante, afirmando que si los talibanes tienen dificultades para lograr legitimidad internacional es “gracias a las voces de las mujeres afganas”, que han alertado al mundo.