Miedo y odio en la Turquía de Erdogan

 

La resistencia del pueblo de Turquía entra en su tercera semana.

Desde las 20h00 del sábado por la noche se han estado produciendo confrontaciones ininterrumpidas entre manifestantes y policías en la plaza Taksim y en muchos otros distritos de Estambul.

La policía atacó brutalmente a los manifestantes pacíficos para desalojar el parque Gezi, utilizando gases lacrimógenos, cañones de agua que disparaban pimienta líquida a presión, y balas de goma.

 

[caption id="attachment_9312" align="alignnone" width="530"] Policías persiguen a manifestantes en el barrio de Kizilay, en Ankara, el domingo 16 de junio de 2013. La policía antidisturbios turca ha estado utilizando cañones de agua contra los manifestantes que se mantuvieron desafiantes después de que las fuerzas del orden desalojaran a los activistas del parque Gezi, dejando así patente su postura inflexible contra los intentos por reavivar las protestas que han sacudido el país. (AP foto/Burhan Ozbilici) 

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En la madrugada del viernes el Primer Ministro turco Recep Tayyip Erdogan se reunió con representantes del movimiento Solidaridad Taksim, entre los que se encontraba el Secretario General de la DİSK, Arzu Çerkezoglu, para tratar de encontrar una solución a las persistentes protestas.

El Primer Ministro mostró una actitud colérica y agresiva; cuanto terminó la reunión trató a Çerkezoglu de “ultra-sindicalista".

No obstante, un portavoz del Gobierno admitió más tarde que respetarían la decisión del tribunal en cuanto a si se prosigue o no con el proyecto de construcción del centro comercial en el parque Gezi – la única zona verde pública en el centro de Estambul.

Pero a estas alturas, eso ya no basta.

Si el Gobierno hubiera hecho esa declaración hace tres semanas, quizás habría sido una solución. Pero durante los últimos 21 días cinco personas han muerto y más de 7.000 han resultado heridas. Quince personas han perdido la vista, otras 50 están heridas de gravedad y miles han sido detenidas.

En ciudades de todo el país millones de personas han inundado las calles para reclamar la dimisión del Gobierno.

La prensa estima que la cifra ronda los 10 millones de personas, aunque es probable que el número sea en realidad mayor.

El Gobierno ha limitado a presente el acceso público al parque Gezi y ha calificado a los manifestantes de “grupos marginales ilegales”.

Estas medidas han suscitado la oposición y la objeción de los ciudadanos.

El sábado, el movimiento Solidaridad Taksim se comprometió a moderar las movilizaciones, despejando algunas de las barricadas y desmantelando parte de las tiendas de campaña que hay en el parque.

Sin embargo, a las 20h00 la policía atacó el parque Gezi con gases lacrimógenos y balas de goma, hiriendo a cientos de personas y destrozando las estructuras que habían montado los manifestantes.

Desde entonces, cientos de miles de personas han vuelto a tomar las calles de Estambul para participar en manifestaciones espontáneas.

Los manifestantes han bloqueado el tráfico de la principal autopista internacional y han desfilado hasta la plaza Taksim.

A continuación cruzaron el puente que atraviesa el Bósforo hasta la ribera asiática. Por todas partes se produjeron enfrentamientos entre manifestantes y policías.

 

 

Brutalidad policial

Los agentes de la policía deben normalmente llevar un número de identificación en el casco, pero estos últimos días se han estado saltando la regla, lo cual les permite actuar con plena impunidad.

Han atacado a los manifestantes en centros comerciales, en domicilios privados y en hoteles de cinco estrellas.

La violencia policial no tienen límites y me temo que va a haber muchos más muertos.

Los enfrentamientos se han extendido a otras ciudades turcas como Ankara, Adana, Izmir y Eskisehir.

La gente está saliendo a las calles incluso en fortificaciones progubernamentales como Kayseri y Konya.

El domingo se celebró un funeral por Ethem Sarisülük, un manifestante de 27 años que murió de un balazo en la cabeza que disparó la policía.

El incidente fue grabado y retransmitido por todo el mundo, pero eso no impidió que la policía atacara el cortejo fúnebre con cañones de agua.

Los sindicatos turcos de la Confederación de Sindicatos Progresistas de Turquía (DISK) y de la Confederación Sindical de Funcionarios Públicos (KESK) han declarado una huelga nacional y están solicitando a sus miembros que acudan a las manifestaciones anti-Gobierno.

La reacción del Primer Ministro Erdogan a las protestas ha sido polarizar al pueblo y reprimir a la disidencia con violencia.

También ha movilizado a sus simpatizantes por medio de reuniones masivas en Ankara y Estambul, donde los recursos públicos han sido utilizados para financiar la comida y el transporte de los participantes.

Erdogan culpa a la CNN, a la BBC y a otros canales internacionales por retransmitir noticias “inventadas”.

También culpa a los grupos de interés extranjeros y nacionales por tratar de impedir que Turquía se convierta en una potencia mundial.

Pero, hasta ahora, Erdogan había estado dispuesto a formar parte de la UE y de la OTAN, beneficiándose del apoyo de EE.UU.

Erdogan amenaza a los manifestantes, tachándolos de “disidentes” y “traidores”.

Su objetivo es consolidar el apoyo del que dispone. Tras haber conseguido casi el 50% de los votos en las últimas elecciones, dice que sigue gozando del apoyo del 50% de los votantes, al tiempo que amenaza al otro 50% que no le votó.

No obstante es bien sabido que el Gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) está formado por una coalición de diferentes grupos.

Se calcula que los islamistas políticos constituyen el 10% de la base de su poder.

El Gobierno del AKP llegó al poder después de la crisis económica de 2001 en la que se produjo el colapso de la centro-derecha.

Las personas que anteriormente habían votado a partidos seculares de centro-derecha votaron a Erdogan por su programa para la estabilidad económica, un apoyo que éste se arriesga a perder a causa de su respuesta a las protestas de la plaza Taksim y de su Gobierno autoritario.

Por otra parte, durante el último año la economía no ha estado yendo muy bien.

La lira turca alcanzó el pasado jueves el valor más bajo de los últimos 18 meses después de semanas de inestabilidad.

Y por si fuera poco, su política aventurera con respecto a Siria le ha servido para entrar en conflicto con EE.UU..

Es importante señalar que la economía turca depende fuertemente de la deuda extranjera, por eso el Gobierno teme que la pérdida de ese flujo de la deuda provoque la quiebra de la economía.

Así pues, al polarizar la nación, Erdogan trata de consolidar su poder y demostrar al mundo que sigue disfrutando del apoyo popular.

Sin embargo las movilizaciones masivas de los ciudadanos contra el uso excesivo de violencia por parte de las fuerzas del orden de las últimas semanas demuestran el fin inminente del régimen de Erdogan.

El pueblo de Turquía solicita a la comunidad internacional que se solidarice con su causa.

Para unirse a la campaña de acción de Labourstart sobre Turquía, haga clic aquí.