Volver a empezar de cero en el “país más acogedor del mundo para los refugiados”

Volver a empezar de cero en el “país más acogedor del mundo para los refugiados”
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Denominado por algunos “el paraíso de los refugiados” y “el país más acogedor del mundo para los refugiados”, los menos inspirados simplemente alaban a Uganda por su política progresista con respecto a los refugiados. Y con toda la razón. El año pasado, Uganda acogió a más refugiados que ningún otro país en el mundo, y en la actualidad se han establecido en Uganda más de 1,35 millón de refugiados, originarios principalmente de Sudán del Sur.

La gran mayoría de las personas refugiadas en Uganda vive en asentamientos como Bidi Bidi, el campo de refugiados más grande del mundo, donde se les proporcionan parcelas de tierra, alimentos, productos básicos, acceso a servicios públicos y libertad de circulación. Sin embargo, la escasez crónica de financiación de los servicios previstos para los refugiados limita las oportunidades en los 28 asentamientos de este tipo en Uganda. Como resultado, algunos recién llegados se sienten obligados a seguir los pasos de aquellos que llegaron a Uganda durante las primeras oleadas de migración y prueban suerte en ciudades como Kampala. Allí, se deja a los refugiados valerse en gran parte por sí mismos. No obstante, la mayoría logra ganarse la vida, algunos con éxito.

A principios de este año, el fotógrafo ugandés Nicholas Bamulanzeki se asoció con la periodista Evelyn Lirri para captar las historias de algunas de las personas que intentan reconstruir sus vidas en Kampala. Puede leer el artículo completo aquí.

 

Rose Diko, 43, is a refugee from South Sudan. She makes a living by baking and selling bread and biscuits in Kampala’s suburbs, earning an average profit of US$3.30 per day.

Photo: Nicholas Bamulanzeki

Rose Diko vive en Uganda desde 2013, pero no por primera vez. Ya antes vivió en un campamento de refugiados en Uganda hasta que se concluyó el acuerdo de paz de 2005 tras décadas de un brutal conflicto en lo que entonces era un Sudán unido. Diko describe la vida en un campamento de refugiados como una “lucha diaria”. En la actualidad, la gran mayoría del millón de personas de Sudán del Sur que han buscado refugio en Uganda viven en asentamientos en el norte del país. Las condiciones allí pueden ser muy difíciles, principalmente debido a la ausencia crónica de fondos para el trabajo que realiza el Gobierno ugandés y las agencias de ayuda internacional.

 

Rose Diko checks on the bread she is baking in a local communal oven in Kampala.

Photo: Nicholas Bamulanzeki

Durante los últimos cuatro años, Diko ha vivido haciendo y vendiendo pan y galletas en las calles de Kampala. No gana mucho dinero, pero afirma que es mejor que vivir en un campamento de refugiados, o regresar a su país, donde desde 2013 se ha desatado una feroz guerra civil. “Por cada horneada de galletas que hago, puedo obtener un beneficio de 12.000 chelines (aproximadamente 3,35 USD). No es mucho, pero no tenemos nada más que hacer”, relata a Equal Times. Con más apoyo financiero, Diko comenta que le gustaría expandir su negocio para mantener mejor a sus ocho hijos.

 

Irene Birungi, a wife and mother-of-eight from the Democratic Republic of Congo, weighs beans in her family grocery store in Kampala.

Irene posee una tienda de comestibles con su esposo Ugen-Chan. El hecho de que en Uganda los refugiados tengan la posibilidad de establecer negocios, trabajar como empleados, acceder a servicios sociales, circular libremente por el país e incluso recibir tierras le ha ganado al país la admiración por contar con la “política de refugiados más generosa del mundo”. Pero aún así no es fácil. La mayoría de los refugiados carecen de capital para poner en marcha un negocio. Irene y su esposo tardaron año y medio en ahorrar el dinero necesario para comprar su tienda de comestibles.

 

From left to right: Irene Birungi, her husband Ugen-Chan Bichendi and two of their eight children, Shadrack and Racheal.

Todos los Bichendi, originarios de la RDC, echan una mano para ayudar con el funcionamiento de su tienda de comestibles en Kampala. “Estoy muy contento aquí”, afirma el padre, Ugen-Chan. "La vida fue difícil cuando llegamos, pero ahora va mejor. Mis hijos incluso han aprendido el idioma local. No tenemos planes de regresar al Congo”.

 

Alice Nyota from DRC, came to Uganda with nothing back in 2006 except seven children and a now ex-husband.

Ahora, Alice vende kitenge (tela tradicional africana) en su tienda en un centro comercial de Kampala, además de ser propietaria de dos talleres situados en el centro de la ciudad. La suya es una de las historias de éxito de los refugiados de Uganda.

 

A workshop belonging to Alice Nyota doubles as a training facility. She employes 30 people in total – both fellow refugees and Ugandans.

“Aprecio en todo lo que vale la oportunidad que nos ha brindado el Gobierno de Uganda”, asegura Alice Nyota. “Es por eso que trato de retribuírselo enseñando a jóvenes ugandeses las competencias que he adquirido en los últimos años”, puntualiza.

 

A street vendor sells fruit on a busy street in Kampala, Uganda.

La venta ambulante es una de las principales actividades económicas que desempeñan los recién llegados para ganarse la vida en Uganda. Este tipo de trabajo no requiere mucho capital inicial y las autoridades tienden a cerrar los ojos ante esta actividad, aunque sea ilegal. Estos comerciantes informales ganan alrededor de 5 USD por día, pero circular todo el tiempo entre los coches en movimiento resulta agotador y puede ser muy peligroso.

 

An informal trader sells hair and hair accessories in downtown Kampala.

De acuerdo con las cifras del ACNUR, las mujeres y los niños constituyen el 86% de la población refugiada en Uganda. Sin embargo, no suelen ser promocionados por las organizaciones dirigidas por refugiados y son víctimas de discriminación y de violencia de género. Las oportunidades económicas también son limitadas para las mujeres refugiadas. Sin embargo, la venta ambulante de productos femeninos como el cabello y los cosméticos es un área de actividad económica abierta a las mujeres refugiadas.