Democracia y el nuevo pacto verde: oportunidad en tiempos de populismo

Democracia y el nuevo pacto verde: oportunidad en tiempos de populismo

European Greens co-chair Monica Frassoni says a Green New Deal can drive job-creation and help fight climate change.

(AP/Bob Edme)
Opinions

No vivimos tiempos felices.

Donald Trump lleva apenas unas semanas en la presidencia: entre el veto migratorio hacia los musulmanes, sus nominaciones para ocupar altos cargos, la construcción del muro, las deportaciones de supuestos migrantes ‘ilegales’, la retirada de compromisos sobre cambio climático, las amenazas a los aliados y los ataques contra la prensa, hay muy pocos motivos para mostrase optimistas.

En Europa, la activación del Artículo 50 para empezar el proceso de salida del Reino Unido de la UE es cada día más inminente, al tiempo que se acercan las elecciones en Francia, Alemania y los Países Bajos. La idea de un mundo con Putin, Trump, Le Pen, Wilders y Salvini en el poder resulta cada día más realista.

Por otro lado, todas estas cuestiones podrían también convertirse en oportunidades y dar lugar a un cambio positivo. Es ahí donde debemos intervenir –de manera rápida, eficaz y realista–.

Creo que hay dos campos, en particular, que podrían determinar nuestro triunfo o nuestra derrota frente a la creciente oleada de populismo y autoritarismo: el “Green New Deal” (Nuevo pacto verde) y la calidad de nuestra democracia.

 

Innovación verde vs. neutralidad tecnológica

El Green New Deal es la transformación ecológica de nuestro modelo económico. Da prioridad a terminar nuestro sometimiento a las finanzas especulativas, a la ineficiencia energética y al monopolio de los combustibles fósiles, que insiste en blandir el argumento de que las energías renovables y la eficiencia de recursos son opciones caras y marginales.

Los grupos industriales deben aceptar que la innovación no implica seguir invirtiendo en combustibles fósiles: hoy en día la competitividad se deriva de la innovación ecológica.

Después de la COP21 y la COP22, los compromisos contra el cambio climático parecen más fuertes que nunca, independientemente de los intentos aislados, por parte de algunos países, de escabullirse del tema. Ello se debe a que la opinión pública ya está convencida de la absoluta prioridad de respetar el límite de 2˚C en cuanto al calentamiento global, no sólo limitando las emisiones, sino además haciendo frente a la contaminación y mejorando la calidad de vida y la salud de los habitantes de la Tierra.

Es necesario superar la denominada “neutralidad tecnológica”, en base a la cual deben apoyarse todos los sectores industriales, incluidos aquellos que no resultan productivos y que más contaminan.

El movimiento de desinversión resulta de gran ayuda, y es algo que los Verdes hemos venido apoyando activamente a nivel local, nacional y supranacional.

Representa un paso adelante en la lucha contra los combustibles fósiles, dado que su estrategia fomenta de manera proactiva que los inversores retiren sus inversiones de la industria de combustibles fósiles.

Recientemente los legisladores irlandeses votaron a favor de dejar de incluir las empresas de extracción de combustibles fósiles en las inversiones por valor de 8.000 millones de euros del Fondo Estratégico de Inversión Irlandés, convirtiéndose así en el primer país que desinvierte por completo en combustibles fósiles.

Pero es necesario ir más allá de la falsa dicotomía de economía vs. medio ambiente: desinvertir no sólo es una cuestión de ética. Debido a los compromisos de París, si se respeta el objetivo de 2˚C, gigantes de la energía como Shell, Total y Exxon-Mobil corren un enorme riesgo de perder ingresos a causa de las grandes reservas de combustibles fósiles que deberán permanecer sin extraer. La burbuja del carbono explotaría.

No es por tanto de extrañar que Exxon-Mobil haya mentido a sus inversores respecto a los riesgos del cambio climático: las compañías petroleras saben que la sociedad y los inversores se orientan hacia otra dirección.

 

Liderazgo de la UE

Europa se vanagloria de estar a la vanguardia en la lucha contra el cambio climático: de hecho, gracias a una nueva directiva de la UE (aunque no sea obligatoria), los proveedores de fondos de pensiones deberán indicar si sus inversores están gestionadas de forma sostenible y de qué manera.

Algunos de los que se oponen a una economía más verde afirman que la innovación y la tecnología ecológicas ocasionarán la pérdida de puestos de trabajo. Este argumento es totalmente falso. La tecnología puede de hecho ayudar y fomentar el empleo, siempre que esté acompañada por la educación y capacitación superior para ayudar a las personas a adaptarse a los nuevos desarrollos tecnológicos. Europa necesita concentrarse en empleos nuevos, que requieren una capacitación media-alta, en la industria, la manufactura, la agricultura y el turismo.

En segundo lugar, quisiera insistir en el problema de la calidad de nuestra democracia. La crisis económica ha alimentado el populismo, pero no hay forma de explicar la actual ola de xenofobia únicamente basándonos en ella. Hay razones por las que se llegó al Brexit y a Trump, que están inextricablemente vinculadas a las reglas del juego.

Una es la cuestión de la financiación: pese a que uno de los argumentos que los populistas esgrimen contra el Establishment es el salario de los políticos como símbolo de la corrupción, ellos mismos explotan fuentes privadas de financiación en sus campañas. La victoria de Trump contó sin duda con la ayuda del inmenso caudal de fondos que se invirtieron en su campaña.

Hasta el Movimiento Cinco Estrellas en Italia cuenta con el apoyo de financiación privada; sus estrategias e incluso las posiciones de sus parlamentarios están a menudo determinadas por una compañía de comunicaciones privada. Hay poderes económicos y políticos específicos en juego aquí, cuyos intereses moldean las campañas y tienen un impacto real sobre los sistemas políticos. Muchas veces esos poderes son las mismas compañías que se oponen al Green New Deal. Y el círculo se cierra.

La otra cuestión es la regulación de los medios de comunicación en términos del pluralismo político, una vieja batalla a la que nos enfrentamos a nivel europeo.

La concentración de la prensa en manos de unos pocos actores constituye sin duda uno de los factores a la base de uno de los términos más a la moda hoy en día, la “política posverdad”.

En la década de 1990, la Comisión Europea intentó proponer una directiva sobre la regulación de los medios de comunicación, liquidada por 15 Estados miembros. La incapacidad de garantizar un acceso libre y justo a la prensa ha abierto la puerta a que algunos como Viktor Orbán en Hungría y Jarosław Kaczyński en Polonia, estén matando lentamente la libertad de expresión.

 

Una alternativa al populismo

Justamente es sobre estos dos puntos que insistimos los Verdes al hablar de la “calidad de la democracia”. Tenemos que luchar por una democracia donde el acceso al debate público sea libre y abierto, donde la financiación política esté estrictamente supervisada y controlada, y donde el pluralismo de la prensa no se quede en palabras vacías.

Tenemos que fomentar un debate de calidad para desmantelar la perturbadora y nefasta retórica de los movimientos populistas y autoritarios. Lo que ellos denominan ‘falsas noticias’, por ejemplo, son simple y llanamente ‘mentiras’.

Esto no son solo palabras: el presidente austríaco Alexander Van der Bellen demostró que es posible defender Europa, la justicia, la diversidad, la protección del medio ambiente, y además vencer a la extrema derecha y ganar las elecciones.

Pienso que la única manera de salir de estas crisis es mostrar a los ciudadanos que hay alternativas viables al populismo, que hay vías para ser desarrollados al tiempo que sostenibles, además de democráticos y preocupados por las inquietudes de los ciudadanos. Tenemos que lanzarnos a una auténtica confrontación no violenta, y estar tan decididos y hacer tanto ruido como los populistas.

Pero, sobre todo, no debemos hacer lo que los partidos tradicionales suelen hacer, esto es, intentar recuperar el consenso adoptando algunos de los argumentos y métodos de los extremistas, renunciando a nuestros principios y valores. Porque cada vez más votantes están haciendo realidad lo que afirmaba Jean-Marie Le Pen: “la gente prefiere el original a la copia”.