(Visión) de juego

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“Para mí, el fútbol es libertad máxima”. José Luis Giera, conocido como Pepelu, es uno de los goleadores del equipo de Alicante y de la selección española de Fútbol de Invidentes. Se quedó ciego cuando tenía un año y medio. “Yo no veo el campo, pero tengo una imagen mental de lo que es, y mediante la orientación que tengo como persona ciega, más las ayudas de los guías, soy capaz de pensar la jugada que quiero hacer y cómo quiero jugar”, explica.

“Cuando escucho un partido de fútbol y oigo que un jugador ha centrado al segundo palo, nadie me tiene que explicar lo que es porque yo lo hago cada fin de semana”, apunta José López, invidente de nacimiento. López, profesor de enseñanza secundaria en un instituto público de Reus (Tarragona, España), es uno de los jugadores más experimentados de la liga. Jugador del Tarragona, ha sido siete veces máximo goleador del campeonato.

No, no ven el balón ni la portería, pero son capaces de marcar goles tan espectaculares como los firmados por las estrellas del balompié. Los jugadores de la Liga Nacional de Fútbol de Invidentes juegan a tan alto nivel que te hacen olvidar que son ciegos.

A pesar de haber ganado varias medallas olímpicas, siete campeonatos de Europa, ser varias veces subcampeones del mundo, no cobran por jugar. Para ellos el fútbol no es un negocio, ni supone un reconocimiento.

Para una persona ciega, es habitual depender de un perro guía o de un bastón para hacer vida normal: “el fútbol me da la independencia que no tengo a lo largo del día”, dice Adolfo Costa, capitán del Madrid e internacional con España. Y es que el Fútbol es el único deporte de contacto, en equipo, y con completa libertad de acción para los invidentes.

Sus oídos son sus ojos

 

Javi Muñoz, jugador del Barcelona B1, se prepara en los vestuarios para salir al terreno de juego.

Foto: Alberto Barba Pardal

La primera diferencia palpable en un partido de fútbol de invidentes es el silencio absoluto alrededor del campo. Para que los jugadores puedan escuchar el sonido del balón –que lleva un cascabel en el interior–, así como las indicaciones de los guías, a sus propios compañeros y a los propios adversarios, se prohíbe animar o alzar la voz desde la valla.

 

Parte del equipo del Alicante B1, durante el descanso de un partido.

Foto: Alberto Barba Pardal

A la pregunta habitual sobre el uso de un antifaz responden que no sólo deben llevar éstos sino también unos parches reglamentarios que los árbitros revisan antes de cada encuentro. El motivo es que compitan en igualdad de condiciones, ya que, aunque todos los jugadores de la categoría B1 han perdido la visión por completo, algunos tienen residuos visuales que les permiten identificar sombras o luces.

 

Adolfo Costa, Fito, jugador de Madrid B1, se disputa el balón con José Luis Giera, Pepelu, jugador del Alicante B1.

Foto: Alberto Barba Pardal

“Si no dices ‘voy’ es falta”, explican. Es habitual que entre los jugadores haya choques. Para evitarlo, quien está defendiendo y se dirige a cortar el balón debe advertirlo diciendo de continuo la palabra “voy”, así, el atacante localizado por el sonido del balón, es consciente de dónde se encuentra su defensor y pueden evitar el choque. No decirlo es falta, y quien reincide termina con tarjeta amarilla.

 

Lanzamiento a portería durante el partido en una jugada a balón parado.

Foto: Alberto Barba Pardal

“Siempre se llevan mal los goles que te marcan, pero la verdad es que, con el fútbol de invidentes, después de tantos años, el cachondeo de la gente continúa. Te dicen: ‘Si juegas en un equipo de ciegos no te marcaran goles, ¿no?’. ‘Pues ayer me metieron cuatro’. No se lo creen”. Antonio César Leal, portero y guía en el equipo de Tarragona, con más de diez años de experiencia, añade: “La gente antes de venir a ver un partido piensa que son cuatro ciegos corriendo detrás de un balón y nada más. Después ven el alto nivel de juego que tienen, lo trabajada que está la táctica, la intensidad con la que compiten y no se explican cómo son capaces de hacerlo”.

 

Álvaro, jugador del Alicante B1, defiende un balón disputado.

Foto: Alberto Barba Pardal

Los porteros tienen una labor fundamental; al ser los únicos miembros videntes del equipo, cuando no están en el campo evitando que les marquen goles se encargan de guiar el ataque de sus respectivos equipos para que éstos los metan.

“Te colocas detrás de la portería donde ataca tu equipo. Para ellos lo fundamental es tu voz, para tener en todo momento la referencia de la portería. Cada jugador es especial y se le indica de una manera propia, intentamos que la mayoría de indicaciones sean generales para todo el equipo, pero luego a la hora de definir, cada jugador tiene las suyas”, explica Antonio César, quien reconoce disfrutar tanto jugando de portero como de guía y de la vital importancia de ambos papeles.

 

Antonio Martín Gaitán, el Niño, dirige el calentamiento de su equipo, el Tarragona B1.

Foto: Alberto Barba Pardal

Los guías suelen dar con pocas palabras la mayor información posible, desde los metros que le faltan hasta la portería, hasta el número de rivales o dónde están colocados sus compañeros.

 

Javi Muñoz, jugador del Barcelona B1, es atendido después de chocarse con un jugador adversario y recibir un golpe en la nariz.

Foto: Alberto Barba Pardal

Pedro Gutiérrez, portero del Madrid y de la selección española, recuerda su primera vez con el club: “Desde el primer día dejé de jugar con mis amigos, con el equipo de la universidad… Cuando los ves jugar la primera vez piensas: ‘Esto no puede ser y entonces te enganchas’”. Pedro también habla de la tentación de intentar imitarles: “Yo ya estoy acostumbrado a verles jugar, lo hacen tan fácil. Tienes automatizado que ellos la controlan, la pisan, se van de uno, de dos, le dan de tacón. Cuando tú te pones a hacerlo, estás perdido… Es ponerte el antifaz, se apaga la luz y no tienes nada que hacer”.

 

Abrazo entre Vicente Aguilar, Chapi, jugador del Madrid B1 y Álvaro, jugador del Alicante B1, al terminar el encuentro.

Foto: Alberto Barba Pardal

Los jugadores invidentes tienen los pies en la tierra y eso a pesar de haber vivido y competido como muy pocos deportistas, de modo que no suelen hablar de ello, ni del nivel que son capaces de alcanzar.

 

Pepelu, del Alicante B1, sonríe tumbado en el césped tras el pitido final.

Foto: Alberto Barba Pardal

“Para un vidente, desde fuera, quizá le resulte algo espectacular, pero para mí, coger el balón, regatear a un par de contrarios y marcar es algo que me sale de forma natural”, dice Antonio Martín –conocido como el Niño, por la temprana edad a la que comenzó a jugar–. Martín ha sido nombrado mejor jugador europeo en repetidas ocasiones y actualmente juega en el Málaga. Sus compañeros videntes suelen ser sus mayores fans y cuando se les pregunta qué pasaría si estos cracks recuperaran la visión, a Antonio César no le caben dudas: “Si a uno de los jugadores destacados de nuestra liga, como por ejemplo el Niño lo colocaras en un campo de fútbol con los jugadores estrella videntes… Quizá no sería mi amigo, iría en Ferrari”, se ríe, para añadir: “Sería un goleador nato, sería pichichi todos los años, por encima de [Lionel] Messi o Cristiano [Ronaldo]; los mejores equipos se pegarían por él”.