Cómo el uso de alta tecnología en las elecciones sacudió las bases de la democracia en Kenya

 

Las elecciones celebradas el 4 de marzo en Kenya fueron pacíficas, democráticas y transparentes.

La votación transcurrió normalmente y el amplio proceso de reforma legislativa contribuyó a que las elecciones se celebraran en un marco legal compatible con las normas internacionales. La participación de los votantes fue extraordinaria: alrededor del 86 por ciento, un nivel que muchos países sueñan con alcanzar.

Ese debería haber sido el titular del 5 de marzo.

Pero no fue así.

Kenya hizo muchos esfuerzos para evitar que se reprodujeran los eventos sangrientos que marcaron las elecciones de 2007.

La ley electoral fue objeto de profundas reformas, se redactó una nueva Constitución y, más importante aún, se reformó el sistema judicial. Todos esos cambios están dando frutos.

Con la impugnación del resultado de las elecciones ante los tribunales, se avecinan importantes transformaciones.

Lo que no ha surtido los efectos deseados es la reforma tecnológica.

La mayoría de los periodistas y comentadores se han centrado en los errores en el recuento. El ambicioso proyecto de transmisión de los resultados de las mesas electorales a la base de datos central por vía electrónica se colapsó debido, según informes, a la sobrecarga del sistema.

Si bien el fallo provocó gran embarazo, no era en sí una mala idea: la transmisión digital podría ser el método más eficaz y, ciertamente más rápido de transmitir datos y, en este caso, hubiera evitado los riegos de falsificación.

Sin embargo, la mayoría de los expertos estima que la rápida decisión de la comisión electoral de adoptar el “Plan B”, consistente en enviar los resultados del recuento físicamente por transbordador de las mesas electorales a Nairobi, se ejecutó con trasparencia y de conformidad con las leyes nacionales e internacionales. Es asimismo improbable que haya incidido en el resultado de las elecciones, aunque la oposición rechaza este último punto.

El recuento manual tenía como finalidad expresa reflejar el recuento final y oficial de los votos emitidos.

Lo que se conoce menos es el fallo técnico del sistema de registro biométrico de votantes, que es un programa costoso y de utilidad cuestionable.

El año pasado, después de que el gobierno decidiera adoptar el sistema de registro biométrico como medio para evitar algunos de los problemas evidenciados en la última elección, se pidió a los votantes que presentaran su tarjeta nacional de identidad al colegio electoral.

Si bien esta es una práctica común, en esta ocasión también se les pidió que dejaran su huella dactilar y fueran fotografiados a efectos de identificación.

Al fin del proceso se les entregó una nueva tarjeta de votante biométrica que debían presentar para probar su identidad en las urnas el día de la elección. Este proceso exigía la utilización de un programa de registro de votantes biométrico (BVR por sus siglas en inglés).

 

¿Solución milagrosa?

Los sistemas biométricos están en boga en toda África, donde son considerados como la panacea para evitar cualquier tipo de fraude electoral. Sin embargo, como el caso de Kenya lo demuestra, esos sistemas son sumamente onerosos, generalmente ineficaces para luchar contra el fraude, y no están adaptados para funcionar en todas las condiciones y contextos.

Por ejemplo, se podrían haber evitado algunos de los problemas que plantearon los programas de registro de votantes biométrico desde mucho antes si se hubiera tenido en cuenta que solo el 23 por ciento del país tiene acceso a la electricidad.

Los problemas con los BVR en Kenya comenzaron mucho antes del 4 de marzo. El proceso de contratación pública para la adquisición de los programas se vio “envuelto en la polémica”, además de sufrir demoras que “suscitaron preocupación entre la opinión pública y alegaciones de sabotaje político”.

Finalmente, el 19 de noviembre de 2012, Kenya inició el abreviado proceso de registro biométrico de votantes.

Si bien en el pasado ha habido problemas de errores y alegaciones de fraudes en las listas de registro de votantes registrados, cabría sopesar esos problemas a la luz de la información de que los 15.000 programas de registro biométrico costaron al país 54 millones de USD.

Así pues, ya en las fases iniciales del proceso se señalaron problemas como la expiración de las contraseñas de los programas de registro, la falta de luz solar para las baterías solares de los programas que condujo a fallos, y dificultades de transporte y logística. Los programas de registro experimentaron fallos en varias localidades.

Finalmente solo unos 13 de los 18 millones de personas elegibles pudieron registrarse para votar, debido a una gama de factores, entre los cuales el hecho de que numerosos kenianos de las comunidades marginadas no poseen una tarjeta nacional de identidad y que, por lo tanto, están totalmente excluidos del proceso.

Así pues, el día de las elecciones el sistema biométrico falló por completo.

El grupo nacional de observadores de las elecciones constató que en más de la mitad de las mesas electorales, las urnas electrónicas, concebidas para identificar al votante a través de la información del registro biométrico, no funcionaron o funcionaron inadecuadamente, y los funcionarios electorales tuvieron que recurrir a las listas estándar en papel.

Aunque esto puede no haber incidido directamente en los resultados de la votación, es muy probable que haya contribuido a las enormes demoras que tuvieron que soportar los votantes, que tuvieron que hacer la fila durante horas.

 

Fallos

¿Por qué fallaron los programas biométricos?

Según informaciones de la BBC, se debió principalmente a la falta de electricidad en los colegios electorales.

NPR también informó que los “organizadores no tuvieron en cuenta que los centros escolares africanos, donde se establecieron muchas de las mesas electorales, no disponen de tomas eléctricas.

En un momento dado, los programas de identificación biométrica empezaron a fallar… los funcionarios electorales no tenían los códigos ni las contraseñas que necesitaban para reactivar el programa informático.

Se distribuyeron entonces las papeletas de voto y las filas de votantes se paralizaron casi enteramente, obligando a algunos votantes a esperar siete a nueve horas bajo el sol para emitir su voto.”

La experiencia de Kenya no es un caso aislado.

Solo hace algunos meses, se detectaron importantes problemas en los programa biométricos en Ghana.

El número de programas biométricos que funcionaron mal en las mesas electorales el día de las elecciones fue tan elevado y las filas y demoras que tuvieron que soportar los votantes fueron tan importantes, que al final los funcionarios electorales se vieron obligados a prolongar la votación al día siguiente. Esto llevó a la oposición a alegar que había habido fraude electoral.

Puede haber circunstancias en las que los sistemas biométricos resulten de utilidad. Sin embargo, cabe recordar que esos sistemas permiten evitar solo un aspecto de un posible fraude, a saber, los registros múltiples.

No permite, por ejemplo, hacer frente a otros problemas en la lista de registro de votantes, como el registro de los no ciudadanos y los menores de edad.

Quizás los registros múltiples no sean el problema más grave al que se enfrentan los sistemas electorales nacionales.

En términos comparativos, en la mayoría de los países no lo es.

Además, la cuestión de los votos múltiples, que es un problema real, puede abordarse a través de medios alternativos menos tecnológicos, como el uso de tinta indeleble en los dedos en las urnas, una mayor transparencia y la publicación generalizada de la lista de registro con antelación a las elecciones.

Uhuru Kenyatta ha sido declarado ganador de las elecciones en Kenya, superando el umbral del 50 por ciento por un margen de 8.000 votos de los 12 millones emitidos – o el 0,07 por ciento.

La oposición, liderada por Raila Odinga, está impugnando como es debido el resultado de las elecciones ante los tribunales y ha prometido respetar el proceso judicial. Hasta ahora no se conocen los recursos, en su caso, que dictará el tribunal.

Una cosa es cierta. Los kenianos han puesto de manifiesto su extraordinario compromiso con la democracia. Si tan solo las máquinas hubiesen sido tan fiables.

Si bien la economía del país está creciendo, más de la mitad de los kenianos viven en la pobreza, con menos de un dólar diario.

Kenya es uno de los 30 países más pobres del mundo. En el Índice de Desarrollo Humano de 2006, ocupaba el puesto 152 de los 177 países examinados.

Las condiciones económicas, la esperanza de vida y la educación están mejorando, pero la situación sigue siendo insatisfactoria en el país.

¿En qué otras esferas se hubieran podido gastar los 54 millones de USD? Si no para resolver algunos de los problemas más acuciantes de Kenya, ¿no hubieran podido usarse para mejorar algunos aspectos de la democracia en Kenya?

En vista de que muchos países del mundo están optando, inexorablemente, por los sistemas de registro biométrico para las elecciones, las lecciones aprendidas en Kenya deben examinarse seriamente.