Vietnam, puestos de trabajo en venta

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Cuando terminó sus estudios, Hoa (nombre ficticio) soñaba con encontrar trabajo en un banco público vietnamita. La joven de 24 años había completado un recorrido académico intachable: seleccionada en su pueblo rural para cursar la secundaria en un internado para alumnos aventajados de Hanoi, estudiante destacada en la carrera universitaria de Negocios Internacionales y un perfecto dominio del inglés.

Pero pronto comprobó que para un puesto así no bastaba con su brillantez académica: tras meses de búsqueda infructuosa le ofrecieron de forma sutil un empleo en la sucursal de un banco estatal a cambio de unos 500 millones de dongs (cerca de 20.000 euros). En el banco recibiría un salario mensual de unos 5 millones (200 euros, 225 dólares).

“Un conocido me dijo lo había conseguido así. Era una manera indirecta de ofrecérmelo, pero no puedo pagar eso. Otras personas lo aceptan porque es un buen trabajo para una mujer joven: da buena imagen trabajar en una empresa pública y aunque el salario no es alto al principio, te garantiza una buena pensión cuando te retiras. Y además es casi imposible que te despidan”, explica.

Aunque Vietnam ha pasado en los últimos 30 años de un modelo socialista puro a una economía próxima al libre mercado, los gigantescos conglomerados estatales, herencia de los años del comunismo férreo, siguen conservando un peso cercano al 40% del PIB.

Mientras la empresa privada se ha ido adecuando a los nuevos tiempos y es raro encontrar este tipo de prácticas, en el sector público son muy frecuentes, sobre todo en el norte del país. A veces, como en el caso de Hoa, la ventaja son los beneficios sociales y la buena reputación que otorga trabajar para el Estado. Pero a menudo los candidatos realizan el desembolso porque desde esos puestos no resulta complicado obtener unos ingresos adicionales que completen el magro salario oficial.

Según el informe de 2015 del Índice de Gobernanza y Desempeño de la Administración Pública (PAPI), refrendado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, cerca de la mitad de los vietnamitas consideran que los sobornos son necesarios para obtener un empleo en el sector público.

“Las relaciones personales y los pagos informales aún desempeñan un papel importante para aquellos que quieren seguir una carrera en el sector público. El nepotismo y la corrupción en el sector público se han convertido en un problema sistémico”, reza el estudio. Por ejemplo, en Hanoi, el 86% de los encuestados cree necesario pagar un soborno para trabajar en el sector público.

Es un vicio que se arrastra desde hace décadas sin grandes mejoras en los últimos años, según se desprende del informe. El Gobierno ha reconocido el problema y el propio secretario general del Partido Comunista, Nguyen Phu Trong (el cargo de mayor poder ejecutivo en el sistema vietnamita) reconoció el pasado año que el fenómeno era “bastante común” y se comprometió a tomar medidas para erradicarlo.

El líder comunista apeló a una mayor transparencia, investigaciones en profundidad y anunció que prohibiría el contacto entre los candidatos a un puesto y los responsables de seleccionarlo. Además, el Gobierno ha planteado que la contratación para algunos puestos dependa de varias agencias gubernamentales y no solo de una, de modo que el soborno sea más difícil.

Sin embargo, los casos siguen aflorando. Uno de los más llamativos se produjo el pasado septiembre, cuando la prensa local destapó un escándalo de sobornos de hasta 9.000 euros (10.130 dólares) para la contratación de profesores en una guardería pública de la capital en un país con una renta per cápita de 6.100 dólares anuales (unos 5.420 euros).

 

El intermediario, una figura clave

En todas las informaciones de prensa o en los relatos de los pocos vietnamitas que se atreven a hablar de ello sin tapujos, aparece la figura clave del intermediario. El regalo o el desembolso de dinero rara vez van directamente al jefe, sino que recaen, al menos en un primer momento, en una persona cercana a él.

Aunque dispusiera del dinero para pagar el soborno, Hoa afirma que rechazaría su trabajo soñado, no por reservas morales sino porque tendría que cuidar la relación con el intermediario durante toda su carrera.

“Trabajé duro, fui a una de las mejores universidades... Si aceptara algo así echaría a perder mi reputación y además tendría que ocuparme de mi ‘contacto’ durante toda la vida. Hay que hacerles regalos de vez en cuando, tratarlos bien porque si no están contentos pueden hacer correr la voz de cómo has conseguido el trabajo. La gente hablaría a mis espaldas y la reputación es algo esencial”, expone.

Aunque ella no pasó por el aro, su cuñada, profesora de educación física en Hanoi, sí tuvo que hacerlo para mejorar su posición y su raquítico salario de 1,8 millones de dongs mensuales (72 euros, 81 dólares).

“No conocemos a nadie en la administración pública ni en el sector educativo, por lo que tuvo que recurrir al intermediario. Nunca nos contó cuánto pagó pero sí sabemos que lo hizo”, revela.

Bill Hayton, excorresponsal de la BBC en Vietnam, resumía en su libro Vietnam, Rising Dragon (Vietnam, el dragón que se despierta) de 2010 los sobornos generalizados en el sistema educativo con unas básicas pinceladas: “Los profesores de guardería tienen que sobornar a sus jefes para ser contratados, los padres de los niños tendrán que pagarles para asegurarse de que sus hijos reciban un buen trato, los alumnos de secundaria sobornarán a sus profesores para tener buenas notas en los exámenes y los estudiantes de doctorados pagan a profesores para que les escriban sus tesis”.

 

Enseñanza, Sanidad, Policía, sectores más tocados por los sobornos

Además de la enseñanza, los informes y las noticias de prensa suelen apuntar en especial a otras dos áreas del sector público donde estas prácticas ocurren con frecuencia: la Sanidad (donde los pacientes están dispuestos a pagar un extra a médicos y enfermeras para asegurarse una buena atención) y la Policía.

Dung (nombre ficticio), un joven vietnamita aspirante a policía sabe por la experiencia de varios familiares que es una práctica habitual, pero espera ingresar en el cuerpo de manera limpia. “El examen de entrada se puede hacer de manera legal o con las conexiones necesarias y algo de dinero”, explica en una cafetería de Ciudad Ho Chi Minh.

En este caso, la motivación es, además de los beneficios sociales que otorga trabajar para el Estado, el posible enriquecimiento mediante corruptelas.

“Las posiciones más cotizadas están en el departamento de tráfico y en la división económica y financiera porque los agentes pueden enriquecerse con las multas a conductores o exigir a los empresarios pagos continuos a cambio de permisos para sus negocios”, dice Dung. Aunque el sueldo base apenas llega a 200 euros mensuales, el joven asegura que algunos candidatos desembolsan cantidades de más de 10.000 euros (unos 11.250 dólares) para asegurarse un puesto.

Aunque algunos, como Dung, aceptan el problema como una “peculiaridad cultural” de Vietnam, otros jóvenes ven con desolación cómo estas prácticas cierran el paso al talento y privilegian a quienes tienen suficiente dinero para comprarse una buena posición.

Hoa, que ahora trabaja en un banco privado de Ciudad Ho Chi Minh, teme dejarse llevar por el desánimo en el que ya han caído algunas de sus amigas: “A veces hablo con mis compañeras de Universidad y de instituto. Éramos todas muy buenas alumnas y teníamos grandes sueños, pero nos cuesta conseguir un trabajo por culpa de este sistema. Algunas han regresado a su pueblo decepcionadas. Dicen que les gustaría haber pasado más tiempo con su familia o divirtiéndose durante su adolescencia porque los esfuerzos que hagan no importan, lo importante es tener dinero y buenas conexiones”.