Creadores de anime y manga ¿trabajadores de sueños al límite?

Creadores de anime y manga ¿trabajadores de sueños al límite?

The desk of Soushi Tory, a successful mangaka for whom, on average, a day’s work translates into one page drawn. In the image, some scenes of Tory’s work ‘Vostok’.

(Soushi Tory/Carmen Grau)

La cultura pop japonesa goza de influencia global. Las producciones de anime van en aumento. Las traducciones de mangas inundan nuevos mercados, atrayendo a lectores de todo el mundo. Aunque destacan su popularidad y ventas, se desconoce el interior de estas fábricas de sueños: especialmente todo lo que rodea a sus creadores y cuáles son sus condiciones de trabajo. ¿Cómo y quiénes llenan de arte miles de páginas y planos?

Un grupo heterogéneo de profesionales conforma la primera línea de la industria del entretenimiento nipón. Son los creadores de anime y videojuegos, los directores y productores, empleados o colaboradores de estudios de animación, los ilustradores y autores de manga, sus asistentes y las editoriales. También los fabricantes de dispositivos digitales (tabletas de última generación para dibujar), actrices y actores de doblaje, promotores del cosplay –afición a disfrazarse de algún personaje– y eventos para fans. Aquí, ser autónomo es lo más habitual.

En 2023, estos profesionales de la industria cultural japonesa se movilizaron para alzar sus voces contra Invoice, un nuevo sistema de facturación y recaudación de impuestos aprobado por el gobierno nipón. Implementado el pasado mes de octubre, ha hecho saltar las alarmas porque los autónomos deberán subir sus precios o ver reducidos sus ingresos. Consideran que es una subida de impuestos encubierta.

Del otro lado, las cifras muestran beneficios boyantes. En 2022, solo la industria del anime generó 2,74 billones de yenes (unos 175.000 millones de euros, 194.000 millones de dólares USD), unas cifras históricas que están en alza desde 2010 (a excepción del año 2020 por efecto de la pandemia) de acuerdo a un informe de la Association of Japanese Animations. Por su parte, el manga y las revistas del sector registraron récord de ventas en 2022, alcanzando los 677.000 millones de yenes (unos 4.300 millones de euros, 4.800 millones de USD), unos datos del Research Institute for Publications que muestran también cómo el formato electrónico le gana terreno al papel.

Organización y nuevas estrategias sindicales

La animación aunó fuerzas y consolidó la Nippon Anime & Film Culture Association (NAFCA), una asociación que teme por el futuro incierto de un arte que, afirman, “simboliza la nación”. En su presentación de mayo ante los medios, dejaron claro que “lejos de ser una fábrica que nutre sueños, los creadores se sostienen por el amor a su obra, hasta el límite de sus fuerzas, tanto física como mentalmente, y el sistema está al borde del colapso”.

“Si Japón quiere mantener su calidad y pasar a la próxima generación como referente debemos unir fuerzas y mirar por el futuro del anime”, afirman desde NAFCA.

Denuncian las condiciones “de pobreza” a las que se someten los animadores para acceder a la industria, lo que deriva en “el agotamiento de los recursos humanos y cada vez una mayor dependencia de la producción en el extranjero [o lo que es lo mismo, una deslocalización del anime]”. Como resultado, la calidad de los contenidos baja y la formación de los jóvenes se resiente.

Masuo Ueda trabajó en la producción de la popular serie animada de robots Gundam hace más de cuatro décadas. Conoce bien la evolución del sector y ahora preside NAFCA para aportar soluciones. Buscan crear comunidad, ser lobby de recursos y medidas, reforzar los derechos y preservar la cultura. “Hacen falta nuevas políticas y mejor red de apoyo. Los free lance no tienen capacidad de negociación con los estudios. Incluso los grandes estudios ya no contratan empleados fijos como antaño”, afirma.

“NAFCA surgió porque un día escuché que una creadora había reunido a 200 animadores en un encuentro. Me sorprendí porque no es habitual y quise conocerla. Juntos, productores y creadores, podemos solucionar problemas”, explica Ueda a Equal Times. La animadora es Terumi Nishii, una autora conocida por su abogacía y activismo laboral. En su Libro para entender el trabajo del animador, Nishii radiografía las dificultades salariales y las duras condiciones del animador, para ponerle los pies en la tierra a todo aquel joven que tenga el sueño de entrar en el sector.

El productor Ueda responsabiliza a las instituciones: “El sistema y los políticos no respetan a sus creadores artísticos. El país tiene responsabilidad porque el anime es parte de la cultura e influencia a las personas. Además tiene impacto internacional”.

Yukari Nishino, directora hasta 2023 del Wor-Q Support Center de la Confederación de Sindicatos del Japón (JTUC-RENGO), afirmaba el pasado año que los profesionales autónomos “están en una posición débil. Su red de seguridad es frágil”. De los 65 millones de trabajadores en el país, uno de cada cuatro trabaja por cuenta propia, según datos de la confederación.

Por eso, en octubre de 2021 lanzaron Wor-Q Support , una red en línea de mutua sanitaria y de seguro para personas sin protección social. Actúan también como plataforma de consulta. Del sector cultural, les llega la preocupación sobre el nuevo sistema de recaudación Invoice, “de gestión complicada y bajan los ingresos que percibe el trabajador”. “Muchos no quieren dar su nombre por miedo a represalias laborales. Los jóvenes están en peor situación”, nos comentaba Nishino. Por ejemplo, ya han recogido quejas sobre el uso de la IA sustituyendo a dobladores.

“El futuro laboral de Japón es incierto”, se muestran preocupados desde el sindicato. Como solución, “hay que compartir información y construir más sindicato con los jóvenes”, abogaba Nishino. Actualmente, JTUC-RENGO cuenta con 7 millones de trabajadores sindicados.

¿Era dorada del anime? No tan deprisa

El sociólogo Renato Rivera Rusca alerta de que estamos ante una “burbuja de producción”. Y explica: “los grandes estudios tienen la agenda cerrada los próximos años. Pero resulta difícil sacarlas adelante [las producciones]; los creadores corren y los contenidos se asemejan, son más comerciales”.

Sobre cómo repercuten estas prácticas en el trabajo, ejemplifica que “en el pasado, para emitir se necesitaba un año completo de producción, como en Heidi (1974) o La abeja Maya (1975). Ahora emiten en tres meses y los salarios son generalmente bajos. Para un trabajo que antes hacían tres o cuatro animadores, actualmente son diez o veinte. Pero el presupuesto es el mismo”.

“Para los productores y como negocio sí es una época dorada, para los contenidos y vivir de ello, no”, enfatiza este experto en audiencias y mercado de la animación. “Es una fábrica y el empleo se mantiene como una fábrica de trabajadores de montaje. Usan su imaginación y creatividad, pero bajo las instrucciones de la industria”. Ante la deslocalización, que afecta al talento y conocimiento local, Rivera afirma que “la calidad baja y si esta tendencia aumenta, disminuirá el empleo en Japón y no se formará a los jóvenes [consecuentemente, se irá perdiendo el conocimiento, y es que en Japón es habitual que las empresas y los más experimentados en una empresa se encarguen de formar a los recién llegados]. En unos años el anime japonés no tendrá nada de especial y único”.

El sociólogo Rivera cuenta que en los años 70 los dibujos animados japoneses se convirtieron en una herramienta para vender los juguetes que se fabricaban. En los 80, los niños de América Latina o Europa eran telespectadores de esta cultura pop. Tras la llegada de Akira (1988), estos dibujos pasaron a considerarse “subcultura para adultos”. La violencia y el contenido sexual les dio mala imagen dentro y fuera de Japón “hasta que llegó la serie Pokémon (1997). Estaba en todas partes, como Mickey Mouse, Super Mario o Winnie the Pooh”.

¿Por qué esta fascinación por el anime? “Por la variedad de géneros y gran cantidad de producciones. Hoy ha subido el número y ha aumentado la fascinación del consumidor fuera de Japón. Ahora es más accesible y la palabra anime se conoce, ya no hay prejuicios. Incluso se adaptan obras de teatro en Inglaterra, como Mi vecino Totoro (1988). Sigue revolucionando el mainstream”, responde Rivera.

A principios de siglo, el estudio Ghibli –con Hayao Miyazaki como máximo exponente– ganó un Óscar con El viaje de Chihiro (2001). El gobierno japonés aprovechó el potencial y lanzó Cool Japan, una estrategia para competir como potencia cultural. Sin embargo, “no hay presupuesto para apoyar producciones nacionales. La situación es grave. No se da soporte a los creadores, sino a los productos de marketing, eventos o embajadores culturales”, alerta el investigador.

¿Y del manga?

En Japón, los creadores guardan con celo su intimidad e identidad real, incluso su género, especialmente los autores de manga –denominados mangakas–. Ruegan no tomarles fotografías y suelen declinar entrevistas, como ha sido el caso también para este reportaje. Muchos temen el acoso y reacciones de los fans, como cuando les envían cartas raras a través de sus editoriales.

Soushi Tory, mangaka de éxito, accede a compartir su experiencia con Equal Times. Se crio en múltiples países y culturas y encontró en el dibujo un idioma universal para expresarse. De adolescente expuso una ilustración en Hong Kong. Un editor descubrió su talento y a los quince despegaba su carrera. Actualmente dibuja manga e ilustra. La historia y la ficción son su pasión. Afirma que su público lector son mayoritariamente hombres.

Para dibujar realiza una exhaustiva documentación y viaja al epicentro de sus historias. Vivió tres años en Moscú y creó Vostok, una obra ambientada en el espacio. Llegó a entrar en un cohete espacial con astronautas. Pronto publicará un manga reportaje del proceso creativo y una nueva serie de la obra.

Cuenta que en sus inicios aprendió de los profesionales. Actualmente, trabaja con asistentes. Al preguntarle por su horario de trabajo responde: “casi siempre estoy dibujando manga”. Pero preserva una fórmula propia: “no leo otros mangas, escribo a mi ritmo porque quiero disfrutar y hacerlo bien”. De media, cada día de trabajo se traduce en una hoja dibujada.

Del cambio del papel al mundo digital y la desaparición de las revistas, Tory arroja un poco de luz: “Ha cambiado la forma de trabajar. Antes, los autores debíamos ceñirnos a unas entregas muy rígidas para salir a tiempo en papel. Ahora, al publicar en web estamos más tranquilos y no molestamos al resto si nos retrasamos”. La pandemia de covid-19 espoleó el cómic digital, explica.

“Muchas cosas han cambiado desde la popularización del manga, lo único que no cambia son los salarios, generalmente bajos”, dice Tory, para quien la estrategia Cool Japan ha influido negativamente:

“Japón promociona los contenidos, pero no está dando nada a cambio a los artistas de manga o animadores. El gobierno japonés y los editores no valoran a los creadores. El sistema se aprovecha de nuestro amor por el trabajo. Como alguien que nació y creció en el extranjero, creo que el trato a los creadores japoneses es muy problemático”, concluye.

Aun siendo industrias distintas, el manga y el anime se entrelazan en la cultura popular. Cuando un manga se populariza, acaba en la gran pantalla. Generaciones de japoneses crecieron acostumbrados a esta reciprocidad cultural, también en el cine.

La desaparición de las revistas de manga impresas ya es una realidad (dada su transición y consumo principal en formato digital), pero en 2023, en el estreno animado del legendario DoraemonGato cósmico, en América Latina–, se entregó al público el libreto de la película con el manga en su interior, un homenaje a sus orígenes en papel y una estrategia de marketing habitual que fue recibida con entusiasmo e interés lector entre el público más joven de las salas.

This article has been translated from Spanish.