Los inquietantes discursos sobre la “inmigración masiva” crean una imagen alejada de la realidad

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“Tsunami”, “invasión”, “desembarco”, “gran reemplazo”: en los últimos años se ha intensificado en Europa el discurso alarmista sobre la llegada de migrantes y solicitantes de asilo procedentes del sur.

Ante esta amenaza, que muchos estudios han demostrado ser imaginaria, las políticas adoptadas por los distintos gobiernos consisten en endurecer las condiciones de admisión de migrantes y solicitantes de asilo procedentes del sur. Uno de los argumentos utilizados para legitimar esta política es la afirmación (sin la más mínima prueba) de que la regularización del estatuto de los migrantes sin papeles y la mejora de las condiciones de acogida de los solicitantes de asilo crearían un efecto de “atracción migratoria” que animaría a otras personas a emigrar.

Este discurso mediático y político que causa ansiedad tiene una gran influencia en la forma en que los ciudadanos europeos perciben la inmigración. Da forma y propaga una imagen de la inmigración muy alejada de la realidad.

Por ejemplo, la opinión pública sobrestima enormemente el peso demográfico de la población inmigrante que vive en su país.

La séptima ola de la Encuesta Social Europea, administrada en 20 países europeos entre 2014 y 2015, muestra que, por término medio, los británicos, estonios, franceses, húngaros, lituanos, neerlandeses y portugueses creen que la población inmigrante que vive en su país es dos veces superior a la que existe en realidad. Aún más llamativa es la exageración de la presencia de inmigrantes por parte de los polacos: perciben cinco veces más inmigrantes de los que hay en realidad.

Como consecuencia de ello, muchos ciudadanos europeos se declaran partidarios de políticas de inmigración muy restrictivas, especialmente hacia determinadas categorías de personas.

Prohibir la inmigración musulmana

En uno de mis estudios de investigación, descubrí que el 54% de los checos y el 51% de los húngaros apoyan la prohibición total de la llegada de migrantes musulmanes a sus países. Una proporción relativamente menor, pero aún significativa de estonios (42%), portugueses (33%), españoles (20%), belgas (19%) y franceses (13%) también están a favor de una prohibición total de la inmigración musulmana a sus países. Por término medio, casi uno de cada cuatro europeos (24%) desearía que se prohibiera la inmigración musulmana a su país.

La encuesta también muestra que el racismo y la xenofobia son factores clave en la oposición de los europeos a la inmigración de personas de confesión musulmana.

Otro elemento que cabe mencionar es que una proporción importante de aquellos que desean una prohibición total de la inmigración de musulmanes también está a favor de prohibir la inmigración de gitanos (84%), de personas de confesión judía (42%), pero también de personas procedentes de países más pobres fuera de Europa (52%), de países más pobres de Europa (40%), de origen étnico diferente al de la mayoría de los habitantes del país (39%) y del mismo origen étnico que la mayoría de los habitantes del país (23%).

¿Amnesia de los inmigrantes europeos?

Durante siglos, los europeos emigraron por millones al Nuevo Mundo: las Américas y Australasia. Según una estimación generalmente aceptada, entre 1820 y la Primera Guerra Mundial, 55 millones de europeos abandonaron el continente. Su principal destino fue Norteamérica (para el 71%).

El historiador Adam McKeown ha calculado que el número total de migrantes transcontinentales entre 1846 y 1940 se aproximó a los 180 millones. Esta cifra no tiene en cuenta la migración internacional dentro de Europa (tanto intra como extraeuropea), la cual no es irrelevante según diversas estimaciones. En Italia, por ejemplo, en la década de los años 1890, más de la mitad de los emigrantes italianos eligieron un país europeo como destino.

Por otra parte, la historiadora Donna Gabaccia señala que el número de migrantes internacionales que han elegido Europa como destino ha alcanzado, incluso superado, el número de europeos que partieron a las Américas.

Estos movimientos nos recuerdan que la migración internacional siempre ha formado parte de nuestra historia. Parece que lo hemos olvidado, pero esta historia está marcada por una importante emigración de europeos.

Migración: más un riachuelo que un tsunami

Efectivamente, el número de inmigrantes internacionales, tanto mujeres como hombres, se multiplicó aproximadamente por 3,7 entre 1960 y 2020. Pasó de 77 millones a 281 millones. Sin embargo, durante el mismo periodo, la población mundial ha aumentado de 3.000 millones a casi 8.000 millones de personas. A pesar del aumento en cifras absolutas, el número de migrantes internacionales solo representa una fracción muy reducida de la población mundial: el 3,6% en 2020, a diferencia del 2,5% en 1960.

Esto significa que en el mundo actual, 97 de cada 100 personas siguen viviendo en el país en el que nacieron.

Es importante señalar que la desintegración de las antiguas URSS, Yugoslavia y Checoslovaquia repercutió tanto en el número total de migrantes internacionales como en la proporción de migrantes en la población mundial. Efectivamente, esto último ha transformado la situación de las personas que se consideraban migrantes internos dentro de los Estados en migrantes internacionales.

Según una estimación de la ONU, la desintegración de la antigua URSS en 15 países independientes aumentó el número total de migrantes internacionales en unos 27 millones de personas, ya que su lugar de nacimiento pasó a formar parte del territorio nacional de otro país. Por ejemplo, una persona nacida en Uzbekistán que residía en Rusia se consideraba un migrante interno en la época de la Unión Soviética. Tras la disolución de la Unión Soviética, se le considera migrante internacional.

Teniendo en cuenta este efecto, la proporción de migrantes en la población mundial no superó el 2,4% en 2000 y el 3,3% en 2020. Este porcentaje dista mucho de ser una gran oleada, una inundación, un torrente o un maremoto migratorios: a escala mundial, la migración internacional es más bien un tranquilo riachuelo.

This article has been translated from French by Patricia de la Cruz