En Macedonia del Norte las trabajadoras del sector textil se movilizan ante la impunidad de sus empleadores y la violación de sus derechos

En Macedonia del Norte las trabajadoras del sector textil se movilizan ante la impunidad de sus empleadores y la violación de sus derechos

“Here, we offer working conditions that are very different from those of other companies in the region,” explains Hristian Velkov, whose family owns one of the few factories in the country that comply with the country’s labour laws.

(Louis Seiller)

Muy visibles, los murales del centro y de la entrada de la ciudad de Shtip atraen la mirada de los transeúntes. Hilos, agujas y, sobre todo, manos, son imágenes que destacan entre los habituales grafitis y eslóganes futbolísticos. Estas manos expertas son las de las costureras del este de Macedonia del Norte. Sus representaciones artísticas no solo colorean las grises paredes de Shtip. “Las mujeres que trabajan en las fábricas textiles son la identidad misma de la región”, explica Kristina Ampeva, fundadora de la organización Glasen Tekstilec, que está detrás de estos murales militantes. “Teníamos que rendirles homenaje, que volvieran a sentirse orgullosas”.

Desde hace 70 años, la ciudad de Shtip es el baluarte de la industria textil en Macedonia del Norte. El sector está en declive, pero sigue dando empleo a casi 30.000 personas, un número considerable en este país de 2 millones de habitantes.

Cada mañana, miles de trabajadoras se trasladan en autobús a las numerosas fábricas de los suburbios de Macedonia del Norte. La propia Kristina Ampeva trabajó allí durante nueve años como costurera. Esta decidida treintañera guarda un recuerdo amargo, pero la experiencia ha avivado su compromiso. “No había nadie que te explicara tus derechos ni tus condiciones de trabajo. Cuánto debían pagarte, cuántas horas tenías que trabajar y cuánto se pagaba por las horas extraordinarias, o quién se suponía que debía ayudarte si se violan tus derechos, no se explicaba nada. Por eso creamos Glasen Tekstilec, para luchar por los derechos de las trabajadoras textiles”.

En Macedonia del Norte, cientos de fábricas confeccionan ropa y calzado para grandes marcas europeas. No es ningún secreto la dificultad de las condiciones de trabajo en estas fábricas, pero las infracciones generalizadas del código laboral han sido pasadas por alto durante mucho tiempo.

Desde su creación en 2017, Glasen Tekstilec recoge a diario testimonios edificantes. “Las condiciones en la fábrica eran desastrosas”, cuenta Dimitrinka en la oficina de la organización. Esta antigua trabajadora de unos sesenta años trabajó durante más de 20 en uno de los principales talleres de Shtip.

“Hacía frío porque ni siquiera había calefacción. Teníamos que llevar nuestro propio equipo de costura. Todo estaba sucio, los aseos siempre estaban cerrados. Nos pagaban menos del salario mínimo”, añade.

En 2021, cuando su empresa atravesó dificultades, Dimitrinka y sus compañeras estuvieron más de tres meses sin cobrar. “Pedimos ayuda a Kristina. Le pedimos que mediara entre nosotros y nuestros empleadores”. Gracias a sus periódicas intervenciones televisivas, en pocos meses “Kristina” se ha convertido en la encarnación de la lucha de las mujeres de la industria textil. Y la voz de sus reivindicaciones: su teléfono no para de sonar.

Decorada con enormes carteles que representan a las costureras como superheroínas, armadas con agujas e hilo de coser, la oficina de su organización acoge cada día a trabajadoras que se sienten indefensas ante empleadores sin escrúpulos. Reciben asesoramiento gratuito, así como ayuda jurídica práctica para hacer valer sus derechos. Horas de trabajo que no se respetan, salarios que se pagan con meses de retraso, horas extraordinarias sin remunerar, bajas por maternidad que no se conceden, etc. Los miembros de la organización se encargan de redactar sus denuncias y transmitirlas a las instituciones competentes, en particular la Inspección de Trabajo.

La clase trabajadora afronta las normas sociales más relajadas

Aunque el sector textil lleva muchos años en constante declive, sigue representando más del 10% del PIB de Macedonia del Norte. Casi toda la producción se destina a la exportación, y las fábricas de la región de Shtip trabajan principalmente para marcas alemanas, belgas o italianas.

Contar con un taller en el sudeste de Europa resulta especialmente ventajoso para estas grandes empresas. “Tienes mano de obra barata como en Bangladés o China, pero estás en los Balcanes Occidentales”, explica Kristina Ampeva. “En un día puedes enviar tu producción a cualquier lugar de Alemania, por ejemplo. Es lo que atrae a estas empresas, que tienen fábricas en Albania, Serbia, Montenegro y Macedonia del Norte”.

Candidata a la adhesión a la Unión Europea desde 2005, Macedonia del Norte tiene un código laboral bastante protector sobre papel, pero rara vez prevalece en el taller. Las instituciones del pequeño país siguen siendo frágiles, y los empleadores influyentes no tienen muchas dificultades para hacer valer sus intereses ante los responsables políticos. Según los expertos, los mecanismos de control del Estado no funcionan.

El sindicato de la industria textil, del cuero y del calzado de Macedonia (STKC), afirma que está intentando tomar medidas. “Reaccionamos a cada violación de los derechos laborales, ya sea a través de la inspección de trabajo, el defensor del pueblo o acciones legales”, explica a Equal Times su presidente, Ljupco Radovski. Pero no siempre resulta eficaz, ya que “las denuncias presentadas por los trabajadores suelen ser ignoradas por la inspección de trabajo y la justicia”, apunta Branimir Jovanovic, economista del Instituto de Estudios Económicos Internacionales de Viena (WIIW) y exasesor del Gobierno socialdemócrata (2017-2019).

“En los raros casos en que se toman medidas, las sanciones impuestas a las empresas son mínimas y los trabajadores afectados rara vez reciben una indemnización. Esta perspectiva disuade a los trabajadores de denunciar las violaciones de las que son víctimas y, al mismo tiempo, anima a las empresas a incumplir la legislación porque saben que no sufrirán las consecuencias”.

Este enfoque clientelista, que favorece al empleador, es una de las lacras de muchas sociedades de Europa del Este, enzarzadas desde hace tres décadas en una interminable “transición económica”. La desregulación y las privatizaciones han acompañado el fin del socialismo, y la clase trabajadora se ha visto confrontada al flagelo de los niveles sociales más bajos impuestos por el neoliberalismo triunfante. La economía de Macedonia del Norte sigue sufriendo la desindustrialización posyugoslava y los dirigentes políticos tienden la alfombra roja a los inversores extranjeros.

“Geográficamente, Macedonia del Norte se encuentra en Europa, pero es un típico país de la periferia capitalista, sobre todo en lo que respecta a las normas laborales”, explica Zdravko Saveski, sociólogo del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de Skopje (ISSHS). “Si, por ejemplo, una empresa occidental necesita condiciones de trabajo más flexibles, lo que a menudo significa violar la legislación laboral vigente, el Gobierno puede ayudarla a conseguirlas... aunque sea modificando la legislación. Lo vimos de nuevo recientemente con el proyecto Bechtel-Enka”. En la primavera de 2023, este poderoso consorcio turco-estadounidense habría presionado al Gobierno socialdemócrata para elevar a 60 horas la semana laboral legal.

Junto con otras organizaciones de la sociedad civil, Glasen Tekstilec, STKC y la Federación de Sindicatos de Macedonia (SSM) se movilizaron y lograron bloquear el proyecto de ley provisionalmente. Una amenaza más para los trabajadores, mientras los escándalos de corrupción salpican regularmente a la clase política. Según un estudio del Centro Macedonio de Cooperación Internacional (CMCI), la corrupción ocupa el primer lugar entre las preocupaciones de los ciudadanos.

El 10% de los trabajadores de Macedonia del Norte vive en la pobreza

Glasen Tekstilec se ha consolidado como interlocutor en el diálogo social, aprovechando su experiencia al servicio de las trabajadoras del sector textil. En particular, la organización ha contribuido a varios aumentos del salario mínimo, el cual ha pasado de 130 euros hace diez años a 320 euros en la actualidad.

Kristina Ampeva y sus compañeros también asesoran a los pocos empleadores de la región que respetan el código laboral. Es el caso de la fábrica familiar de Hristian Velkov en Sveti Nikolé, una pequeña localidad a 30 kilómetros de Shtip. “Aquí ofrecemos unas condiciones de trabajo muy diferentes a las de otras empresas de la región”, afirma este diseñador de 22 años, que planea asumir la dirección de la fábrica después de su padre. “Nuestras trabajadoras trabajan 40 horas semanales y los salarios oscilan entre 25.000 y 34.000 dinares (de 400 a 560 euros). Dos días extra al mes se pagan a la tarifa horaria más un 35%”. Glasen Tekstilec debería transformarse pronto en un verdadero sindicato, y el joven empleador no se opone a que se implante en su taller. “Tenemos que ofrecer buenas condiciones para que los jóvenes sigan trabajando en nuestro país”.

En un momento en que la inflación galopante vinculada a las tensiones internacionales ha exacerbado las desigualdades y ha incrementado la precariedad de los trabajadores del sector privado, la cuestión de los aumentos salariales es un elemento central de las reivindicaciones de los trabajadores. Según muchos expertos, la industria textil podría no sobrevivir a los convulsos tiempos actuales. “Cerca del 10% de los trabajadores de Macedonia del Norte viven en la pobreza, una de las tasas más altas de Europa”, afirma inquieto el economista Branimir Jovanovic. “Al mismo tiempo, el 1% más rico del país gana el 14% del total de la renta nacional, y estas disparidades económicas son más evidentes en las fábricas textiles. Nadie quiere trabajar en este sector cuando los salarios son tan bajos, el trabajo es duro, las condiciones malas y los trabajadores saben que los propietarios se embolsan todos los beneficios. Si la situación no cambia pronto, la industria textil se extinguirá lentamente”.

Cabe preguntarse si la industria textil de Macedonia del Norte, ya duramente golpeada por la crisis de 2008 y la pandemia de covid-19, está viviendo sus últimos días. Las condiciones de trabajo en el sector ahuyentan a los jóvenes, quienes prefieren emigrar a Alemania, y, ante la escasez de mano de obra, son cada vez más las empresas europeas que trasladan sus talleres al norte de África.

“El sector se está yendo a pique porque nadie asume la responsabilidad de todas esas empresas que no pagan el salario a sus trabajadores”, señala sin descanso Ampeva. “Lamentablemente, se trata de un sector económico criminal y nuestras políticas apoyan estas prácticas criminales. Es por culpa de este sistema por lo que nuestra juventud y nuestros trabajadores en buena salud están abandonando el país”.

This article has been translated from French by Patricia de la Cruz