Zimbabue en 2019: la situación actual y una hoja de ruta para el futuro

El panorama económico de Zimbabue tras su independencia se asemeja al de un trapo desteñido: con cada lavado pierde lustre y, conforme pasa el tiempo, corre el peligro de desintegrarse y convertirse en un harapo. Tras heredar una economía sólida –a pesar de las profundas disparidades socioeconómicas– cuando consiguió la independencia en 1980, el Gobierno de Zimbabue ha generado décadas de declive económico y una desigualdad cada vez mayor al situar el capital político y económico por encima de todo.

En la década de los ochenta, los ciudadanos de a pie, que en general no entendían las estructuras económicas subyacentes, confiaban en el régimen. Sin embargo, esto cambió en la década de los noventa con la introducción del Programa Económico de Ajuste Estructural (ESAP, por sus siglas en inglés), respaldado por el Banco Mundial, que impuso medidas estrictas de austeridad y la liberalización económica, lo cual expuso a los trabajadores a la dura realidad del neoliberalismo. La tendencia empeoró a medida que Zimbabue avanzó penosamente hacia el fin de la década de los noventa, cuando los despidos a gran escala azotaron a los trabajadores y destrozaron el tejido social del país.

El programa caótico de redistribución de la tierra, que comenzó en el año 2000, dejó doblegada a la economía agraria de Zimbabue. Entre 2000 y 2009, observamos una caída de la producción agrícola provocada por la huida de agricultores experimentados y las sucesivas sequías. Esto, a su vez, afectó considerablemente al sector de la manufactura, que depende de la producción agrícola para abastecerse de materias primas.

La economía se recuperó brevemente entre 2009 y 2014 gracias a la introducción de un sistema de divisas múltiples, en el que el dólar estadounidense era la divisa base, tras la formación de un gobierno de coalición a raíz de las controvertidas elecciones de 2008. Sin embargo, la economía entró de nuevo en recesión en 2015.

Todos los indicadores socioeconómicos clave han sufrido descensos y la inflación, la escasez de dinero en efectivo, el déficit presupuestario y la deuda pública se han agravado.

La escasez persistente de divisas ha generado una escasez de productos básicos y ha aumentado el precio de los bienes de consumo diario hasta niveles sin precedentes. La tasa oficial de inflación interanual aumentó de 2,97% en noviembre de 2017 a 3,56% en enero de 2018.

En noviembre de 2018 alcanzó oficialmente el 31%, su nivel más alto de la historia y el más alto desde la adopción del sistema de divisa múltiple, aunque economistas destacados han situado esa cifra en un alarmante 186%, lo que situaría la tasa de inflación de Zimbabue solo por detrás de la de Venezuela (1,4 millones por ciento).

El aumento de la inflación ha tenido efectos devastadores en la ciudadanía; los ingresos de aquellos que tienen la suerte de trabajar o de tener una pensión han menguado enormemente. Su difícil situación se ve agravada por el hecho de que la mayoría de las personas no tiene acceso a divisas, mientras que los proveedores de servicios exigen el pago en moneda fuerte. Además, decenas de miles de trabajadores son víctimas del robo de salarios. Esto hace que la mayoría de las personas no pueda cubrir sus necesidades básicas, ya sea alimentos, vivienda, educación, atención sanitaria o transporte.

Por si fuera poco, el Gobierno aumentó en un 158% el precio del combustible en enero de 2019, lo que hizo que la economía cayera en picado y que probablemente se traduzca en hiperinflación. Los trabajadores convocaron una huelga y los ciudadanos se sumaron a la protesta.

Los trabajadores se enfrentan a un muro de silencio y a un puño de hierro

Las perspectivas de que se produzca una recuperación económica este año siguen siendo remotas, ya que no es probable que el país alcance sus proyecciones de crecimiento económico ni sus objetivos en materia de inflación.

Las circunstancias actuales han obligado al ministro de Economía, Mthuli Ncube, a revisar la tasa de crecimiento prevista para 2019 -de un 9% a alrededor un 3,1%-; es poco probable que se logre siquiera esta tasa de crecimiento debido a la pérdida de confianza de la comunidad internacional y el elevado coste de la vida.

A menos que el gobierno y sus interlocutores sociales –las empresas y los trabajadores– reactiven verdaderamente y con rapidez el contrato social, los conflictos laborales serán probablemente un elemento recurrente durante los próximos meses.

Frente a una implosión económica y la agitación de la población, el gobierno ha tratado de silenciar a todos sus críticos en lugar de abordar los aspectos económicos fundamentales y entablar un diálogo. Los zimbabuenses piden desde hace años estabilidad económica, reformas electorales, el Estado de derecho, reformas institucionales y empleos decentes, pero se han encontrado con un muro de silencio y un puño de hierro.

Las medidas económicas perjudiciales obligaron al Congreso de Sindicatos de Zimbabue (ZCTU, por sus siglas en inglés) a convocar manifestaciones en octubre de 2018, las cuales fueron sofocadas por la policía. En enero de 2019, el ZCTU convocó una huelga y el Estado respondió mediante el uso de fuerza bruta desplegando al ejército. La intervención se saldó con 17 muertes y denuncias de palizas, violaciones y otras atrocidades. Los dirigentes del ZCTU estamos en el punto de mira.

El presidente del ZCTU, Peter Mutasa, y yo mismo no solo nos enfrentamos a un juicio por alteración del orden público a raíz de las protestas de octubre, sino que hace poco se nos ha acusado del grave delito de intentar derrocar al gobierno. Si somos declarados culpables, nos enfrentamos a 20 años de cárcel.

Durante los últimos 12 meses, los docentes también han estado en el punto de mira por ir a la huelga para exigir que se les pague en dólares estadounidenses, ya que el valor de las otras modalidades de dinero (bonos, dinero electrónico) ha caído en picado. Afiliados del Sindicato Unido de Docentes Rurales de Zimbabue han sido arrastrados ante los tribunales, y médicos y enfermeros han sido despedidos arbitrariamente por pedir una mejora de los salarios y las condiciones de trabajo.

El gobierno trata de intimidar a los trabajadores que pertenecen a sindicatos para proseguir con su programa de austeridad sin molestias. Como consecuencia, la situación de los sindicatos es más precaria ahora que durante la era de Mugabe: el gobierno impone unilateralmente sus decisiones en los procesos de negociación colectiva en la administración pública, los dirigentes sindicales son arrestados y detenidos, y los tribunales parecen haber perdido su autonomía y ya no son sensibles a los problemas de los trabajadores. La fuerza colectiva, a pesar de los intentos del Estado por acabar con ella, es la única esperanza que les queda a los trabajadores de Zimbabue.

Once recomendaciones para que Zimbabue salga adelante

A pesar de la situación aparentemente desesperada a la que se enfrentan los trabajadores en Zimbabue, existen varias maneras de salir adelante.

Reducir los gastos del gobierno. La población ha perdido la confianza en el gobierno a causa de la falta de disciplina fiscal. La realidad de los gastos del gobierno contrasta claramente con su discurso. Los altos funcionarios deben reducir sus gastos y los viajes al extranjero, que han consumido millones de las escasas divisas del país.

Sector informal. Zimbabue tiene la segunda mayor economía informal del mundo, por detrás de Bolivia. Estos trabajadores necesitan acceso al capital y deben recibir ayuda para hacer una transición hacia la economía formal, en lugar de ser criminalizados y atacados. Además, el gobierno tiene que abrir urgentemente líneas de crédito para que las pequeñas y medianas empresas recapitalicen la economía.

Poner fin a la corrupción. Casi ningún sector de Zimbabue está libre de corrupción. Se debe pedir cuentas a los culpables y la comunidad empresarial debe recibir garantías acerca de la seguridad de sus inversiones.

Fomentar la inversión extranjera directa responsable. Imprimir más dinero no va a resolver la crisis económica actual de Zimbabue. La inversión extranjera directa responsable es la clave del crecimiento económico y el gobierno debe crear un entorno propicio y sostenible para este tipo de inversiones.

Coherencia en materia de políticas. Esto sigue siendo un gran problema. Zimbabue cuenta con varios programas excelentes para la transformación positiva del país, pero estas políticas nunca se llevan a la práctica. Asimismo, los ministros deben abstenerse de hacer declaraciones contradictorias en materia de políticas, ya que esto mancha la ya maltrecha imagen de Zimbabue.

Crear empleos decentes. Zimbabwe dispone de recursos naturales abundantes, de productos agrícolas a minerales, y de una enorme fuerza de trabajo cualificada. Lo que se necesita ahora es la voluntad política y las políticas económicas adecuadas para crear trabajo decente para todos.

Abandonar el dólar. Aunque la introducción del dólar estadounidense fue necesaria después de la desmonetización del dólar zimbabuense en el año 2009, a largo plazo Zimbabue necesita reintroducir su propia moneda.

Revitalizar la producción. Se debe recapitalizar la producción, empezando por los sectores de la agricultura, la manufactura y la minería. El programa de reforma agraria, que se puso en marcha en el año 2000, destrozó un sector agrícola que una vez se describió como “el granero de África”. Respecto de la manufactura, ciertos productos baratos y asequibles deberían producirse localmente (cerillas, velas y agua mineral, por ejemplo), pero actualmente se importan. Por otra parte, el sector minero no añade valor a los productos. ¿Cómo es posible que Zimbabue sea el segundo productor más importante de platino del mundo y que su población viva en la pobreza absoluta?

Frenar el flujo ilícito de capitales. Se han registrado niveles importantes de flujo ilícito de capitales en el sector minero, y nuestras circunstancias económicas desafortunadas han llevado al gobierno a hipotecar nuestra riqueza mineral con falsos “inversores” resueltos a saquear nuestros minerales. El gobierno debe formular leyes estrictas para frenar estas pérdidas. Se estima que el valor de los diamantes de Zimbabue asciende a 60.000 millones de dólares, pero ¿quién se beneficia de las ganancias? Los ciudadanos zimbabuenses ordinarios seguro que no. Se desconoce el paradero de 15.000 millones de dólares correspondientes a la venta de diamantes del país y es probable que se hayan sacado del país. Esto tiene que parar.

Reformas reales. La imagen del país está gravemente deteriorada debido a su mala trayectoria en materia de derechos humanos, la ausencia del Estado de derecho y las medidas drásticas utilizadas por el ejército contra los ciudadanos que protestaban por las penurias generalizadas. El gobierno de Zimbabue debe emprender reformas prácticas y reales en todos los niveles. A pesar de la aplastante deuda nacional, no se abrirán líneas de crédito a Zimbabue hasta que esto se haga.

Diálogo social. Es necesario establecer urgentemente una plataforma de diálogo entre todas las partes interesadas. Es fundamental incluir a los partidos de la oposición, sindicatos, instituciones religiosas, académicos, estudiantes y otras partes de la sociedad civil. El estilo “dictatorial” de gobierno que la administración actual suele emplear ha demostrado ser increíblemente ineficaz. En repetidas ocasiones se anuncian políticas gubernamentales clave sin la participación efectiva de las partes interesadas, lo cual da lugar a una resistencia. El respeto del contrato social generará la confianza, la transparencia y la rendición de cuentas que necesita Zimbabue para prosperar.