Gilles Perret, cineasta: “Para filmar el trabajo, a los trabajadores y sus gestos, hay que quererlos y conocerlos”

Gilles Perret, cineasta: “Para filmar el trabajo, a los trabajadores y sus gestos, hay que quererlos y conocerlos”

“My artistic vision is guided by the desire to restore dignity to the world of farming and labour,” says French director Gillet Perret, at the preview of his new documentary about the life of a farming family in his village in the Alps. Amiens, 25 January 2024.

(Béatrice Fainzang)

Gilles Perret es un cineasta francés de Alta Saboya, en los Alpes. Es hijo de obrero y viene de un pueblo pequeño de montaña compuesto principalmente por granjas. Rápidamente, observa a su alrededor el trabajo en la fábrica o el establo y, como es natural, decide mostrarlo a través de su cámara. El trabajo se convierte en un tema central de su obra documental y de ficción; y en esta, Gilles Perret se esfuerza por mostrar a los trabajadores y sus derechos.

En La Sociale, que se estrenó en 2016, describe la lucha de las mujeres y los hombres que participaron en la creación de la seguridad social en Francia. Es un sistema, incluso una utopía, que sigue funcionando actualmente y permite a más de 67 millones de personas tener acceso a la atención de salud, independientemente de sus ingresos. J’veux du soleil, que se estrenó en 2019, es una película con el trasfondo de un viaje por carretera en compañía del diputado François Ruffin (LFI) en la que se desgrana un periplo del norte al sur de Francia para encontrar a los chalecos amarillos que se movilizaron al borde de las carreteras del país en diciembre de 2018. Otra película que se desarrolla hablando mientras se realiza un viaje por carretera, Debout les femmes ! (2021), trata de las profesiones invisibles y mal remuneradas ocupadas por mujeres que finalmente recuperan un lugar central y una especie de dignidad. Por último, en Reprise en main (2022), su primera obra de ficción, pone en escena la historia de un trabajador de una fábrica en Alta Saboya que intenta comprar con sus amigos de la infancia la fábrica en la que trabaja. Son ejemplos de este posicionamiento en las luchas sociales.

Equal Times se reunió con él con motivo del preestreno de su último documental, La Ferme des Bertrand, el jueves 25 de enero de 2024 en el cine Saint-Leu, en Amiens. La película narra 50 años de la vida de una granja alpina y muestra con gran acierto los golpes duros, el amor por los animales y la transmisión de una herramienta de producción y el orgullo de una generación a otra. Una ocasión para compartir puntos de vista sobre el trabajo y la dignidad en un momento en que, en toda Europa, los agricultores están en la calle para reclamar el derecho a vivir dignamente de su actividad.

Su padre era un obrero afiliado a la CGT (Confederación General del Trabajo). ¿Cómo ha marcado esto su historia personal, ha incidido en su formación política y militante y tal vez ha influido en su imaginario creativo?

Mi padre trabajaba en la fábrica. Comenzó cuando tenía 14 años, como todo el mundo allí, y como todo el mundo, tenía su carné de la CGT. No era un líder, pero rápidamente se interesó por la política, el mundo del trabajo y el sindicalismo, aunque procedemos de un entorno rural. Cuando regresaba de la fábrica se ocupaba de las vacas. En el pueblo donde vivimos, cuando era pequeño, teníamos vacas. Todo el mundo tenía vacas en casa porque es una zona de producción de leche. Por tanto, he estado sumergido en este mundo del trabajo desde mi más tierna infancia; mi padre me introdujo en la política, siempre hemos conversado mucho, también con los Bertrand, nuestros vecinos granjeros [que son los personajes del documental].

Las conversaciones sobre la vida del pueblo y las preocupaciones de los agricultores, así como los encuentros han forjado mi activismo con el transcurso del tiempo. Mi mirada artística está guiada sobre todo por el afán de devolver la legitimidad y la dignidad al mundo agrícola y al mundo obrero, los cuales hemos invisibilizado, despreciado y maltratado. Cuando cursé mis estudios en la década de los noventa, la relación con el trabajo era una relación de éxito. Hacer negocios, ganar dinero, solo importaba eso. He estudiado ingeniería electrónica y en esa época nos decían que íbamos a ser los salvadores del país, los directores de la Europa del mañana, pero yo no he creído jamás en este discurso.

En mi opinión, para tener legitimidad en el mundo del trabajo primero hay que saber de lo que se habla. Aunque fuera uno de los casos inusuales de hijo de obrero que es ingeniero, nunca he creído en esta historia. No por tener diplomas sabes más que los veteranos, que llevan toda la vida trabajando. Siempre he desconfiado de este discurso y, como es natural, cuando comencé a utilizar mi cámara filmé en esa dirección: hacer visibles a los invisibles y hablar con la mayor exactitud posible sobre lo que es el mundo del trabajo, los gestos, el cansancio, pero también la satisfacción. No quería convertir el trabajo necesariamente en un enemigo.

Aunque muchas personas sufren con el trabajo y sus condiciones de trabajo no les gustan, cada vez que dirijo una película, las personas con las que hablo me dicen lo que les gusta su trabajo y lo orgullosas que están de él. El problema son las condiciones en las que lo desempeñan, que no son las adecuadas: eso es lo que intento mostrar en mis películas.

Cuando echamos un vistazo a su filmografía, el tema del trabajo está muy presente. ¿Se definiría como un “cineasta del trabajo”? ¿Qué significa? ¿Por qué filma el trabajo? ¿Es importante para usted?

Las nociones del trabajo, del sentido del trabajo, del trabajo bien hecho, son cuestiones de las que he oído hablar y me han apasionado siempre. Me encanta este mundo, me siento cómodo. No hay lugar para la fanfarronería en la industria o la agricultura. El documental consiste en filmar el trabajo para mostrar una forma de autenticidad que perdura. Dedicar tiempo a mostrar a la gente. Mostrar que el éxito perdura y se sustenta en el trabajo de las generaciones anteriores.

Para filmar el trabajo, a los trabajadores y sus gestos, hay que quererlos y conocerlos porque no se filma de la misma manera algo que se conoce o que ya nos ha marcado. Me gusta estar cerca de las personas en el sentido humano, pero también con la cámara. Por eso filmo a menudo sin técnico de sonido, eso implica estar súper cerca y es mi elección.

Busco que el espectador tenga la impresión de estar en mi lugar, de hacer él mismo las preguntas. Así que la forma de grabar también me incluye en este término. Cuando quieres filmar el trabajo, tienes que ser cercano a las personas y saber bien lo que hacen. Es lo que me impulsa: la gente. No voy a hacer una película sobre el mundo del trabajo, tiene que haber personas que me interesen y cosas que decir y tengo que estar cerca de ellas. Cuando estás cerca, ves las manos, los cuerpos y las reacciones y es entonces, en mi opinión, cuando eres un cineasta del trabajo.

¿Qué quiere mostrar de la sociedad a través de sus documentales? ¿Es ser testigo y actor a través de la imagen su forma de implicarse? ¿Podría contarnos más sobre esta implicación política y filosófica ? ¿En qué consiste, según usted?

Siempre intento que mis películas sirvan para algo, susciten un debate o al menos influyan en la forma en que se puede mirar algo o a alguien. Me embarco en una especie de misión con ideales que siempre tengo en mente sobre el sentido del trabajo. ¿Quién se beneficia del trabajo, quién obtiene las ganancias y las disfruta? Siempre me hago preguntas sobre estos aspectos económicos y políticos.

He tenido la suerte de conocer y filmar a personas formidables que han luchado toda su vida por ideales y para dejar una vida mejor a las generaciones futuras. Mi deber es perpetuar esta lucha. No sé si esta vez mi película será de utilidad para algún movimiento, como ocurrió con los chalecos amarillos cuando pasábamos por las glorietas con François Ruffin para mostrar la película J’veux du Soleil y avivar los debates.

No me gustaría que se recupere, pero si puede servir al mundo agrícola, evidentemente estaré contento. Soy consciente de que La Ferme des Bertrand es un contramodelo, una especie de remanso de paz en medio de un océano de infortunios y de ira. Sin embargo, no es un modelo anecdótico, es el ejemplo de una agricultura productiva que alimenta a las personas, en una granja de un tamaño importante llena de tecnologías que no dañan el medio ambiente ni los cuerpos de las personas que trabajan allí. Así que es posible. Aquí todo se basa en la denominación de origen protegida (DOP) que permite a los agricultores estar protegidos frente a las leyes del mercado europeo y mundial por una regla de protección de los territorios y las profesiones. Es una sigla europea que protege el nombre del producto en toda la Unión Europea. Protegiendo una zona geográfica se protege a sus trabajadores y, al mismo tiempo, el fruto de su trabajo. Por tanto, en Alta Saboya, los productores de leche viven dignamente.

En sus películas aborda cuestiones como los derechos de las mujeres, el derecho laboral o la defensa de la protección social, entre otras. ¿Considera que son universales?

El movimiento de los agricultores, como el de los chalecos amarillos, radica en la necesidad de reconocimiento y dignidad. Alimentar a las personas debería ser una cuestión central y lo va a ser cada vez más en los próximos años. ¿Cuándo van a entenderlo los políticos y hacerse cargo de ello? No se puede continuar así. Sufrir en silencio, ser caricaturizado, trabajar toda la vida y no vivir de su trabajo, no recibir ningún reconocimiento, todo ello aviva inevitablemente la ira y esto lleva a bloqueos.

Producir películas como La Sociale, De mémoire d’ouvriers, Les jours heureux o Debout les femmes !, es constatar que cada vez que las personas aúnan sus fuerzas y actúan colectivamente, se sienten satisfechas y funciona. La seguridad social o el Consejo Nacional de la Resistencia son muy buenos ejemplos de victorias sociales y políticas. Y eso es universal porque hace que la humanidad progrese. No solo haces cosas formidables, sino que además tienes una vida totalmente satisfactoria gracias al poder y al éxito de la acción colectiva.

Oponerse a las personas siempre acaba mal, ya que aumenta la ira y la xenofobia y supone un retroceso de los derechos humanos. El mensaje universal se basa en la unión. Cuando estamos unidos todo va mejor, creamos cosas bonitas y nos protegemos colectivamente. Es la lección, en mi opinión, de la historia social francesa, pero también de la historia social mundial. Y las fuerzas liberales no tienen ningún interés en que las personas piensen y actúen colectivamente. Es también por este motivo por el que realizo películas que perduran, porque la función del director de documentales es mostrar cuál es el contexto, recordar nuestros orígenes en términos de luchas políticas y sociales, por qué ha sido posible y por qué funciona.

This article has been translated from French by Raquel Mora