Un intrincado conflicto asesta un duro golpe al sector agrícola camerunés

Un intrincado conflicto asesta un duro golpe al sector agrícola camerunés

La organización USAID calcula que entre marzo y mayo de este año 1,4 millones de personas se verán afectadas por una inseguridad alimentaria aguda debida a los enfrentamientos.

(Novarc Images/Alamy/Nicolas Marino)

Muyenge Trouble, un pueblo eminentemente agrícola y en su día muy dinámico, se extiende por una de las laderas del monte Camerún. Sus habitantes conforman una de las numerosas comunidades que viven el drama de la violencia desatada en 2017 y que ha arrasado las regiones anglófonas de Camerún. Tassa Tassa Paulinus cultivaba plátanos macho y vivía allí. Sin embargo, la vida de este agricultor de mediana edad cambió radicalmente en noviembre de 2018, cuando se vio obligado a abandonar su hogar con su hija de cinco años y a recorrer a pie los peligrosos senderos de la selva para alcanzar la relativa seguridad de Muyuka, una población a más de 30 kilómetros de distancia.

“Ya no podía vivir en Muyenge, pues se había convertido en una auténtica zona bélica. Los Amba Boys [un grupo armado separatista] de las Fuerzas de Defensa de Ambazonia nos dificultaban mucho la vida. No paraban de pedirme dinero”, explica Tassa. Este campesino asegura que quizá les hubiera pagado para obtener su ‘protección’ si hubiera podido vender sus productos agrícolas. Pero desde que empezó la lucha entre las fuerzas del Gobierno y los milicianos separatistas, los comerciantes que solían acudir a Muyenge Trouble ni siquiera se acercan por esa zona; quieren evitar verse envueltos en enfrentamientos –que se saldan con víctimas mortales– y no quieren tener que negociar para cruzar los puestos de control que han montado los combatientes rebeldes por toda la región.

“Hubo una época en la que llegué a cosechar más de 400 racimos de plátanos macho en mis tierras, pero no llegó ni un solo comprador. Se pudrieron todos. Una semana después, los Amba Boys vinieron a pedirme más dinero. Tuve que irme de allí”, recuerda Tassa, que no ha visto a su esposa desde el pasado septiembre, cuando fue secuestrada por los Amba Boys.

Cerca de Muyuka, a 27 kilómetros de distancia de Buea (la capital de la Región Sudoeste, en la cual, junto a la Región Noroeste, se está produciendo la llamada ‘crisis anglófona’), conocemos a Martin Ekoke Sona, otro agricultor que ha visto esfumarse sus sueños debido al conflicto. Este treintañero planeaba montar una gran plantación de ñames. “Quería cultivar ñames a gran escala. Pero justo antes de la fecha fijada para limpiar el terreno, hubo un incendio provocado que destruyó totalmente una escuela de la zona. Por tanto, me vi obligado a cancelar el proyecto”, se lamenta Sona, que llegó a perder alrededor de medio millón de francos CFA (862 dólares USD, unos 773 euros).

Por entonces, Sona acababa de completar un programa intensivo de iniciativa empresarial de seis meses de duración auspiciado por la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD) de la Unión Africana y otros organismos. Ahora se siente frustrado porque debido al conflicto no ha podido sacar provecho a sus aptitudes recién adquiridas. “Actualmente estoy llevando a cabo la multiplicación de las semillas de ñame, pero apenas puedo producir 300 semillas en seis meses. Si hubiera paz, podría producir 1.000 semillas o más durante el mismo período de tiempo”.

¿Crisis alimentaria en el futuro inmediato?

En las regiones Noroeste y Sudoeste, donde hasta el 70% de la población se dedica a la agricultura, hoy en día los lugareños se enfrentan a las malas cosechas, la inseguridad alimentaria y la pérdida de sus puestos de trabajo debido al conflicto que estalló en octubre de 2016 cuando los abogados anglófonos empezaron a protestar por el nombramiento de jueces francófonos en sus tribunales.

Más tarde, otros grupos indignados, entre ellos los docentes, se unieron a las manifestaciones pacíficas.

En un principio, los manifestantes exigían que se pusiera fin a las décadas de escasas inversiones y políticas gubernamentales que, según ellos, discriminaban a las regiones anglófonas del país. Sin embargo, el gobierno del presidente Paul Biya (gobernante de Camerún desde 1982) respondió a las protestas con violencia, obligando a muchos moderados a apoyar a los separatistas que luchan por un Estado independiente al que quieren llamar ‘Ambazonia’.

Según las organizaciones locales de derechos humanos, más de 1.000 personas han muerto hasta la fecha debido a los enfrentamientos. Asimismo, la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios calcula que la inseguridad y la violencia en estas dos regiones han obligado a 437.000 personas a abandonar sus hogares y a más de 32.000 a buscar refugio en la vecina Nigeria. Según los últimos datos, un total de alrededor de cuatro millones de personas se han visto afectadas por el conflicto.

Sin un acuerdo de paz ni diálogo nacional inclusivo –futuro– a la vista, la posibilidad de que el conflicto viva sus últimas horas parece cada día más remota.

El aumento de la violencia, que estalló en septiembre de 2017, ha ahuyentado a los campesinos de sus tierras, restringido los movimientos de la población y limitado el acceso a los mercados, agravando por tanto la vulnerabilidad de los lugareños ante la inseguridad alimentaria aguda.

Según la Coordinadora Humanitaria de las Naciones Unidas para Camerún, Allegra Baiocchi, cientos de miles de personas necesitan ayuda y protección urgentes en este país africano. “Los ataques contra los civiles han aumentado y mucha de la gente afectada por el conflicto está sobreviviendo en durísimas condiciones sin ayuda humanitaria, debido al hecho dramático de que se están destinando muy pocos recursos a la respuesta [Plan de Respuesta Humanitaria]. Hoy en día, Camerún no puede seguir siendo una crisis olvidada; tiene que ocupar un lugar destacado en nuestra lista de prioridades”, declaró Baiocchi en enero en un comunicado de prensa.

La gravedad y magnitud de la situación es tal, que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID, calcula que entre marzo y mayo de este año 1,4 millones de personas tendrán que hacer frente a altos niveles de inseguridad alimentaria aguda (fase 2) en las regiones Noroeste, Sudoeste y Oeste. Además, casi 486.000 personas –aproximadamente el 7% de la población total de las tres regiones– se enfrentarán a una situación de crisis (fase 3) durante el mismo período. La fase 5, que representa una catástrofe humanitaria y/o hambruna, es el nivel máximo de inseguridad alimentaria aguda.

El profesor Ernest L. Molua, un conocido agroeconomista y decano de la Facultad de Agricultura y Medicina Veterinaria de la Universidad de Buea, explica a Equal Times que el abandono de las cosechas y tierras de cultivo, el continuo acoso a los agricultores que deciden no huir y el robo de las cosechas han contribuido a unos niveles de producción bajos y a una disminución de la oferta del mercado. “Esto ha provocado un aumento de entre el 4 y el 5% de los precios de los alimentos básicos”. Por ejemplo, un racimo de plátanos macho que antes se vendía por 2.500 francos CFA (4,3 USD; 3,9 euros) actualmente se está vendiendo por entre 3.000 y 3.500 francos CFA (5-6 USD; 4,5-5,4 euros).

“Este aumento de los precios es muy atractivo para los comerciantes de la zona occidental de la Región del Litoral, quienes desvían los suministros desde los mercados de alimentos de Douala [la capital económica de Camerún, situada en la Región del Litoral] y los trasladan a poblaciones consideradas seguras en la vecina Región Sudoeste”.

“Ya no podemos vender nuestro cacao”

En Camerún, los cultivos comerciales han sido los más afectados por el conflicto. La Región Sudoeste cultiva el 45% de la producción nacional total de cacao, mientras que la Región Noroeste cosecha el 70% de la de café arábica. En ambas regiones, las operaciones agrícolas y las posteriores a la cosecha de estos cultivos comerciales se han reducido al mínimo.

Che Divine, un agricultor de cacao de la zona de Mbonge, al oeste de Camerún, explica a Equal Times que desde que estallaron los enfrentamientos el proceso de producción es mucho más difícil. “Nos obligan a pagar 30.000 francos CFA (52 USD; 47 euros) a los Amba Boys en cada cosecha. Y la cosecha ha sido escasa porque no podemos dar un buen tratamiento a los árboles del cacao por la falta de productos químicos”.

Esapa Patrick Enyong, presidente del sindicato agrícola Southwest Farmers’ Cooperative Union formado por más de 10 cooperativas, confirma que la situación del sector agrícola ha empeorado: “Ahora todo es mucho más lento debido a la crisis. Estamos sufriendo unas pérdidas enormes porque ya no podemos vender nuestro cacao directamente en el puerto de Douala”.

La situación es tan grave que, durante la temporada del cacao 2017-2018, la Región Sudoeste perdió el puesto de primer productor de cacao del país a favor de la Región Central, pasando de un 45 a un 32% de la producción nacional, lo cual ha provocado un déficit de producción de 43.000 toneladas.

La patronal Cameroon Employers’ Union (GICAM) declaró que debido a la crisis el país perdió 56.000 millones de francos CFA (96 millones de USD; 86 millones de euros) en 2018, un 20% en términos relativos, en concepto de ingresos de exportación del cacao y el café. Tan solo en la Región Sudoeste se han visto afectados alrededor de 210.000 productores de cacao, que han llegado a perder hasta 35.000 millones de francos CFA (60 millones de USD; 54 millones de euros) en ingresos.

Otro importante obstáculo para la producción del cacao es el transporte de los granos desde las cuencas de producción a la ciudad portuaria de Douala para su exportación. Los separatistas armados han cortado varias carreteras e incluso han llegado a secuestrar y quemar camiones llenos de cacao propiedad de los agentes autorizados de compra (a los que consideran cómplices del Gobierno). La Junta Nacional del Café y el Cacao registró una producción de 7.212 toneladas de cacao para la temporada de 2016-2017, una cifra que aumentó a 27.159 toneladas en 2017-2018.

Otra víctima directa de la crisis, la paraestatal CDC

Pero sin duda, la entidad más afectada por el conflicto ha sido la Cameroon Development Corporation (CDC), una empresa agroindustrial y paraestatal que cultiva, procesa y comercializa productos agrícolas tropicales de exportación como caucho, plátanos y aceite de palma. Se trata del segundo mayor empleador por detrás de la administración pública, con una plantilla que asciende a más de 22.000 empleados.

Los separatistas armados han detenido sus plantas de procesamiento. Además, han incendiado almacenes y expulsado a los trabajadores de las plantaciones; a algunos incluso les han llegado a amputar los dedos.

De las 29 plantas de producción de la CDC diseminadas por todo el país, 12 han sido clausuradas, 10 siguen funcionando parcialmente y tan solo siete siguen plenamente operativas. La precaria situación financiera de la empresa ha provocado el despido de 6.124 empleados. Si el conflicto continúa se podrían perder otros 5.805 puestos de trabajo, lo cual representaría al 70% de la plantilla de la CDC.

Franklin Ngoni Njie, director general de la CDC, advierte de que se necesitarían 29.600 millones de francos CFA (51 millones de USD; 46 millones de euros) para que la empresa se recuperase, “pero la inseguridad sigue siendo un enorme obstáculo para lograr dicho objetivo”. Ngoni teme que la CDC entre en quiebra de no lograrse una intervención urgente.

Esa es la suerte que han corrido empresas anteriormente destacadas como la agroindustrial y paraestatal Pamol Plantations. Numerosos productores a pequeña y mediana escala de las regiones afectadas también han recibido un fuerte impacto. Mkong Cynthia Jeh, profesora auxiliar de la licenciatura de economía agrícola y agronegocio de la Universidad de Buea, asegura que la actual situación también ha tenido un enorme impacto negativo en el ámbito del comercio exterior. “Los cultivos comerciales ya no se pueden producir ni exportar como antes de la crisis. Se necesitarán enormes cantidades de dinero para volver a la normalidad cuando acaben los enfrentamientos”.

Este artículo ha sido traducido del inglés.