Miedo a un planeta estadounidense

El 9 de mayo de 2013, Josh Coleman llegó a su empleo en T-Mobile en la ciudad de Wichita (Kansas, EE.UU.) esperando que fuera simplemente un día más de trabajo ayudando a los clientes por teléfono en el centro de llamadas de la empresa. En cambio, fue despedido y le ordenaron que abandonara inmediatamente las instalaciones.

El problema no era que Josh había trabajado mal. De hecho, era uno de los empleados de mayor rendimiento de su oficina. Sus superiores incluso le habían ofrecido un viaje a Puerto Rico con todos los gastos pagados en reconocimiento a su buen hacer.

Sin embargo, Josh criticaba abiertamente la postura antisindical de T-Mobile y solía llevar camisetas en las que se podía leer que los empleados “esperaban más” de T-Mobile y su empresa matriz, Deutsche Telekom.

Un año más tarde, ha llevado la misma camiseta para compartir sus experiencias frente a cientos de delegados y delegadas sindicales en el Congreso Mundial de la Confederación Sindical Internacional (CSI) en Berlín.

“Celebraban lo que llamaban reuniones obligatorias ‘de audiencia cautiva’, en las que proferían comentarios negativos contra los sindicatos”, explicó Josh a Equal Times. “Frases del tipo ‘creemos que podríamos comunicarnos mejor sin la intervención de terceros’ o ‘tengan mucho cuidado de no renunciar a sus derechos al firmar a favor de un sindicato’”.

“Era muy obvio que la empresa mostraba una animadversión antisindical”.

“En todas las clases de formación”, asegura Josh, “muestran la misma presentación de Power Point en la que se puede leer: ‘usted no necesita un sindicato’ o ‘dispone del derecho legal a no afiliarse a un sindicato’. No dicen explícitamente “no se afilie a un sindicato”, pero todos los nuevos empleados y empleadas pueden leer entre líneas”..”

Tras alcanzar un acuerdo en los tribunales con T-Mobile de 40.000 USD, hoy en día Josh sigue trabajando con el sindicato Communications Workers of America (CWA) para reforzar a la organización transfronteriza T-Mobile Workers United (TU) con el sindicato alemán de servicios Ver.di.

El objetivo consiste en trabajar a ambos lados del Atlántico para presionar a T-Mobile para que firme un convenio colectivo.

“Afiliarse a un sindicato no debería constituir un acto de valentía. En realidad, no debería ser diferente a afiliarse a un club de jardinería”, explicó a Equal Times Larry Cohen, presidente del CWA.

 

Una “ofensiva concertada”

Desde mediados de la década de 1950, el porcentaje de trabajadores y trabajadoras estadounidenses afiliados a un sindicato en EE.UU. ha disminuido de alrededor del 35% hasta el 11,3% en 2013.
Mientras tanto, los salarios reales de los trabajadores/as se han estancado y las remuneraciones de los ejecutivos han aumentado espectacularmente.

Según un estudio de la OIT, “en 2011, los directivos de las 15 mayores empresas de Estados Unidos ganaron de media una suma 508 veces superior a los ingresos anuales del trabajador estadounidense medio”.

Cohen opina que el modelo empresarial de Estados Unidos es “una plutocracia” que crea desigualdad.

Para Richard L. Trumka, presidente de la central sindical estadounidense American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations (AFL-CIO), esta brecha cada vez mayor ha sido auspiciada en su mayor parte por el Estado.

“Existe una ofensiva concertada contra los derechos de los trabajadores y trabajadoras en Estados Unidos a nivel federal, estatal y local”, denunció.

Como ejemplo señala un caso reciente en Tennessee, en el que el gobernador del estado, Bill Haslam, ofreció casi 300 millones USD en incentivos para ayudar a ampliar una fábrica de Volkswagen, pero con la condición de que la planta siguiera sin sindicalizarse.
Trumka ha pedido a la CSI que incluya a Estados Unidos en su lista de “países en situación de riesgo”, junto a otras naciones famosas por violar los derechos sindicales como Camboya, Iraq o Bielorrusia, ya que “los derechos sindicales y de los trabajadores/as se violan de manera sistemática en EE.UU. Todos los días se despide, amenaza e intimida a trabajadores/as que intentan formar un sindicato”.

“Incluir a EE.UU. en la lista advierte al resto del mundo de que las relaciones laborales estadounidenses no son algo que haya que emular”, explicó Trumka a Equal Times.

 

Exportación del modelo estadounidense

Estados Unidos no es el único ni el peor violador de los derechos sindicales del mundo, pero su condición de superpotencia ha ejercido una gran influencia en la imposición en todo el planeta de cierto modelo de crecimiento económico y normas laborales.

Por ejemplo, los recientes informes sobre el tratamiento de trabajadores por parte de Amazon en Alemania, donde la empresa de ventas por internet emplea a aproximadamente 15.000 personas, han sacado a la luz inquietudes sobre la influencia de las prácticas antisindicales estadounidenses.

“Amazon está buscando lugares con altas tasas de desempleo. Pero se niega a cualquier convenio colectivo, cualquier discusión o cualquier negociación, aunque sea un derecho constitucional en Alemania”, asegura Christoph Schmitz, un responsable de prensa del sindicato Ver.di”.

“Amazon, en una forma de despotismo, quiere fijar unilateralmente los salarios y las condiciones laborales, lo cual le otorga la oportunidad de cambiar cualquier condición y salario en cualquier momento”.

“Amazon representa a ‘la nueva economía’ que quiere fijar sus normas laborales en todo el mundo, pero eso no solo es injusto para los trabajadores/as; también es injusto para los competidores que cumplen los convenios colectivos”.

Las prácticas laborales de Amazon han hecho que su presidente, Jeff Bezos, gane el título de “Peor jefe del mundo”, según una encuesta de la CSI publicada ayer.

“Hemos exportado neoliberalismo”, afirma Trumka.

Para muchos analistas, la difusión de esta polémica teoría económica por todo el mundo, en especial tras la caída del Muro de Berlín, ha sido encabezada por la Cámara de Comercio de Estados Unidos (USCC), uno de los lobbies más poderosos de Washington D.C., que impulsa los intereses de las corporaciones y empresas.

Según el Centro para Políticas Sensibles (Center for Responsive Politics) l, tan solo en 2013 la USCC gastó casi 75 millones de USD en actividades de cabildeo, el doble que el segundo lobby con más gastos.

En sus prioridades políticas para 2014 en relación con el ámbito sindical, la USCC asegura que se opone “agresivamente” a “las regulaciones que faciliten la organización de los empleados por parte de los sindicatos”.

Asimismo, se opone a “los esfuerzos para otorgar la baja remunerada por enfermedad” y a “los esfuerzos para aumentar el salario mínimo e indexarlo a la inflación o a cualquier otro factor que aumente automáticamente los costos laborales”.

Todas las miradas en Estados Unidos y Europa están ahora fijadas en las negociaciones para lograr el acuerdo de libre comercio entre ambos bloques llamado el Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP). De aprobarse, sería el mayor mercado de libre comercio del mundo.

Aunque suelen apoyar el comercio como un modo de crear puestos de trabajo y crecimiento, los delegados/as sindicales en el Congreso Mundial de la CSI en Berlín han expresado su inquietud por la falta de transparencia de las actuales negociaciones, las amenazas que supone para las normas laborales y el mecanismo de la Resolución de Conflictos entre Inversores y Estados (ISDS), que permitiría a las empresas demandar a países por políticas que, según ellas, puedan perjudicar a sus intereses.

Trumka opina que, si estuviera dotado de un fuerte conjunto de medidas para proteger a los trabajadores y trabajadoras, el TTIP podría mejorar las relaciones laborales en ambos territorios, “trasladando las normas de relaciones laborales de Europa a EE.UU.”.

Mientras tanto, a Larry Cohen le gusta contar algo que en una ocasión le dijo un líder sindical alemán: “Antes solíamos mandar a nuestros jóvenes activistas a Nicaragua y El Salvador para que vieran cómo estaba realmente la situación en el mundo. Ahora les mandamos a Estados Unidos”.